LONDRES. Las turberas de Indonesia, los bosques de California y ahora vastas extensiones de humedales argentinos han sido arrasados por incendios extremos, lo que anuncia un futuro ardiente y la necesidad imperiosa de prevenirlo.
Con el cambio climático provocando sequías y la tala de bosques por parte de los agricultores, se espera que el número de incendios forestales extremos aumente 30 por ciento en los próximos 28 años y hasta 50 por ciento a fines del siglo. Y ahora están calcinando entornos que no eran propensos a arder en el pasado, como la tundra del ártico y la selva amazónica.
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Los incendios, naturales, accidentales o provocados, no son causados directamente por el calentamiento del planeta, pero suelen deberse a sequías vez más intensas y prolongadas, según un informe de Naciones Unidas y el centro de estudios medioambientales GRID-Arendal.
“Incluso si se cumplen los esfuerzos más ambiciosos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el planeta sufrirá un aumento dramático de la frecuencia de las condiciones que favorecen los incendios extremos”, estima.
Incluso si el mundo lograra reducir el aumento de la temperatura media a +2°C respecto a la era preindustrial, objetivo principal de los acuerdos de París, el número de incendios catastróficos aumentará entre 9 por ciento y 14 por ciento hasta 2030, entre 20 y 33 por ciento hasta 2050 y entre 31 y 52 por ciento hasta 2100.
El costo de apagar fuegos es muy superior a las inversiones previas para limitar los daños, indica el informe.
“Tenemos que invertir más en la reducción de riesgos, trabajar con las comunidades, reforzar los compromisos contra el cambio climático”, detalló Inger Andersen, directora general del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.