/ jueves 12 de agosto de 2021

Gobierno de pobreza

La pobreza es una de las más crueles dictadoras de todos los tiempos. Coarta las libertades más sentidas de las personas. Hace nugatorios los derechos más elementales del ser humano. Impide la adquisición de los conocimientos, condenando a las personas a la ignorancia. Imposibilita que se viva con decoro y dignidad, haciendo infelices a quienes la padecen.

Así lo expresa el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1997:17): “Si el desarrollo humano consiste en ampliar las opciones, la pobreza significa que se deniegan las oportunidades y las opciones más fundamentales del desarrollo humano: vivir una vida larga, sana y creativa y disfrutar de un nivel decente de vida, libertad, dignidad, respeto por sí mismo y de los demás.

El contraste entre desarrollo humano y pobreza humana refleja dos maneras diferentes de evaluar el desarrollo”. En cambio, el desarrollo humano es el estado en que se encuentran las libertades de las personas, es la ampliación de las posibilidades de elegir de los individuos, de alcanzar una vida larga y saludable, de poder adquirir conocimientos individual y socialmente valiosos, y tener la oportunidad de obtener los recursos necesarios para disfrutar de un nivel de vida decoroso.

En el núcleo del concepto de desarrollo humano, se encuentran las personas y sus oportunidades, sean éstas políticas, económicas o sociales, ya sea para la supervivencia, la autoestima, la superación personal, el trabajo, la creatividad, la integración social o el ejercicio del poder. La pobreza, por ello, se plantea desde esta perspectiva como la carencia por las personas del nivel mínimamente aceptable de capacidades, o el fracaso en conseguirlas.

La referencia de la pobreza ya no es el ingreso o la renta, sino el proceso por el cual las personas alcanzan o no el bienestar. Al menos desde la perspectiva de la conceptualización, el PNUD sigue la propuesta de Amartya Sen de considerar las capacidades de las personas como la referencia decisiva para determinar la pobreza.

Ello supone entender la pobreza como un concepto relativo, como un proceso más que como un resultado, con un contenido pluridimensional: “en el concepto de capacidad, la pobreza de una vida se basa no sólo en la situación empobrecida en que la persona vive efectivamente, sino también en la carencia de oportunidad real, determinada por limitaciones sociales y por circunstancias personales, para vivir una vida valiosa y valorada” (PNUD, 1997:18). Sin duda, el problema es grave y es grande, y se agrava con la pandemia del siglo. Además, el gobierno de López Obrador, desde sus inicios, empezó a cavar el hoyo donde muchos pensaban que no se podía ir más profundo.

Las políticas públicas y decisiones de gobierno que se han tomado hasta ahora, son empobrecedoras porque ninguna tiende a detonar el crecimiento, ni a promover la inversión pública o privada (más bien, a ahuyentarla) y mucho menos a la creación de empleos. Comparado con cifras del CONEVAL, el gobierno de Peña Nieto recibió 10 millones de pobres extremos y los bajó, con programas como Prospera, el Seguro Popular y otros (todos desaparecidos ya) a ocho millones 700 mil y sacó de la pobreza a 900 mil mexicanos. Hoy, este gobierno ha creado más pobres que hace 9 años. No hace falta ir demasiado lejos en el tiempo, para contextualizar el punto.

En julio del 2004, por ejemplo, se publicó por el Banco Mundial un estudio titulado: “La pobreza en México: una evaluación de las condiciones, las tendencias y la estrategia del gobierno. Estrategias para reducir la pobreza 2003-2006”, donde un quinto de la población de nuestro país (conformada entonces por 97,483,412 habitantes, según datos del INEGI) vivía en la pobreza extrema y la mitad en la eufemísticamente denominada “pobreza moderada”.

Al día de hoy, de acuerdo con el CONEVAL, el número de personas en situación de pobreza creció de 51.9 millones de personas en 2018 a 55.7 millones en 2020. La población en condición de pobreza suma 43.9 por ciento del total mientras que la que vive en pobreza extrema alcanzó 8.5 por ciento. De los 3.8 millones de pobres más, creados por el gobierno de López Obrador de 2018 a la fecha, 2.1 millones correspondieron a un crecimiento de la pobreza extrema.

No hay gasto productivo de este gobierno, empeñado en mantener elefantes blancos sin rentabilidad y pozos sin fondo como PEMEX y las refinerías. Al cierre del primer trimestre de 2021, el paso de la pandemia y bajos índices de inversión en obra pública, el PIB de México apenas creció 0.4%, en ese mismo periodo la inversión física cayó 3.5% real contra el mismo periodo de 2020. El gasto en inversión física pasó de representar el 3.6% del PIB en 2016 a 2.6% del PIB en 2017.

Y poco se ha recuperado, en 2020 representó el 2.8% del PIB. Mientras, en los Estados Unidos, el presidente Joe Biden logra un acuerdo político junto al Senado (lleno de republicanos) y anuncia un proyecto de ley de infraestructura de $ 1.2 billones de dólares. Dijo Biden: “No hay puentes republicanos ni carreteras demócratas… Se trata de que nosotros hagamos el verdadero trabajo duro de gobernar. Se trata de que la democracia sea beneficiosa para la gente”.

Más diferencias en cuanto a la visión de gobernar. Desde hace 21 años, el mundo marcaba un camino: las conclusiones de la presidencia en la Cumbre de Lisboa del Consejo Europeo de 23 y 24 de marzo 2000, apostaron por la inversión en infraestructuras y en la Sociedad del Conocimiento como factor clave para el crecimiento económico y el bienestar.

Con cifras del CONEVAL, otras carencias que aumentaron en menor medida en lo que va de este gobierno, son el rezago educativo con un incremento de 0.25 puntos porcentuales. La OCDE establece que “la habilidad de crear, distribuir y explotar conocimiento es cada vez más central para la generación de ventajas competitivas, creación de riqueza y mejoría de los estándares de vida”.

México es uno de los países con el menor gasto en investigación y desarrollo experimental y, además, con una de las menores tasas de crecimiento con un nivel de gasto en investigación y desarrollo experimental per cápita de 21 dólares, siendo el más bajo desde 1993 en una muestra de 14 países de Europa, Asia y América, se encuentra en el más bajo nivel para competir, si es que el conocimiento es un buen instrumento para generar ventajas competitivas.

La pobreza es una de las más crueles dictadoras de todos los tiempos. Coarta las libertades más sentidas de las personas. Hace nugatorios los derechos más elementales del ser humano. Impide la adquisición de los conocimientos, condenando a las personas a la ignorancia. Imposibilita que se viva con decoro y dignidad, haciendo infelices a quienes la padecen.

Así lo expresa el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (1997:17): “Si el desarrollo humano consiste en ampliar las opciones, la pobreza significa que se deniegan las oportunidades y las opciones más fundamentales del desarrollo humano: vivir una vida larga, sana y creativa y disfrutar de un nivel decente de vida, libertad, dignidad, respeto por sí mismo y de los demás.

El contraste entre desarrollo humano y pobreza humana refleja dos maneras diferentes de evaluar el desarrollo”. En cambio, el desarrollo humano es el estado en que se encuentran las libertades de las personas, es la ampliación de las posibilidades de elegir de los individuos, de alcanzar una vida larga y saludable, de poder adquirir conocimientos individual y socialmente valiosos, y tener la oportunidad de obtener los recursos necesarios para disfrutar de un nivel de vida decoroso.

En el núcleo del concepto de desarrollo humano, se encuentran las personas y sus oportunidades, sean éstas políticas, económicas o sociales, ya sea para la supervivencia, la autoestima, la superación personal, el trabajo, la creatividad, la integración social o el ejercicio del poder. La pobreza, por ello, se plantea desde esta perspectiva como la carencia por las personas del nivel mínimamente aceptable de capacidades, o el fracaso en conseguirlas.

La referencia de la pobreza ya no es el ingreso o la renta, sino el proceso por el cual las personas alcanzan o no el bienestar. Al menos desde la perspectiva de la conceptualización, el PNUD sigue la propuesta de Amartya Sen de considerar las capacidades de las personas como la referencia decisiva para determinar la pobreza.

Ello supone entender la pobreza como un concepto relativo, como un proceso más que como un resultado, con un contenido pluridimensional: “en el concepto de capacidad, la pobreza de una vida se basa no sólo en la situación empobrecida en que la persona vive efectivamente, sino también en la carencia de oportunidad real, determinada por limitaciones sociales y por circunstancias personales, para vivir una vida valiosa y valorada” (PNUD, 1997:18). Sin duda, el problema es grave y es grande, y se agrava con la pandemia del siglo. Además, el gobierno de López Obrador, desde sus inicios, empezó a cavar el hoyo donde muchos pensaban que no se podía ir más profundo.

Las políticas públicas y decisiones de gobierno que se han tomado hasta ahora, son empobrecedoras porque ninguna tiende a detonar el crecimiento, ni a promover la inversión pública o privada (más bien, a ahuyentarla) y mucho menos a la creación de empleos. Comparado con cifras del CONEVAL, el gobierno de Peña Nieto recibió 10 millones de pobres extremos y los bajó, con programas como Prospera, el Seguro Popular y otros (todos desaparecidos ya) a ocho millones 700 mil y sacó de la pobreza a 900 mil mexicanos. Hoy, este gobierno ha creado más pobres que hace 9 años. No hace falta ir demasiado lejos en el tiempo, para contextualizar el punto.

En julio del 2004, por ejemplo, se publicó por el Banco Mundial un estudio titulado: “La pobreza en México: una evaluación de las condiciones, las tendencias y la estrategia del gobierno. Estrategias para reducir la pobreza 2003-2006”, donde un quinto de la población de nuestro país (conformada entonces por 97,483,412 habitantes, según datos del INEGI) vivía en la pobreza extrema y la mitad en la eufemísticamente denominada “pobreza moderada”.

Al día de hoy, de acuerdo con el CONEVAL, el número de personas en situación de pobreza creció de 51.9 millones de personas en 2018 a 55.7 millones en 2020. La población en condición de pobreza suma 43.9 por ciento del total mientras que la que vive en pobreza extrema alcanzó 8.5 por ciento. De los 3.8 millones de pobres más, creados por el gobierno de López Obrador de 2018 a la fecha, 2.1 millones correspondieron a un crecimiento de la pobreza extrema.

No hay gasto productivo de este gobierno, empeñado en mantener elefantes blancos sin rentabilidad y pozos sin fondo como PEMEX y las refinerías. Al cierre del primer trimestre de 2021, el paso de la pandemia y bajos índices de inversión en obra pública, el PIB de México apenas creció 0.4%, en ese mismo periodo la inversión física cayó 3.5% real contra el mismo periodo de 2020. El gasto en inversión física pasó de representar el 3.6% del PIB en 2016 a 2.6% del PIB en 2017.

Y poco se ha recuperado, en 2020 representó el 2.8% del PIB. Mientras, en los Estados Unidos, el presidente Joe Biden logra un acuerdo político junto al Senado (lleno de republicanos) y anuncia un proyecto de ley de infraestructura de $ 1.2 billones de dólares. Dijo Biden: “No hay puentes republicanos ni carreteras demócratas… Se trata de que nosotros hagamos el verdadero trabajo duro de gobernar. Se trata de que la democracia sea beneficiosa para la gente”.

Más diferencias en cuanto a la visión de gobernar. Desde hace 21 años, el mundo marcaba un camino: las conclusiones de la presidencia en la Cumbre de Lisboa del Consejo Europeo de 23 y 24 de marzo 2000, apostaron por la inversión en infraestructuras y en la Sociedad del Conocimiento como factor clave para el crecimiento económico y el bienestar.

Con cifras del CONEVAL, otras carencias que aumentaron en menor medida en lo que va de este gobierno, son el rezago educativo con un incremento de 0.25 puntos porcentuales. La OCDE establece que “la habilidad de crear, distribuir y explotar conocimiento es cada vez más central para la generación de ventajas competitivas, creación de riqueza y mejoría de los estándares de vida”.

México es uno de los países con el menor gasto en investigación y desarrollo experimental y, además, con una de las menores tasas de crecimiento con un nivel de gasto en investigación y desarrollo experimental per cápita de 21 dólares, siendo el más bajo desde 1993 en una muestra de 14 países de Europa, Asia y América, se encuentra en el más bajo nivel para competir, si es que el conocimiento es un buen instrumento para generar ventajas competitivas.