/ martes 18 de junio de 2019

Tema: “No todos los besos son iguales “

Leer en tiempos violentos

“Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.”

Julio Cortázar

Al sumergirme en la nueva novela del escritor sinaloense Élmer Mendoza en mi cabeza rondan dos palabras: besar y beso. Entonces el cerebro es atiborrado de preguntas: ¿Qué es besar, qué es un beso, todos los besos son iguales? Entonces, la memoria de los labios realiza una especie de introspección y de búsqueda. La boca y el sentido del gusto me obligan a recolectar todos los besos, todas las mieles, desde la timidez y temblor del primer beso hasta este último experimentado, seguro y amoroso, otorgado a mi esposo cada mañana antes de ir al trabajo. Rondan juguetonas: beso, besar. Me abigarro de recuerdos y en silencio pienso “Estos labios míos han sido unos pérfidos”, igual me contestó “Siempre apostaste por el entrenamiento y la experiencia “justificando rápidamente el actuar de mis labios y con una risita pícara que brota del interior, vuelvo a replantearme, a contestarme: “Me quedaré con lo mejor” con la capacidad de atesoramiento que poseen estos labios. Cada beso, sabor y momentos distintos en el trayecto de mis cuarenta y tres años de vida.

De nuevo salta como chapulín la pregunta ¿Qué es besar? Intentaré responder. Besar, es quizás la acción de diseñar una estrategia para poseer unos labios, o puede ser el deseo terrenal más profundo que nos han regalado los dioses, puede ser la historia de nuestros labios aventurándose a la conquista cálida de otros, navegar, sumergirse con timón de labios en el océano de un mar o cuerpo diferente al nuestro. Besar…¿Qué es besar? Es un sueño, un plan para armar, un manual o releer el capítulo 7 de Rayuela de Julio Cortázar.

Entonces qué será un beso… A veces pienso que es simplemente el deseo de transgredir una frontera, desear una proximidad, en la textura fresca de otros labios. De salvar a una princesa de un cuento medieval de un hechizo, aliviar a príncipe si pensamos en estos tiempos posmodernos donde las mujeres podemos tomar la iniciativa de besar, acto seguido desencantarlo para poder besar más bocas. Al final besar y un beso son un sabor, un aroma para recordar eternamente un buque. Besar es catar unos labios. Desbordar la pasión, en el río de fluidos que brotan del dentro del cuerpo. Besar es saberse aterrizar en la boca imaginada, en los labios deseados y sentir que los latidos del corazón se desbocan para mezclarse entre mieles danzantes. Besar es… Imaginar, diseñar, ejecutar y despertar.

El escritor Élmer Mendoza tiene el martillo de Thor en su mano y rompe está ocasión de manera contundente, derribando todo un muro del encasillamiento. Esa pared derruida, causante de colocarlo según la literatura actual, en un cliché muy apropiado por nosotros los lectores de sus obras, me ha tocado consultar páginas electrónicas especializadas donde lo definen como representante de la “narcoliteratura”.Siempre he considerado esa etiqueta como un simple denominador, considero asu obra más profunda; al rescatar el hablar del norteño, de las cualidades que pocas veces se menciona en los medios electrónicos de nuestra cultura de estas latitudes: somos trabajadores y directos. Además, porque retrata nuestra violencia cotidiana, la psicosis colectiva, los temores individuales y las acciones violentas de nuestra complicada vida sinaloense. Esta obra dista mucho de todas las historias de policías, asesinatos y narcotraficantes. Élmer se reconstruye para volverse a redefinirse, para volverse a construir en esta maravillosa novela que se lee ágil, cuenta con 30 capítulos, está llena de humor, sarcasmo, abigarrada de elementos literarios y significantes sinaloenses.

La bella durmiente del Reino de Mey es muy distante y distinta a la planteada por los hermanos Grimm, donde ellos exhiben a una princesa desprotegida, sin voz, ni capacidad para decidir, en la espera del beso, esperando a ser rescatada y salvada. Hay elementos que retoma Élmer Mendoza del cuento clásico: la bella, el hechizo, las hadas, los reinos, príncipes y beso. Ese besode índole físico que debe provocar el despertar de un sueño profundo a la princesa, sino es la búsqueda fortuita de encontrar unos labios capaces de abrir, de descubrir la sensualidad y el erotismo que habita en nuestros corpus, ese despertar es quizás anhelado por nuestra princesa de Mey.

Élmer en esta ocasión mando de vacaciones al “ Zurdo Mendieta”, se los juró que por un momento me imaginé al detective solitario en bañador, bronceándose en una hermosa playa de nuestro puerto escuchando a Janis Joplin desde una aplicación de su móvil , con un whisky en mano, reposando y quizás dejándose besar por una mujer exótica.

Otro atractivo de la obra, son los elementos, la ambientación, del cómo el maestro Élmer nombra las cosas. Me pareció ingenioso y divertido, las objetos y los nombres resignifican en la cultura Sinaloense, los padres de la princesa de Mey son muy cercanos a nosotros: Rey Guasave, Rey Cosalá, busca en nuestras culturas indígenas del norte, nos podemos topar con un yoreme, tenemos los reinos democorioy de navolatura. Los sinaloenses conocemos bien a qué poblados o municipios se refiere Élmer. Igual juega con la literatura universal, utilizando referentes como sustantivos, adjetivos, como nombres propios: “Preparó un verde mole Lorca”, “El silencio era el pan de López Velarde” un príncipe Hamlet, ave Fénix.

Hoy el escritor da voz a una mujer, su protagonista es una joven, una milennials; una bella durmiente posmoderna, una chica empoderada, contestataria y poco dejada, perfilada muy a la personalidad de la mujer sinaloense: “Me estoy hartando: ¿tantos hombres en el mundo y no hay un idiota que me despierte” Mendoza, parte de una hipótesis del colectivo popular, nombrando de manera tajante y decidida a su nueva creación “No todos los besos son iguales”un planteamiento rotundo, porque sabe el escritor que es afirmativa. Podríamos pedirle a un científico que nos diseñará un besometro para determinar similitudes e intensidades que poseemos al besar, creo que sería un instrumento algo complicado e inacabable y deduciríamos que en efecto: no todos los besos son iguales. Por lo tanto, un artefacto difícil de construir, porque las emociones y sentimientos son quienes hacen esa diferenciación o catalogación ante la diversidad en el mundo de los besos. Al final de esta columna puedo coincidir ampliamente en que: “No todos los besos son iguales” ninguno de otro. Todos los mundos y universo que por medio del acto de besar podemos explorar. Y concluir que besar es un verbo (después de amar) gozamos de manera infinita.


Leer en tiempos violentos

“Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.”

Julio Cortázar

Al sumergirme en la nueva novela del escritor sinaloense Élmer Mendoza en mi cabeza rondan dos palabras: besar y beso. Entonces el cerebro es atiborrado de preguntas: ¿Qué es besar, qué es un beso, todos los besos son iguales? Entonces, la memoria de los labios realiza una especie de introspección y de búsqueda. La boca y el sentido del gusto me obligan a recolectar todos los besos, todas las mieles, desde la timidez y temblor del primer beso hasta este último experimentado, seguro y amoroso, otorgado a mi esposo cada mañana antes de ir al trabajo. Rondan juguetonas: beso, besar. Me abigarro de recuerdos y en silencio pienso “Estos labios míos han sido unos pérfidos”, igual me contestó “Siempre apostaste por el entrenamiento y la experiencia “justificando rápidamente el actuar de mis labios y con una risita pícara que brota del interior, vuelvo a replantearme, a contestarme: “Me quedaré con lo mejor” con la capacidad de atesoramiento que poseen estos labios. Cada beso, sabor y momentos distintos en el trayecto de mis cuarenta y tres años de vida.

De nuevo salta como chapulín la pregunta ¿Qué es besar? Intentaré responder. Besar, es quizás la acción de diseñar una estrategia para poseer unos labios, o puede ser el deseo terrenal más profundo que nos han regalado los dioses, puede ser la historia de nuestros labios aventurándose a la conquista cálida de otros, navegar, sumergirse con timón de labios en el océano de un mar o cuerpo diferente al nuestro. Besar…¿Qué es besar? Es un sueño, un plan para armar, un manual o releer el capítulo 7 de Rayuela de Julio Cortázar.

Entonces qué será un beso… A veces pienso que es simplemente el deseo de transgredir una frontera, desear una proximidad, en la textura fresca de otros labios. De salvar a una princesa de un cuento medieval de un hechizo, aliviar a príncipe si pensamos en estos tiempos posmodernos donde las mujeres podemos tomar la iniciativa de besar, acto seguido desencantarlo para poder besar más bocas. Al final besar y un beso son un sabor, un aroma para recordar eternamente un buque. Besar es catar unos labios. Desbordar la pasión, en el río de fluidos que brotan del dentro del cuerpo. Besar es saberse aterrizar en la boca imaginada, en los labios deseados y sentir que los latidos del corazón se desbocan para mezclarse entre mieles danzantes. Besar es… Imaginar, diseñar, ejecutar y despertar.

El escritor Élmer Mendoza tiene el martillo de Thor en su mano y rompe está ocasión de manera contundente, derribando todo un muro del encasillamiento. Esa pared derruida, causante de colocarlo según la literatura actual, en un cliché muy apropiado por nosotros los lectores de sus obras, me ha tocado consultar páginas electrónicas especializadas donde lo definen como representante de la “narcoliteratura”.Siempre he considerado esa etiqueta como un simple denominador, considero asu obra más profunda; al rescatar el hablar del norteño, de las cualidades que pocas veces se menciona en los medios electrónicos de nuestra cultura de estas latitudes: somos trabajadores y directos. Además, porque retrata nuestra violencia cotidiana, la psicosis colectiva, los temores individuales y las acciones violentas de nuestra complicada vida sinaloense. Esta obra dista mucho de todas las historias de policías, asesinatos y narcotraficantes. Élmer se reconstruye para volverse a redefinirse, para volverse a construir en esta maravillosa novela que se lee ágil, cuenta con 30 capítulos, está llena de humor, sarcasmo, abigarrada de elementos literarios y significantes sinaloenses.

La bella durmiente del Reino de Mey es muy distante y distinta a la planteada por los hermanos Grimm, donde ellos exhiben a una princesa desprotegida, sin voz, ni capacidad para decidir, en la espera del beso, esperando a ser rescatada y salvada. Hay elementos que retoma Élmer Mendoza del cuento clásico: la bella, el hechizo, las hadas, los reinos, príncipes y beso. Ese besode índole físico que debe provocar el despertar de un sueño profundo a la princesa, sino es la búsqueda fortuita de encontrar unos labios capaces de abrir, de descubrir la sensualidad y el erotismo que habita en nuestros corpus, ese despertar es quizás anhelado por nuestra princesa de Mey.

Élmer en esta ocasión mando de vacaciones al “ Zurdo Mendieta”, se los juró que por un momento me imaginé al detective solitario en bañador, bronceándose en una hermosa playa de nuestro puerto escuchando a Janis Joplin desde una aplicación de su móvil , con un whisky en mano, reposando y quizás dejándose besar por una mujer exótica.

Otro atractivo de la obra, son los elementos, la ambientación, del cómo el maestro Élmer nombra las cosas. Me pareció ingenioso y divertido, las objetos y los nombres resignifican en la cultura Sinaloense, los padres de la princesa de Mey son muy cercanos a nosotros: Rey Guasave, Rey Cosalá, busca en nuestras culturas indígenas del norte, nos podemos topar con un yoreme, tenemos los reinos democorioy de navolatura. Los sinaloenses conocemos bien a qué poblados o municipios se refiere Élmer. Igual juega con la literatura universal, utilizando referentes como sustantivos, adjetivos, como nombres propios: “Preparó un verde mole Lorca”, “El silencio era el pan de López Velarde” un príncipe Hamlet, ave Fénix.

Hoy el escritor da voz a una mujer, su protagonista es una joven, una milennials; una bella durmiente posmoderna, una chica empoderada, contestataria y poco dejada, perfilada muy a la personalidad de la mujer sinaloense: “Me estoy hartando: ¿tantos hombres en el mundo y no hay un idiota que me despierte” Mendoza, parte de una hipótesis del colectivo popular, nombrando de manera tajante y decidida a su nueva creación “No todos los besos son iguales”un planteamiento rotundo, porque sabe el escritor que es afirmativa. Podríamos pedirle a un científico que nos diseñará un besometro para determinar similitudes e intensidades que poseemos al besar, creo que sería un instrumento algo complicado e inacabable y deduciríamos que en efecto: no todos los besos son iguales. Por lo tanto, un artefacto difícil de construir, porque las emociones y sentimientos son quienes hacen esa diferenciación o catalogación ante la diversidad en el mundo de los besos. Al final de esta columna puedo coincidir ampliamente en que: “No todos los besos son iguales” ninguno de otro. Todos los mundos y universo que por medio del acto de besar podemos explorar. Y concluir que besar es un verbo (después de amar) gozamos de manera infinita.


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