/ martes 4 de diciembre de 2018

Vida/Otra

(Fragmentos)

Uno

Como si nada y como si todo se haya vivido y escrito desde el mundo de arriba, el cielo de en medio y la tierra de abajo, las mujeres no se someten a los hombres y los niños no respetan a los ancianos, pasando de la democracia social a la desgracia humana.

A los 61 años, ni demasiado viejo para rocanrolear, ni demasiado joven para morir, porque se está casi al final del túnel y lo que se ve es la oscura era digital.

Una vida sola-mente es compatible con la estación autumnal, cayendo las hojas hasta barrer y juntar la hojarasca cual hojas de libros deshojados por haber sido vividos, escritos y quemados por el fuego del tiempo.

No hay casi nada, casi nadie y casi alguien que perturben la vida, quizás, la incertidumbre de la muerte con algo de esperanza.

La nada y el todo que se pudo obtener, la gente y los demás, los otros y nosotros contra-nosotros-mismos, ha sido, mediante y mediáticamente, los procesos electorales, eligiendo y votando por quienes creímos, siendo así con el porvenir del peorvenir, diciéndome Andrea Heloísa que, en caso de yo faltarle, estará preparada, sintiendo en una de mis mejillas el ardor de una bofetada, de quien hace cinco días cumplió años el cuarto día en el mes de un noviembre frío y seco en la sierra de Coscomate-Münsterlingen, repartiendo ricos besos y sonrisas suaves.

De regreso cada quien a casa, Andrea Heloísa con su madre por la tarde y yo solo por la noche, pensé en el futuro porvenir de ella y en el futuro peorvenir mío, teniendo que cambiar la dentadura vieja por una nueva, mientras en el país de las sombras espectrales, habrá presidente de la regeneración-transformación nacional.

Conveniencias o convicciones, posesiones y posiciones, posturas e imposturas, aperturas y cerraduras, las puertas y las traspuertas están cerradas y abiertas más adentro que afuera, pasando los que habrán de llegar a las fronteras -haber-a ver- quiénes pasan o se quedan o se regresan (del y en) el tercer país de seguridad o de retención o de concentración, para los inmigrantes-viandantes para los cuales, las leyes y las fronteras, amuralladas y fortificadas, alambradas y electrificadas, son los daños colaterales económicos, climáticos y militares allá en Medio Oriente y acá en Centroamérica, a reserva del temor, el terror y el horror Occidental y Oriental.

En los 18 años del siglo XXI, vivir, sobrevivir y morir en el país de las sombras espectrales ha sido un conflicto y un desafío existencial y social con la corrupción y la impunidad, la violencia y la criminalidad por la guerra contra las drogas: el juicio de El Chapo Guzmán, no es el primero ni el último a un narcotraficante porque hay otro en su lugar, así como habrá otro presidente para el regenerado periodo sexenal 2018-2024, no sin antes cortarle las alas al Aeropuerto de Texcoco y bajarle las altas comisiones bancarias a la banca más extranjera que nacional, teniéndole a Andrea Heloísa una noticia: la gata Lucy ha muerto por envenenamiento, lo que para los gatos El Rusty y El Tommy con el perro de El Ciro no tendrán con quién esponjarse y ladrarle, porque cualquier vida, en el país de las sombras espectrales, es una vida cualquiera, negándole a El Chapo, abrazar a su insufrible por enriquecida y amada esposa.

En el país de las sombras espectrales, una hija o un hijo, es más un riesgo y una inseguridad latentes, que en la educación y en la manutención considerando la desigualdad económica y social en una sociedad de riqueza, de consumo y de pobreza, modestos y humildes los pobres, cínicos y egoístas los ricos, trabajadores y deudores los no pobres ni ricos.

Cuando se sienten las tensiones y las intensidades, las emociones con los sentimientos, las ansiedades con las angustias, las desesperaciones con las desesperanzas, la vida misma es la vida/otra, tan igual como tan diferente, reducida a la pobreza y aumentada a la riqueza tanto en la consumición, como en el consumismo de lujo y funeral por el gusto y el placer del asco por los demás y la gente, los otros y nosotros contra-nosotros-mismos, llenándonos más de vaciedad que de plenitud, rascándole a la herrumbre de nuestra condición humana las cicatrices viejas, sobre una piel tatuada con arrugas que solamente serán alisadas por la muerte.

Más en la procacidad que en la precocidad del siglo XXI es la decadencia de la cultura global conectada al vacío del mínimo al máximo valor humano corrompido y degradado (por y con) todos los medios y los fines reales, mediáticos, fácticos, virtuales y digitales, en lo que Andrea Heloísa duerme en el viejo, largo y mullido sofá verde oscuro, de pana desgastada en la sala de La Casalta verde esmeralda, siendo después de las 20:00 y antes de las 21:00 horas en lo que llega su madre de la universidad y en lo que la contempla su padre que escucha música de Jethro Tull en Radio Cultura, leyendo, a la vez y al azar, poemas de la poesía completa de Paul Auster, cerrando la semana laboral y abriendo el fin de semana festivo y de consumo en el Buen Fin, llegando Aída, la madre de AH, en compañía del perro Ciro con su cara de viejo minero gambusino, con las cejas largas y el luengo mostacho sobre la barba entrecana de un can raro y bizarro.

Es en el otoño, y no, en el invierno, cuando el primero de diciembre el presidente electo es ungido con la investidura y la banda de presidente constitucional en el país de las sombras espectrales: Andrés Manuel López Obrador y el Movimiento de Regeneración Nacional, (AMLO-Morena), esperando de él lo que se espera que haga porque lo prometió, y si no que el pueblo se lo demande por acción, omisión, comisión, inclusión, exclusión, regeneración y transformación.

(Fragmentos)

Uno

Como si nada y como si todo se haya vivido y escrito desde el mundo de arriba, el cielo de en medio y la tierra de abajo, las mujeres no se someten a los hombres y los niños no respetan a los ancianos, pasando de la democracia social a la desgracia humana.

A los 61 años, ni demasiado viejo para rocanrolear, ni demasiado joven para morir, porque se está casi al final del túnel y lo que se ve es la oscura era digital.

Una vida sola-mente es compatible con la estación autumnal, cayendo las hojas hasta barrer y juntar la hojarasca cual hojas de libros deshojados por haber sido vividos, escritos y quemados por el fuego del tiempo.

No hay casi nada, casi nadie y casi alguien que perturben la vida, quizás, la incertidumbre de la muerte con algo de esperanza.

La nada y el todo que se pudo obtener, la gente y los demás, los otros y nosotros contra-nosotros-mismos, ha sido, mediante y mediáticamente, los procesos electorales, eligiendo y votando por quienes creímos, siendo así con el porvenir del peorvenir, diciéndome Andrea Heloísa que, en caso de yo faltarle, estará preparada, sintiendo en una de mis mejillas el ardor de una bofetada, de quien hace cinco días cumplió años el cuarto día en el mes de un noviembre frío y seco en la sierra de Coscomate-Münsterlingen, repartiendo ricos besos y sonrisas suaves.

De regreso cada quien a casa, Andrea Heloísa con su madre por la tarde y yo solo por la noche, pensé en el futuro porvenir de ella y en el futuro peorvenir mío, teniendo que cambiar la dentadura vieja por una nueva, mientras en el país de las sombras espectrales, habrá presidente de la regeneración-transformación nacional.

Conveniencias o convicciones, posesiones y posiciones, posturas e imposturas, aperturas y cerraduras, las puertas y las traspuertas están cerradas y abiertas más adentro que afuera, pasando los que habrán de llegar a las fronteras -haber-a ver- quiénes pasan o se quedan o se regresan (del y en) el tercer país de seguridad o de retención o de concentración, para los inmigrantes-viandantes para los cuales, las leyes y las fronteras, amuralladas y fortificadas, alambradas y electrificadas, son los daños colaterales económicos, climáticos y militares allá en Medio Oriente y acá en Centroamérica, a reserva del temor, el terror y el horror Occidental y Oriental.

En los 18 años del siglo XXI, vivir, sobrevivir y morir en el país de las sombras espectrales ha sido un conflicto y un desafío existencial y social con la corrupción y la impunidad, la violencia y la criminalidad por la guerra contra las drogas: el juicio de El Chapo Guzmán, no es el primero ni el último a un narcotraficante porque hay otro en su lugar, así como habrá otro presidente para el regenerado periodo sexenal 2018-2024, no sin antes cortarle las alas al Aeropuerto de Texcoco y bajarle las altas comisiones bancarias a la banca más extranjera que nacional, teniéndole a Andrea Heloísa una noticia: la gata Lucy ha muerto por envenenamiento, lo que para los gatos El Rusty y El Tommy con el perro de El Ciro no tendrán con quién esponjarse y ladrarle, porque cualquier vida, en el país de las sombras espectrales, es una vida cualquiera, negándole a El Chapo, abrazar a su insufrible por enriquecida y amada esposa.

En el país de las sombras espectrales, una hija o un hijo, es más un riesgo y una inseguridad latentes, que en la educación y en la manutención considerando la desigualdad económica y social en una sociedad de riqueza, de consumo y de pobreza, modestos y humildes los pobres, cínicos y egoístas los ricos, trabajadores y deudores los no pobres ni ricos.

Cuando se sienten las tensiones y las intensidades, las emociones con los sentimientos, las ansiedades con las angustias, las desesperaciones con las desesperanzas, la vida misma es la vida/otra, tan igual como tan diferente, reducida a la pobreza y aumentada a la riqueza tanto en la consumición, como en el consumismo de lujo y funeral por el gusto y el placer del asco por los demás y la gente, los otros y nosotros contra-nosotros-mismos, llenándonos más de vaciedad que de plenitud, rascándole a la herrumbre de nuestra condición humana las cicatrices viejas, sobre una piel tatuada con arrugas que solamente serán alisadas por la muerte.

Más en la procacidad que en la precocidad del siglo XXI es la decadencia de la cultura global conectada al vacío del mínimo al máximo valor humano corrompido y degradado (por y con) todos los medios y los fines reales, mediáticos, fácticos, virtuales y digitales, en lo que Andrea Heloísa duerme en el viejo, largo y mullido sofá verde oscuro, de pana desgastada en la sala de La Casalta verde esmeralda, siendo después de las 20:00 y antes de las 21:00 horas en lo que llega su madre de la universidad y en lo que la contempla su padre que escucha música de Jethro Tull en Radio Cultura, leyendo, a la vez y al azar, poemas de la poesía completa de Paul Auster, cerrando la semana laboral y abriendo el fin de semana festivo y de consumo en el Buen Fin, llegando Aída, la madre de AH, en compañía del perro Ciro con su cara de viejo minero gambusino, con las cejas largas y el luengo mostacho sobre la barba entrecana de un can raro y bizarro.

Es en el otoño, y no, en el invierno, cuando el primero de diciembre el presidente electo es ungido con la investidura y la banda de presidente constitucional en el país de las sombras espectrales: Andrés Manuel López Obrador y el Movimiento de Regeneración Nacional, (AMLO-Morena), esperando de él lo que se espera que haga porque lo prometió, y si no que el pueblo se lo demande por acción, omisión, comisión, inclusión, exclusión, regeneración y transformación.

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