/ miércoles 15 de julio de 2020

Salarios: ¿cuánto ganan los mexicanos?

Sinaloa y, en general, México son tan desiguales que la inmensa masa de la población económicamente activa (cerca de 7 de cada 10 trabajadores) gana entre $3 mil y $15 mil pesos mensuales y, en cambio, apenas poco menos del 4 por ciento gana por encima de ese monto, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), elaborada por el INEGI. El resto de la gente (poco menos de 3 de cada 10) vive, peor aún, con menos de $3 mil pesos mensuales.

El panorama no es alentador y ello da pie a imaginar con facilidad el impacto que tiene en la pobreza. El Consejo Nacional de Evaluación (Coneval) estima que en México cerca del 50 por ciento de la población, es decir, alrededor de 60 millones de personas, son pobres. Además, calcula que la crisis económica derivada del Covid-19 genere cerca de 10 millones más de pobres.

En resumen, la gran masa de la población gana entre $3 mil y $15 mil pesos mensuales. Sin embargo, ¿cuál es el promedio de ingreso de toda esa gente? De acuerdo con el Observatorio Laboral de la Secretaría del Trabajo, el ingreso promedio mensual de los trabajadores mexicanos es de $6,403 pesos. Los sectores con mayores ingresos son el extractivo, gobierno y educación, y salud, con salarios, respectivamente, de $11,252, $9,725 y $9,525 pesos. Aunque hay quienes ganan más que eso, recordemos que se trata de ingresos promedio. Los sectores con los ingresos promedio más bajos son, con $5,526, el turismo y, con $4,035, la agricultura.

En el ámbito de aquellos que son específicamente profesionistas, el panorama es escasamente mejor. Desde una óptica estatal, el Observatorio Laboral señala que las entidades donde el ingreso promedio mensual de los profesionistas es mayor (de alrededor de $15 mil pesos) corresponden a Baja California, Baja California Sur, Ciudad de México, Chihuahua, Nuevo León y Querétaro. Por su parte, en Sinaloa el promedio de los profesionistas es de $10,852 pesos.

Otro aspecto importante es la tasa de informalidad laboral porque, si bien hay excepciones, en general refleja condiciones de trabajo que profundizan la precariedad, tales como carecer de servicios de salud, ahorro para el retiro y apoyos para la vivienda. La ENOE –que ya cité antes– recoge información de 36 ciudades y, aunque no abarca Mazatlán ni Los Mochis, sí incluye a Culiacán, lo cual nos puede brindar una idea general de la situación que guarda Sinaloa. La tasa de informalidad laboral de Culiacán, al primer trimestre de 2019, fue del 40.5 por ciento, mientras que la de Saltillo o Querétaro fue respectivamente del 26.4 y 32.5 por ciento.

La tasa de ocupación en el sector primario (por ejemplo, agrícola-ganadero) no la registra la ENOE en virtud de su énfasis urbano. Sin embargo, en el sector secundario (industrial), la tasa de ocupación de Culiacán, para el mismo periodo, fue del 19 por ciento, mientras que la de Saltillo, Ciudad Juárez o León fue visiblemente mayor, con un 47.2, 43.6 y 42.2 por ciento respectivamente. En cambio, la tasa de ocupación en el sector terciario (servicios) de Culiacán fue del 78.8 por ciento, cuando el de las otras ciudades antes aludidas fue del 56, 50 y 57.5 por ciento en cada caso.

Es verdad que la clase política mexicana incurrió en abusos otorgándose a sí misma ingresos exorbitantes, incluso por encima de sus pares en países desarrollados. También es verdad que el actual gobierno federal ha reducido esos privilegios. Pero cabe subrayar que ello constituyó una pequeñísima parte de todo el aparato burocrático y que sería injusto echar en un mismo saco a todos los servidores públicos. En segundo lugar, las medidas para reducir esos abusos, si bien tienen un efecto simbólico importante, no tendrán un impacto presupuestario mayúsculo. Además, no queda tan claro que la práctica mexicana de forjar fortunas al abrigo del poder haya sido desterrada, sobre todo si observamos los actuales escándalos de corrupción. Y aunque ese asunto es reprobable e incluso sea tratado de forma urgente, ello no significará que esté resuelto el problema de mejorar los ingresos de aquellos que menos tienen.

Por otra parte, el gobierno federal ha emprendido un encomiable proyecto para apoyar económicamente a los mexicanos más pobres mediante transferencias directas. Sin embargo, estudios preliminares de esos programas sociales apuntan a que el diseño y ejecución de los mismos es muy ineficiente, y conforme avance el sexenio veremos si fueron o no un fracaso.

Dado que me temo que así será, en lugar de satanizar la riqueza, los gobiernos deberían realizar los ajustes que sí redunden en los ingresos de los ciudadanos: ofrecer condiciones para el crecimiento de la economía, seguridad jurídica mediante el mejoramiento del sistema de justicia, más inversión, más capital humano y hacer nuestras economías locales más competitivas a través de bienes y servicios con mayor valor agregado. Hay estados de la República que lo han logrado y Sinaloa debería voltear a verlos. Mientras Tabasco es “rico” en recursos naturales –pero un fracaso económico para su gente–, en cambio, Aguascalientes, en medio de la nada ha logrado un crecimiento sostenido de alrededor del 6 por ciento de su PIB con industria de alto valor tecnológico que beneficia directamente en el ingreso de sus ciudadanos.

Pero los detalles de ello los abordaremos en otra ocasión. Además, cosechar esos cambios toma años. Mientras tanto, si usted está a medio camino, entonces considere que lo determinante es: estudiar; escoger la carrera correcta; en la universidad y en la ciudad correctas. Porque, a falta de “palancas”, el qué y el dónde –de acuerdo con todos estos datos– sí importan. Y si ya es demasiado tarde para usted, explíqueselo a su hermano pequeño o a su hijo.

Sinaloa y, en general, México son tan desiguales que la inmensa masa de la población económicamente activa (cerca de 7 de cada 10 trabajadores) gana entre $3 mil y $15 mil pesos mensuales y, en cambio, apenas poco menos del 4 por ciento gana por encima de ese monto, de acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), elaborada por el INEGI. El resto de la gente (poco menos de 3 de cada 10) vive, peor aún, con menos de $3 mil pesos mensuales.

El panorama no es alentador y ello da pie a imaginar con facilidad el impacto que tiene en la pobreza. El Consejo Nacional de Evaluación (Coneval) estima que en México cerca del 50 por ciento de la población, es decir, alrededor de 60 millones de personas, son pobres. Además, calcula que la crisis económica derivada del Covid-19 genere cerca de 10 millones más de pobres.

En resumen, la gran masa de la población gana entre $3 mil y $15 mil pesos mensuales. Sin embargo, ¿cuál es el promedio de ingreso de toda esa gente? De acuerdo con el Observatorio Laboral de la Secretaría del Trabajo, el ingreso promedio mensual de los trabajadores mexicanos es de $6,403 pesos. Los sectores con mayores ingresos son el extractivo, gobierno y educación, y salud, con salarios, respectivamente, de $11,252, $9,725 y $9,525 pesos. Aunque hay quienes ganan más que eso, recordemos que se trata de ingresos promedio. Los sectores con los ingresos promedio más bajos son, con $5,526, el turismo y, con $4,035, la agricultura.

En el ámbito de aquellos que son específicamente profesionistas, el panorama es escasamente mejor. Desde una óptica estatal, el Observatorio Laboral señala que las entidades donde el ingreso promedio mensual de los profesionistas es mayor (de alrededor de $15 mil pesos) corresponden a Baja California, Baja California Sur, Ciudad de México, Chihuahua, Nuevo León y Querétaro. Por su parte, en Sinaloa el promedio de los profesionistas es de $10,852 pesos.

Otro aspecto importante es la tasa de informalidad laboral porque, si bien hay excepciones, en general refleja condiciones de trabajo que profundizan la precariedad, tales como carecer de servicios de salud, ahorro para el retiro y apoyos para la vivienda. La ENOE –que ya cité antes– recoge información de 36 ciudades y, aunque no abarca Mazatlán ni Los Mochis, sí incluye a Culiacán, lo cual nos puede brindar una idea general de la situación que guarda Sinaloa. La tasa de informalidad laboral de Culiacán, al primer trimestre de 2019, fue del 40.5 por ciento, mientras que la de Saltillo o Querétaro fue respectivamente del 26.4 y 32.5 por ciento.

La tasa de ocupación en el sector primario (por ejemplo, agrícola-ganadero) no la registra la ENOE en virtud de su énfasis urbano. Sin embargo, en el sector secundario (industrial), la tasa de ocupación de Culiacán, para el mismo periodo, fue del 19 por ciento, mientras que la de Saltillo, Ciudad Juárez o León fue visiblemente mayor, con un 47.2, 43.6 y 42.2 por ciento respectivamente. En cambio, la tasa de ocupación en el sector terciario (servicios) de Culiacán fue del 78.8 por ciento, cuando el de las otras ciudades antes aludidas fue del 56, 50 y 57.5 por ciento en cada caso.

Es verdad que la clase política mexicana incurrió en abusos otorgándose a sí misma ingresos exorbitantes, incluso por encima de sus pares en países desarrollados. También es verdad que el actual gobierno federal ha reducido esos privilegios. Pero cabe subrayar que ello constituyó una pequeñísima parte de todo el aparato burocrático y que sería injusto echar en un mismo saco a todos los servidores públicos. En segundo lugar, las medidas para reducir esos abusos, si bien tienen un efecto simbólico importante, no tendrán un impacto presupuestario mayúsculo. Además, no queda tan claro que la práctica mexicana de forjar fortunas al abrigo del poder haya sido desterrada, sobre todo si observamos los actuales escándalos de corrupción. Y aunque ese asunto es reprobable e incluso sea tratado de forma urgente, ello no significará que esté resuelto el problema de mejorar los ingresos de aquellos que menos tienen.

Por otra parte, el gobierno federal ha emprendido un encomiable proyecto para apoyar económicamente a los mexicanos más pobres mediante transferencias directas. Sin embargo, estudios preliminares de esos programas sociales apuntan a que el diseño y ejecución de los mismos es muy ineficiente, y conforme avance el sexenio veremos si fueron o no un fracaso.

Dado que me temo que así será, en lugar de satanizar la riqueza, los gobiernos deberían realizar los ajustes que sí redunden en los ingresos de los ciudadanos: ofrecer condiciones para el crecimiento de la economía, seguridad jurídica mediante el mejoramiento del sistema de justicia, más inversión, más capital humano y hacer nuestras economías locales más competitivas a través de bienes y servicios con mayor valor agregado. Hay estados de la República que lo han logrado y Sinaloa debería voltear a verlos. Mientras Tabasco es “rico” en recursos naturales –pero un fracaso económico para su gente–, en cambio, Aguascalientes, en medio de la nada ha logrado un crecimiento sostenido de alrededor del 6 por ciento de su PIB con industria de alto valor tecnológico que beneficia directamente en el ingreso de sus ciudadanos.

Pero los detalles de ello los abordaremos en otra ocasión. Además, cosechar esos cambios toma años. Mientras tanto, si usted está a medio camino, entonces considere que lo determinante es: estudiar; escoger la carrera correcta; en la universidad y en la ciudad correctas. Porque, a falta de “palancas”, el qué y el dónde –de acuerdo con todos estos datos– sí importan. Y si ya es demasiado tarde para usted, explíqueselo a su hermano pequeño o a su hijo.