/ sábado 28 de septiembre de 2019

José, el soñador: Un joven transgénero amante de la danza

A los catorce años tomó la valentía y fuerza necesaria para contarle a su familia que le gustaban las chicas

Mazatlán, Sin. - José Martínez Guzmán, es bailarín de ballet clásico y danza contemporánea, actualmente está estudiando una licenciatura en danza contemporánea en la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán, tiene 19 años, cabello negro, y hasta los hombros, mide 1 metro con 65 centímetros y en su documento INE está escrito el nombre de María José Martínez Guzmán. Lo curioso es que le gusta que le digan José o Pepe.

Por iniciativa de su madre, Pilar Guzmán, José conoció la danza. Primero, en el vientre de ella, pues fue y es bailarina, y maestra, y segundo, porque a los cinco años tuvo su primera clase de ballet clásico en la academia Vista Hermosa, en Cuernavaca, donde su madre trabajaba.

De bailarina de ballet a bailarín de danza contemporánea

Cinco años después, a sus 10 años, Pepe conoció a Gerardo Sánchez, actual maestro de danza contemporánea y graduado de la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán (EPDM). Él, junto a Beatriz Madrid, quien estudió en México con Nina Shestakova y Farahilda Sevilla y se graduó con honores en Londres, Inglaterra, de la London School of Contemporary Dance, lo encaminaron hacia la danza contemporánea. Y fue por medio de ellos que José, en ese momento María José, escuchó hablar sobre la EPDM y supo que quería bailar para siempre.

El bailarín cuenta que, aunque en la academia donde bailó por primera vez, no es una escuela profesional, asegura que tiene un plan formativo muy completo. “De la academia Vista Hermosa han salido muy buenas bailarinas que ahora están en Cuba o Estados Unidos”. José agrega que a futuro, le gustaría salir del país, audicionar y trabajar como bailarín e intérprete en compañías profesionales de danza. Además, afirma que tiene claro que quisiera trabajar como bailarín neo clásico, ya que le gusta el ballet.

Nunca me vi haciendo otra cosa que no fuera danzar”, dice Pepe al pensar porqué quiso tomar este camino del arte. Recuerda que salía de la escuela y lo único que quería era ir a bailar. “Me gusta mucho la música. La danza y la música son de las mejores combinaciones para experimentar como artista. El hecho de bailar es olvidar lo que está pasando afuera, dejar de pensar que a veces la vida es muy difícil.

José

“Por primera vez, a alguien le dije que me sentía hombre”

Cuando tenía cinco años, recuerda Pepe, sus padres le hicieron una fiesta de cumpleaños. Él, a diferencia de sus compañeras y amigas, quería una piñata en forma de balón de fútbol y la ropa que usó no fue precisamente un vestido rosa. Estaba usando un uniforme deportivo, de fútbol. Ese fue el primer momento en el que supo que algo en él no era como en el resto de sus amigas.

Cuando era pequeña, María José, tenía más amigos que amigas. Era ruda y con las niñas no tenía temas de conversación. A mediados de la primaria, a los 11 o 12 años se sintió extraña, no sabía en ese momento de qué manera, sólo afirma saber que algo sucedía en él. A finales de la secundaria, por primera vez se dio cuenta de que le gustaban las chicas.

Alrededor de sus 14 años, su familia vivía una época un poco caótica, así que cuando tomó fuerzas para contarles a sus papás que le gustaban las chicas, “esa noticia fue la gota que derramó el vaso”, cuenta José. Fue difícil para su familia y para él, pues, aunque sus padres nunca fueron homofóbicos, fue complicado pasar por el proceso de aceptación de tener una hija lesbiana, que era lo que en ese momento José sentía.

Cuando el bailarín entró a la preparatoria hizo amigos increíbles. “Los más raros éramos un grupo de amigos. Yo tenía el cabello largo, me vestía como chico, pero parecía una chica. La mejor amiga de mi novia era lesbiana. Me llevé muy bien con ella, tanto, que por primera vez a alguien le dije que me sentía hombre”. Esa fue la primera puerta que Pepe abrió para aceptar su identidad.

Una odisea que vivió José a sus 16 años fue asistir al desfile LGTB en la Ciudad de México sin permiso de sus padres. “Te vas, pero no regresas”, le dijeron. Tan sólo se llevó una maleta y 500 pesos en su billetera. Estando allá le contó a su madre y a su padre por lo que estaba pasando: “Soy transgénero”, fueron las palabras que salieron de su boca. Volvió a casa. Cuenta que fue un proceso muy difícil, fuerte, oscuro y triste.

Pilar Guzmán y Eduardo Martínez, sus padres, quisieron llevar a su hija, en aquel entonces, a donde un sexólogo para, además de informarse del tema, verificar que estaba yendo por el camino correcto. “Algunas personas creen que son transgénero, pero después de investigar sobre el tema y autoconocerse, se dan cuenta de que no lo son en realidad”, cuenta el artista. Afortunadamente, el sexólogo les indicó a los padres que todo estaba en orden emocionalmente y que su hija se sentía y era una mujer transgénero.

Los amigos de José siempre lo apoyaron. Y a pesar de que, con su familia, el proceso no fue fácil, tuvo el amor y la paciencia de sus padres. Sin embargo, cuenta que algunos hombres bailarines no lo tomaban en serio. “Yo nunca me he hecho pequeño, ni he dejado que la gente me vuelva pequeño, pero tenía un compañero que decía a mis espaldas que yo era un fenómeno”.

Cambios físicos

Hace aproximadamente un año, José empezó a asistir a la Clínica Especializada Condesa, en Ciudad de México, donde le inyectan hormonas que le ayudan a verse físicamente masculino. Le ha crecido vello en las axilas, en la quijada y en sus piernas. Además de ayudarlo a quemar grasa más rápidamente, lo cual ha hecho que sus senos disminuyan, su desarrollo como mujer que menstrua también se detuvo. Va cada tres meses a este lugar, donde también tienen tratamientos para personas con VIH.

Con respecto a cambios físicos más grandes y complicados, afirma que le gustaría operarse y quitarse por completo sus senos. Aquí en México es una cirugía costosa porque está considerada como un cambio estético, sin embargo, dice José, que en Canadá hay clínicas que cubren este tipo de operaciones como de reasignación de sexo, “el problema es que sólo aplica para residentes canadienses”, afirma. Con respecto a cambiar de sexo por medio de cirugía, cuenta que no está interesado. No quiere tener órgano reproductor masculino.

“No quiero cambiar mi nombre del INE, han pasado cosas en mi vida y con mi familia que hacen que quiera seguir con mi nombre de nacimiento. Es y ha sido parte de lo que soy. Lo que sí me gustaría cambiar es el sexo en el documento, quiero que diga masculino”, narra José.

Vida de un bailarín transgénero

“Todo el arte es una cuestión de experiencias y vivencias personales en las que cada persona es un mundo. El mundo de una persona trans es súper distinto a lo que un hombre cisgénero vive. Me gustaría enseñarle a la gente que todo se puede, que si es algo que tú crees y defiendes, puedes hacer todo lo que tú quieras. No hay límites. Hay una canción que dice: “Donde encuentra brillo, unos miran barro, otros ven ladrillos”. Les estoy demostrando a las personas que, si yo creo que puedo hacer algo, pues voy a poder”, dice el bailarín al pensar qué mensaje quiere dar al mundo.

A su vez, considera pertinente mencionar que no hay muchas personas que saben sobre esto, que no es cuestión de decidir ser hombre o mujer, es aceptar lo que se es en verdad. “Es todo un proceso aceptarte, eso te lleva a conocerte y puedes realmente entender qué hacer con tu vida, y en mi caso, con la danza y el arte”.

A Pepe le gustaría vivir en un bosque, en una montaña, tener su casa, plantar su comida, sus frutas y tener cerca un río. “Lo que todavía no sé es en dónde me gustaría vivir, pero quiero salir del país, de eso estoy seguro”, agrega.




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Mazatlán, Sin. - José Martínez Guzmán, es bailarín de ballet clásico y danza contemporánea, actualmente está estudiando una licenciatura en danza contemporánea en la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán, tiene 19 años, cabello negro, y hasta los hombros, mide 1 metro con 65 centímetros y en su documento INE está escrito el nombre de María José Martínez Guzmán. Lo curioso es que le gusta que le digan José o Pepe.

Por iniciativa de su madre, Pilar Guzmán, José conoció la danza. Primero, en el vientre de ella, pues fue y es bailarina, y maestra, y segundo, porque a los cinco años tuvo su primera clase de ballet clásico en la academia Vista Hermosa, en Cuernavaca, donde su madre trabajaba.

De bailarina de ballet a bailarín de danza contemporánea

Cinco años después, a sus 10 años, Pepe conoció a Gerardo Sánchez, actual maestro de danza contemporánea y graduado de la Escuela Profesional de Danza de Mazatlán (EPDM). Él, junto a Beatriz Madrid, quien estudió en México con Nina Shestakova y Farahilda Sevilla y se graduó con honores en Londres, Inglaterra, de la London School of Contemporary Dance, lo encaminaron hacia la danza contemporánea. Y fue por medio de ellos que José, en ese momento María José, escuchó hablar sobre la EPDM y supo que quería bailar para siempre.

El bailarín cuenta que, aunque en la academia donde bailó por primera vez, no es una escuela profesional, asegura que tiene un plan formativo muy completo. “De la academia Vista Hermosa han salido muy buenas bailarinas que ahora están en Cuba o Estados Unidos”. José agrega que a futuro, le gustaría salir del país, audicionar y trabajar como bailarín e intérprete en compañías profesionales de danza. Además, afirma que tiene claro que quisiera trabajar como bailarín neo clásico, ya que le gusta el ballet.

Nunca me vi haciendo otra cosa que no fuera danzar”, dice Pepe al pensar porqué quiso tomar este camino del arte. Recuerda que salía de la escuela y lo único que quería era ir a bailar. “Me gusta mucho la música. La danza y la música son de las mejores combinaciones para experimentar como artista. El hecho de bailar es olvidar lo que está pasando afuera, dejar de pensar que a veces la vida es muy difícil.

José

“Por primera vez, a alguien le dije que me sentía hombre”

Cuando tenía cinco años, recuerda Pepe, sus padres le hicieron una fiesta de cumpleaños. Él, a diferencia de sus compañeras y amigas, quería una piñata en forma de balón de fútbol y la ropa que usó no fue precisamente un vestido rosa. Estaba usando un uniforme deportivo, de fútbol. Ese fue el primer momento en el que supo que algo en él no era como en el resto de sus amigas.

Cuando era pequeña, María José, tenía más amigos que amigas. Era ruda y con las niñas no tenía temas de conversación. A mediados de la primaria, a los 11 o 12 años se sintió extraña, no sabía en ese momento de qué manera, sólo afirma saber que algo sucedía en él. A finales de la secundaria, por primera vez se dio cuenta de que le gustaban las chicas.

Alrededor de sus 14 años, su familia vivía una época un poco caótica, así que cuando tomó fuerzas para contarles a sus papás que le gustaban las chicas, “esa noticia fue la gota que derramó el vaso”, cuenta José. Fue difícil para su familia y para él, pues, aunque sus padres nunca fueron homofóbicos, fue complicado pasar por el proceso de aceptación de tener una hija lesbiana, que era lo que en ese momento José sentía.

Cuando el bailarín entró a la preparatoria hizo amigos increíbles. “Los más raros éramos un grupo de amigos. Yo tenía el cabello largo, me vestía como chico, pero parecía una chica. La mejor amiga de mi novia era lesbiana. Me llevé muy bien con ella, tanto, que por primera vez a alguien le dije que me sentía hombre”. Esa fue la primera puerta que Pepe abrió para aceptar su identidad.

Una odisea que vivió José a sus 16 años fue asistir al desfile LGTB en la Ciudad de México sin permiso de sus padres. “Te vas, pero no regresas”, le dijeron. Tan sólo se llevó una maleta y 500 pesos en su billetera. Estando allá le contó a su madre y a su padre por lo que estaba pasando: “Soy transgénero”, fueron las palabras que salieron de su boca. Volvió a casa. Cuenta que fue un proceso muy difícil, fuerte, oscuro y triste.

Pilar Guzmán y Eduardo Martínez, sus padres, quisieron llevar a su hija, en aquel entonces, a donde un sexólogo para, además de informarse del tema, verificar que estaba yendo por el camino correcto. “Algunas personas creen que son transgénero, pero después de investigar sobre el tema y autoconocerse, se dan cuenta de que no lo son en realidad”, cuenta el artista. Afortunadamente, el sexólogo les indicó a los padres que todo estaba en orden emocionalmente y que su hija se sentía y era una mujer transgénero.

Los amigos de José siempre lo apoyaron. Y a pesar de que, con su familia, el proceso no fue fácil, tuvo el amor y la paciencia de sus padres. Sin embargo, cuenta que algunos hombres bailarines no lo tomaban en serio. “Yo nunca me he hecho pequeño, ni he dejado que la gente me vuelva pequeño, pero tenía un compañero que decía a mis espaldas que yo era un fenómeno”.

Cambios físicos

Hace aproximadamente un año, José empezó a asistir a la Clínica Especializada Condesa, en Ciudad de México, donde le inyectan hormonas que le ayudan a verse físicamente masculino. Le ha crecido vello en las axilas, en la quijada y en sus piernas. Además de ayudarlo a quemar grasa más rápidamente, lo cual ha hecho que sus senos disminuyan, su desarrollo como mujer que menstrua también se detuvo. Va cada tres meses a este lugar, donde también tienen tratamientos para personas con VIH.

Con respecto a cambios físicos más grandes y complicados, afirma que le gustaría operarse y quitarse por completo sus senos. Aquí en México es una cirugía costosa porque está considerada como un cambio estético, sin embargo, dice José, que en Canadá hay clínicas que cubren este tipo de operaciones como de reasignación de sexo, “el problema es que sólo aplica para residentes canadienses”, afirma. Con respecto a cambiar de sexo por medio de cirugía, cuenta que no está interesado. No quiere tener órgano reproductor masculino.

“No quiero cambiar mi nombre del INE, han pasado cosas en mi vida y con mi familia que hacen que quiera seguir con mi nombre de nacimiento. Es y ha sido parte de lo que soy. Lo que sí me gustaría cambiar es el sexo en el documento, quiero que diga masculino”, narra José.

Vida de un bailarín transgénero

“Todo el arte es una cuestión de experiencias y vivencias personales en las que cada persona es un mundo. El mundo de una persona trans es súper distinto a lo que un hombre cisgénero vive. Me gustaría enseñarle a la gente que todo se puede, que si es algo que tú crees y defiendes, puedes hacer todo lo que tú quieras. No hay límites. Hay una canción que dice: “Donde encuentra brillo, unos miran barro, otros ven ladrillos”. Les estoy demostrando a las personas que, si yo creo que puedo hacer algo, pues voy a poder”, dice el bailarín al pensar qué mensaje quiere dar al mundo.

A su vez, considera pertinente mencionar que no hay muchas personas que saben sobre esto, que no es cuestión de decidir ser hombre o mujer, es aceptar lo que se es en verdad. “Es todo un proceso aceptarte, eso te lleva a conocerte y puedes realmente entender qué hacer con tu vida, y en mi caso, con la danza y el arte”.

A Pepe le gustaría vivir en un bosque, en una montaña, tener su casa, plantar su comida, sus frutas y tener cerca un río. “Lo que todavía no sé es en dónde me gustaría vivir, pero quiero salir del país, de eso estoy seguro”, agrega.




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