/ viernes 31 de diciembre de 2021

Historias del Sur: Ni el diablo le gana a un escuinapense

El profesor Jesús Ibarra Villela estampó en un cuento la peculiar forma de ser de los habitantes del municipio

Escuinapa, Sin.- “Un diablo en Escuinapa” es el título de un pequeño cuento escrito por un profesor, quien aprovechó para estampar en este texto literario la idiosincrasia de los escuinapenses, de quienes se dice que “ni el diablo les puede ganar una”.

Jesús Ibarra Villela, profesor de ya varios años de servicio en la escuela secundaria federal “Doctor Eligio Díaz V”, y además bastante conocido entre los escuinapenses, tiene el gusto de escribir cuentos.

Entre sus trabajos, hace ya más de 20 años escribió “Un diablo en Escuinapa”, cuento con el cual ganó un concurso convocado por la dirección de cultura en Escuinapa.

“La idiosincrasia escuinapense ahí está reflejada (en el cuento), la mentalidad que tenemos los escuinapenses, de chingar al que se deje, tanto que se dice que ‘ni el diablo nos gana’, somos más listos que el diablo”, dijo.

Resumiendo un poco el cuento, dice que en él menciona lugares y personajes distintivos de la Perla Camaronera, como lo son el camino hacia la presa “El Peñón”, el juego del ulama en el barrio de Paredones, la bicicleta, el parque, las cantinas y otros tantos espacios más.

“El diablo aquí llegó castigado, porque se quiso poner de novio con una diablita por allá en el infierno, pero resulta que a esa diablita ya le gustaba a un diablo de mayor jerarquía, entonces lo mandaron para acá, esto con la intención de que superara la prueba de pasar por este pueblo”.

Al llegar a Escuinapa, por el camino a la presa “El Peñón”, le tocó pasar unos días peor que si estuviera “en el infierno”.

“Llegó aquí por el camino a la presa El Peñón, todo sediento, flaco, todo mendigo, al entrar a Escuinapa le tocó primero conocer a la gente de Paredones, un barrio tradicional en el cual se practica el ulama (juego prehispánico), ahí fue su primera impresión, se le hizo extraño lo que estaban jugando y además porque los hombres usaban cuero para taparse, uno de los jugadores era el Tacuachi, este invitó al diablo para que se metiera a jugar, después de un rato de estar jugando, sintió que las nalgas le ardían, fue ahí cuando supo para qué era el cuero que usaban los jugadores, para evitar rasparse”.

Luego de estar jugando un rato, entre bromas y chascarrillos, el diablo terminó saliendo mal con la gente de ahí, entre maltratadas y recordadas de su mamá, salió corriendo de ahí.

“Luego siguió su camino por la avenida Miguel Hidalgo, con rumbo al Centro, como iba arrastrando la cola, varias bicicletas se la pisaron, después de caminar un rato, logró llegar al parque Miguel Hidalgo, pero sintió escalofríos, ya que justo en frente se encuentra la iglesia de San Francisco de Asís”.

Ahí se encuentra un sitio de taxistas, entre los choferes estaba el famoso “Jetas”, quien entre la plática le comentó de la existencia de las cantinas, a donde podía ir a divertirse un rato, por lo que terminó llevándolo a la ya extinta cantina “El Bruno”, una de las más visitadas de la época.

“Ya estando ahí, le invitaron las dos primeras cervezas de rigor, pero a partir de ahí la bolita de hombres se fue haciendo grande y estuvieron brindando buen rato con el diablo por los tiempos venideros, al mismo tiempo la cuenta fue creciendo y con el paso del tiempo, cada uno de los hombres se fue retirando hasta dejar al pobre diablo con una deuda grande que tenía que pagar”.

El problema aquí no era la cantidad, el problema era que no tenía peso alguno para poder pagar la exorbitante cuenta y nadie le ayudaría a pagarla.

“No le quedó de otra más que pagar con trabajo, por lo que tuvo que pasar de tres a cuatro días en la cantina lavando platos, hasta que logró saldar el adeudo”.

Al salir, cabizbajo y todo cansado de la cantina, por haber pasado varios días de infierno, con las pocas fuerzas que aún le quedaban, se agarró corriendo y la última vez que lo vieron, fue pasando por debajo del puente del arroyo Buñigas, que pasa por la carretera federal México 15, en donde no le quedó más que pedirle a su enemigo Dios que lo sacara de ahí y que le permitiera jamás volver a este pueblo.

Así fue el paso del diablo por el municipio de Escuinapa, según lo relata el profesor Ibarra Villela.




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Escuinapa, Sin.- “Un diablo en Escuinapa” es el título de un pequeño cuento escrito por un profesor, quien aprovechó para estampar en este texto literario la idiosincrasia de los escuinapenses, de quienes se dice que “ni el diablo les puede ganar una”.

Jesús Ibarra Villela, profesor de ya varios años de servicio en la escuela secundaria federal “Doctor Eligio Díaz V”, y además bastante conocido entre los escuinapenses, tiene el gusto de escribir cuentos.

Entre sus trabajos, hace ya más de 20 años escribió “Un diablo en Escuinapa”, cuento con el cual ganó un concurso convocado por la dirección de cultura en Escuinapa.

“La idiosincrasia escuinapense ahí está reflejada (en el cuento), la mentalidad que tenemos los escuinapenses, de chingar al que se deje, tanto que se dice que ‘ni el diablo nos gana’, somos más listos que el diablo”, dijo.

Resumiendo un poco el cuento, dice que en él menciona lugares y personajes distintivos de la Perla Camaronera, como lo son el camino hacia la presa “El Peñón”, el juego del ulama en el barrio de Paredones, la bicicleta, el parque, las cantinas y otros tantos espacios más.

“El diablo aquí llegó castigado, porque se quiso poner de novio con una diablita por allá en el infierno, pero resulta que a esa diablita ya le gustaba a un diablo de mayor jerarquía, entonces lo mandaron para acá, esto con la intención de que superara la prueba de pasar por este pueblo”.

Al llegar a Escuinapa, por el camino a la presa “El Peñón”, le tocó pasar unos días peor que si estuviera “en el infierno”.

“Llegó aquí por el camino a la presa El Peñón, todo sediento, flaco, todo mendigo, al entrar a Escuinapa le tocó primero conocer a la gente de Paredones, un barrio tradicional en el cual se practica el ulama (juego prehispánico), ahí fue su primera impresión, se le hizo extraño lo que estaban jugando y además porque los hombres usaban cuero para taparse, uno de los jugadores era el Tacuachi, este invitó al diablo para que se metiera a jugar, después de un rato de estar jugando, sintió que las nalgas le ardían, fue ahí cuando supo para qué era el cuero que usaban los jugadores, para evitar rasparse”.

Luego de estar jugando un rato, entre bromas y chascarrillos, el diablo terminó saliendo mal con la gente de ahí, entre maltratadas y recordadas de su mamá, salió corriendo de ahí.

“Luego siguió su camino por la avenida Miguel Hidalgo, con rumbo al Centro, como iba arrastrando la cola, varias bicicletas se la pisaron, después de caminar un rato, logró llegar al parque Miguel Hidalgo, pero sintió escalofríos, ya que justo en frente se encuentra la iglesia de San Francisco de Asís”.

Ahí se encuentra un sitio de taxistas, entre los choferes estaba el famoso “Jetas”, quien entre la plática le comentó de la existencia de las cantinas, a donde podía ir a divertirse un rato, por lo que terminó llevándolo a la ya extinta cantina “El Bruno”, una de las más visitadas de la época.

“Ya estando ahí, le invitaron las dos primeras cervezas de rigor, pero a partir de ahí la bolita de hombres se fue haciendo grande y estuvieron brindando buen rato con el diablo por los tiempos venideros, al mismo tiempo la cuenta fue creciendo y con el paso del tiempo, cada uno de los hombres se fue retirando hasta dejar al pobre diablo con una deuda grande que tenía que pagar”.

El problema aquí no era la cantidad, el problema era que no tenía peso alguno para poder pagar la exorbitante cuenta y nadie le ayudaría a pagarla.

“No le quedó de otra más que pagar con trabajo, por lo que tuvo que pasar de tres a cuatro días en la cantina lavando platos, hasta que logró saldar el adeudo”.

Al salir, cabizbajo y todo cansado de la cantina, por haber pasado varios días de infierno, con las pocas fuerzas que aún le quedaban, se agarró corriendo y la última vez que lo vieron, fue pasando por debajo del puente del arroyo Buñigas, que pasa por la carretera federal México 15, en donde no le quedó más que pedirle a su enemigo Dios que lo sacara de ahí y que le permitiera jamás volver a este pueblo.

Así fue el paso del diablo por el municipio de Escuinapa, según lo relata el profesor Ibarra Villela.




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