/ viernes 10 de junio de 2022

Jurassic World: Dominion

Cuando la Taquilla es lo Único que Importa

En un intento por emular el estilo del Spielberg de los ochenta, los productores de la saga de Jurassic Park, llegan al pre-verano con Jurassic World: Dominion. La apuesta es por una historia con tintes de suspenso y personajes que ya no entretienen a nadie. Ahora son más viejos, más necios y más irritantes. En cuanto a los dinosaurios, de ser alguna vez los protagonistas del cuento, terminaron por convertirse en mero telón de fondo para ambientar una trama enredada y no menos aburrida.

A Steven Spielberg se le pueden regatear muchas cosas, pero algo que no se puede decir de su obra cinematográfica es que sus historias son aburridas. Pueden ser cursilonas, inverosímiles y hasta patrioteras, pero no aburridas. Si alguien ha sabido combinar a personajes entrañables con anécdotas novedosas y una narrativa ágil, ése es Spielberg.

“Haz algo como lo que hice yo en Parque Jurásico”, pareciera haerle pedido el propio Spielberg al experimentado guionista, productor y director, Colin Trevorro, cuando lo llamó para dirigir Jurassic World: Dominion. El resultado es una película perfectamente olvidable, que carece de ese ángel que llevó al cine de aventura de Spielberg a convertirlo en leyenda, junto otros cineastas del calibre de Jeorge Lucas.

Ciertamente el sello de Spielberg ha perdurado a lo largo del tiempo. Si se pudiera equiparar el cine de los ochenta y noventa de Spielberg con la obra de algún escritor gringo, que haya hecho del género de la aventura su marca, ése es Mark Twain (1835-1910). En las películas de Spielberg, al menos en las de las dos décadas mencionadas, desde El Extraterrestre (E.T.) hasta la saga de Indiana Jones, siempre hay algo que recuerda al universo de Mark Twain. Siempre hay ese gusto por la aventura, por lo inesperado, por los personajes sorprendentes. Es una lástima que en el caso del director Colin Trevorrow y su Jurassic World: Dominion las cosas sean muy distintas.

Personajes sin alma

El problema es que, al tratarse de un historia coral, hay demasiados personajes protagónicos e igual número de tramas secundarias, unas más intrincadas que las otras, pero que al final, terminan por empalagar al espectador; cuando no, terminan por mandarlo al país de los sueños sin boleto de regreso. Y es que si los personajes tuvieran al menos un gramo de simpatía; si al menos tuvieran alguna línea memorable, terminaríamos comprándolos. Pero no. Son mamones, vacíos y sobreactuados. Esa clase de personajes cuyo destino dentro de la historia deja de importarle al espectador a los veinte minutos.

El más pesadito de todos pareciera ser el paleontólogo Alan Grant, interpretado por el actor Sam Neill. Vaya vejete, se pasa toda la película de mal genio, eso sí, nunca suelta su sombrero de Indiana Jones, hasta que por suerte lo pierde en alguna escena donde no tiene más remedio que salir corriendo por alguna razón que no vale la pena recordar. Otra que tampoco canta mal las rancheras es Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), la esposa de Owen Grady (Chris Pratt). Le endilgaron la infausta misión de interpretar a una madrastra abnegada, la cual debe cuidar a la hija de su marido, una adolescente que es un hígado. Tal para cual. Dios las hizo, Hollywood las juntó.

Ni siquiera los dinosaurios salen mejor librados, los cuales por cierto ya no habitan en una isla remota, sino que ahora pululan por todo el planeta haciendo maldades, casi como los humanos. Así como quien va a un pueblito y se encuentra a un rebaño de ovejas pastando en los alrededores, así se podría uno topar con los dinosaurios en alguna esquina de Jurassic World: Dominion. Esos mismos dinosaurios que alguna vez fueron los personajes protagónicos de la saga de Jurassic World, pero que en este episodio final son telón de fondo para recetarnos tremendo ladrillazo de película. Repetitiva y predecible.

Entre dinosaurios te veas

Así como los dinosaurios de la saga de Jurassic World terminaron por convertirse en parte del paisaje cinematográfico gringo, los dinosaurios del PRI se han convertido en una parte mínima del paisaje político mexicano, con vías a extinguirse en la elección del 2024. Su dirigente, el tristemente célebre Alito, pareciera ser quien los llevará al ocaso. Todo está en que Layda Sansores, gobernadora de Campeche, esa mujer enigmática, mezcla de la Tigresa y Gloria Trevi, se decida a publicar más audios en los que Alito nos da cátedra de cómo padrotear lo poco que queda de un partido agonizante, como el PRI.

Lo que inquieta es saber que muchos de los políticos más prominentes de este país, sin importar el partido al que pertenecen, son muy parecidos a Alito. Han llegado hasta donde están porque han sabido ejercer el poder como caciques. Como reyezuelos. Y no podría ser diferente. A fin de cuentas, tanto la política, como la forma de hacer política entre los mexicanos, es una herencia que viene de los tiempos de la Conquista y del Virreinato. Una herencia de autoritarismo, corrupción e impunidad. ¿Por qué deberíamos aspirar a una clase política más sensible y comprometida, cuando las fallas son de origen? En fin. Los dinosaurios andan sueltos y Jurassic World: Dominion se perfila como una de las películas más taquilleras del año. Todo indica que no tendrá problema en recuperar los ciento sesenta y tantos millones de dólares invertidos en su producción, más otros tantos melones destinados al marketing y publicidad.

Jurassic World: Dominion es el perfecto ejemplo de un producto hollywoodense que sólo apuesta por la taquilla. Pretende deslumbrarnos con sus fuegos de artificio y una colección de situaciones que hemos visto hasta la náusea en las películas anteriores. Todo queda en la superficie, sólo faltó que en algún lugar de la trama nos recetaran esa escena

-clásica del formulario de cine hollywoodense- en la que una “típica familia estadounidense” desayuna en la mesa de la cocina huevo revuelto, café y jugo de naranja presentado en una jarra de vidrio. ¿O sí nos la recetaron? Pudiera ser.

Cuando la Taquilla es lo Único que Importa

En un intento por emular el estilo del Spielberg de los ochenta, los productores de la saga de Jurassic Park, llegan al pre-verano con Jurassic World: Dominion. La apuesta es por una historia con tintes de suspenso y personajes que ya no entretienen a nadie. Ahora son más viejos, más necios y más irritantes. En cuanto a los dinosaurios, de ser alguna vez los protagonistas del cuento, terminaron por convertirse en mero telón de fondo para ambientar una trama enredada y no menos aburrida.

A Steven Spielberg se le pueden regatear muchas cosas, pero algo que no se puede decir de su obra cinematográfica es que sus historias son aburridas. Pueden ser cursilonas, inverosímiles y hasta patrioteras, pero no aburridas. Si alguien ha sabido combinar a personajes entrañables con anécdotas novedosas y una narrativa ágil, ése es Spielberg.

“Haz algo como lo que hice yo en Parque Jurásico”, pareciera haerle pedido el propio Spielberg al experimentado guionista, productor y director, Colin Trevorro, cuando lo llamó para dirigir Jurassic World: Dominion. El resultado es una película perfectamente olvidable, que carece de ese ángel que llevó al cine de aventura de Spielberg a convertirlo en leyenda, junto otros cineastas del calibre de Jeorge Lucas.

Ciertamente el sello de Spielberg ha perdurado a lo largo del tiempo. Si se pudiera equiparar el cine de los ochenta y noventa de Spielberg con la obra de algún escritor gringo, que haya hecho del género de la aventura su marca, ése es Mark Twain (1835-1910). En las películas de Spielberg, al menos en las de las dos décadas mencionadas, desde El Extraterrestre (E.T.) hasta la saga de Indiana Jones, siempre hay algo que recuerda al universo de Mark Twain. Siempre hay ese gusto por la aventura, por lo inesperado, por los personajes sorprendentes. Es una lástima que en el caso del director Colin Trevorrow y su Jurassic World: Dominion las cosas sean muy distintas.

Personajes sin alma

El problema es que, al tratarse de un historia coral, hay demasiados personajes protagónicos e igual número de tramas secundarias, unas más intrincadas que las otras, pero que al final, terminan por empalagar al espectador; cuando no, terminan por mandarlo al país de los sueños sin boleto de regreso. Y es que si los personajes tuvieran al menos un gramo de simpatía; si al menos tuvieran alguna línea memorable, terminaríamos comprándolos. Pero no. Son mamones, vacíos y sobreactuados. Esa clase de personajes cuyo destino dentro de la historia deja de importarle al espectador a los veinte minutos.

El más pesadito de todos pareciera ser el paleontólogo Alan Grant, interpretado por el actor Sam Neill. Vaya vejete, se pasa toda la película de mal genio, eso sí, nunca suelta su sombrero de Indiana Jones, hasta que por suerte lo pierde en alguna escena donde no tiene más remedio que salir corriendo por alguna razón que no vale la pena recordar. Otra que tampoco canta mal las rancheras es Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), la esposa de Owen Grady (Chris Pratt). Le endilgaron la infausta misión de interpretar a una madrastra abnegada, la cual debe cuidar a la hija de su marido, una adolescente que es un hígado. Tal para cual. Dios las hizo, Hollywood las juntó.

Ni siquiera los dinosaurios salen mejor librados, los cuales por cierto ya no habitan en una isla remota, sino que ahora pululan por todo el planeta haciendo maldades, casi como los humanos. Así como quien va a un pueblito y se encuentra a un rebaño de ovejas pastando en los alrededores, así se podría uno topar con los dinosaurios en alguna esquina de Jurassic World: Dominion. Esos mismos dinosaurios que alguna vez fueron los personajes protagónicos de la saga de Jurassic World, pero que en este episodio final son telón de fondo para recetarnos tremendo ladrillazo de película. Repetitiva y predecible.

Entre dinosaurios te veas

Así como los dinosaurios de la saga de Jurassic World terminaron por convertirse en parte del paisaje cinematográfico gringo, los dinosaurios del PRI se han convertido en una parte mínima del paisaje político mexicano, con vías a extinguirse en la elección del 2024. Su dirigente, el tristemente célebre Alito, pareciera ser quien los llevará al ocaso. Todo está en que Layda Sansores, gobernadora de Campeche, esa mujer enigmática, mezcla de la Tigresa y Gloria Trevi, se decida a publicar más audios en los que Alito nos da cátedra de cómo padrotear lo poco que queda de un partido agonizante, como el PRI.

Lo que inquieta es saber que muchos de los políticos más prominentes de este país, sin importar el partido al que pertenecen, son muy parecidos a Alito. Han llegado hasta donde están porque han sabido ejercer el poder como caciques. Como reyezuelos. Y no podría ser diferente. A fin de cuentas, tanto la política, como la forma de hacer política entre los mexicanos, es una herencia que viene de los tiempos de la Conquista y del Virreinato. Una herencia de autoritarismo, corrupción e impunidad. ¿Por qué deberíamos aspirar a una clase política más sensible y comprometida, cuando las fallas son de origen? En fin. Los dinosaurios andan sueltos y Jurassic World: Dominion se perfila como una de las películas más taquilleras del año. Todo indica que no tendrá problema en recuperar los ciento sesenta y tantos millones de dólares invertidos en su producción, más otros tantos melones destinados al marketing y publicidad.

Jurassic World: Dominion es el perfecto ejemplo de un producto hollywoodense que sólo apuesta por la taquilla. Pretende deslumbrarnos con sus fuegos de artificio y una colección de situaciones que hemos visto hasta la náusea en las películas anteriores. Todo queda en la superficie, sólo faltó que en algún lugar de la trama nos recetaran esa escena

-clásica del formulario de cine hollywoodense- en la que una “típica familia estadounidense” desayuna en la mesa de la cocina huevo revuelto, café y jugo de naranja presentado en una jarra de vidrio. ¿O sí nos la recetaron? Pudiera ser.