/ sábado 31 de agosto de 2019

Legado metalero: “Los Godínez” de los fierros y cacharros en Mazatlán

Desde hace más de 30 años han comprado fierro viejo a los mazatlecos, y ahora tienen una empresa consolidada

Mazatlán, Sin. - Bien dicen que lo que para unos es basura, para otros es un tesoro, y es que, de cacharros y fierros viejos, la familia Godínez logró consolidar lo que hoy es conocido como Yarda El Marino, un gran almacén ubicado sobre la avenida Gabriel Leyva, que compra metales a cualquier mazatleco que requiera deshacerse de ellos.

Roberto Godínez, segunda generación de Yarda El Marino, relató que cuando tenía tan sólo dos años de edad, su padre, Leopoldo Godínez, y su madre, María Elena Ruiz, comenzaron a recorrer las calles del puerto juntando chatarra, metales, enseres domésticos y otros desechos, con el fin de clasificarlos y poder revenderlos.

Este negocio nació hace más de 30 años, ellos se dedicaban a juntar chatarra en la calle y almacenarla para posteriormente venderla a las fundidoras. Al inicio del negocio hacia lo que los chatarreros, recolectar en las calles, porque en aquellos años el gobierno no se hacía responsable de la acumulación de metales, sólo recogían basura; entonces mis padres se daban a la tarea de juntar la chatarra de la calle, los metales, y guardarlos en nuestro domicilio.

Roberto Godínez



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Fue así como a través de los años y el esfuerzo, sus padres lograron hacerse de un local y ubicarlo sobre una de las avenidas del puerto más transitadas, la Gabriel Leyva, consiguiendo así liberar a la familia de la acumulación y formalizar lo que inició como una mera búsqueda de ‘tesoros’.

“Posteriormente y con el paso del tiempo fueron levantando este negocio. Aquí vienen a vender su metal, nosotros lo compramos, posteriormente lo clasificamos y lo enviamos a las fundidoras o empresas que se dedican al reciclaje, y una parte del material es seleccionado para que se recicle entre la población”.

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La yarda recibe de todo, desde resortes industriales, rejas y portones, uno que otro enser doméstico, hasta turbinas o motores de barco, autobuses y vehículos; el precio varía a la demanda del mercado, pero es un hecho de que nunca dejan de llegar artículos a este local porteño, incluso en una ocasión recibieron unas varillas ‘prohibidas’ por el gobierno.

“En una ocasión, en aquellos años, hubo un accidente, se fabricaron numerosas varillas con cobalto, un material radioactivo y ese material fue retirado inmediatamente, pero hubo varilla que se fabricó con eso y aquí nos llegó, nos sorprendió mucho y tuvimos que manejarla con cuidado, por lo que peligroso que era”.

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Reiteró que la Yarda es un punto de reunión para todos los mazatlecos, pues llegan de todos los niveles a dejar metales ahí, desde el pepenador (los cuales para ellos son más recicladores) hasta grandes industrias que van a dejar lo que no necesitan y la típica ama de casa acompañada del esposo que no necesita la lavadora sin arreglo.

EL LEGADO

Don Leopoldo Godínez y María Elena Ruiz, con su negocio han alimentado a cinco hijos, cuatro hombres y una mujer, algunos de ellos están inmiscuidos en el negocio y también alimentan a los que serían los nietos; Roberto espera que la Yarda continúe viva por muchas generaciones.




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Mazatlán, Sin. - Bien dicen que lo que para unos es basura, para otros es un tesoro, y es que, de cacharros y fierros viejos, la familia Godínez logró consolidar lo que hoy es conocido como Yarda El Marino, un gran almacén ubicado sobre la avenida Gabriel Leyva, que compra metales a cualquier mazatleco que requiera deshacerse de ellos.

Roberto Godínez, segunda generación de Yarda El Marino, relató que cuando tenía tan sólo dos años de edad, su padre, Leopoldo Godínez, y su madre, María Elena Ruiz, comenzaron a recorrer las calles del puerto juntando chatarra, metales, enseres domésticos y otros desechos, con el fin de clasificarlos y poder revenderlos.

Este negocio nació hace más de 30 años, ellos se dedicaban a juntar chatarra en la calle y almacenarla para posteriormente venderla a las fundidoras. Al inicio del negocio hacia lo que los chatarreros, recolectar en las calles, porque en aquellos años el gobierno no se hacía responsable de la acumulación de metales, sólo recogían basura; entonces mis padres se daban a la tarea de juntar la chatarra de la calle, los metales, y guardarlos en nuestro domicilio.

Roberto Godínez



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“Posteriormente y con el paso del tiempo fueron levantando este negocio. Aquí vienen a vender su metal, nosotros lo compramos, posteriormente lo clasificamos y lo enviamos a las fundidoras o empresas que se dedican al reciclaje, y una parte del material es seleccionado para que se recicle entre la población”.

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La yarda recibe de todo, desde resortes industriales, rejas y portones, uno que otro enser doméstico, hasta turbinas o motores de barco, autobuses y vehículos; el precio varía a la demanda del mercado, pero es un hecho de que nunca dejan de llegar artículos a este local porteño, incluso en una ocasión recibieron unas varillas ‘prohibidas’ por el gobierno.

“En una ocasión, en aquellos años, hubo un accidente, se fabricaron numerosas varillas con cobalto, un material radioactivo y ese material fue retirado inmediatamente, pero hubo varilla que se fabricó con eso y aquí nos llegó, nos sorprendió mucho y tuvimos que manejarla con cuidado, por lo que peligroso que era”.

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Don Leopoldo Godínez y María Elena Ruiz, con su negocio han alimentado a cinco hijos, cuatro hombres y una mujer, algunos de ellos están inmiscuidos en el negocio y también alimentan a los que serían los nietos; Roberto espera que la Yarda continúe viva por muchas generaciones.




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