/ jueves 29 de julio de 2021

Un bloqueo mental

Aparte del carisma que apela a las sensaciones, la confianza es un elemento fundamental que se suele tomar en cuenta para calificar las acciones de cualquier líder político y evaluar la pertinencia o no de las decisiones que toma. Una confianza en que el líder político actúa bajo ciertos criterios éticos de responsabilidad y una racionalización que indique que esas decisiones se toman persiguiendo fines “buenos”, social, política y económicamente útiles y valiosos para la sociedad en donde se desenvuelve. La legitimidad del liderazgo político, esa confianza de la que hablamos, dependen de las virtudes que se muestren en el desarrollo de proyectos que cuiden los bienes que, como enseña la economía, son siempre escasos; que se elija inteligentemente, en medio de las restricciones, la mejor manera de asignar esos recursos para dar satisfacción a muchas de las necesidades y aumentar así el bienestar de la población en general.

Si relacionamos algunos preocupantes datos económicos del actual gobierno que tienen que ver con la salud, la energía y el trabajo, con ciertas decisiones que el presidente ha tomado respecto de la crisis que se vive ahora mismo en Cuba, quizás pueda verse la irracionalidad en la toma de decisiones, esto es, que no se entiende la virtud ni la pertinencia, ni mucho menos la oportunidad de las acciones que el liderazgo político ha emprendido. Provoca desconfianza ese liderazgo, tanto en su política interior, como en la política exterior que desarrolla.

Cuba es una dictadura sexagenaria. Y no es una dictadura blanda o una “dictadura perfecta”, como pertinentemente Vargas Llosa bautizó a la era política del priato en México. En Cuba se reprimen las libertades, las libertades políticas (están prohibidos los partidos políticos, excepto el de la nomenclatura comunista), las libertades económicas, las libertades culturales, las libertades de expresión. Ahí se conculcan los derechos humanos de su gente. El carisma y la genialidad de Fidel Castro hicieron perdurar la dictadura, así como la sostuvo con una represión criminal. La destrucción de la isla es el resultado. En días recientes, sectores amplios de la población cubana, salieron a protestar y a manifestarse por una severa crisis económica, el descontrol de la pandemia del coronavirus y sus efectos en la caída del turismo, del cual prácticamente viven los cubanos, porque su economía ya no produce más que azúcar. Pasan hambre ahora mismo los cubanos, hay una escasez terrible de alimentos y de medicamentos, la inflación está entre el 500% y 900% anual que disparó la subida de precios, el aumento de la pobreza y la escasez de alimentos y medicamentos. Hay muy pocos productos en los comercios donde solo se puede pagar en dólares, mientras que la mayoría de la población cubana gana en pesos (cubanos). Hay brotes de sarna, falta jabón y productos básicos, no hay ni aspirinas y los cortes de electricidad se dan todos los días. La Comisión Económica de la ONU para América Latina y el Caribe ha señalado que Cuba tendrá uno de los cuatro crecimientos económicos con peor desempeño de toda la región en este 2021. Es una crisis humanitaria en toda regla. Es terrible el sufrimiento de los cubanos y perfectamente entendibles y legítimas sus protestas y reclamos, pacíficos todos. Sin embargo, al gobierno cubano no le ha parecido así y ha emprendido una brutal represión, redadas y encarcelamientos masivos a los protestantes, cortando el internet en la isla para que no salga información que no pueda controlar la nomenclatura, restringiendo severamente las libertades de expresión y asociación, agravando aún más la situación. La pésima gestión económica de la dictadura cubana es la causante de este desastre. La ausencia de libertades, la crisis humanitaria y la represión criminal por parte del gobierno contra su propio pueblo, es lo importante a considerar.

Para el presidente de México, aunque ha dicho –más retóricamente que otra cosa- que salvar la vida de las personas es lo más importante porque es el principal derecho humano que se debe respetar y proteger, en realidad su preocupación principal fue salir a declarar que se solidarizaba con el régimen cubano –no con el oprimido pueblo cubano-, víctima según él de un “bloqueo” inhumano, “es como una acción medieval”, y una retahíla ideologizada de añejo echeverrismo sobre respeto a la soberanía y no dar espacio a invasiones o anexiones (lo que esto quiera decir).

El problema aquí es que no existe ningún bloqueo. Hay, eso sí, un embargo sobre el comercio de Estados Unidos con Cuba, que Washington impuso en 1962 tras la expropiación de empresas estadounidenses en la isla. Cuba comercia con 70 países de todo el mundo. Pese al embargo económico, Estados Unidos se encuentra entre los 10 principales proveedores de alimentos y productos agrícolas a Cuba y entre los 15 socios comerciales más grandes. Estados Unidos exporta alrededor de 276 millones de dólares al año en alimentos y medicinas a Cuba. Además, Estados Unidos envía 3.500 millones de dólares al año en remesas familiares a la isla, y más de 500 mil turistas estadounidenses visitaron Cuba en 2019. El régimen cubano ha importado de los Estados Unidos productos por un valor de casi 82 millones de dólares en lo que va del año 2020: pollo, maíz, fosfatos, soya y tractores, importación de insumos no agrícolas, en su mayoría productos químicos y médicos, harina, frutas frescas, pienso y forrajes. Otra cosa es que hoy por hoy, sin el apoyo financiero que antes le daba Rusia y Venezuela, Cuba no tiene dinero porque la dictadura ha destruido su economía.

Dijo López Obrador: “Tomamos la decisión por solidaridad frente a esta situación de bloqueo, queriendo someter políticamente al pueblo de Cuba, al gobierno de Cuba, tomamos la decisión de ayudar, de ser solidarios frente a ese bloqueo porque no basta con votar cada año en la ONU en contra del bloqueo y aprovecho para hacer un llamado a todos los países del mundo a que esa manifestación que se expresa en la ONU, se convierta ahora en hechos y que se ayude al pueblo de Cuba, van a salir dos barcos de la armada de México con oxígeno, alimentos y medicinas y yo pienso que el presidente Biden debe tomar una decisión al respecto, es un llamado respetuoso, desde ningún punto de vista injerencista". Ya llegó a Cuba un primer buque mexicano cargado entre 450 a 550 millones de pesos de combustibles (gasolina), 40 millones de litros de petrolíferos, a razón de un estimado de 43 millones 400 mil dólares. Más medicinas y también alimentos.

Como México, otros países también han acudido a paliar la crisis humanitaria en Cuba, lo que da orgullo porque responde a la tradicional y añeja solidaridad internacional de nuestro país. Sin embargo, llama la atención el marcado contraste entre las preocupaciones y prioridades internacionales (decisiones, específicamente con Cuba) de López Obrador, con aquellas decisiones que toma en el contexto de la política interior en nuestro país. Su afinidad política e ideológica con la dictadura cubana (no con el pueblo cubano), lo hace increíblemente generoso en los recursos económicos –como si sobraran- que aporta como ayuda a ese régimen para que se sostenga (ya dijo que él se solidariza con el gobierno cubano y “contra el bloqueo”), pero pasmosamente omiso para liberar y asignar recursos -en un contexto de escasez extrema- a rubros esenciales para reactivar y potenciar la economía, proveer de medicinas y vacunas a la población infantil, atraer inversión y con ella puestos de trabajo, o desarrollar políticas en materia de energía, que aporten utilidades y rendimientos al país. No existe un reporte del gobierno federal, en tiempo real, del paradero de 18 millones de vacunas. Hay saturación de los hospitales pediátricos y cifras actualizadas de mortalidad infantil por Covid.

López Obrador dijo el martes que no se comprarán vacunas para niños hasta saber si de verdad se requieren, ya que las farmacéuticas “quieren hacer negocio” y él no quiere prestarse a eso. En esto, la generosidad “a la cubana” se va por un tubo. La inversión física del gobierno en salud, disminuyó 45.6% de enero a mayo y ya son tres años que se reduce el gasto para ese rubro en el mismo período, siendo el menor monto asignado desde 2008. Tampoco aquí hay esa “solidaridad internacional-castrista” con los mexicanos. La Encuesta de Ocupación y Empleo del INEGI dice que 1 de cada 4 mexicanos laboran en condiciones críticas de ocupación y el 80% del total de trabajos generados de mayo de 2020 a la fecha, se dan en actividades informales. No hubo durante los meses álgidos de la pandemia ni hay ahora que estamos peor, ayudas fiscales a los empleadores para conservar los puestos de trabajo. Las decisiones virtuosas en asignación de recursos escasos, han brillado por su ausencia.

Pero no. Anuncia el presidente que se destinarán 500 mil millones de pesos a la Guardia Nacional, y ya ni contamos los 50 millones de pesos que costará la inconstitucional y absurda consulta del 1 de agosto. Las ahora potentadas fuerzas armadas, las tiene metidas en el negocio de los cruceros turísticos, controlan las aduanas, construyen aeropuertos y sucursales de bancos y gastan 854 millones de pesos en cajeros automáticos que compran a una empresa China, “enemiga del imperio”. Este año, su presupuesto aumentará más de un 40% con respecto al sexenio anterior, ya que ahora tendrán 112.5 mil millones de pesos.

Mientras se dilapidan alegremente los escasos recursos de dinero público en Dos Bocas, PEMEX y el Tren Maya, la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) advirtió esta semana que México incumplirá la meta a la que se comprometió en el Acuerdo de París para alcanzar un 35% de generación de energía limpia para 2024, ya que solo logrará el 29.8% debido al “cambio de paradigma” impulsado en la administración del presidente López Obrador, que desincentiva el uso de fuentes renovables y “desmotivan la instalación y operación de nuevos proyectos de generación más eficientes”. Hay un bloqueo mental del presidente.

Aparte del carisma que apela a las sensaciones, la confianza es un elemento fundamental que se suele tomar en cuenta para calificar las acciones de cualquier líder político y evaluar la pertinencia o no de las decisiones que toma. Una confianza en que el líder político actúa bajo ciertos criterios éticos de responsabilidad y una racionalización que indique que esas decisiones se toman persiguiendo fines “buenos”, social, política y económicamente útiles y valiosos para la sociedad en donde se desenvuelve. La legitimidad del liderazgo político, esa confianza de la que hablamos, dependen de las virtudes que se muestren en el desarrollo de proyectos que cuiden los bienes que, como enseña la economía, son siempre escasos; que se elija inteligentemente, en medio de las restricciones, la mejor manera de asignar esos recursos para dar satisfacción a muchas de las necesidades y aumentar así el bienestar de la población en general.

Si relacionamos algunos preocupantes datos económicos del actual gobierno que tienen que ver con la salud, la energía y el trabajo, con ciertas decisiones que el presidente ha tomado respecto de la crisis que se vive ahora mismo en Cuba, quizás pueda verse la irracionalidad en la toma de decisiones, esto es, que no se entiende la virtud ni la pertinencia, ni mucho menos la oportunidad de las acciones que el liderazgo político ha emprendido. Provoca desconfianza ese liderazgo, tanto en su política interior, como en la política exterior que desarrolla.

Cuba es una dictadura sexagenaria. Y no es una dictadura blanda o una “dictadura perfecta”, como pertinentemente Vargas Llosa bautizó a la era política del priato en México. En Cuba se reprimen las libertades, las libertades políticas (están prohibidos los partidos políticos, excepto el de la nomenclatura comunista), las libertades económicas, las libertades culturales, las libertades de expresión. Ahí se conculcan los derechos humanos de su gente. El carisma y la genialidad de Fidel Castro hicieron perdurar la dictadura, así como la sostuvo con una represión criminal. La destrucción de la isla es el resultado. En días recientes, sectores amplios de la población cubana, salieron a protestar y a manifestarse por una severa crisis económica, el descontrol de la pandemia del coronavirus y sus efectos en la caída del turismo, del cual prácticamente viven los cubanos, porque su economía ya no produce más que azúcar. Pasan hambre ahora mismo los cubanos, hay una escasez terrible de alimentos y de medicamentos, la inflación está entre el 500% y 900% anual que disparó la subida de precios, el aumento de la pobreza y la escasez de alimentos y medicamentos. Hay muy pocos productos en los comercios donde solo se puede pagar en dólares, mientras que la mayoría de la población cubana gana en pesos (cubanos). Hay brotes de sarna, falta jabón y productos básicos, no hay ni aspirinas y los cortes de electricidad se dan todos los días. La Comisión Económica de la ONU para América Latina y el Caribe ha señalado que Cuba tendrá uno de los cuatro crecimientos económicos con peor desempeño de toda la región en este 2021. Es una crisis humanitaria en toda regla. Es terrible el sufrimiento de los cubanos y perfectamente entendibles y legítimas sus protestas y reclamos, pacíficos todos. Sin embargo, al gobierno cubano no le ha parecido así y ha emprendido una brutal represión, redadas y encarcelamientos masivos a los protestantes, cortando el internet en la isla para que no salga información que no pueda controlar la nomenclatura, restringiendo severamente las libertades de expresión y asociación, agravando aún más la situación. La pésima gestión económica de la dictadura cubana es la causante de este desastre. La ausencia de libertades, la crisis humanitaria y la represión criminal por parte del gobierno contra su propio pueblo, es lo importante a considerar.

Para el presidente de México, aunque ha dicho –más retóricamente que otra cosa- que salvar la vida de las personas es lo más importante porque es el principal derecho humano que se debe respetar y proteger, en realidad su preocupación principal fue salir a declarar que se solidarizaba con el régimen cubano –no con el oprimido pueblo cubano-, víctima según él de un “bloqueo” inhumano, “es como una acción medieval”, y una retahíla ideologizada de añejo echeverrismo sobre respeto a la soberanía y no dar espacio a invasiones o anexiones (lo que esto quiera decir).

El problema aquí es que no existe ningún bloqueo. Hay, eso sí, un embargo sobre el comercio de Estados Unidos con Cuba, que Washington impuso en 1962 tras la expropiación de empresas estadounidenses en la isla. Cuba comercia con 70 países de todo el mundo. Pese al embargo económico, Estados Unidos se encuentra entre los 10 principales proveedores de alimentos y productos agrícolas a Cuba y entre los 15 socios comerciales más grandes. Estados Unidos exporta alrededor de 276 millones de dólares al año en alimentos y medicinas a Cuba. Además, Estados Unidos envía 3.500 millones de dólares al año en remesas familiares a la isla, y más de 500 mil turistas estadounidenses visitaron Cuba en 2019. El régimen cubano ha importado de los Estados Unidos productos por un valor de casi 82 millones de dólares en lo que va del año 2020: pollo, maíz, fosfatos, soya y tractores, importación de insumos no agrícolas, en su mayoría productos químicos y médicos, harina, frutas frescas, pienso y forrajes. Otra cosa es que hoy por hoy, sin el apoyo financiero que antes le daba Rusia y Venezuela, Cuba no tiene dinero porque la dictadura ha destruido su economía.

Dijo López Obrador: “Tomamos la decisión por solidaridad frente a esta situación de bloqueo, queriendo someter políticamente al pueblo de Cuba, al gobierno de Cuba, tomamos la decisión de ayudar, de ser solidarios frente a ese bloqueo porque no basta con votar cada año en la ONU en contra del bloqueo y aprovecho para hacer un llamado a todos los países del mundo a que esa manifestación que se expresa en la ONU, se convierta ahora en hechos y que se ayude al pueblo de Cuba, van a salir dos barcos de la armada de México con oxígeno, alimentos y medicinas y yo pienso que el presidente Biden debe tomar una decisión al respecto, es un llamado respetuoso, desde ningún punto de vista injerencista". Ya llegó a Cuba un primer buque mexicano cargado entre 450 a 550 millones de pesos de combustibles (gasolina), 40 millones de litros de petrolíferos, a razón de un estimado de 43 millones 400 mil dólares. Más medicinas y también alimentos.

Como México, otros países también han acudido a paliar la crisis humanitaria en Cuba, lo que da orgullo porque responde a la tradicional y añeja solidaridad internacional de nuestro país. Sin embargo, llama la atención el marcado contraste entre las preocupaciones y prioridades internacionales (decisiones, específicamente con Cuba) de López Obrador, con aquellas decisiones que toma en el contexto de la política interior en nuestro país. Su afinidad política e ideológica con la dictadura cubana (no con el pueblo cubano), lo hace increíblemente generoso en los recursos económicos –como si sobraran- que aporta como ayuda a ese régimen para que se sostenga (ya dijo que él se solidariza con el gobierno cubano y “contra el bloqueo”), pero pasmosamente omiso para liberar y asignar recursos -en un contexto de escasez extrema- a rubros esenciales para reactivar y potenciar la economía, proveer de medicinas y vacunas a la población infantil, atraer inversión y con ella puestos de trabajo, o desarrollar políticas en materia de energía, que aporten utilidades y rendimientos al país. No existe un reporte del gobierno federal, en tiempo real, del paradero de 18 millones de vacunas. Hay saturación de los hospitales pediátricos y cifras actualizadas de mortalidad infantil por Covid.

López Obrador dijo el martes que no se comprarán vacunas para niños hasta saber si de verdad se requieren, ya que las farmacéuticas “quieren hacer negocio” y él no quiere prestarse a eso. En esto, la generosidad “a la cubana” se va por un tubo. La inversión física del gobierno en salud, disminuyó 45.6% de enero a mayo y ya son tres años que se reduce el gasto para ese rubro en el mismo período, siendo el menor monto asignado desde 2008. Tampoco aquí hay esa “solidaridad internacional-castrista” con los mexicanos. La Encuesta de Ocupación y Empleo del INEGI dice que 1 de cada 4 mexicanos laboran en condiciones críticas de ocupación y el 80% del total de trabajos generados de mayo de 2020 a la fecha, se dan en actividades informales. No hubo durante los meses álgidos de la pandemia ni hay ahora que estamos peor, ayudas fiscales a los empleadores para conservar los puestos de trabajo. Las decisiones virtuosas en asignación de recursos escasos, han brillado por su ausencia.

Pero no. Anuncia el presidente que se destinarán 500 mil millones de pesos a la Guardia Nacional, y ya ni contamos los 50 millones de pesos que costará la inconstitucional y absurda consulta del 1 de agosto. Las ahora potentadas fuerzas armadas, las tiene metidas en el negocio de los cruceros turísticos, controlan las aduanas, construyen aeropuertos y sucursales de bancos y gastan 854 millones de pesos en cajeros automáticos que compran a una empresa China, “enemiga del imperio”. Este año, su presupuesto aumentará más de un 40% con respecto al sexenio anterior, ya que ahora tendrán 112.5 mil millones de pesos.

Mientras se dilapidan alegremente los escasos recursos de dinero público en Dos Bocas, PEMEX y el Tren Maya, la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) advirtió esta semana que México incumplirá la meta a la que se comprometió en el Acuerdo de París para alcanzar un 35% de generación de energía limpia para 2024, ya que solo logrará el 29.8% debido al “cambio de paradigma” impulsado en la administración del presidente López Obrador, que desincentiva el uso de fuentes renovables y “desmotivan la instalación y operación de nuevos proyectos de generación más eficientes”. Hay un bloqueo mental del presidente.