/ sábado 6 de junio de 2020

El grito desesperado de una vendedora

Junto a las vías del tren, soportando los fuertes rayos del sol, ahí está doña Rosa, intercambiando sus mercancías por algo de comida

Mazatlán, Sin.- Cargada de mercancía para vender durante la Semana Santa, así llegó doña Rosa hace casi tres meses a Mazatlán. Dejó su natal Oaxaca junto a su esposo y sus dos hijos sin imaginar que la pandemia del Covid-19 le haría una mala jugada. Ahora vive de la caridad de la gente, intercambiando sus artesanías por comida, pues con las calles semivacías, no hay quien le compre las manualidades que con tanta ilusión elaboró.

Al no contar con programas de apoyo, muchos de los vendedores artesanos que hay en la ciudad, así como doña Rosa, salieron a calle para realizar la actividad más antigua de la humanidad, el trueque, sí, mercancía por alimentos, para así poder llevar sustento a sus casas.

En tiempos de la pandemia, el trabajo artesanal vale lo mismo que una bolsa de arroz o algo de despensa; eso es lo que están pidiendo quienes hacen artesanías en las afueras de supermercados y calles bajo la necesidad de hacer intercambio con sus artesanías para poder comer.

Cargada de mercancía, junto con su esposo dos hijos y dos nietos, doña Rosa viajó más de 24 horas en autobús para llegar al puerto 15 días antes de la Seman Santa, época en la que arriban decenas de artesanos itinerantes que se suman a los más de 600 organizados que se tienen en el puerto.

Vamos a diferentes partes, aquí llegamos a trabajar para Semana Santa, pero no pudimos hacerlo porque cerraron las playas y todo mundo empezó a quedarse en sus casas, pero nosotros tenemos que salir a buscarle, porque tenemos que pagar renta y comer.

Doña Rosa

Sin importar los rayos del sol y desconociendo los efectos que ha provocado la pandemia, realiza su venta de los diferentes artículos, algunos hechos con sus propias manos, en una mesa que coloca en la avenida Peche Rice, a un lado de las vías del tren al norte de la ciudad.

A sus 50 años de edad, con poca visibilidad en sus ojos debido a la diabetes que padece, sale todos los días a trabajar por ocho horas, mientras que sus hijos y esposo lo hacen por las calles en las colonias.

Estábamos encerrados en casa, pero se nos acabó el dinero y nos vimos en la necesidad de hacer esto, vender o hacer un trueque, intercambiar nuestra mercancía, las artesanías por un poco de comida y llegamos al estacionamiento de Walmart, ahí estuvimos tres días, pero nos corrieron y amenazaron con echarnos a la policía.

Doña Rosa


En medio de la pandemia, son pocas las oportunidades que tiene para sobrevivir. Foto: Rolando Salazar │ El Sol de Mazatlán

Doña Rosa, quien aprendió este oficio de su madre, cuando era apenas una niña, comparte que en su pueblo a los 14 años ya saben hacer canastas, bolsas, pulseras, bordar, tejer y ahora que está vieja y enferma enseña a sus nietas para que continúen con la tradición.

Sin saber leer, apenas si conoce los números, pero disfruta encontrarse con el arte y la creatividad plasmados en los finos toques que, con amor y dedicación, le da a cada una de sus piezas que realiza.

Durante casi toda su vida se ha dedicado a elabora artesanías, como jarros, tortilleros de palma, bordados y pulceritas que hoy venden muy baratos.

Acompañada de dos nietas y con el rostro desangelado, espera algún cliente que llegue a comprarle algo, a cambiar mercancía por despensa o algún mazatleco de buen corazón que le brinden su apoyo económico o alimento.

La artesana itinerante le ha tocado vivir tiempos muy difíciles, pobrezas, pero nunca nada parecido a esto y mucho menos estando lejos de su tierra.


Aquí la gente es buena, pasan y se paran para ayudarme, me compran, aunque sea poco, otros me dan despensa o me dan algo de dinero y lo que venden mis hijos ya juntamos algo de dinero para comprar mis pastillas.

Doña Rosa

Con lágrimas en los ojos, comenta que estos casi tres meses en Mazatlán han sido muy difícil porque no conocen a nadie y no tienen dinero, en su pueblo que se ubica en la sierra de Oaxaca tienen al menos tierra para sembrar maíz, frijol y otros alimentos.

Reza todos los días para que pronto pase todo esto, no se enferme y pueda regresar a más tardar en un mes a su casa con toda su familia y recordar todo esto como una dura experiencia.

Llegado el momento, tendrán que regresar como llegaron sin nada y con parte de la mercancía. Entonces tendrán que juntar dinero para pagar por los bultos, porque en el autobús todo tiene un costo.

Ya queremos que pase todo esto, juntar dinero y regresar al pueblo, estamos llorando, porque con lo poco que vendemos no alcanza para pagar renta, recibo de luz, agua y comida.

Doña Rosa

En México hay poco más de siete millones de personas artesanas, de las cuales 65% son mujeres, según datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) y este sector aporta 132 mil millones de pesos.

DATOS

50 años de edad tiene doña Rosa.

2 hijos, su esposo y dos nietos la acompañan.




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Mazatlán, Sin.- Cargada de mercancía para vender durante la Semana Santa, así llegó doña Rosa hace casi tres meses a Mazatlán. Dejó su natal Oaxaca junto a su esposo y sus dos hijos sin imaginar que la pandemia del Covid-19 le haría una mala jugada. Ahora vive de la caridad de la gente, intercambiando sus artesanías por comida, pues con las calles semivacías, no hay quien le compre las manualidades que con tanta ilusión elaboró.

Al no contar con programas de apoyo, muchos de los vendedores artesanos que hay en la ciudad, así como doña Rosa, salieron a calle para realizar la actividad más antigua de la humanidad, el trueque, sí, mercancía por alimentos, para así poder llevar sustento a sus casas.

En tiempos de la pandemia, el trabajo artesanal vale lo mismo que una bolsa de arroz o algo de despensa; eso es lo que están pidiendo quienes hacen artesanías en las afueras de supermercados y calles bajo la necesidad de hacer intercambio con sus artesanías para poder comer.

Cargada de mercancía, junto con su esposo dos hijos y dos nietos, doña Rosa viajó más de 24 horas en autobús para llegar al puerto 15 días antes de la Seman Santa, época en la que arriban decenas de artesanos itinerantes que se suman a los más de 600 organizados que se tienen en el puerto.

Vamos a diferentes partes, aquí llegamos a trabajar para Semana Santa, pero no pudimos hacerlo porque cerraron las playas y todo mundo empezó a quedarse en sus casas, pero nosotros tenemos que salir a buscarle, porque tenemos que pagar renta y comer.

Doña Rosa

Sin importar los rayos del sol y desconociendo los efectos que ha provocado la pandemia, realiza su venta de los diferentes artículos, algunos hechos con sus propias manos, en una mesa que coloca en la avenida Peche Rice, a un lado de las vías del tren al norte de la ciudad.

A sus 50 años de edad, con poca visibilidad en sus ojos debido a la diabetes que padece, sale todos los días a trabajar por ocho horas, mientras que sus hijos y esposo lo hacen por las calles en las colonias.

Estábamos encerrados en casa, pero se nos acabó el dinero y nos vimos en la necesidad de hacer esto, vender o hacer un trueque, intercambiar nuestra mercancía, las artesanías por un poco de comida y llegamos al estacionamiento de Walmart, ahí estuvimos tres días, pero nos corrieron y amenazaron con echarnos a la policía.

Doña Rosa


En medio de la pandemia, son pocas las oportunidades que tiene para sobrevivir. Foto: Rolando Salazar │ El Sol de Mazatlán

Doña Rosa, quien aprendió este oficio de su madre, cuando era apenas una niña, comparte que en su pueblo a los 14 años ya saben hacer canastas, bolsas, pulseras, bordar, tejer y ahora que está vieja y enferma enseña a sus nietas para que continúen con la tradición.

Sin saber leer, apenas si conoce los números, pero disfruta encontrarse con el arte y la creatividad plasmados en los finos toques que, con amor y dedicación, le da a cada una de sus piezas que realiza.

Durante casi toda su vida se ha dedicado a elabora artesanías, como jarros, tortilleros de palma, bordados y pulceritas que hoy venden muy baratos.

Acompañada de dos nietas y con el rostro desangelado, espera algún cliente que llegue a comprarle algo, a cambiar mercancía por despensa o algún mazatleco de buen corazón que le brinden su apoyo económico o alimento.

La artesana itinerante le ha tocado vivir tiempos muy difíciles, pobrezas, pero nunca nada parecido a esto y mucho menos estando lejos de su tierra.


Aquí la gente es buena, pasan y se paran para ayudarme, me compran, aunque sea poco, otros me dan despensa o me dan algo de dinero y lo que venden mis hijos ya juntamos algo de dinero para comprar mis pastillas.

Doña Rosa

Con lágrimas en los ojos, comenta que estos casi tres meses en Mazatlán han sido muy difícil porque no conocen a nadie y no tienen dinero, en su pueblo que se ubica en la sierra de Oaxaca tienen al menos tierra para sembrar maíz, frijol y otros alimentos.

Reza todos los días para que pronto pase todo esto, no se enferme y pueda regresar a más tardar en un mes a su casa con toda su familia y recordar todo esto como una dura experiencia.

Llegado el momento, tendrán que regresar como llegaron sin nada y con parte de la mercancía. Entonces tendrán que juntar dinero para pagar por los bultos, porque en el autobús todo tiene un costo.

Ya queremos que pase todo esto, juntar dinero y regresar al pueblo, estamos llorando, porque con lo poco que vendemos no alcanza para pagar renta, recibo de luz, agua y comida.

Doña Rosa

En México hay poco más de siete millones de personas artesanas, de las cuales 65% son mujeres, según datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) y este sector aporta 132 mil millones de pesos.

DATOS

50 años de edad tiene doña Rosa.

2 hijos, su esposo y dos nietos la acompañan.




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