/ sábado 18 de septiembre de 2021

Pobreza y orfandad, las crudas secuelas del Covid-19

La historia de Yolanda Vianey exhibe cómo la falta de acceso a la salud a las infancias terminan en tragedia en un país asediado por el virus

Culiacán, Sin.- Es verdad que hablar del Covid-19 ya nos tiene hasta la coronilla, incluso, muchos nada más vemos esa palabrita y le damos vuelta a la página, sin embargo, si hacemos un alto y nos ponemos a pensar lo terrible que es la enfermedad, las secuelas que trae, el dolor que implica perder a la familia, pero, que llegue a los niños acompañada de la maldita pobreza, entonces…

La historia de Yolanda Vianey, es el vivo reflejo de miles de niños y adolescentes que han perdido a sus padres por la maldita pobreza en la que se encuentran y que no pudieron darle ni siquiera un paracetamol porque no había para comprarlo.

La desgracia no soltó a Yolanda Vianey, una pequeña que todavía no frisaba los 15 años, delgadita, con jiotes en su cuerpo por la desnutrición que cargaba, hasta que dejó este mundo.

Madre e hija llegaron con la tristeza en su alma a Culiacán, se establecieron en la colonia Salvador Alvarado, venían huyendo del Covid-19, su padre, unos días antes había muerto, ya nada las detenía en su tierra: Oaxaca.

Llegaron temerosas, la vida transcurría con disparidades, pero ahí la llevaban, pocas oportunidades, primero por ser mujeres, luego indígenas, sin estudios, pero, así le sonreían a la vida, buscaban salir adelante, días comían, otros, sólo saboreaban lo que veían en los aparadores.

El sustento escaseaba, ella, no sabía cómo ayudar a su madre, la vida se le complicaba, la huérfana, con hambre, sin una palabra de aliento, empezó a sentir la soledad, la ansiedad, deambulaba por las calles, buscando quien le tendiera la mano, su madre hacía lo mismo, cada día era un infierno.

También puedes leer: Migrar por Sinaloa, se reanuda la marcha

Nadie volteaba a verlas, a nadie le importaba su dolor porque no lo conocían, eran dos seres humanos, igual que muchos otros que vivían quizá de la mendicidad

La orfandad le pesaba a Yolanda, pero más le pesó cuando su madre, un día ya no se pudo levantar, qué hacer, cómo reanimarla, si apenas era una niña, la maldita pobreza y el Covid-19 volvían a hacer de las suyas.

La situación se agravó, como Dios le dio a entender, la llevó al Hospital General de Culiacán, ahí se debatió entre la vida y la muerte, hasta que finalmente murió.

MÉXICO A LA CABEZA

Un estudio publicado en junio por la revista médica británica The Lancet, señala que México es el país con más menores huérfanos debido a la pandemia, los datos que presenta son un estimado de menores de 21 países en los que hay unos 131 mil 325 menores de 18 años que perdieron por lo menos a uno de sus padres o a los dos, así como a sus cuidadores principales, en este caso, abuelos.

Estas cifras son del primero de marzo de 2020 al 30 de abril de 2021, lo que da cuenta que la pandemia de coronavirus ha dejado una estela de dolor y muerte y cobra dimensiones más graves cuando los niños pierden a uno o dos de sus padres o tutores.

En el caso de Yolanda Vianey poco se sabe si enterró a su madre, si se llevó las cenizas, es un misterio, lo cierto es que la adolescente quedaba completamente sola y con un problema en un ojo, que por la angustia no se atendió.

Así en medio de la orfandad y la soledad, sin ninguna atención, tanto médica, sicológica, tanatológica para aceptar la muerte, ella decidió volver a su tierra.

A los pocos días, se supo que Yolanda Vianey había muerto, no se sabe si de tristeza, de la enfermedad de su ojo, o el Covid-19 no quiso dejarla en este mundo a seguir sufriendo.

RASTREAR SU CASO

Después del fallecimiento de su madre fui a buscarla a la casa donde vivía, los vecinos me contaron que se había ido, intenté comunicarme con ella y solo recibí la mala noticia que ella también había fallecido y que si deseaba me podían mandar una foto de ella en el ataúd”, recuerda Apolinar García Carrera.

El diputado advierte que en honor de Yolanda Vianey lo llevó a elaborar una iniciativa que presentó en febrero pasado y que sin duda, ante la falta de sensibilidad de los legisladores quedará en la congeladora del Congreso del Estado.

Basándome en esta terrible historia elaboré una iniciativa, que al parecer quedará en la congeladora, y se trata de seguirles un proceso de terapias sicoemocionales a los niños y adolescentes que están perdiendo a sus familiares a causa de la pandemia”, explica.

El legislador propone reformar el artículo 21 y el artículo 40 de la Ley de Salud Mental en el estado para que todas las personas como Yolanda tengan atención psicológica.

Precisa que la Covid-19 ha transformado la manera en la que vivimos.

En muchos casos, la enfermedad ha impactado de forma directa a personas cercanas, lo que se traducirá en una prevalencia mayor de los problemas relacionados con la salud mental. En este sentido, nadie duda de la "huella" psicológica y social que la pandemia ha dejado en la mayoría de la población”, señala.

En la exposición de motivos, el legislador detalla que el miedo, la preocupación y el estrés son respuestas normales en momentos en los que nos enfrentamos a la incertidumbre, a lo desconocido, a situaciones de cambios o crisis.

Así que es normal y comprensible que la gente experimente estos sentimientos en el contexto de la pandemia COVID-19. Al temor de contraer el virus en una pandemia como la de COVID-19, se suma el impacto de los importantes cambios en nuestra vida cotidiana provocados por los esfuerzos y medidas necesarias para contener y frenar la propagación del virus.

Ante las nuevas y desafiantes realidades de distanciamiento físico, el trabajo desde el hogar, el desempleo temporal, la educación de los niños en el hogar y la falta de contacto físico con los seres queridos y amigos, es importante que cuidemos tanto nuestra salud física como mental. Ya que de cierta forma aumentan los niveles de diversos trastornos mentales, tales como ansiedad, estrés y depresión en cada uno de los ciudadanos”, señala.



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Culiacán, Sin.- Es verdad que hablar del Covid-19 ya nos tiene hasta la coronilla, incluso, muchos nada más vemos esa palabrita y le damos vuelta a la página, sin embargo, si hacemos un alto y nos ponemos a pensar lo terrible que es la enfermedad, las secuelas que trae, el dolor que implica perder a la familia, pero, que llegue a los niños acompañada de la maldita pobreza, entonces…

La historia de Yolanda Vianey, es el vivo reflejo de miles de niños y adolescentes que han perdido a sus padres por la maldita pobreza en la que se encuentran y que no pudieron darle ni siquiera un paracetamol porque no había para comprarlo.

La desgracia no soltó a Yolanda Vianey, una pequeña que todavía no frisaba los 15 años, delgadita, con jiotes en su cuerpo por la desnutrición que cargaba, hasta que dejó este mundo.

Madre e hija llegaron con la tristeza en su alma a Culiacán, se establecieron en la colonia Salvador Alvarado, venían huyendo del Covid-19, su padre, unos días antes había muerto, ya nada las detenía en su tierra: Oaxaca.

Llegaron temerosas, la vida transcurría con disparidades, pero ahí la llevaban, pocas oportunidades, primero por ser mujeres, luego indígenas, sin estudios, pero, así le sonreían a la vida, buscaban salir adelante, días comían, otros, sólo saboreaban lo que veían en los aparadores.

El sustento escaseaba, ella, no sabía cómo ayudar a su madre, la vida se le complicaba, la huérfana, con hambre, sin una palabra de aliento, empezó a sentir la soledad, la ansiedad, deambulaba por las calles, buscando quien le tendiera la mano, su madre hacía lo mismo, cada día era un infierno.

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La orfandad le pesaba a Yolanda, pero más le pesó cuando su madre, un día ya no se pudo levantar, qué hacer, cómo reanimarla, si apenas era una niña, la maldita pobreza y el Covid-19 volvían a hacer de las suyas.

La situación se agravó, como Dios le dio a entender, la llevó al Hospital General de Culiacán, ahí se debatió entre la vida y la muerte, hasta que finalmente murió.

MÉXICO A LA CABEZA

Un estudio publicado en junio por la revista médica británica The Lancet, señala que México es el país con más menores huérfanos debido a la pandemia, los datos que presenta son un estimado de menores de 21 países en los que hay unos 131 mil 325 menores de 18 años que perdieron por lo menos a uno de sus padres o a los dos, así como a sus cuidadores principales, en este caso, abuelos.

Estas cifras son del primero de marzo de 2020 al 30 de abril de 2021, lo que da cuenta que la pandemia de coronavirus ha dejado una estela de dolor y muerte y cobra dimensiones más graves cuando los niños pierden a uno o dos de sus padres o tutores.

En el caso de Yolanda Vianey poco se sabe si enterró a su madre, si se llevó las cenizas, es un misterio, lo cierto es que la adolescente quedaba completamente sola y con un problema en un ojo, que por la angustia no se atendió.

Así en medio de la orfandad y la soledad, sin ninguna atención, tanto médica, sicológica, tanatológica para aceptar la muerte, ella decidió volver a su tierra.

A los pocos días, se supo que Yolanda Vianey había muerto, no se sabe si de tristeza, de la enfermedad de su ojo, o el Covid-19 no quiso dejarla en este mundo a seguir sufriendo.

RASTREAR SU CASO

Después del fallecimiento de su madre fui a buscarla a la casa donde vivía, los vecinos me contaron que se había ido, intenté comunicarme con ella y solo recibí la mala noticia que ella también había fallecido y que si deseaba me podían mandar una foto de ella en el ataúd”, recuerda Apolinar García Carrera.

El diputado advierte que en honor de Yolanda Vianey lo llevó a elaborar una iniciativa que presentó en febrero pasado y que sin duda, ante la falta de sensibilidad de los legisladores quedará en la congeladora del Congreso del Estado.

Basándome en esta terrible historia elaboré una iniciativa, que al parecer quedará en la congeladora, y se trata de seguirles un proceso de terapias sicoemocionales a los niños y adolescentes que están perdiendo a sus familiares a causa de la pandemia”, explica.

El legislador propone reformar el artículo 21 y el artículo 40 de la Ley de Salud Mental en el estado para que todas las personas como Yolanda tengan atención psicológica.

Precisa que la Covid-19 ha transformado la manera en la que vivimos.

En muchos casos, la enfermedad ha impactado de forma directa a personas cercanas, lo que se traducirá en una prevalencia mayor de los problemas relacionados con la salud mental. En este sentido, nadie duda de la "huella" psicológica y social que la pandemia ha dejado en la mayoría de la población”, señala.

En la exposición de motivos, el legislador detalla que el miedo, la preocupación y el estrés son respuestas normales en momentos en los que nos enfrentamos a la incertidumbre, a lo desconocido, a situaciones de cambios o crisis.

Así que es normal y comprensible que la gente experimente estos sentimientos en el contexto de la pandemia COVID-19. Al temor de contraer el virus en una pandemia como la de COVID-19, se suma el impacto de los importantes cambios en nuestra vida cotidiana provocados por los esfuerzos y medidas necesarias para contener y frenar la propagación del virus.

Ante las nuevas y desafiantes realidades de distanciamiento físico, el trabajo desde el hogar, el desempleo temporal, la educación de los niños en el hogar y la falta de contacto físico con los seres queridos y amigos, es importante que cuidemos tanto nuestra salud física como mental. Ya que de cierta forma aumentan los niveles de diversos trastornos mentales, tales como ansiedad, estrés y depresión en cada uno de los ciudadanos”, señala.



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