/ sábado 31 de agosto de 2019

La matanza en Ajoya: ‘Cicatrices’ de una masacre

El 10 de mayo del 2002 se registró una balacera en dicho asentamiento, ubicado en la zona serrana de San Ignacio; el saldo fue de 12 muertos y decenas de heridos

Mazatlán, Sin.- Los 10 socorristas de la Cruz Roja de Mazatlán estaban listos, sólo esperaban que les dieran luz verde para acudir al apoyo que se requería en el municipio de San Ignacio, donde momentos antes se había suscitado una balacera.

Después de 15 minutos de espera, las dos ambulancias de la delegación porteña se enfilaron en medio de la noche hacia la Carretera Internacional Norte, una de ellas era tripulada por el ahora coordinador de socorros, Janaí Chávez Mejía.

El reloj marcaba las 9:45 de la noche, una horario que era considerado como no bueno para acudir a una emergencia, y más si se trataba de un hecho de alto impacto que se hallaba fuera de la jurisdicción.

Socorrista preparado para cualquier emergencia.

La tensión se sentía entre los dos grupos de paramédicos, que hacían todo lo posible por mantener la calma, pues sabían que se requería de su ayuda en San Ignacio.

El trayecto se volvió una eternidad para los socorristas, y más porque el reporte señalaba que la balacera continuaba en la zona serrana de esa parte del sur del estado.

Un camino accidentado, fue el que sintieron los ocupantes de ambas unidades de rescate, y más por la presencia de pesados camiones, que a esa hora de la noche buscan un paradero para refugiarse mientras pasaban las horas oscuras.

La emergencia ameritaba rebasar un tráiler en ese momento, sin embargo al hacerlo, otro vehículo salió de frente a las dos ambulancias, que tuvieron que hacerse a un lado de la cuneta para evitar ser impactadas.

Como un milagro, los dos vehículos de emergencia continuaron con su trayectoria sobre la carretera libre, sin saber lo que sus ocupantes iban a atender, una vez que llegaran a la cabecera municipal.

Tras acercarse al poblado más cercano, Coyotitán, los socorristas entre lo oscuro de la noche pasaron un sinfin de peripecias, que les daban la bienvenida a San Ignacio.

Fue a la altura del estadio del pueblo en mención, donde las ambulancias habían sido interceptadas por una camioneta, que a toda velocidad las esquivó al rampear sobre ellas

.“Son situaciones de riesgo, pero nosotros arriesgamos más por todos y menos por nosotros, tenemos que acudir a prestar la ayuda de quien lo requiere, siempre tomando las debidas medidas de precaución”, señaló el socorrista.

Posteriormente, antes de llegar a San Ignacio, las unidades de emergencia ubicaron un vehículo largo, en cuyas puertas sobresalían las puntas de armas largas.

Pese a lo alejado de la comunidad de Ajoya, las detonaciones de arma de fuego se escuchaban cerca, por lo que la orden de los altos mandos para los jóvenes paramédicos era no acudir al lugar de los hechos.

Una vez en la cabecera municipal, el mismo carro que se encontraba en la entrada alcanzó a las ambulancias, para que sus ocupantes los cuestionaran sobre cuántos heridos había en la balacera.

Desde ese momento, los paramédicos mazatlecos se alojaron en las instalaciones de la Cruz Roja de ese municipio, para prestar el apoyo a las personas heridas del lamentable hecho.

Los socorristas ayudaron en el manejo de las unidades de emergencia que había en ese asentamiento, precisamente para trasladar a los lesionados a los hospitales más cercanos.

El apoyo

Tras el paso de los minutos, la tensión invadió al personal que había en la pequeña caseta de la benemérita institución, y más por el arribo de los primeros heridos de la balacera.

Como una escena dantesca, los héroes anónimos procedieron a prestar la ayuda a los lesionados, quienes presentaban pronunciadas heridas que llamaban su atención.

Entre las personas que eran atendidas por los paramédicos había de todo, gente que aún con vida, presentaban profundos impactos de bala, que inclusive les habían‘volado’ alguna extremidad.

“No tenía ni idea de qué tipo de armas usaron para originar ese tipo de lesiones, en gente humilde que desconocía lo que había pasado, pues se dice que estaban celebrando el Día de las Madres”.

Los muertos

Recuerdan con pesar a un niño que presentaba un boquete en el pecho, en el que se podía ver de un lado a otro; luego comenzaron a llegar vehículos que transportaban a las víctimas de la balacera.

Para ese entonces, Janaí ya había prestado los primeros auxilios a un promedio de 8 personas, que en cuestión de minutos fueron transportadas a hospitales de Mazatlán o Culiacán.

La mirada del noble paramédico, al igual a la de sus compañeros, se centraban en camionetas de redilas, que en ese momento trasladaban a las víctimas de la masacre, 12 para ser exacto.

Los socorristas reconocieron que su labor había llegado al fin, no podían hacer nada por los cuerpos de dichas personas, que tintos en sangre, permanecían apilados en las cajas de los vehículos.

Las últimas labores

El ulular de las patrullas no se dejó de escuchar durante la madrugada del siguiente día, mientras los elementos de la Cruz Roja prestaban sus últimos servicios en el lugar.

Para ese entonces, personal de Servicios Periciales de la ex tinta Procuraduría General de Justicia y elementos de la Policía Ministerial del Estado, realizaban las primeras indagatorias del lamentable hecho.

Las versiones del múltiple asesinato en Ajoya involucraban al líder de la gavilla conocida como Los Pintos, que era identificado como Ramón Campista “El Gato”, a quien lo relacionaban con el caso.

No fue hasta mediados del mes de septiembre del 2018, donde las autoridades confirmaron la muerte del presunto delincuente, cuyo cuerpo fue encontrado sin vida en el entronque que comunica al municipio de Cosalá.

El regreso a casa

Una vez concluidas las labores de apoyo, los paramédicos de la Cruz Roja de Mazatlán regresaron a su base a las 6:00 de la mañana, después de 10 horas de labores en otro municipio.

Al salir de Coyotitán, el primer pueblo que hay en la entrada a San Ignacio, los dos vehículos rojiblancos ingresaron a la Carretera México 15, para enseguida dirigirse al puerto.

Te puede interesar: Exigen reunión con el Gobernador madres de desaparecidos

Entre los paramédicos se notaba el cansancio, principalmente en sus miradas, que se mantenían entre abiertas ante el desvelo de trabajar de manera continua durante toda la noche.

La matanza en Ajoya hoy es una página más en la historia de los socorristas de la Cruz Roja de Mazatlán, que sin importar la distancia, acudieron al apoyo que la ciudadanía demandaba.




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El reloj marcaba las 9:45 de la noche, una horario que era considerado como no bueno para acudir a una emergencia, y más si se trataba de un hecho de alto impacto que se hallaba fuera de la jurisdicción.

Socorrista preparado para cualquier emergencia.

La tensión se sentía entre los dos grupos de paramédicos, que hacían todo lo posible por mantener la calma, pues sabían que se requería de su ayuda en San Ignacio.

El trayecto se volvió una eternidad para los socorristas, y más porque el reporte señalaba que la balacera continuaba en la zona serrana de esa parte del sur del estado.

Un camino accidentado, fue el que sintieron los ocupantes de ambas unidades de rescate, y más por la presencia de pesados camiones, que a esa hora de la noche buscan un paradero para refugiarse mientras pasaban las horas oscuras.

La emergencia ameritaba rebasar un tráiler en ese momento, sin embargo al hacerlo, otro vehículo salió de frente a las dos ambulancias, que tuvieron que hacerse a un lado de la cuneta para evitar ser impactadas.

Como un milagro, los dos vehículos de emergencia continuaron con su trayectoria sobre la carretera libre, sin saber lo que sus ocupantes iban a atender, una vez que llegaran a la cabecera municipal.

Tras acercarse al poblado más cercano, Coyotitán, los socorristas entre lo oscuro de la noche pasaron un sinfin de peripecias, que les daban la bienvenida a San Ignacio.

Fue a la altura del estadio del pueblo en mención, donde las ambulancias habían sido interceptadas por una camioneta, que a toda velocidad las esquivó al rampear sobre ellas

.“Son situaciones de riesgo, pero nosotros arriesgamos más por todos y menos por nosotros, tenemos que acudir a prestar la ayuda de quien lo requiere, siempre tomando las debidas medidas de precaución”, señaló el socorrista.

Posteriormente, antes de llegar a San Ignacio, las unidades de emergencia ubicaron un vehículo largo, en cuyas puertas sobresalían las puntas de armas largas.

Pese a lo alejado de la comunidad de Ajoya, las detonaciones de arma de fuego se escuchaban cerca, por lo que la orden de los altos mandos para los jóvenes paramédicos era no acudir al lugar de los hechos.

Una vez en la cabecera municipal, el mismo carro que se encontraba en la entrada alcanzó a las ambulancias, para que sus ocupantes los cuestionaran sobre cuántos heridos había en la balacera.

Desde ese momento, los paramédicos mazatlecos se alojaron en las instalaciones de la Cruz Roja de ese municipio, para prestar el apoyo a las personas heridas del lamentable hecho.

Los socorristas ayudaron en el manejo de las unidades de emergencia que había en ese asentamiento, precisamente para trasladar a los lesionados a los hospitales más cercanos.

El apoyo

Tras el paso de los minutos, la tensión invadió al personal que había en la pequeña caseta de la benemérita institución, y más por el arribo de los primeros heridos de la balacera.

Como una escena dantesca, los héroes anónimos procedieron a prestar la ayuda a los lesionados, quienes presentaban pronunciadas heridas que llamaban su atención.

Entre las personas que eran atendidas por los paramédicos había de todo, gente que aún con vida, presentaban profundos impactos de bala, que inclusive les habían‘volado’ alguna extremidad.

“No tenía ni idea de qué tipo de armas usaron para originar ese tipo de lesiones, en gente humilde que desconocía lo que había pasado, pues se dice que estaban celebrando el Día de las Madres”.

Los muertos

Recuerdan con pesar a un niño que presentaba un boquete en el pecho, en el que se podía ver de un lado a otro; luego comenzaron a llegar vehículos que transportaban a las víctimas de la balacera.

Para ese entonces, Janaí ya había prestado los primeros auxilios a un promedio de 8 personas, que en cuestión de minutos fueron transportadas a hospitales de Mazatlán o Culiacán.

La mirada del noble paramédico, al igual a la de sus compañeros, se centraban en camionetas de redilas, que en ese momento trasladaban a las víctimas de la masacre, 12 para ser exacto.

Los socorristas reconocieron que su labor había llegado al fin, no podían hacer nada por los cuerpos de dichas personas, que tintos en sangre, permanecían apilados en las cajas de los vehículos.

Las últimas labores

El ulular de las patrullas no se dejó de escuchar durante la madrugada del siguiente día, mientras los elementos de la Cruz Roja prestaban sus últimos servicios en el lugar.

Para ese entonces, personal de Servicios Periciales de la ex tinta Procuraduría General de Justicia y elementos de la Policía Ministerial del Estado, realizaban las primeras indagatorias del lamentable hecho.

Las versiones del múltiple asesinato en Ajoya involucraban al líder de la gavilla conocida como Los Pintos, que era identificado como Ramón Campista “El Gato”, a quien lo relacionaban con el caso.

No fue hasta mediados del mes de septiembre del 2018, donde las autoridades confirmaron la muerte del presunto delincuente, cuyo cuerpo fue encontrado sin vida en el entronque que comunica al municipio de Cosalá.

El regreso a casa

Una vez concluidas las labores de apoyo, los paramédicos de la Cruz Roja de Mazatlán regresaron a su base a las 6:00 de la mañana, después de 10 horas de labores en otro municipio.

Al salir de Coyotitán, el primer pueblo que hay en la entrada a San Ignacio, los dos vehículos rojiblancos ingresaron a la Carretera México 15, para enseguida dirigirse al puerto.

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