/ sábado 3 de abril de 2021

Crónicas de Ambulancia: Abrazando a la vida

En ocasiones, las paramédicas de enfrentan con momentos de difícil decisión, pero Luz Berthila tomó la más indicada

Culiacán, Sin.- Durante la tarde, ya pasado el mediodía y luego de una larga jornada laboral, Luz Berthila y sus compañeros degustaban su almuerzo en el área de socorros, en Cruz Roja. De repente, y como de costumbre, la chicharra resonó en el comedor.

Desde la radio se informaba sobre un accidente vial en las afueras de la comisaría de El Limón de los Ramos, al norte de Culiacán, por lo que entre las prisas lograron cruzar la ciudad, el sol quemaba desde el punto más alto y los carros recorrían las calles con calma.

Foto: Cortesía | Luz Berthila Hernández Payán

EL SINIESTRO

En poco menos de diez minutos, entre los cerros verdes, se observaba el siniestro, una camioneta y un automóvil Nissan Tsuro se habían impactado de frente.

Luz se dirigió hacia el auto pequeño, en el que observó a una pareja mal herida, de prisa desde otra ambulancia paramédicos les brindaron atención.

También puedes leer: Crónicas de Ambulancias: Hipoglucemia

Su sorpresa fue que, al inspeccionar la unidad totalmente destruida pudo ver entre los cristales rotos un rostro pequeño, el cual desde su punto dormía.

“¡Aquí hay un niño!, traigan las quijadas de la vida”, dijo mientras pensaba en la forma de sacarlo.

Foto: Cortesía | Luz Berthila Hernández Payán

DECISIÓN

Sin pensarlo tanto, y con la adrenalina de adolescente Luz quitó vidrios de una ventana y se abalanzó sobre esta, logrando ingresar entre la carrocería deshecha para así brindar protección al infante.

Mientras desde afuera sus acompañantes cortaban el capacete Hernández cubría con su cuerpo al pequeño.

La paramédico había recibido pedazos de chatarra y cristal sobre su espalda. Al salir de entre los fierros deshechos del carro Luz Berthila cubrió con una manta al pequeño que entre gritos su madre solicitaba ver.

Hernández Payán se sentía capacitada para brindar las atenciones al pequeño, a pesar de que no contaban con el suficiente equipo, ya que, en aquel tiempo la institución se limitaba ante el uso de tecnología.

Ya en la ambulancia, y luego de canalizar para quitar el dolor al niño, la joven revisaba fracturas en extremidades.

Los gritos de la madre hacían eco en la carretera, ella quería estar junto a su pequeño, sin embargo, el traslado se hizo por separado, después de informar a los padres del menor se trasladaron al Hospital Pediátrico de la ciudad capitalina.

En los diez minutos que duró el traslado Luz Berthila hablaba con el pequeño, quería mantenerlo consciente, pues el golpe lo había dejado aturdido.

Ya en la sala de emergencias del “hospitalito” el médico señaló un traumatismo, mismo que sería atendido por el personal del nosocomio.

EL AGRADECIMIENTO

De regreso a la base la joven paramédica pensaba en el pequeño que había dejado en la sala del hospital, y así pasaron los días en los que recordaba el suceso donde con su cuerpo protegió una vida.

Transcurridos quince días a las puertas de la institución llegó una joven pareja, en busca de “la muchacha” que salvó la vida de su hijo.

Quienes resultaron ser los padres del menor, buscaban la forma de dar las gracias, comentaban que no tenían dinero, que, si qué podían hacer, a lo que la paramédico señaló que lo más gratificante para ella sería un abrazo del pequeño. Eso y una paleta fue lo que recibió.



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Culiacán, Sin.- Durante la tarde, ya pasado el mediodía y luego de una larga jornada laboral, Luz Berthila y sus compañeros degustaban su almuerzo en el área de socorros, en Cruz Roja. De repente, y como de costumbre, la chicharra resonó en el comedor.

Desde la radio se informaba sobre un accidente vial en las afueras de la comisaría de El Limón de los Ramos, al norte de Culiacán, por lo que entre las prisas lograron cruzar la ciudad, el sol quemaba desde el punto más alto y los carros recorrían las calles con calma.

Foto: Cortesía | Luz Berthila Hernández Payán

EL SINIESTRO

En poco menos de diez minutos, entre los cerros verdes, se observaba el siniestro, una camioneta y un automóvil Nissan Tsuro se habían impactado de frente.

Luz se dirigió hacia el auto pequeño, en el que observó a una pareja mal herida, de prisa desde otra ambulancia paramédicos les brindaron atención.

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Su sorpresa fue que, al inspeccionar la unidad totalmente destruida pudo ver entre los cristales rotos un rostro pequeño, el cual desde su punto dormía.

“¡Aquí hay un niño!, traigan las quijadas de la vida”, dijo mientras pensaba en la forma de sacarlo.

Foto: Cortesía | Luz Berthila Hernández Payán

DECISIÓN

Sin pensarlo tanto, y con la adrenalina de adolescente Luz quitó vidrios de una ventana y se abalanzó sobre esta, logrando ingresar entre la carrocería deshecha para así brindar protección al infante.

Mientras desde afuera sus acompañantes cortaban el capacete Hernández cubría con su cuerpo al pequeño.

La paramédico había recibido pedazos de chatarra y cristal sobre su espalda. Al salir de entre los fierros deshechos del carro Luz Berthila cubrió con una manta al pequeño que entre gritos su madre solicitaba ver.

Hernández Payán se sentía capacitada para brindar las atenciones al pequeño, a pesar de que no contaban con el suficiente equipo, ya que, en aquel tiempo la institución se limitaba ante el uso de tecnología.

Ya en la ambulancia, y luego de canalizar para quitar el dolor al niño, la joven revisaba fracturas en extremidades.

Los gritos de la madre hacían eco en la carretera, ella quería estar junto a su pequeño, sin embargo, el traslado se hizo por separado, después de informar a los padres del menor se trasladaron al Hospital Pediátrico de la ciudad capitalina.

En los diez minutos que duró el traslado Luz Berthila hablaba con el pequeño, quería mantenerlo consciente, pues el golpe lo había dejado aturdido.

Ya en la sala de emergencias del “hospitalito” el médico señaló un traumatismo, mismo que sería atendido por el personal del nosocomio.

EL AGRADECIMIENTO

De regreso a la base la joven paramédica pensaba en el pequeño que había dejado en la sala del hospital, y así pasaron los días en los que recordaba el suceso donde con su cuerpo protegió una vida.

Transcurridos quince días a las puertas de la institución llegó una joven pareja, en busca de “la muchacha” que salvó la vida de su hijo.

Quienes resultaron ser los padres del menor, buscaban la forma de dar las gracias, comentaban que no tenían dinero, que, si qué podían hacer, a lo que la paramédico señaló que lo más gratificante para ella sería un abrazo del pequeño. Eso y una paleta fue lo que recibió.



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