/ sábado 26 de septiembre de 2020

Palabras para un profesor de ciencias

“Soy de las que piensan que la ciencia tiene una gran belleza. Un científico en su laboratorio no es sólo un técnico: es también un niño colocado ante fenómenos naturales que le impresionan como un cuento de hadas.” Marie Curie

Al profesor Manuel Antonio Zavala Medrano tuve la fortuna de conocerlo antes del mi arribo como profesora a la Escuela Secundaria Técnica Pesquera Número 7. Curioso además fue escuchar de él en otro país. En ese verano de 1999 estaba de vacaciones en el puerto de San Diego, California. Un sitio obligado era visitar el zoológico en mi familia siempre hemos sentido un gran interés por el mundo salvaje. Al final del recorrido visitamos unas de las tienditas, buscando algunos souvenirs para la familia y amigos; cuando Carmen Julia mi hermana, tomó un catalejo, estaba fascinada, en ese instante su memoria viajó al pasado, se instaló en la adolescencia. Expresó que ese “aparatito” la hacía recordar mucho a México en especial a un profesor, asentó mi hermana con una voz de agradecimiento en cada palabra que iba esbozando, acompañadas de una nostalgia; de esas que sólo se siente cuando estás en otra cultura conviviendo con un idioma distinto al de tu lengua materna. “Me recuerda mucho a un maestro del cual aprendí muchísimo… Al profe Medrano, quien me impartía la materia de física y química en la secundaria, un día nos explicó el funcionamiento de este aparatito y elaboramos uno, nos divertimos mucho con esa práctica” Carmen soltó el catalejo como quien suelta un cofre llenos de recuerdos, mientras caminábamos continuaba hablando de las maravillas que había aprendido gracias a su maestro.

¡Quién diría que en ciclo escolar 2000-2001 conocería en persona al profesor Manuel Antonio! Del cual sin saber cómo era físicamente; de tener un nombre sin rostro, esa novata en Educación Física tenía una buena muy impresión. Con el tiempo y como compañero de trabajo descubrí que teníamos mucho en común: su interés por que sus “ingenieros e ingenieras” (como apoda cariñosamente a sus estudiantes) ha sido no solamente querer que aprendan contenidos, sino que utilicen el conocimiento de las ciencias en la vida cotidiana. Medrano; de personalidad inquieta, de un pensamiento crítico sobre la práctica docente, de las políticas educativas; sus preocupaciones también han sido buscar estrategias para combatir las distracciones o encontrar la manera de que aquellos chicos que a veces se quedaban atrás en sus clases puedan ponerse al corriente. Con 48 años en la docencia. Es uno de los maestros pioneros de las Escuelas Técnicas Pesqueras, inició su carrera en el magisterio en el año de 1972 en la Isla de Cedros, Baja California, hasta que en 1975 llegó a la Pesquera de Mazatlán, que la adoptó como su hogar. Todavía con sus 68 otoños; nunca se le ha notado cansado, sus compañeros reconocen su gran energía; su entrega en las aulas, su gran entusiasmo por la docencia. Él está consciente que difundir la ciencia no es cosa fácil, con su experiencia es capaz de ubicarnos sobre ciertas realidades que acontecen en los grupos, en las aulas y su comunidad escolar. Año con año sabe que es necesario buscar formas y maneras para motivar a los jóvenes, reinventarse; entrarle a las herramientas digitales. Escribo estas palabras para este hombre de ciencia ahora que está peleando una dura batalla, la cátedra más dura y ríspida frente al Covid-19.

Es necesario recordarle que su entrega también ha hecho reacción en sus compañeros, en los maestros de ciencia de la zona, que parte del amor que tienen sus estudiantes por la ciencia se debe a esa semilla que ha plantado en los jóvenes por el paso de la escuela secundaria. Todos los exalumnos lo recuerdan como el “Ingeniero”, usted un ocasión mencionó que ese apodo de “ingeniero, ingeniera” era para motivarlos que recordaran que podían llegar a una universidad si se lo proponían o aplicarla si se decidían por una carrera técnica.

Ahora como asesora técnica pedagógica; siempre traigo en la mente a los buenos docentes, aquellos directores y coordinadores que se involucran de manera sobresaliente con su quehacer, no puedo dejar de pensar en las prácticas de laboratorio que sus estudiantes me presumían y salían del aula cerca de la cancha cuando ponían a prueba un principio de física, la cara de felicidad de los chicos y las chicas.

En este 2020, algunos amigos del trabajo lo califican como el “año fatídico”, que nos recuerda lo vulnerables que somos ante ese mundo microscópico, pero también uno de los más dolorosos por los estragos causados por la pandemia por el eterno duelo que estamos viviendo. Únicamente me gustaría expresar que deseo de todo corazón que salga avante, que queremos verlo en el laboratorio de la Técnica Pesquera enseñando un principio científico cuando regresemos a clases presenciales.

Aquí estamos en una videollamada mi hermana y yo, renombrando aquella charla que tuvimos hace más veinte años, admirada, deseando también su mejoría. Profesor Medrano; quizás no sepa que su interés por la ciencia, contagió a Carmen en su adolescencia. Carmen en su etapa adulta pudo desempeñarse con buenas competencias científicas como ayudante de experimentos con células en algunas empresas. Un día mi pequeña hermana decidió mejor educar a sus hijos en casa, tuvo que colgar la bata para dedicarse a sus pequeños, ella siempre ha sido una mujer muy decidida más en el rol de madre. Ella se siente eternamente agradecida con su profe, con ese maestro que le llevo a descubrir la importancia de la ciencia para la humanidad, pero sobre todo para la vida.

“Soy de las que piensan que la ciencia tiene una gran belleza. Un científico en su laboratorio no es sólo un técnico: es también un niño colocado ante fenómenos naturales que le impresionan como un cuento de hadas.” Marie Curie

Al profesor Manuel Antonio Zavala Medrano tuve la fortuna de conocerlo antes del mi arribo como profesora a la Escuela Secundaria Técnica Pesquera Número 7. Curioso además fue escuchar de él en otro país. En ese verano de 1999 estaba de vacaciones en el puerto de San Diego, California. Un sitio obligado era visitar el zoológico en mi familia siempre hemos sentido un gran interés por el mundo salvaje. Al final del recorrido visitamos unas de las tienditas, buscando algunos souvenirs para la familia y amigos; cuando Carmen Julia mi hermana, tomó un catalejo, estaba fascinada, en ese instante su memoria viajó al pasado, se instaló en la adolescencia. Expresó que ese “aparatito” la hacía recordar mucho a México en especial a un profesor, asentó mi hermana con una voz de agradecimiento en cada palabra que iba esbozando, acompañadas de una nostalgia; de esas que sólo se siente cuando estás en otra cultura conviviendo con un idioma distinto al de tu lengua materna. “Me recuerda mucho a un maestro del cual aprendí muchísimo… Al profe Medrano, quien me impartía la materia de física y química en la secundaria, un día nos explicó el funcionamiento de este aparatito y elaboramos uno, nos divertimos mucho con esa práctica” Carmen soltó el catalejo como quien suelta un cofre llenos de recuerdos, mientras caminábamos continuaba hablando de las maravillas que había aprendido gracias a su maestro.

¡Quién diría que en ciclo escolar 2000-2001 conocería en persona al profesor Manuel Antonio! Del cual sin saber cómo era físicamente; de tener un nombre sin rostro, esa novata en Educación Física tenía una buena muy impresión. Con el tiempo y como compañero de trabajo descubrí que teníamos mucho en común: su interés por que sus “ingenieros e ingenieras” (como apoda cariñosamente a sus estudiantes) ha sido no solamente querer que aprendan contenidos, sino que utilicen el conocimiento de las ciencias en la vida cotidiana. Medrano; de personalidad inquieta, de un pensamiento crítico sobre la práctica docente, de las políticas educativas; sus preocupaciones también han sido buscar estrategias para combatir las distracciones o encontrar la manera de que aquellos chicos que a veces se quedaban atrás en sus clases puedan ponerse al corriente. Con 48 años en la docencia. Es uno de los maestros pioneros de las Escuelas Técnicas Pesqueras, inició su carrera en el magisterio en el año de 1972 en la Isla de Cedros, Baja California, hasta que en 1975 llegó a la Pesquera de Mazatlán, que la adoptó como su hogar. Todavía con sus 68 otoños; nunca se le ha notado cansado, sus compañeros reconocen su gran energía; su entrega en las aulas, su gran entusiasmo por la docencia. Él está consciente que difundir la ciencia no es cosa fácil, con su experiencia es capaz de ubicarnos sobre ciertas realidades que acontecen en los grupos, en las aulas y su comunidad escolar. Año con año sabe que es necesario buscar formas y maneras para motivar a los jóvenes, reinventarse; entrarle a las herramientas digitales. Escribo estas palabras para este hombre de ciencia ahora que está peleando una dura batalla, la cátedra más dura y ríspida frente al Covid-19.

Es necesario recordarle que su entrega también ha hecho reacción en sus compañeros, en los maestros de ciencia de la zona, que parte del amor que tienen sus estudiantes por la ciencia se debe a esa semilla que ha plantado en los jóvenes por el paso de la escuela secundaria. Todos los exalumnos lo recuerdan como el “Ingeniero”, usted un ocasión mencionó que ese apodo de “ingeniero, ingeniera” era para motivarlos que recordaran que podían llegar a una universidad si se lo proponían o aplicarla si se decidían por una carrera técnica.

Ahora como asesora técnica pedagógica; siempre traigo en la mente a los buenos docentes, aquellos directores y coordinadores que se involucran de manera sobresaliente con su quehacer, no puedo dejar de pensar en las prácticas de laboratorio que sus estudiantes me presumían y salían del aula cerca de la cancha cuando ponían a prueba un principio de física, la cara de felicidad de los chicos y las chicas.

En este 2020, algunos amigos del trabajo lo califican como el “año fatídico”, que nos recuerda lo vulnerables que somos ante ese mundo microscópico, pero también uno de los más dolorosos por los estragos causados por la pandemia por el eterno duelo que estamos viviendo. Únicamente me gustaría expresar que deseo de todo corazón que salga avante, que queremos verlo en el laboratorio de la Técnica Pesquera enseñando un principio científico cuando regresemos a clases presenciales.

Aquí estamos en una videollamada mi hermana y yo, renombrando aquella charla que tuvimos hace más veinte años, admirada, deseando también su mejoría. Profesor Medrano; quizás no sepa que su interés por la ciencia, contagió a Carmen en su adolescencia. Carmen en su etapa adulta pudo desempeñarse con buenas competencias científicas como ayudante de experimentos con células en algunas empresas. Un día mi pequeña hermana decidió mejor educar a sus hijos en casa, tuvo que colgar la bata para dedicarse a sus pequeños, ella siempre ha sido una mujer muy decidida más en el rol de madre. Ella se siente eternamente agradecida con su profe, con ese maestro que le llevo a descubrir la importancia de la ciencia para la humanidad, pero sobre todo para la vida.

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