Si el despegue del avión de la nueva Mexicana de Aviación resultó emotivo, al presidente casi se le sale una lagrimita, el aterrizaje no lo fue tanto. Y es que la aeronave, que se supone llegaría Tulum, tuvo que desviarse de emergencia hacia el aeropuerto de Mérida debido al mal tiempo. No, no fue algo imprevisto, como han pretendido hacernos creer. El capitán del avión sabía de antemano de las pésimas condiciones climáticas que le esperaban. Pero ni modo, la orden estaba dada; era el show del presidente y había que cumplir. Aunque la vida fuera en ello.
Diciembre de 1977, San Antonio de la Cal, Oaxaca. Un batallón de paracaidistas del Ejército Mexicano había sido comisionado para hacer una serie de maniobras de entrenamiento, a las que fue invitado el presidente José López Portillo. El secretario de la Defensa en turno, Félix Galván López, tenía especial interés en que el “jefe de jefes” pudiera apreciar el alto grado de adiestramiento de su Fuerza Aérea. El salto de los paracaidistas ya estaba programado, pero de último momento se le informó al Secretario que había un viento mayor a siete nudos, cosa que ponía en riesgo, no sólo las maniobras, sino también la vida de los paracaidistas. Ante el peligro, Galván López llamó al piloto del avión desde donde se realizaría el salto y le preguntó: “¿Puede usted volar el avión bajo esas condiciones?”. “Sí, mi general”, respondió el otro muy servicial. “Muy bien ‑dijo el secretario‑, si usted puede volar, los paracaidistas también. Dé la orden de que se lancen”. El resultado: dos paracaidistas muertos y treinta más lesionados.
En el aire las componen
Distinto a lo que algunos creen, el piloto de un avión comercial debe seguir un extenso protocolo antes de despegar una aeronave; no es como quien aprieta un botón, calienta motores, mete primera, y vámonos para Tulum. Entre los pasos de ese protocolo está el contar con un plan de vuelo, así como con un reporte meteorológico (METAR, TAF), un pronóstico de vientos e imágenes satelitales, tanto de la ruta que se habrá de seguir, como de las condiciones del aeropuerto en donde se aterrizará. Eso además de tener ubicado un aeropuerto alterno, dónde aterrizar, en caso de emergencia.
En este sentido el piloto del vuelo 1789 de Mexicana, a bordo del Boeing 737-800, que despegó el pasado martes 26 de diciembre del AIFA, sabía con anticipación que se encontraría con mal tiempo en el aeropuerto de Tulum. Seguramente dicho piloto comentó lo del mal tiempo con el jefe de operaciones antes de partir. ¿Y luego qué sucedió? ¿A caso las malas noticias llegaron hasta oídos de Luis Crescencio Sandoval, Secretario de la Defensa? ¿Si fue así, qué contestó el Secretario cuando se enteró de la situación? Tal vez nunca lo sabremos, lo cierto es que al igual que lo que lo ocurrido en 1977 con los paracaidistas, el show para el presidente ya estaba armado.
Fanfarrias y vítores, cámaras y micrófonos, estaban más que listos para que en vivo, desde la mañanera, López Obrador, acompañado de su gabinetazo, incluido el propio general Secretario, presenciara un sueño largamente acariciado: el despegue de la nueva Mexicana de Aviación bajo la administración del Ejército. Nomás faltaban el mole, las chelas y la banda. Ya visto así, ¿quién en sus cabales se atrevería, nomás por que el maldito clima no se presta, a echar por la borda tan esperado festejo? En México nunca se le dice que no a un secretario de la Defensa. Y menos al presidente. Sea de derecha o sea de izquierda.
La advertencia está en el aire
Se dice que el avión de Mexicana se mantuvo sobrevolando Quintana Roo, en espera de que se le autorizara intentar un aterrizaje; pero la autorización no llegó. En su cuenta de X, Mexicana de Aviación sólo se concretó a publicar que “el vuelo 1789 de la ruta AIFA-Tulum se desvió a su aeropuerto alterno Mérida por condiciones meteorológicas”. No hubo más explicaciones. Ni había necesidad. Eso de las “condiciones meteorológicas” es tan ambiguo, que a los medios y a la opinión pública les basta para no concederle demasiada importancia a un incidente que, analizado con detenimiento, anuncia en sí mismo lo que podría ser el caótico futuro de la nueva “línea aérea del pueblo”. Es también una advertencia para el propio Ejército, de que una aerolínea no puede ser dirigida con caprichos e intransigencias de generales y comandantes todos poderoso. Se ponen en juego vidas humanas de civiles.
Pero no es la única advertencia. Hay otra que tiene que ver con el mantenimiento de los aviones de la nueva Mexicana, los cuales, aunque han sido usados para tareas militares, fueron fabricados para uso civil y deben cumplir con servicios de mantenimiento calendarizados, de acuerdo al fabricante. El problema está en que, dado que con el Ejército nadie se mete, y por lo tanto no rinde cuentas, pocos saben si efectivamente esos servicios fueron realizados en tiempo y forma. Como puede que sí, puede que no. Lo más seguro es que quién sabe. Esa puede ser una explicación del derrame de turbosina en el ala derecha del avión, que también ocurrió durante el vuelo a Tulum, y del que la vocera de Mexicana de Aviación dijo que ese tipo de situaciones son frecuentes en cualquier aeronave. No, no son frecuentes. Eso pudiera ocurrir eventualmente en aviones chicos, pero en un Boeing 737-800 de última generación, nada tiene de común.
¿Despegará el negocio?
Una línea aérea dista mucho de ser algo que podría considerarse como un buen negocio. No es casualidad que en México, durante los últimos veinte años, hayan quebrado 21 aerolíneas. La imposibilidad de pagar las deudas, fue la causa común de los estrepitosos fracasos. Desde luego el caso de la nueva Mexicana es distinto, simplemente porque cuenta con el subsidio de un gobierno, eso además de todas las facilidades que recibirá por parte de los grupos aeroportuarios con los que ya tiene contratos, incluido el AIFA. ¿Pero por cuánto tiempo? Los militares ya aclararon que al menos, por ahora, la nueva Mexicana no será rentable. No nos vayan a salir a la vuelta de los años como Cristina Fernández de Kirchner, ex presidenta argentina, cuando quiso defender la pésima gestión estatal de Aerolíneas Argentinas, que afirmó con soberbia e ignorancia: “Todas las líneas aéreas del mundo, absolutamente todas, son deficitarias.” Que siga el show.