/ sábado 2 de octubre de 2021

La ciudad de los locos; urge en Mazatlán un hospital psiquiátrico

Se estima que en el puerto hay unas 300 personas en situación de calle, indigentes y enfermos mentales que recorren las vialidades y que se pueden convertir en un peligro si se tornan agresivos

Mazatlán, Sin.- “Yo ahorita veo en cada semáforo gente que está tirada en la calle, desgraciadamente no hay un hospital mental para esa gente, desgraciadamente yo no puedo traerme a una persona esquizofrénica violenta y ponga yo en riesgo a los que yo tengo aquí adentro”, comenta con angustia Héctor Miguel, encargado del albergue Una Gota en el Océano.

Él estima que hay unas 300 personas en situación de calle, indigentes y enfermos mentales recorriendo las calles de la ciudad, algo que a la larga es muy peligroso, porque esos enfermos mentales, si no toman su medicamento, tarde o temprano se tornan agresivos.

Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán

LA VIDA EN EL ALBERGUE

El pasar por la puerta de fierro, pareciera que inyecta vida a los ojos cansados, y con una leve sonrisa dan la bienvenida a los visitantes. Acaban de desayunar y sentados en el centro del amplio patio, esperan les pongan su televisión. Más de alguno se muestra amable, otros serios, pero bastan unos segundos para hacer que los visitantes se sientan en confianza.

Hace algunos ayeres, el presidente del hoy patronato del albergue Una Gota en el Océano, cuyo nombre se reservaron, acompañando a un sacerdote, también hoy miembro del patronato, llegaron a la Casa Damasco, localizada cerca del Puente Juárez, a llevar de comer a los moradores. Les sorprendió el ambiente donde vivían, rodeados de cucarachas y ratas, es decir, en una situación precaria.

Esta persona, explica Héctor Miguel Torres Guzmán, encargado del alberge Una Gota en el Océano, siente un llamado a sacarlos de ahí y empieza a buscar un terreno. Esta persona, dice, conoció a la madre Santa Teresa de Calcuta, que cuando llegaba a Tijuana, él era su chofer y la traía a todos lados.

Es un católico y una persona de un gran corazón. Dijo: ellos no pueden estar viviendo en esta situación, así que consigue este terreno que creo que hasta la fecha no se ha pagado y empieza con un dormitorio y empiezan a meterlos aquí a los que estaban en Casa Damasco y ya después, con la ayuda de unas personas, canadienses y americanos, se construye el dormitorio de hombres y mujeres; gracias a las donaciones de otras personas y es ahí que se cierra Casa Damasco y las personas se traen para acá al albergue y le ponen Una Gota en el Océano. Decía la madre Teresa de Calcuta: una gota en el océano, todos somos pequeñas gotas en un inmenso océano, si esas gotas no cayeran en el océano, el océano estaría seco”.

También puedes leer: María Eugenia Curiel Ramírez es la nueva candidata de RSP

Héctor Miguel destaca que viven de donaciones, donde lo que la gente les trae es lo que él les da a ellos, tanto ropa, medicamento, sus comidas; mientras el patronato se encarga de pagar sueldos, agua, luz, gas o de reparar las camionetas.

Actualmente, el albergue Una Gota en el Océano cuenta con 20 hombres y una mujer, 21 en total. El más joven tiene 43 años, tiene retraso mental y le pegan ataques epilépticos y no habla; el más viejo tiene 93 años. El albergue tiene la capacidad para 25 personas, y en la actualidad, por falta de personal, no pueden meter más gente, ya que son apenas seis personas los que los atienden: la cocinera, una mujer que le ayuda en la cocina; él como encargado y que también la hace de chofer y cubre los descansos de los otros trabajadores que ayudan a atender a los abuelitos, y un velador.

URGE UN HOSPITAL PSIQUIATRICO EN MAZATLAN

Yo llegué aquí a Mazatlán hace alrededor de 7 años y no había visto tanta gente así en la calle, y a nosotros como institución, que nos encargamos de ayudar al más pobre de los pobres, es ayudar a la gente que no tiene ya no económicamente, que están muertos espiritualmente, que están muertos en cuestión de que la familia los abandonó”, lamentó.

Yo ahorita veo en cada semáforo gente que está tirada en la calle y lo hemos platicado de hecho con gente que ha venido con gente del Patronato, desgraciadamente no hay un hospital mental para esa gente, el único es el que está en Culiacán, por lo que tengo entendido, pero para canalizarlos hasta allá está difícil, creo que sería bueno que abrieran un Hospital Psiquiátrico en Mazatlán”.

Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán

-Tú que has recorrido la ciudad y tienes conocimiento, ¿cuántos indigentes habrá en la ciudad en situación de calle?

A lo que yo he visto, he visto más de 300, más de 300 por las rutas que yo sigo, como es la Rafael Buelna, Juan Pablo II, la 20 de Noviembre, las Mañanitas, he visto más de 300 personas y la Juan Carrasco también hay varios, y en el mismo Centro no se diga más, en el mismo Centro cuánta gente hay en situación de calle pidiendo dinero en el Centro”, respondió.

Cuestionado acerca de las personas que van y los “tiran” para la comunidad de El Habal o Puerta de Canoas, y se vienen caminando, confirma que ha escuchado respecto a ese problema.

Lo he escuchado, yo voy al Habal a una donación de una persona en El Habaleño, no me ha tocado verlos pero sí he escuchado comentarios respecto a eso, que para no tenerlos aquí en Mazatlán, los ‘tiran’, no me consta, verdad, pero sí he escuchado varios comentarios”.

Héctor Miguel reitera la necesidad de que Mazatlán cuente con un hospital psiquiátrico para que ayuden a todas esas gentes que están en las calles porque advierte que a la larga se vuelven peligrosos, porque esos enfermos mentales si no toman su medicamento, tarde o temprano se tornan agresivos.

“Se los digo por experiencia, porque yo estuve con los padres Misioneros de la Caridad, de hecho, yo son un ex adicto a la metanfetamina y alcohólico, pero por la Gracia de Dios en noviembre de este año, el 24, cumplo 10 años limpio, bendito Dios y parte de mi proceso es ir a Ciudad Juárez a un hospital donde atendíamos a 106 enfermos mentales y sabemos que el carácter les cambia en un abrir y cerrar de ojos, y esta gente que está en la calle, tarde o temprano se porta agresiva y puede dañar a otras personas por quitarles 5 o 10 pesos”.

YA TUVO UN CASO DE UNA PERSONA AGRESIVA

El encargado del albergue, explica que en Una Gota en el Océano buscan que una persona externa no venga a causar un daño, porque ya les pasó en una ocasión.

Metí a una persona que no aparentaba ser esquizofrénico, pero en la noche me quería ahorcar a los enfermos, no lo podía tener aquí, imagínense me mata a uno de los abuelitos ¿qué voy a hacer? Tuve que darle salida a esta persona, para no poner en riesgo a los que ya tengo aquí en casa, que ya tengo años de conocerlos”.

Sobre si los 21 abuelitos que están en el albergue cuentan con algún familiar, indica que todos tienen familia, y pone de ejemplo que hasta un niño huérfano tiene un familiar: un padre, una madre o tíos o sobrinos. Pero también hay que distinguir los que tienen familia pero te están tratando mal y es por la gente que ellos van y se los traen.

Hay gente que yo he ido a recoger a su casa, que está en un cuartito de 4 x 4 lleno de cucarachas y ratas y a un lado vive su familia, entonces es como si no tuviera familia porque no lo están atendiendo como se debería de atender y ese es el afán de nosotros, rescatarlos de ahí y traerlos aquí, que vivan en una condición de vida en el poco o mucho tiempo que vayan a vivir pero que lo vivan dignamente como un ser humano”.

Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán

Recuerda que él ya pasó por esa situación de calle: “yo sé lo que es comer de la basura, yo sé lo que es vivir en la calle, yo sé lo que es andar mendingando un pan de comida y yo sé lo difícil que es, yo por eso los atiendo a ellos y me pongo un poco en su lugar para decir, ¡guau! Yo ya pasé por eso y yo sé lo que se siente, yo sé lo que es el abandono de la familia, se lo que es el abandono de la sociedad y es una cosa muy fea y el afán de nosotros es traérnoslos, tratar de empezar a arreglarles su acta de nacimiento, su ayuda de Bienestar, lo del hospital, empezar a administrar medicamentos, controlarlos y que vivan el tiempo que Dios le permita vivir, pero que lo vivan en una cama limpia, en un lugar limpio, donde estén viendo televisión, escuchando radio pero que lo vivan dignamente como se lo merecen ellos”.

Recalcó que esa es la misión de Una Gota en el Océano, ir por los más pobres de los pobres.

Héctor Miguel hizo una pausa, para sacar de uno de los dormitorios una televisión grande, para que los abuelitos vieran algún programa. Otros más prefieren estar bajo la sombra de uno de los árboles del patio para disfrutar del canto de las aves o perderse en los recuerdos. Dicen que así son las mañanas en el albergue.



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Él estima que hay unas 300 personas en situación de calle, indigentes y enfermos mentales recorriendo las calles de la ciudad, algo que a la larga es muy peligroso, porque esos enfermos mentales, si no toman su medicamento, tarde o temprano se tornan agresivos.

Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán

LA VIDA EN EL ALBERGUE

El pasar por la puerta de fierro, pareciera que inyecta vida a los ojos cansados, y con una leve sonrisa dan la bienvenida a los visitantes. Acaban de desayunar y sentados en el centro del amplio patio, esperan les pongan su televisión. Más de alguno se muestra amable, otros serios, pero bastan unos segundos para hacer que los visitantes se sientan en confianza.

Hace algunos ayeres, el presidente del hoy patronato del albergue Una Gota en el Océano, cuyo nombre se reservaron, acompañando a un sacerdote, también hoy miembro del patronato, llegaron a la Casa Damasco, localizada cerca del Puente Juárez, a llevar de comer a los moradores. Les sorprendió el ambiente donde vivían, rodeados de cucarachas y ratas, es decir, en una situación precaria.

Esta persona, explica Héctor Miguel Torres Guzmán, encargado del alberge Una Gota en el Océano, siente un llamado a sacarlos de ahí y empieza a buscar un terreno. Esta persona, dice, conoció a la madre Santa Teresa de Calcuta, que cuando llegaba a Tijuana, él era su chofer y la traía a todos lados.

Es un católico y una persona de un gran corazón. Dijo: ellos no pueden estar viviendo en esta situación, así que consigue este terreno que creo que hasta la fecha no se ha pagado y empieza con un dormitorio y empiezan a meterlos aquí a los que estaban en Casa Damasco y ya después, con la ayuda de unas personas, canadienses y americanos, se construye el dormitorio de hombres y mujeres; gracias a las donaciones de otras personas y es ahí que se cierra Casa Damasco y las personas se traen para acá al albergue y le ponen Una Gota en el Océano. Decía la madre Teresa de Calcuta: una gota en el océano, todos somos pequeñas gotas en un inmenso océano, si esas gotas no cayeran en el océano, el océano estaría seco”.

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Héctor Miguel destaca que viven de donaciones, donde lo que la gente les trae es lo que él les da a ellos, tanto ropa, medicamento, sus comidas; mientras el patronato se encarga de pagar sueldos, agua, luz, gas o de reparar las camionetas.

Actualmente, el albergue Una Gota en el Océano cuenta con 20 hombres y una mujer, 21 en total. El más joven tiene 43 años, tiene retraso mental y le pegan ataques epilépticos y no habla; el más viejo tiene 93 años. El albergue tiene la capacidad para 25 personas, y en la actualidad, por falta de personal, no pueden meter más gente, ya que son apenas seis personas los que los atienden: la cocinera, una mujer que le ayuda en la cocina; él como encargado y que también la hace de chofer y cubre los descansos de los otros trabajadores que ayudan a atender a los abuelitos, y un velador.

URGE UN HOSPITAL PSIQUIATRICO EN MAZATLAN

Yo llegué aquí a Mazatlán hace alrededor de 7 años y no había visto tanta gente así en la calle, y a nosotros como institución, que nos encargamos de ayudar al más pobre de los pobres, es ayudar a la gente que no tiene ya no económicamente, que están muertos espiritualmente, que están muertos en cuestión de que la familia los abandonó”, lamentó.

Yo ahorita veo en cada semáforo gente que está tirada en la calle y lo hemos platicado de hecho con gente que ha venido con gente del Patronato, desgraciadamente no hay un hospital mental para esa gente, el único es el que está en Culiacán, por lo que tengo entendido, pero para canalizarlos hasta allá está difícil, creo que sería bueno que abrieran un Hospital Psiquiátrico en Mazatlán”.

Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán

-Tú que has recorrido la ciudad y tienes conocimiento, ¿cuántos indigentes habrá en la ciudad en situación de calle?

A lo que yo he visto, he visto más de 300, más de 300 por las rutas que yo sigo, como es la Rafael Buelna, Juan Pablo II, la 20 de Noviembre, las Mañanitas, he visto más de 300 personas y la Juan Carrasco también hay varios, y en el mismo Centro no se diga más, en el mismo Centro cuánta gente hay en situación de calle pidiendo dinero en el Centro”, respondió.

Cuestionado acerca de las personas que van y los “tiran” para la comunidad de El Habal o Puerta de Canoas, y se vienen caminando, confirma que ha escuchado respecto a ese problema.

Lo he escuchado, yo voy al Habal a una donación de una persona en El Habaleño, no me ha tocado verlos pero sí he escuchado comentarios respecto a eso, que para no tenerlos aquí en Mazatlán, los ‘tiran’, no me consta, verdad, pero sí he escuchado varios comentarios”.

Héctor Miguel reitera la necesidad de que Mazatlán cuente con un hospital psiquiátrico para que ayuden a todas esas gentes que están en las calles porque advierte que a la larga se vuelven peligrosos, porque esos enfermos mentales si no toman su medicamento, tarde o temprano se tornan agresivos.

“Se los digo por experiencia, porque yo estuve con los padres Misioneros de la Caridad, de hecho, yo son un ex adicto a la metanfetamina y alcohólico, pero por la Gracia de Dios en noviembre de este año, el 24, cumplo 10 años limpio, bendito Dios y parte de mi proceso es ir a Ciudad Juárez a un hospital donde atendíamos a 106 enfermos mentales y sabemos que el carácter les cambia en un abrir y cerrar de ojos, y esta gente que está en la calle, tarde o temprano se porta agresiva y puede dañar a otras personas por quitarles 5 o 10 pesos”.

YA TUVO UN CASO DE UNA PERSONA AGRESIVA

El encargado del albergue, explica que en Una Gota en el Océano buscan que una persona externa no venga a causar un daño, porque ya les pasó en una ocasión.

Metí a una persona que no aparentaba ser esquizofrénico, pero en la noche me quería ahorcar a los enfermos, no lo podía tener aquí, imagínense me mata a uno de los abuelitos ¿qué voy a hacer? Tuve que darle salida a esta persona, para no poner en riesgo a los que ya tengo aquí en casa, que ya tengo años de conocerlos”.

Sobre si los 21 abuelitos que están en el albergue cuentan con algún familiar, indica que todos tienen familia, y pone de ejemplo que hasta un niño huérfano tiene un familiar: un padre, una madre o tíos o sobrinos. Pero también hay que distinguir los que tienen familia pero te están tratando mal y es por la gente que ellos van y se los traen.

Hay gente que yo he ido a recoger a su casa, que está en un cuartito de 4 x 4 lleno de cucarachas y ratas y a un lado vive su familia, entonces es como si no tuviera familia porque no lo están atendiendo como se debería de atender y ese es el afán de nosotros, rescatarlos de ahí y traerlos aquí, que vivan en una condición de vida en el poco o mucho tiempo que vayan a vivir pero que lo vivan dignamente como un ser humano”.

Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán

Recuerda que él ya pasó por esa situación de calle: “yo sé lo que es comer de la basura, yo sé lo que es vivir en la calle, yo sé lo que es andar mendingando un pan de comida y yo sé lo difícil que es, yo por eso los atiendo a ellos y me pongo un poco en su lugar para decir, ¡guau! Yo ya pasé por eso y yo sé lo que se siente, yo sé lo que es el abandono de la familia, se lo que es el abandono de la sociedad y es una cosa muy fea y el afán de nosotros es traérnoslos, tratar de empezar a arreglarles su acta de nacimiento, su ayuda de Bienestar, lo del hospital, empezar a administrar medicamentos, controlarlos y que vivan el tiempo que Dios le permita vivir, pero que lo vivan en una cama limpia, en un lugar limpio, donde estén viendo televisión, escuchando radio pero que lo vivan dignamente como se lo merecen ellos”.

Recalcó que esa es la misión de Una Gota en el Océano, ir por los más pobres de los pobres.

Héctor Miguel hizo una pausa, para sacar de uno de los dormitorios una televisión grande, para que los abuelitos vieran algún programa. Otros más prefieren estar bajo la sombra de uno de los árboles del patio para disfrutar del canto de las aves o perderse en los recuerdos. Dicen que así son las mañanas en el albergue.



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