/ lunes 10 de abril de 2023

Una cancha de futbol logró apaciguar las riñas entre pandillas

El espacio ubicado en la colonia Gabriel Leyva se convirtió en un sitio en el que el odio entre los llamados “cholos” de los años 70 y 90 se transformó en camaradería deportiva

Mazatlán, Sin.- La historia de la colonia “Ciudad Perdida”, conocida en Mazatlán comola CP”, podría contarse desde distintos ángulos, pero uno que marcó época en la ciudad fue la violencia entre pandillas. La crónica olvidada del puerto ha dejado de lado aquellas riñas vecinales entre habitantes de las colonias Montuosa, Lázaro Cárdenas y "la CP”, ubicada en la zona Centro del municipio.

Una versión del por qué se le llamóCiudad Perdida" es porque se le consideró al inicio de los años 90 una zona sórdida donde imperaba el vandalismo entre cholos y pandillas. El trazo del asentamiento, con calles sin pavimentar, callejones que dividían viviendas precarias en los que cualquiera podía perderse, abonaba a la imagen de un lugar que subsistía sin ley y en abandono.

También puedes leer: Abandonan parque de la avenida Revolución en Mazatlán

Más allá de un simple callejón, o una colonia común, el lugar daba el aspecto de un laberinto sin fin, que se podría ver de manera metafórica o literal, pues en ese lugar se podían sumergir entre perdición, vandalismo, riñas y todo tipo de situaciones que no eran bien vistas en la época.

Hoy día esta zona es un solo barrio. Antes estaba dividida en diferentes círculos que comenzaban en la avenida Emilio Barragán. Ahí se encontraba una pandilla conocida como los “Bañados”, según el relato de antiguos habitantes del lugar. El nombre era por una droga muy popular que les daba una imagen intimidatoria.

Estaba el callejón Álvarez, un lugar muy escondido donde vivían seis familias a los que les decían “los Nazis” o “el Nazi”, un mote que hoy día nadie atina a explicar el origen, ya que la mayoría de los integrantes de este callejón fallecieron y el resto se encuentra alejado de la colonia.

El deporte unió a los “cholos” de aquella época. Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán

Ya se murieron varios de esos, el jefe de la cuadrilla falleció hace 12 años más o menos, los demás también ya están descansando, todos víctimas de la violencia, los que no están, o no se sabe nada de ellos o ya están muertos o de plano desaparecieron del barrio”, dice Martha, antigua habitante del callejónNazi”.

Esa zona, entre la calle Segunda y Tercera Potrero del Llano, se encuentra “La Virgen”, conocida así por una enorme pintura de la Virgen de Guadalupe ubicada justo en la entrada de estas calles. En aquel entonces los habitantes en su mayoría se dedicaban a la pesca, por la cercanía de la colonia con el mar. La mayoría tenían poca educación, no se toleraban incidentes menores que escalaban a pleitos donde el amor o rivalidades deportivas abonaban siempre.

Un antiguo habitante de la colonia Casa Redonda recuerda que las rencillas con los pandilleros de la colonia Azteca, considerados sus más acérrimos rivales, surgieron por pintar grafitis en zonas ajenas a “sus calles”, es decir, fuera de “su territorio”. Hubo un día en que jóvenes de esa colonia se acercaron a rayar un muro a la colonia Casa Redonda, fueron descubiertos y se desató una pelea campal.

Estábamos forjando un gallo, ya eran como las doce o una de la mañana, ahí andábamos hasta que vimos que llegaron dos ‘leandros’, y si los reconocimos, antes quien tenía una moto era un lujo, y los vimos llegar a pie, sabíamos quiénes eran, empezaron a sacar el aerosol, y en corto los prendimos, eran tres y nosotros una bola como de nueve o diez, le alcance a dar un filerazo a ese p… pero siguió corriendo, antes estaban hechos de otro material, no los alcanzamos", dice.

"Pero ahí está, es así como iniciaba esa rencilla, la cercanía provocaba saber quién era él más acá de los dos barrios, y la verdad no nos queríamos dejar”, comenta este hombre de 58 años, hoy de oficio albañil.

El deporte unió a los pandilleros de la época. Foto: Cortesía | Vecinos de la CP.

En su memoria de aquellos años, dice, su único oficio era ser un pandillero y asaltante, uno más para la estadística del puerto de Mazatlán.

En la cancha y en la calle

En medio de la guerra de las pandillas de “cholos” que se vivía en la época, existió un lugar en el que no importaba de qué barrio se era o a qué grupo se pertenecía, era un espacio neutro en el que los “más pesados” de la "Ciudad Perdida" podían convivir con los malandrines de la Montuosa sin ningún problema.

La cancha de futbol rápido ubicada en el cruce de Gutiérrez Nájera y Gabriel Leyva fue la cancha que marcó una tregua, el espacio en donde el futbol paralizó la lucha de barrios para convertirlo en un lugar de sana competencia deportiva.

Luego de estar varios años abandonado, a finales de los años 70 el espacio deportivo fue rehabilitado gracias a la iniciativa de Don Elías Barrera, quien a través de un torneo de barrios logró lo que muchos veían como imposible, que equipos de las colonias Montuosa, Casa Redonda, Tierra y Libertad, Gabriel Leyva, "Ciudad Perdida" o Loma del Gato hicieran a un lado el odio personal que había entre las pandillas para defender los colores de su colonia de forma amistosa.

Jesús Santos, un antiguo jugador de futbol en la misma colonia y que hoy día maneja la cantera deportiva del lugar, menciona que esa cancha fue un antecedente muy importante, ya que fue el primer espacio deportivo donde los pandilleros se citaban a jugar y no había pleitos más allá de lo deportivo.

Era algo sin precedentes, nadie se agarraba a golpes en esta cancha por los acuerdos previos al iniciar el torneo, se tenían que respetar, nos lo hicieron saber a todos, ese tipo de acuerdos ya no se ven el día de hoy, pero antes sí, porque era un riesgo total el que había en cada partido, sabíamos todos los equipos el riesgo que había, pero aun así lo asumimos”, comenta quien hoy día se dedica a la albañilería.

Auge de las pandillas

Las calles de la Ciudad Perdida siempre han sido difíciles de recorrer. Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán

En la colonia Montuosa había un grupo conocido como “los Mongoles”, tenían fama por sus maldades y causaban temor en la zona. Cesar M, un ex pandillero que pertenecía a la antigua facción, vivió en carne propia esos acontecimientos, incluso fue testigo cómo algunos casi pierden la vida, y otros quedaron con traumas.

Los que somos de antes y vemos a los plebes de hoy en día creerse la gran cosa y pasar a todo gas en sus motos, solamente nos reímos, porque ni a melón nos llegan, algunos que estuvimos en esa banda aún seguimos con vida y saliendo adelante, incluso encontramos el camino y tenemos familia, pero hubo otros menos afortunados, otros que ahí quedaron en los refuegos, otros que por tanta droga quedaron locos. Me tocó ver picados, descalabrados, y algunos casi se mueren, otros quedaron traumados”, dice César, quien pide reservar su identidad y solo mencionar que se gana la vida como cargador en camiones de transporte de material.

Reglas

Podría ser difícil de creer, pero en aquella época algunos pleitos tenían reglas, eran acuerdos previos, una especie de códigos de honor donde la palabra era lo más importante que tenían.

Las reglas iban desde que nadie se metiera en un mano a mano entre dos individuos, se permitían objetos para defenderse, pero no había forma de que el pleito parara, sólo cuando uno cantara el clásico: “hay estuvo” o “hay muere”.

La pelea solo terminaba si el otro rival se sentía vencido, tenía que declararse como el perdedor él solo, nadie lo podía sacar de esa pelea, solamente él podía hacer eso, era donde se hacían hombres según su mentalidad”, recuerda el capitán Ángulo, oficial retirado de la Marina Mercante y quien vivió todo aquello en sus años de juventud.

Una época que marcó al puerto

En la cancha de la Gabriel Leyva hubo partidos entre jugadores que representaban a la Montuosa, a la casa Redonda, la Tierra y Libertad, o Loma del Gato, enfrentadas por rivalidades de calle que dirimían con un balón en el campo de juego.

Tenían un acuerdo en el que nadie se podía tocar para pelear dentro del espacio deportivo, le tenían respeto a don Elías, por la manera en que promovía el torneo.

Esta cancha es el reflejo de una de las épocas que marcaron al puerto, en la que, de aparecer en las páginas policiacas de los periódicos de la época, los malandrines brincaron a las de deportes gracias a las reseñas que se hacían de los emocionantes juegos que protagonizaban.

Con el paso de los años don Elías, quien perdió la vida por complicaciones por la diabetes, ya no pudo realizar el torneo y el lugar perdió esa energía que había adquirido y conservado por varios años.

Los temidos pandilleros de la época agarraron cada uno su camino y los pleitos entre las colonias disminuyeron notablemente, sin embargo cuando los protagonistas regresan y pisan de nuevo la cancha de la Gabriel Leyva, no pueden evitar recordar esa época difícil y complicada para ellos en la que el futbol los guió para convertirlos, a muchos de ellos, en mejores personas.

Mazatlán, Sin.- La historia de la colonia “Ciudad Perdida”, conocida en Mazatlán comola CP”, podría contarse desde distintos ángulos, pero uno que marcó época en la ciudad fue la violencia entre pandillas. La crónica olvidada del puerto ha dejado de lado aquellas riñas vecinales entre habitantes de las colonias Montuosa, Lázaro Cárdenas y "la CP”, ubicada en la zona Centro del municipio.

Una versión del por qué se le llamóCiudad Perdida" es porque se le consideró al inicio de los años 90 una zona sórdida donde imperaba el vandalismo entre cholos y pandillas. El trazo del asentamiento, con calles sin pavimentar, callejones que dividían viviendas precarias en los que cualquiera podía perderse, abonaba a la imagen de un lugar que subsistía sin ley y en abandono.

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Más allá de un simple callejón, o una colonia común, el lugar daba el aspecto de un laberinto sin fin, que se podría ver de manera metafórica o literal, pues en ese lugar se podían sumergir entre perdición, vandalismo, riñas y todo tipo de situaciones que no eran bien vistas en la época.

Hoy día esta zona es un solo barrio. Antes estaba dividida en diferentes círculos que comenzaban en la avenida Emilio Barragán. Ahí se encontraba una pandilla conocida como los “Bañados”, según el relato de antiguos habitantes del lugar. El nombre era por una droga muy popular que les daba una imagen intimidatoria.

Estaba el callejón Álvarez, un lugar muy escondido donde vivían seis familias a los que les decían “los Nazis” o “el Nazi”, un mote que hoy día nadie atina a explicar el origen, ya que la mayoría de los integrantes de este callejón fallecieron y el resto se encuentra alejado de la colonia.

El deporte unió a los “cholos” de aquella época. Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán

Ya se murieron varios de esos, el jefe de la cuadrilla falleció hace 12 años más o menos, los demás también ya están descansando, todos víctimas de la violencia, los que no están, o no se sabe nada de ellos o ya están muertos o de plano desaparecieron del barrio”, dice Martha, antigua habitante del callejónNazi”.

Esa zona, entre la calle Segunda y Tercera Potrero del Llano, se encuentra “La Virgen”, conocida así por una enorme pintura de la Virgen de Guadalupe ubicada justo en la entrada de estas calles. En aquel entonces los habitantes en su mayoría se dedicaban a la pesca, por la cercanía de la colonia con el mar. La mayoría tenían poca educación, no se toleraban incidentes menores que escalaban a pleitos donde el amor o rivalidades deportivas abonaban siempre.

Un antiguo habitante de la colonia Casa Redonda recuerda que las rencillas con los pandilleros de la colonia Azteca, considerados sus más acérrimos rivales, surgieron por pintar grafitis en zonas ajenas a “sus calles”, es decir, fuera de “su territorio”. Hubo un día en que jóvenes de esa colonia se acercaron a rayar un muro a la colonia Casa Redonda, fueron descubiertos y se desató una pelea campal.

Estábamos forjando un gallo, ya eran como las doce o una de la mañana, ahí andábamos hasta que vimos que llegaron dos ‘leandros’, y si los reconocimos, antes quien tenía una moto era un lujo, y los vimos llegar a pie, sabíamos quiénes eran, empezaron a sacar el aerosol, y en corto los prendimos, eran tres y nosotros una bola como de nueve o diez, le alcance a dar un filerazo a ese p… pero siguió corriendo, antes estaban hechos de otro material, no los alcanzamos", dice.

"Pero ahí está, es así como iniciaba esa rencilla, la cercanía provocaba saber quién era él más acá de los dos barrios, y la verdad no nos queríamos dejar”, comenta este hombre de 58 años, hoy de oficio albañil.

El deporte unió a los pandilleros de la época. Foto: Cortesía | Vecinos de la CP.

En su memoria de aquellos años, dice, su único oficio era ser un pandillero y asaltante, uno más para la estadística del puerto de Mazatlán.

En la cancha y en la calle

En medio de la guerra de las pandillas de “cholos” que se vivía en la época, existió un lugar en el que no importaba de qué barrio se era o a qué grupo se pertenecía, era un espacio neutro en el que los “más pesados” de la "Ciudad Perdida" podían convivir con los malandrines de la Montuosa sin ningún problema.

La cancha de futbol rápido ubicada en el cruce de Gutiérrez Nájera y Gabriel Leyva fue la cancha que marcó una tregua, el espacio en donde el futbol paralizó la lucha de barrios para convertirlo en un lugar de sana competencia deportiva.

Luego de estar varios años abandonado, a finales de los años 70 el espacio deportivo fue rehabilitado gracias a la iniciativa de Don Elías Barrera, quien a través de un torneo de barrios logró lo que muchos veían como imposible, que equipos de las colonias Montuosa, Casa Redonda, Tierra y Libertad, Gabriel Leyva, "Ciudad Perdida" o Loma del Gato hicieran a un lado el odio personal que había entre las pandillas para defender los colores de su colonia de forma amistosa.

Jesús Santos, un antiguo jugador de futbol en la misma colonia y que hoy día maneja la cantera deportiva del lugar, menciona que esa cancha fue un antecedente muy importante, ya que fue el primer espacio deportivo donde los pandilleros se citaban a jugar y no había pleitos más allá de lo deportivo.

Era algo sin precedentes, nadie se agarraba a golpes en esta cancha por los acuerdos previos al iniciar el torneo, se tenían que respetar, nos lo hicieron saber a todos, ese tipo de acuerdos ya no se ven el día de hoy, pero antes sí, porque era un riesgo total el que había en cada partido, sabíamos todos los equipos el riesgo que había, pero aun así lo asumimos”, comenta quien hoy día se dedica a la albañilería.

Auge de las pandillas

Las calles de la Ciudad Perdida siempre han sido difíciles de recorrer. Foto: Fausto McConegly | El Sol de Mazatlán

En la colonia Montuosa había un grupo conocido como “los Mongoles”, tenían fama por sus maldades y causaban temor en la zona. Cesar M, un ex pandillero que pertenecía a la antigua facción, vivió en carne propia esos acontecimientos, incluso fue testigo cómo algunos casi pierden la vida, y otros quedaron con traumas.

Los que somos de antes y vemos a los plebes de hoy en día creerse la gran cosa y pasar a todo gas en sus motos, solamente nos reímos, porque ni a melón nos llegan, algunos que estuvimos en esa banda aún seguimos con vida y saliendo adelante, incluso encontramos el camino y tenemos familia, pero hubo otros menos afortunados, otros que ahí quedaron en los refuegos, otros que por tanta droga quedaron locos. Me tocó ver picados, descalabrados, y algunos casi se mueren, otros quedaron traumados”, dice César, quien pide reservar su identidad y solo mencionar que se gana la vida como cargador en camiones de transporte de material.

Reglas

Podría ser difícil de creer, pero en aquella época algunos pleitos tenían reglas, eran acuerdos previos, una especie de códigos de honor donde la palabra era lo más importante que tenían.

Las reglas iban desde que nadie se metiera en un mano a mano entre dos individuos, se permitían objetos para defenderse, pero no había forma de que el pleito parara, sólo cuando uno cantara el clásico: “hay estuvo” o “hay muere”.

La pelea solo terminaba si el otro rival se sentía vencido, tenía que declararse como el perdedor él solo, nadie lo podía sacar de esa pelea, solamente él podía hacer eso, era donde se hacían hombres según su mentalidad”, recuerda el capitán Ángulo, oficial retirado de la Marina Mercante y quien vivió todo aquello en sus años de juventud.

Una época que marcó al puerto

En la cancha de la Gabriel Leyva hubo partidos entre jugadores que representaban a la Montuosa, a la casa Redonda, la Tierra y Libertad, o Loma del Gato, enfrentadas por rivalidades de calle que dirimían con un balón en el campo de juego.

Tenían un acuerdo en el que nadie se podía tocar para pelear dentro del espacio deportivo, le tenían respeto a don Elías, por la manera en que promovía el torneo.

Esta cancha es el reflejo de una de las épocas que marcaron al puerto, en la que, de aparecer en las páginas policiacas de los periódicos de la época, los malandrines brincaron a las de deportes gracias a las reseñas que se hacían de los emocionantes juegos que protagonizaban.

Con el paso de los años don Elías, quien perdió la vida por complicaciones por la diabetes, ya no pudo realizar el torneo y el lugar perdió esa energía que había adquirido y conservado por varios años.

Los temidos pandilleros de la época agarraron cada uno su camino y los pleitos entre las colonias disminuyeron notablemente, sin embargo cuando los protagonistas regresan y pisan de nuevo la cancha de la Gabriel Leyva, no pueden evitar recordar esa época difícil y complicada para ellos en la que el futbol los guió para convertirlos, a muchos de ellos, en mejores personas.

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