/ martes 10 de diciembre de 2019

Un Día Más De Vida

Antier o antes de antier, alrededor de las 10 de la mañana, salí de comprar víveres de Soriana, de Marina y Rafael Buelna. Como haría los movimientos de prisa, estacioné en el cajón para la tercera edad, casi a la entrada de la tienda y enfrente de unas oficinas de Cablevisión. Al salir, encontré que un automóvil azul sin placa trasera, estaba estacionado de reversa justo atrás de mí, dejándome encerrado. Miré alrededor a ver si aparecía el dueño y no vi a nadie. Esperé un rato y decidí tocar el claxon por si salía el conductor del negocio de cable. Y nada. Volví a tocar el claxon y de Soriana Salió un joven de aproximadamente 25 años, alto, delgado, vestido bien, con ropa azul mezclilla como de Dockers, camisa de manga corta y gorra, con una pequeña bolsa negra en la mano, como de lentes pero más grande. “Ya te oí”, me dijo dirigiéndose a su auto. Es que no se vale, le dije, señalando su carro. Y en tono retador me contestó: “Y qué. Si quiero lo dejo ahí”. Como advertí que lo expresó como un ultimátum, como aguardando que le dijera una palabra ofensiva, de reproche, como imbécil o algo así, me controlé y solo le dije: Pues déjalo, si quieres. “O te meto un balazo”, masculló, sacando una pistola corta de la bolsita negra, encañonándome. Instintivamente, me encogí de hombros y con un movimiento pausado de las manos le indiqué que por mí, si quería, ahí dejara el carro. Pensé: menos mal que antes de que sacara el arma no le menté la madre, que es lo que él esperaba para disparar. Como si no me importara, me di media vuelta, abrí el automóvil y me puse frente al volante sin arrancar el motor. Él hizo lo mismo y encendió el motor, pero en vez de salir de frente giró lentamente a la izquierda y metió reversa. Algo alarmado imaginé que se me iba a atravesar para que no saliera, pero entró al cajón de mi derecha, emparejándoseme; bajó el cristal, lo vi pálido, desencajado y, al tiempo que yo encendía el motor, con una mueca, desorbitado, dijo algo que no escuché porque tenía subido el vidrio de ese lado. Le contesté con un ademánagradeciéndole que me permitiera salir. Eché reversa y me retiré.


Recuperada la calma, mientras manejaba por Rafael Buelna, fui pensando que, de acuerdo a las circunstancias, por unos segundos, yo debía estar muerto. A plena luz del día. Ante todos los testigos involuntarios que a esa hora asistían al supermercado. Sin ninguna protección policiaca a la vista. En plena selva urbana. Gozando, salvo el colesterol a veces alto, de plena salud. Pero desahuciado por el solo hecho de estar vivo en mi país. Sí, pues desahuciar es considerar el médico al enfermo sin esperanza de salvación, como en una enfermedad terminal. Salvo que providencialmente ocurran las cosas como ocurrieron, en mi caso. Y que el gatillero no anduviera drogado y sin control. Y que, en su descargo, a lo mejor se había “protegido” con mi carro estacionándose de reversa, pegado a mí, para que no se descubriera que no traía placa trasera.


También pensé, desilusionado del mundo, que, como ya es costumbre, además de estar muerto sin culpa alguna, se me criminalizara: En qué andaría metido Faustino para que lo mataran. Y todo por no haber robado cuando fue funcionario público, habiendo manejado durante tres años los miles de millones de pesos en contratos de obras en tres estados de la república, dirán unos. ¿Y todo para qué? Mira en lo que vino a parar. Fue un pendejo. ¿Qué se puede esperar de alguien así?, dirán otros. Pero pese a toda esa basura, siempre he sabido, y ahora más, lo que vale un día más de vida. Saludos a los que, pese a toda la vida en contra, siguen vivos. Buen fin de año. Y mejor año nuevo.


PIE

En el marco del XCVI Aniversario de Misiones Culturales, el secretario de Educación Pública y Cultura, Juan Alfonso Mejia, otorgó un reconocimiento al compositor y cantante Faustino López Osuna, autor de la letra y música del Himno Oficial del Estado de Sinaloa, por ser un ponderativo de las costumbres y ejercer los valores de nuestra entidad. /Cortesía I FACEBOOK SEPyC


Dato

López Osuna nació el 15 de febrero de 1943 en Aguacaliente de Gárate, Concordia; es autor del Himno a Sinaloa, al ganar en 2011 el concurso convocado por el Gobierno de Sinaloa, y en 2012 se hizo acreedor al Premio Sinaloa de las Artes, máximo galardón que otorga Sinaloa a sus creadores de arte.


También ha incursionado en la música como intérprete y compositor de las melodías: “Qué caso tiene”, “También las lluvias se van”, y los corridos “Badiraguato”, “El Cosalteco”, “San José de Gracia”, “El Escuinapense”, “Sinaloa” (de Leyva), “San Ignacio” y “La Candelilla” en las que ha mostrado el rostro positivo de Sinaloa. Quirino Ordaz Coppel.

Antier o antes de antier, alrededor de las 10 de la mañana, salí de comprar víveres de Soriana, de Marina y Rafael Buelna. Como haría los movimientos de prisa, estacioné en el cajón para la tercera edad, casi a la entrada de la tienda y enfrente de unas oficinas de Cablevisión. Al salir, encontré que un automóvil azul sin placa trasera, estaba estacionado de reversa justo atrás de mí, dejándome encerrado. Miré alrededor a ver si aparecía el dueño y no vi a nadie. Esperé un rato y decidí tocar el claxon por si salía el conductor del negocio de cable. Y nada. Volví a tocar el claxon y de Soriana Salió un joven de aproximadamente 25 años, alto, delgado, vestido bien, con ropa azul mezclilla como de Dockers, camisa de manga corta y gorra, con una pequeña bolsa negra en la mano, como de lentes pero más grande. “Ya te oí”, me dijo dirigiéndose a su auto. Es que no se vale, le dije, señalando su carro. Y en tono retador me contestó: “Y qué. Si quiero lo dejo ahí”. Como advertí que lo expresó como un ultimátum, como aguardando que le dijera una palabra ofensiva, de reproche, como imbécil o algo así, me controlé y solo le dije: Pues déjalo, si quieres. “O te meto un balazo”, masculló, sacando una pistola corta de la bolsita negra, encañonándome. Instintivamente, me encogí de hombros y con un movimiento pausado de las manos le indiqué que por mí, si quería, ahí dejara el carro. Pensé: menos mal que antes de que sacara el arma no le menté la madre, que es lo que él esperaba para disparar. Como si no me importara, me di media vuelta, abrí el automóvil y me puse frente al volante sin arrancar el motor. Él hizo lo mismo y encendió el motor, pero en vez de salir de frente giró lentamente a la izquierda y metió reversa. Algo alarmado imaginé que se me iba a atravesar para que no saliera, pero entró al cajón de mi derecha, emparejándoseme; bajó el cristal, lo vi pálido, desencajado y, al tiempo que yo encendía el motor, con una mueca, desorbitado, dijo algo que no escuché porque tenía subido el vidrio de ese lado. Le contesté con un ademánagradeciéndole que me permitiera salir. Eché reversa y me retiré.


Recuperada la calma, mientras manejaba por Rafael Buelna, fui pensando que, de acuerdo a las circunstancias, por unos segundos, yo debía estar muerto. A plena luz del día. Ante todos los testigos involuntarios que a esa hora asistían al supermercado. Sin ninguna protección policiaca a la vista. En plena selva urbana. Gozando, salvo el colesterol a veces alto, de plena salud. Pero desahuciado por el solo hecho de estar vivo en mi país. Sí, pues desahuciar es considerar el médico al enfermo sin esperanza de salvación, como en una enfermedad terminal. Salvo que providencialmente ocurran las cosas como ocurrieron, en mi caso. Y que el gatillero no anduviera drogado y sin control. Y que, en su descargo, a lo mejor se había “protegido” con mi carro estacionándose de reversa, pegado a mí, para que no se descubriera que no traía placa trasera.


También pensé, desilusionado del mundo, que, como ya es costumbre, además de estar muerto sin culpa alguna, se me criminalizara: En qué andaría metido Faustino para que lo mataran. Y todo por no haber robado cuando fue funcionario público, habiendo manejado durante tres años los miles de millones de pesos en contratos de obras en tres estados de la república, dirán unos. ¿Y todo para qué? Mira en lo que vino a parar. Fue un pendejo. ¿Qué se puede esperar de alguien así?, dirán otros. Pero pese a toda esa basura, siempre he sabido, y ahora más, lo que vale un día más de vida. Saludos a los que, pese a toda la vida en contra, siguen vivos. Buen fin de año. Y mejor año nuevo.


PIE

En el marco del XCVI Aniversario de Misiones Culturales, el secretario de Educación Pública y Cultura, Juan Alfonso Mejia, otorgó un reconocimiento al compositor y cantante Faustino López Osuna, autor de la letra y música del Himno Oficial del Estado de Sinaloa, por ser un ponderativo de las costumbres y ejercer los valores de nuestra entidad. /Cortesía I FACEBOOK SEPyC


Dato

López Osuna nació el 15 de febrero de 1943 en Aguacaliente de Gárate, Concordia; es autor del Himno a Sinaloa, al ganar en 2011 el concurso convocado por el Gobierno de Sinaloa, y en 2012 se hizo acreedor al Premio Sinaloa de las Artes, máximo galardón que otorga Sinaloa a sus creadores de arte.


También ha incursionado en la música como intérprete y compositor de las melodías: “Qué caso tiene”, “También las lluvias se van”, y los corridos “Badiraguato”, “El Cosalteco”, “San José de Gracia”, “El Escuinapense”, “Sinaloa” (de Leyva), “San Ignacio” y “La Candelilla” en las que ha mostrado el rostro positivo de Sinaloa. Quirino Ordaz Coppel.

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