/ jueves 28 de septiembre de 2023

Ciudadano en la poli | Una legión. Una familia

Ya no hay duda que tres legiones más han venido al rescate. Los buccinatores (trompeteros) que vienen marchando hacen sonar, penetrantes e imponentes, todas las tubas, cornu y buccinas de guerra que vienen cargando, inundando todo el espacio con su sonido y estremeciendo los espíritus de todos los combatientes, de diferente manera a los beduinos a quienes los atemoriza y a los romanos a quienes les infunde ardor guerrero, valor y esperanza. Con ese sonido, las columnas romanas parecen a lo lejos un monstruo enorme que viene rugiendo y soltando alaridos de advertencia. Anuncian de esa manera que las tres legiones que emergen desde el desierto profundo, entran al combate que allí se libra.

-Desde que salimos de nuestro campamento, dice Cayo Lucio a Druso Corvo, no hemos hecho nada más que huir, hacer retirada, sobrevivir y sentirnos ser presa del enemigo. Ahora seguimos en inferioridad pero no es como antes, ya tenemos a nuestros compañeros al lado. ¡Ya no más retiradas! Si morimos lo haremos con nuestro honor intacto. Si vivimos, lo haremos con gloria.

-¡Así se habla, amigo Cayo Lucio! Eso que acabas de decir es la oración a los dioses de todo legionario. Vamos a encontrarnos enseguida con las águilas que llegan. Allá me parece distinguir a nuestros amigos Casio Veturio (de la Ferrata), Claudio Fonteyo (de la Legio XII Fulminata) y Publio Cota (de la Legio X Fretensis). Debemos planificar la guerra en este momento.

Antes de llegar con sus amigos, y todavía al comando de las órdenes y ritmos de los buccinatores, Cayo Lucio y Druso Corvo ven pasar rauda, hacia donde está el combate, a la unidad de caballería de la famosa Décima (X Fretensis), reforzada por equites de las demás legiones que vienen llegando, con sus emblemas por delante.

-Desde muy lejos notábamos que les hacían falta urgentemente turmas de refuerzo, les dijo Publio Cota cuando se aproximaron. Aquí los tribunos y centuriones presentes, han concedido que sea la caballería de la Décima quien vaya por delante de todos hacia el combate, para recordar que la Fretensis y la Ferrata combatieron juntas alguna vez en este mismo Limes, en esta misma frontera en otro tiempo, y que el momento ha llegado para pagar las deudas de honor.

-¡Por los dioses, amigos! ¡Nos han encontrado! ¡Qué bueno que están aquí! –dijo Cayo Lucio. ¡Publio, nuestras legiones vuelven a ser hermanas y a pelear juntas otra vez! ¡Casio Veturio y Claudio Fonteyo, me alegro de volver a verlos, aunque hubiera querido que fuera en distintas condiciones!

-¡Estas son las mejores condiciones para nosotros, centurio! –dijo Casio Veturio, con una sonrisa queriendo esconder la emoción por encontrarlo con vida. Para todo legionario, estar con sus compañeros es estar con su familia y estar con ellos en la guerra es estar como en su casa.

Vemos que tú, Cayo, y la legión de Druso Corvo de la Legio IV Martia se encargan del centro del combate y están siendo desbordados por los flancos, por eso ya está allá una parte de nuestra caballería para evitarlo. Vamos todos a entrar en combate y, como ya no hay tiempo y vemos que todos los ejércitos beduinos de este Limes se han concentrado en esta porción del desierto, sobre la marcha debemos hablar para plantear la mejor estrategia para plantarles cara.

¡Vamos allá, amigos! –asentó Cayo Lucio. Vean la fiereza con la que están peleando ahora los nuestros. Después de no tener esperanza, al solo verlos llegar a ustedes han recuperado esa rabia por vivir. Es posible que muramos aquí, pero lo que es seguro es que viviremos gloriosamente junto con nuestros hermanos, el tiempo que los dioses consideren cortar nuestros hilos.

Dividamos las legiones, amigos, acuerdan los comandantes.

-¡Haciendo honor a nuestro nombre, aquí entra primero al combate la Fulminata (legión relámpago)!, grita Claudio Fonteyo. Su formación en tablero de ajedrez hace todavía más lento y menos seguro que antes el avance de una unidad enorme del ejército beduino. Estas legiones de Roma vuelven a tirar los dados.

Ya no hay duda que tres legiones más han venido al rescate. Los buccinatores (trompeteros) que vienen marchando hacen sonar, penetrantes e imponentes, todas las tubas, cornu y buccinas de guerra que vienen cargando, inundando todo el espacio con su sonido y estremeciendo los espíritus de todos los combatientes, de diferente manera a los beduinos a quienes los atemoriza y a los romanos a quienes les infunde ardor guerrero, valor y esperanza. Con ese sonido, las columnas romanas parecen a lo lejos un monstruo enorme que viene rugiendo y soltando alaridos de advertencia. Anuncian de esa manera que las tres legiones que emergen desde el desierto profundo, entran al combate que allí se libra.

-Desde que salimos de nuestro campamento, dice Cayo Lucio a Druso Corvo, no hemos hecho nada más que huir, hacer retirada, sobrevivir y sentirnos ser presa del enemigo. Ahora seguimos en inferioridad pero no es como antes, ya tenemos a nuestros compañeros al lado. ¡Ya no más retiradas! Si morimos lo haremos con nuestro honor intacto. Si vivimos, lo haremos con gloria.

-¡Así se habla, amigo Cayo Lucio! Eso que acabas de decir es la oración a los dioses de todo legionario. Vamos a encontrarnos enseguida con las águilas que llegan. Allá me parece distinguir a nuestros amigos Casio Veturio (de la Ferrata), Claudio Fonteyo (de la Legio XII Fulminata) y Publio Cota (de la Legio X Fretensis). Debemos planificar la guerra en este momento.

Antes de llegar con sus amigos, y todavía al comando de las órdenes y ritmos de los buccinatores, Cayo Lucio y Druso Corvo ven pasar rauda, hacia donde está el combate, a la unidad de caballería de la famosa Décima (X Fretensis), reforzada por equites de las demás legiones que vienen llegando, con sus emblemas por delante.

-Desde muy lejos notábamos que les hacían falta urgentemente turmas de refuerzo, les dijo Publio Cota cuando se aproximaron. Aquí los tribunos y centuriones presentes, han concedido que sea la caballería de la Décima quien vaya por delante de todos hacia el combate, para recordar que la Fretensis y la Ferrata combatieron juntas alguna vez en este mismo Limes, en esta misma frontera en otro tiempo, y que el momento ha llegado para pagar las deudas de honor.

-¡Por los dioses, amigos! ¡Nos han encontrado! ¡Qué bueno que están aquí! –dijo Cayo Lucio. ¡Publio, nuestras legiones vuelven a ser hermanas y a pelear juntas otra vez! ¡Casio Veturio y Claudio Fonteyo, me alegro de volver a verlos, aunque hubiera querido que fuera en distintas condiciones!

-¡Estas son las mejores condiciones para nosotros, centurio! –dijo Casio Veturio, con una sonrisa queriendo esconder la emoción por encontrarlo con vida. Para todo legionario, estar con sus compañeros es estar con su familia y estar con ellos en la guerra es estar como en su casa.

Vemos que tú, Cayo, y la legión de Druso Corvo de la Legio IV Martia se encargan del centro del combate y están siendo desbordados por los flancos, por eso ya está allá una parte de nuestra caballería para evitarlo. Vamos todos a entrar en combate y, como ya no hay tiempo y vemos que todos los ejércitos beduinos de este Limes se han concentrado en esta porción del desierto, sobre la marcha debemos hablar para plantear la mejor estrategia para plantarles cara.

¡Vamos allá, amigos! –asentó Cayo Lucio. Vean la fiereza con la que están peleando ahora los nuestros. Después de no tener esperanza, al solo verlos llegar a ustedes han recuperado esa rabia por vivir. Es posible que muramos aquí, pero lo que es seguro es que viviremos gloriosamente junto con nuestros hermanos, el tiempo que los dioses consideren cortar nuestros hilos.

Dividamos las legiones, amigos, acuerdan los comandantes.

-¡Haciendo honor a nuestro nombre, aquí entra primero al combate la Fulminata (legión relámpago)!, grita Claudio Fonteyo. Su formación en tablero de ajedrez hace todavía más lento y menos seguro que antes el avance de una unidad enorme del ejército beduino. Estas legiones de Roma vuelven a tirar los dados.