/ sábado 28 de diciembre de 2019

Crónicas de Ambulancia : Entre dolor y empatía

El esfuerzo a veces no alcanza para cumplir con la principal tarea de los paramédicos pero siempre se valora el coraje y valentía de su labor.

La chicharra sonó dos veces avisando de un servicio, la paramédico Itzel se asomó a la sala de radio para saber más detalles; una menor que venía inconsciente y necesitaba atención de urgencia, nada más.

Subió junto a su compañera para la salida a Culiacancito, en su mente estaba preparándose para tratar los posibles escenarios de la paciente, siempre a la expectativa de cualquier sorpresa.

Itzel Adriana es una estudiante de medicina que desde hace casi una década está en servicio en Cruz Roja. En sus metas futuras se encuentra él de la pediatría, siempre le gustó tratar a niños y su vocación de ayuda va en ese camino.

Jesús Verdugo │El Sol de Sinaloa

Desde sus primeros servicios estuvo en contacto con menores. Entre tragedias y victorias fue formando su carácter que aunque sensible, mostraba fortaleza en los momentos difíciles.

Cuando la ambulancia iba en camino fueron interceptados por un errante auto que llevaba a la menor inconsciente. A la altura del Walmart Tres Ríos subieron a la pequeña a la ambulancia y salieron a toda prisa rumbo a urgencias del IMSS. La madre de la menor estaba histérica y no pudo subir a la unidad así que se fue en el automóvil detrás.

Las señales de vida eran nulas pero Itzel intentó con el trabajo de reanimación y ventilación. La niña tenía más de dos horas de haber caído a una cubeta con agua. Sus padres se percataron tarde y había poco o nada por hacer.

El camino al hospital se hizo eterno mientras las lágrimas ya se asomaban en las mejillas de Itzel, que no dejaba de brindar los ciclos de reanimación; inútiles. Bajaron a la niña de tres años en camilla para que el médico diera su diagnóstico. Se vieron a los ojos y se llevaron la camilla dentro fuera del alcance de la vista de su familia, que se deshacía en llanto en la sala de espera.

La madre de la niña tomó del uniforme a Itzel, gritándole que salvara a su hija, que no la dejara morir. La paramédico aguantaba las lágrimas y se limitaba a decir que ahora son los médicos quienes se encargan de ella.

Cuando el médico salió y confirmó la muerte de la niña, los gritos desgarradores de la madre hicieron un agujero en el estómago se Itzel y su compañera quienes no aguantaron más y comenzaron a llorar. Las noticias como esas nunca llegan fáciles y ver a una madre empapada en llanto y culpa le parte el alma a cualquiera.

Itzel y su compañera salieron de la escena y una pequeña multitud de personas desconocidas que esperaban a sus familiares las recibieron con un aplauso y apoyo. Las paramédicos se sorprendieron por el gesto, la gente le reconoció todo el esfuerzo y esa lucha contra la muerte que libran día a día.

Llanto y aplausos completaban un extraño escenario de dolor, pero la empatía de aquella multitud desconocida le regaló a Itzel un momento de tranquilidad y confirmó su verdadera vocación.

Te puede interesar: La obra de la muerte un hecho que marca vidas

Cinco años después, las lágrimas de Itzel caen como cascada, porque ella así es. Porque nadie es de acero y cuando la vida te golpea o te abraza el sentimiento va responder. Y entre sus lágrimas se asoma el brillo de una mujer comprometida con su servicio, con salvar vidas.

MOVIMIENTO

La madre de la menor estaba histérica y no pudo subir a la ambulancia, así que se fue en un automóvil detrás.

DESGRACIA

La niña tenía más de dos horas de haber caído a una cubeta con agua, sus posibilidades de vida eran nulas.



Lee mas aquí:



La chicharra sonó dos veces avisando de un servicio, la paramédico Itzel se asomó a la sala de radio para saber más detalles; una menor que venía inconsciente y necesitaba atención de urgencia, nada más.

Subió junto a su compañera para la salida a Culiacancito, en su mente estaba preparándose para tratar los posibles escenarios de la paciente, siempre a la expectativa de cualquier sorpresa.

Itzel Adriana es una estudiante de medicina que desde hace casi una década está en servicio en Cruz Roja. En sus metas futuras se encuentra él de la pediatría, siempre le gustó tratar a niños y su vocación de ayuda va en ese camino.

Jesús Verdugo │El Sol de Sinaloa

Desde sus primeros servicios estuvo en contacto con menores. Entre tragedias y victorias fue formando su carácter que aunque sensible, mostraba fortaleza en los momentos difíciles.

Cuando la ambulancia iba en camino fueron interceptados por un errante auto que llevaba a la menor inconsciente. A la altura del Walmart Tres Ríos subieron a la pequeña a la ambulancia y salieron a toda prisa rumbo a urgencias del IMSS. La madre de la menor estaba histérica y no pudo subir a la unidad así que se fue en el automóvil detrás.

Las señales de vida eran nulas pero Itzel intentó con el trabajo de reanimación y ventilación. La niña tenía más de dos horas de haber caído a una cubeta con agua. Sus padres se percataron tarde y había poco o nada por hacer.

El camino al hospital se hizo eterno mientras las lágrimas ya se asomaban en las mejillas de Itzel, que no dejaba de brindar los ciclos de reanimación; inútiles. Bajaron a la niña de tres años en camilla para que el médico diera su diagnóstico. Se vieron a los ojos y se llevaron la camilla dentro fuera del alcance de la vista de su familia, que se deshacía en llanto en la sala de espera.

La madre de la niña tomó del uniforme a Itzel, gritándole que salvara a su hija, que no la dejara morir. La paramédico aguantaba las lágrimas y se limitaba a decir que ahora son los médicos quienes se encargan de ella.

Cuando el médico salió y confirmó la muerte de la niña, los gritos desgarradores de la madre hicieron un agujero en el estómago se Itzel y su compañera quienes no aguantaron más y comenzaron a llorar. Las noticias como esas nunca llegan fáciles y ver a una madre empapada en llanto y culpa le parte el alma a cualquiera.

Itzel y su compañera salieron de la escena y una pequeña multitud de personas desconocidas que esperaban a sus familiares las recibieron con un aplauso y apoyo. Las paramédicos se sorprendieron por el gesto, la gente le reconoció todo el esfuerzo y esa lucha contra la muerte que libran día a día.

Llanto y aplausos completaban un extraño escenario de dolor, pero la empatía de aquella multitud desconocida le regaló a Itzel un momento de tranquilidad y confirmó su verdadera vocación.

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Cinco años después, las lágrimas de Itzel caen como cascada, porque ella así es. Porque nadie es de acero y cuando la vida te golpea o te abraza el sentimiento va responder. Y entre sus lágrimas se asoma el brillo de una mujer comprometida con su servicio, con salvar vidas.

MOVIMIENTO

La madre de la menor estaba histérica y no pudo subir a la ambulancia, así que se fue en un automóvil detrás.

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La niña tenía más de dos horas de haber caído a una cubeta con agua, sus posibilidades de vida eran nulas.



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