/ domingo 24 de mayo de 2020

Si no puedes ir hacia afuera… ¡Ve hacia adentro!

Puedo entender la desesperación, la incertidumbre y la duda. ¿Quién no las ha padecido?

Pero, en esta circunstancia, prefiero mirar más profundo para ver más allá de mis ojos y buscar la liga que me lleve a cruzar ese estado y esa puerta.

Lo que esta sucediendo actualmente, lo podemos ver desde estas dos interpretaciones:

1) que es el fin de todo, y con gran pesimismo creer que es el inicio de tragedias que tendremos que vivir. 2) tomar a la situación completa y de frente y digerirla como una prueba para nosotros como seres humanos; una prueba que nos invita a cambiar de pensamiento rompiendo la idea de que algo bueno nos fue arrebatado –sea por la vida misma, por el castigo divino, por los políticos, por la suerte, o por quien tú consideres que sea el autor de esta pandemia y esta crisis-.

¿A poco crees que la vida es solo levantarte con prisas para desayunar y salir corriendo para cumplir un horario de 9 a 6? ¿que se trata solamente de conseguir el dinero para pagar las facturas y los recibos que llegan mes con mes sin ninguna interrupción?

El encierro que trajo consigo esta cuarentena, no es de extrañar que a ese lugar al que llamamos hogar, sea hoy una prisión de ansiedad, pues nos encontramos tantos días y noches enteras en espacios que antes sólo eran usados prácticamente para dormir, dadas las largas jornadas laborales y las múltiples actividades diarias de cada integrante de la familia. Aunado a esto, el hecho de que no hemos adquirido el hábito de saber estar con nosotros, y con este exceso de tiempo que tenemos hoy entre las manos, puede llegar a ser angustiante no saber qué hacer con nosotros mismos.

Es necesario que a este tiempo lo veas como una poderosa oportunidad para -echarte un clavado- hacia adentro de ti; a ese lugar al que muy poco acudes, o quizá no hayas visitado nunca antes (Introspección, le llaman) pues estás consumido por los compromisos del día a día, sean laborales, por la escuela de tus hijos, el mantenimiento de la casa, de preparar los alimentos y de los interminables quehaceres del hogar, de realizar diligencias y resolver pendientes -esos pendientes que siempre salen y que tienen que ser arreglados y cumplirse en tiempo y forma-. Hoy, más que nunca, es tiempo de sentarnos a conversar con nosotros mismos, de damos a la tarea de indagarnos por dentro a manera de conocernos, de redescubrirnos, de identificarnos y de encontrar ese –algo- que nos brinde paz, tranquilidad, gozo, que nos haga realmente sonreír tan solo por el hecho de poder vivirlo. Es una valiosa oportunidad para voltear a ver a nuestros hijos con otros ojos, pues, sabemos que ahora que regresemos, será a una nueva forma de vivir.

¿Qué es lo que te viene a la mente con respecto a tus hijos? ¿te preocupa no estar haciendo lo adecuado, lo necesario y lo correcto al educarlos para que sean fuertes y capaces de enfrentar los embates del mundo en el futuro cercano, el cual viene mucho más difícil que el que nos tocó a nosotros? ¿Qué pasaría, si además de tu viaje interno (hacia adentro de tu persona) te involucras más con tu hijo? ¿qué pasa si los niños “pierden” el año escolar? ¿Qué pasa si además de aprender las matemáticas aprenden también a cocinar, a coser su ropa, a limpiar, a cultivar un huerto, una planta?¿Y si aprenden a cantarle canciones a sus abuelos o a sus hermanos más pequeños? ¿Y si aprenden a cuidar a sus mascotas y a bañarlos? ¿Qué pasa si permites que desarrollen su imaginación y pintan un cuadro o hacen torres verticales con pedazos de madera, de retazos de plásticos, o de lo que sea? ¿Y si elaboran juegos de memoria y rompecabezas y juegan también cualquier juego de mesa? ¿Y si aprenden a ser más responsables y a estar a más conectados con toda la familia en la casa? ¿Qué pasaría si nosotros los padres aprendemos lo mismo con ellos? ¿Qué pasaría si les enseñas que estar juntos y estar sanos es mucho mejor que tener el último teléfono celular de moda? ¿Y si trabajamos en construir la auto confianza de nuestros hijos, a que crean en sí mismos, a hacerles ver que el elemento clave es ver primero la semilla de la grandeza en un ser humano, y luego ayudarla a albergar la convicción de que pueda alcanzar las cosas que se proponga aún cuando no le parezcan posibles de lograr? ¿Y si les ayudamos a construirse un pensamiento crítico?, ¿Y si les hablas de música, de los distintos bailes en las distintas regiones del país, y del mundo? ¿Y si trabajas en ellos un -sentido de referencia-? ¿Y si les haces ver que cuando no se puede viajar abordando un tren, un camión, un avión o un automóvil, se puede lograr mediante la bibliografía impresa o intangible, esa que encontramos en archivos y navegando en internet? (deducirá por su propia cuenta que el internet es mucho más que Facebook e Instagram, que internet es tener acceso a un mundo nuevo por más lejano que lo encuentre, ahí lo encontrará y lo tendrá en su aparato al alcance) ¿Y si incentivas en ellos el desarrollo de destrezas, que deriven en poco tiempo en sus grandes y propios talentos? (este será un factor de competencia a su favor) Imagina que les ayudes a identificar sus fortalezas explorando sus talentos desde una edad temprana, y desarrollando sus habilidades a lo largo de 12 años, en lugar de que todos sigan la misma rutina y dejándolos confundidos en la vida después de la graduación. No hay nada como tener los caminos labrados, antes de transitarlos.

Estas son herramientas que les serán de gran ayuda, pues como padres, tenemos una cita con el destino. A lo mejor esto es lo que nos falta. Y si ellos aprenden, a lo mejor no perdimos un año, a lo mejor, ganamos un tremendo futuro, pues este tiempo fue invertido en autoconocimiento, en enseñarles de principios, valores, de la moral, del respeto, la disciplina, del compromiso y del amor.

Mi mejor deseo, mi apreciable lector, es que esta dolorosa pandemia no sea únicamente tragedia, dolor y muerte, sino que sea también un resurgimiento de conciencia y una oportunidad de oro, quizá la última, de lograr el inaplazable cambio civilizatorio que nos demanda, como mínimo, el respeto a la naturaleza, amor a los nuestros y a nosotros mismos, que nos vuelva más empáticos, más justos y desconectados del individualismo soberbio que nos ha llevado a ser islas insensibles al bienestar de todos.

En el futuro, cuando tus hijos crezcan, es casi seguro que te pregunten qué estuviste haciendo durante la cuarentena. Para esto, te invito a que consideres mi propuesta, la practiques, y así, tus respuestas estarán listas para compartirlas con total espontaneidad, con una chispa en tus ojos y una sonrisa bien puesta.

Cuando a mí me cuestionen por lo mismo, diré que estuve sembrando semillas del despertar consciente, y poniendo roble macizo como cimientos del México que habitaremos después del Covid-19. Lo diré con mucho orgullo, pues es una labor noble que estoy muy seguro va a trascender.

Puedo entender la desesperación, la incertidumbre y la duda. ¿Quién no las ha padecido?

Pero, en esta circunstancia, prefiero mirar más profundo para ver más allá de mis ojos y buscar la liga que me lleve a cruzar ese estado y esa puerta.

Lo que esta sucediendo actualmente, lo podemos ver desde estas dos interpretaciones:

1) que es el fin de todo, y con gran pesimismo creer que es el inicio de tragedias que tendremos que vivir. 2) tomar a la situación completa y de frente y digerirla como una prueba para nosotros como seres humanos; una prueba que nos invita a cambiar de pensamiento rompiendo la idea de que algo bueno nos fue arrebatado –sea por la vida misma, por el castigo divino, por los políticos, por la suerte, o por quien tú consideres que sea el autor de esta pandemia y esta crisis-.

¿A poco crees que la vida es solo levantarte con prisas para desayunar y salir corriendo para cumplir un horario de 9 a 6? ¿que se trata solamente de conseguir el dinero para pagar las facturas y los recibos que llegan mes con mes sin ninguna interrupción?

El encierro que trajo consigo esta cuarentena, no es de extrañar que a ese lugar al que llamamos hogar, sea hoy una prisión de ansiedad, pues nos encontramos tantos días y noches enteras en espacios que antes sólo eran usados prácticamente para dormir, dadas las largas jornadas laborales y las múltiples actividades diarias de cada integrante de la familia. Aunado a esto, el hecho de que no hemos adquirido el hábito de saber estar con nosotros, y con este exceso de tiempo que tenemos hoy entre las manos, puede llegar a ser angustiante no saber qué hacer con nosotros mismos.

Es necesario que a este tiempo lo veas como una poderosa oportunidad para -echarte un clavado- hacia adentro de ti; a ese lugar al que muy poco acudes, o quizá no hayas visitado nunca antes (Introspección, le llaman) pues estás consumido por los compromisos del día a día, sean laborales, por la escuela de tus hijos, el mantenimiento de la casa, de preparar los alimentos y de los interminables quehaceres del hogar, de realizar diligencias y resolver pendientes -esos pendientes que siempre salen y que tienen que ser arreglados y cumplirse en tiempo y forma-. Hoy, más que nunca, es tiempo de sentarnos a conversar con nosotros mismos, de damos a la tarea de indagarnos por dentro a manera de conocernos, de redescubrirnos, de identificarnos y de encontrar ese –algo- que nos brinde paz, tranquilidad, gozo, que nos haga realmente sonreír tan solo por el hecho de poder vivirlo. Es una valiosa oportunidad para voltear a ver a nuestros hijos con otros ojos, pues, sabemos que ahora que regresemos, será a una nueva forma de vivir.

¿Qué es lo que te viene a la mente con respecto a tus hijos? ¿te preocupa no estar haciendo lo adecuado, lo necesario y lo correcto al educarlos para que sean fuertes y capaces de enfrentar los embates del mundo en el futuro cercano, el cual viene mucho más difícil que el que nos tocó a nosotros? ¿Qué pasaría, si además de tu viaje interno (hacia adentro de tu persona) te involucras más con tu hijo? ¿qué pasa si los niños “pierden” el año escolar? ¿Qué pasa si además de aprender las matemáticas aprenden también a cocinar, a coser su ropa, a limpiar, a cultivar un huerto, una planta?¿Y si aprenden a cantarle canciones a sus abuelos o a sus hermanos más pequeños? ¿Y si aprenden a cuidar a sus mascotas y a bañarlos? ¿Qué pasa si permites que desarrollen su imaginación y pintan un cuadro o hacen torres verticales con pedazos de madera, de retazos de plásticos, o de lo que sea? ¿Y si elaboran juegos de memoria y rompecabezas y juegan también cualquier juego de mesa? ¿Y si aprenden a ser más responsables y a estar a más conectados con toda la familia en la casa? ¿Qué pasaría si nosotros los padres aprendemos lo mismo con ellos? ¿Qué pasaría si les enseñas que estar juntos y estar sanos es mucho mejor que tener el último teléfono celular de moda? ¿Y si trabajamos en construir la auto confianza de nuestros hijos, a que crean en sí mismos, a hacerles ver que el elemento clave es ver primero la semilla de la grandeza en un ser humano, y luego ayudarla a albergar la convicción de que pueda alcanzar las cosas que se proponga aún cuando no le parezcan posibles de lograr? ¿Y si les ayudamos a construirse un pensamiento crítico?, ¿Y si les hablas de música, de los distintos bailes en las distintas regiones del país, y del mundo? ¿Y si trabajas en ellos un -sentido de referencia-? ¿Y si les haces ver que cuando no se puede viajar abordando un tren, un camión, un avión o un automóvil, se puede lograr mediante la bibliografía impresa o intangible, esa que encontramos en archivos y navegando en internet? (deducirá por su propia cuenta que el internet es mucho más que Facebook e Instagram, que internet es tener acceso a un mundo nuevo por más lejano que lo encuentre, ahí lo encontrará y lo tendrá en su aparato al alcance) ¿Y si incentivas en ellos el desarrollo de destrezas, que deriven en poco tiempo en sus grandes y propios talentos? (este será un factor de competencia a su favor) Imagina que les ayudes a identificar sus fortalezas explorando sus talentos desde una edad temprana, y desarrollando sus habilidades a lo largo de 12 años, en lugar de que todos sigan la misma rutina y dejándolos confundidos en la vida después de la graduación. No hay nada como tener los caminos labrados, antes de transitarlos.

Estas son herramientas que les serán de gran ayuda, pues como padres, tenemos una cita con el destino. A lo mejor esto es lo que nos falta. Y si ellos aprenden, a lo mejor no perdimos un año, a lo mejor, ganamos un tremendo futuro, pues este tiempo fue invertido en autoconocimiento, en enseñarles de principios, valores, de la moral, del respeto, la disciplina, del compromiso y del amor.

Mi mejor deseo, mi apreciable lector, es que esta dolorosa pandemia no sea únicamente tragedia, dolor y muerte, sino que sea también un resurgimiento de conciencia y una oportunidad de oro, quizá la última, de lograr el inaplazable cambio civilizatorio que nos demanda, como mínimo, el respeto a la naturaleza, amor a los nuestros y a nosotros mismos, que nos vuelva más empáticos, más justos y desconectados del individualismo soberbio que nos ha llevado a ser islas insensibles al bienestar de todos.

En el futuro, cuando tus hijos crezcan, es casi seguro que te pregunten qué estuviste haciendo durante la cuarentena. Para esto, te invito a que consideres mi propuesta, la practiques, y así, tus respuestas estarán listas para compartirlas con total espontaneidad, con una chispa en tus ojos y una sonrisa bien puesta.

Cuando a mí me cuestionen por lo mismo, diré que estuve sembrando semillas del despertar consciente, y poniendo roble macizo como cimientos del México que habitaremos después del Covid-19. Lo diré con mucho orgullo, pues es una labor noble que estoy muy seguro va a trascender.