Mazatlán, Sin.- Su trabajo es pedalear el triciclo por las calles de varias colonias de Mazatlán para vender pan y lograr obtener un ingreso económico que le ayude a sobrevivir en la vida.
Juan Manuel Hernández empezó a vender pan cuando tenía 10 años de edad y de ahí ha podido sacar adelante a su familia. El trabajo es difícil, dice, pero se tiene que “sufrir” para ganar el sustento.
Todos los días sale a vender el pan a la 1:00 de la tarde y regresa a su casa hasta que acaba las 150 piezas, alrededor de las 8:00 de la noche.
La panadería para la que trabaja desde hace 10 años está en la colonia Reforma y su recorrido lo hace por las calles de la Montuosa, Ferrocarrilera, el Malecón, hasta llegar a Los Pinitos, posteriormente toma la calle 16 de Septiembre, en el Centro, para dirigirse hacia el embarcadero de la Isla de la Piedra y de ahí hasta el Parque Bonfil.
El hombre de 57 años de edad se esfuerza por pedalear el pesado triciclo, con su mano derecha llama a sus clientes al accionar el inconfundible sonido que emite su corneta anunciando que el pan ha llegado.
Se orilla en la calle 16 de Septiembre en una construcción de una gran torre de condominios y varios trabajadores rodean el triciclo para escoger los panes que llevarán a sus hogares.
La pandemia del Covid-19 no sólo ha afectado a empresas, comercios y restaurantes, también el comercio informal ha sido perjudicado y eso lo saben muy bien los vendedores de pan.
Comenta que con esta enfermedad, la venta se ha vuelto más difícil, en ocasiones tiene que pedalear más para vender la amplia variedad de pan dulce que cubre con un plástico trasparente.
“Con esto del coronavirus la venta está más difícil, le batallo para vender las 150 piezas todos los días, que tiene un precio de ocho pesos la pieza. Espero que en el invierno la situación mejore, pues en esa temporada se venden de 220 a 250 piezas diarias”.
La vida no ha sido fácil para José Manuel, quien para poder ganar 150 pesos diarios tiene que trabajar una jornada de ocho horas, lo que sólo le alcanza para la comida y la escuela de su hijo.
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Comparte que hace cuatro años perdió a su esposa y se quedó solo con su hijo que apenas tenía 7 años, por lo que tuvo que regresar a casa de su mamá para que le ayudara a cuidarlo, mientras él trabaja, tiene que buscar la vida para su niño y su madre.
“Mi niño ya tiene 11 años, mi doña se me murió hace cuatro años, tengo tres hijos, dos están casados y sólo me queda el más chiquito, mi esposa estaba enferma, le pegaban ataques y murió dormida a mi lado”.
Para él, vender pan se ha se ha convertido en su vida, nunca ha tenido otro trabajo, pero siempre busca los lugares donde “esté bueno” para poder venderlo todo.
Debido a que se inició en este oficio cuando era apenas un niño, ya tiene sus clientes, dice que vende mucho con los albañiles en las obras, pero también en las casas y lo que más le piden es la cañita, la canasta, el parquecito, la concha y la arepa.
Como empezó a trabajar para ayudar a su familia, no tuvo la oportunidad de terminar la primaria, pero sí aprendió a sacar las cuentas.
“Mi mamá no me dejaba trabajar porque pensaba que me iban a hacer transa, no fui a la escuela, pero sí saco las cuentas, en cinco piezas son 40 pesos, en 10 son 80 y en 20 panes son 160, de volada saco la cuenta”.
De sol a sol, Juan Manuel le pedalea duro, aunque las ventas sean pocas y el calor esté todavía muy fuerte, nada lo detiene en su camino.
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