/ sábado 9 de enero de 2021

Desplazados en espera: la ilusión de un nuevo hogar

En el 2017 salieron de sus lugares de origen para escapar de la violencia, lo perdieron todo; ahora tendrán una casa en Mazatlán

Culiacán, Sin.- "Nos venimos de la sierra porque veíamos que las cosas estaban mal, a mi hijo lo habían ido a buscar a la casa siete hombres armados y yo ya no me quise esperar a que fueran otra vez. No sacamos nada de la casa, nos venimos así nada más, para luego volver por nuestras cosas y cuando quisimos regresar ya había gente en nuestro hogar", cuenta Adilia Contreras Labrador, originaria de La Petaca, Concordia y desplazada por la violencia.

En el 2017 huyó de su hogar con sus cuatro hijos, poco antes del éxodo masivo de las comunidades serranas sureñas; salió de su lugar de origen y llegó al puerto como la gran mayoría de las familias, sin nada, sólo con lo que traía puesto.

“Detrás de cada uno de los que nos venimos hay una historia triste, si nos ponemos a platicar lo que hemos pasado, no por nada estamos aquí y no podemos regresar, aunque quisiéramos".

Desde hace un año atrás ya no vivían, sólo "sobrevivían". Como si ellos fueran los delincuentes, se la pasaban encerrados en su vivienda, temblando de miedo al pensar que en cualquier momento, aquellos hombres armados que se habían adueñado del pueblo llegaran a su hogar.

"Las camionetas venían llenísimas y había gente llorando a la orilla de la carretera, porque les dijeron que a las 5:00 de la tarde desocuparan el pueblo y ellos todavía sin poder venirse".

Ella lo perdió todo, su casa, sus muebles, sus pertenencias, su paz y su tranquilidad, pero la violencia también le arrebató parte de su familia.

“Mi esposo no se vino conmigo, él allá se quiso quedar, decía que aquí la vida era muy dura y nosotros no tenemos ningún estudio para buscar algún trabajo donde nos pagaran bien".

Inició la construcción de las viviendas para desplazados por la violencia en el sur del estado. Foto: Cortesía │ MASS


En la ciudad, dice, la han pasado mal, pero lo único importante para ella es que tiene a sus hijos sanos y salvos.

"Me da mucha tristeza que no pudimos rescatar ni siquiera una silla. Todo aquí es muy difícil, porque la vida es muy cara, no estábamos acostumbrados a pagar ninguno de los servicios, vivíamos bien tranquilos allá. Con lo que ganamos aquí no nos alcanza para comprar muebles, para la comida nada más".

Con carencias, en una pequeña casa en Lomas del Ébano, viven junto a dos familias más. En una habitación duermen hasta cuatro personas y ante la falta de espacio y muebles, uno de ellos tiene que usar el sillón como cama.

"Ahorita estamos aquí tres familias juntas y la casa es muy chiquita, estamos muy apretados, pero conseguimos esta casita porque las rentas están muy caras. Estamos todos hechos bolas, somos ocho y ni siquiera baño tenemos porque no sirve el drenaje, pero ¿a dónde nos vamos?".

Foto: Cortesía │ MASS


DESGRACIA TRAS DESGRACIA

Don Juan Valdez Gamboa y doña Josefina Arellano Córdoba salieron de su pueblo Palo Blanco hacia Pánuco, Concordia, hace cinco años, donde la violencia los alcanzó, entonces vinieron a Mazatlán.

En un principio se negaban a dejar el lugar donde habían pasado la mayor parte de su vida, donde habían construido un hogar y donde tenían su fuente de trabajo.

"Realmente a nosotros no nos molestaban nada, pero se corrió el rumor de que querían Pánuco solo y nosotros veíamos que empezaba a salir gente y más gente. Nosotros no nos salíamos, por lo viejos que estamos, y además porque no nos metíamos con nadie", expresó doña Josefina con tristeza.

Palo Blanco desapareció, aseguran, ya no había tiendas, no había médicos; sus casas, sus animales y sus tierras fueron invadidas por grupos armados.

Cincuenta casas se construyen actualmente para los desplazados de Mazatlán. Foto: Carla González │ El Sol de Mazatlán

Puedes leer: Desplazados están en espera de terrenos

Llegaron al puerto, donde una conocida les dio posada, pero pareciera que al haber salido de su tierra les cayó una maldición. El día que llegaron a don Juan lo atropellaron, provocándole una fractura en la pierna derecha; tiempo después su hija murió a causa de una enfermedad y luego a uno de sus hijos lo mataron a unas cuadras de la actual casa en la que viven en Lomas del Ébano.

Me da una 'chilla' que nos hayan echado de allá, se murió mi hija que se estaba recuperando y luego mi hijo me lo mataron, me da mucho coraje, vivíamos bien tranquilos allá.

Don Juan

Equiparon la vivienda con muebles prestados y regalados; ahí viven dos familias, sin embargo, no logran acostumbrarse a la vida en la ciudad.

"No está uno a gusto, primeramente porque está uno de arrimado; allá cocinamos con leña, me gustaba mucho trabajar en el campo. Tan a gusto que vivíamos nosotros allá, tenía mis gallinas y no sufríamos por comida", dice doña Josefina.

Aquí no hay nada que hacer, señalan, allá don Juan sembraba maíz, frijol, hasta chícharos y doña Josefina en su patio tenía plantas de tomate y chile.

Adilia Contreras busca una mejor vida en el puerto. Foto: Carla González │ El Sol de Mazatlán

Claro que sí nos gustaría regresar, cómo no, pero no creemos que eso sea posible. Ahorita ya aquí nos hemos mantenido haciendo tamales, bolis y comida de vez en cuando.

Josefina

NUEVA ILUSIÓN

A través del Movimiento Amplio Social Sinaloense han recibido ayuda en especie, cobijas y algunos electrodomésticos. Tras años de gestión, de plantones, manifestaciones y diálogos, en diciembre del 2020 iniciaron la construcción de 50 viviendas para los desplazados en Mazatlán, además de 220 terrenos a repartirse.

Foto: Cortesía│ MASS

Se estima que en el puerto hay alrededor de 600 familias desplazadas; en Villa Unión 300 y en Concordia 400, donde aún está pendiente la compra de terrenos. Vivienda, empleo, servicios de salud, de alimentación y educación son las necesidades más apremiantes.

"Ya nos han dicho que nos van a dar una casita y si no nos dan ni modo, así nos vamos a tener que estar, sin esperanza de una casa, porque con lo que ganamos nunca vamos a poder comprar una", dice don Juan.

"Estamos muy contentos porque ya fuimos y vimos allá, ya lo vemos más cerca, de tener un lugar donde estar y no tener la preocupación de que nos vayan a sacar de esta casa. Estamos con la esperanza, ojalá que se haga".



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Culiacán, Sin.- "Nos venimos de la sierra porque veíamos que las cosas estaban mal, a mi hijo lo habían ido a buscar a la casa siete hombres armados y yo ya no me quise esperar a que fueran otra vez. No sacamos nada de la casa, nos venimos así nada más, para luego volver por nuestras cosas y cuando quisimos regresar ya había gente en nuestro hogar", cuenta Adilia Contreras Labrador, originaria de La Petaca, Concordia y desplazada por la violencia.

En el 2017 huyó de su hogar con sus cuatro hijos, poco antes del éxodo masivo de las comunidades serranas sureñas; salió de su lugar de origen y llegó al puerto como la gran mayoría de las familias, sin nada, sólo con lo que traía puesto.

“Detrás de cada uno de los que nos venimos hay una historia triste, si nos ponemos a platicar lo que hemos pasado, no por nada estamos aquí y no podemos regresar, aunque quisiéramos".

Desde hace un año atrás ya no vivían, sólo "sobrevivían". Como si ellos fueran los delincuentes, se la pasaban encerrados en su vivienda, temblando de miedo al pensar que en cualquier momento, aquellos hombres armados que se habían adueñado del pueblo llegaran a su hogar.

"Las camionetas venían llenísimas y había gente llorando a la orilla de la carretera, porque les dijeron que a las 5:00 de la tarde desocuparan el pueblo y ellos todavía sin poder venirse".

Ella lo perdió todo, su casa, sus muebles, sus pertenencias, su paz y su tranquilidad, pero la violencia también le arrebató parte de su familia.

“Mi esposo no se vino conmigo, él allá se quiso quedar, decía que aquí la vida era muy dura y nosotros no tenemos ningún estudio para buscar algún trabajo donde nos pagaran bien".

Inició la construcción de las viviendas para desplazados por la violencia en el sur del estado. Foto: Cortesía │ MASS


En la ciudad, dice, la han pasado mal, pero lo único importante para ella es que tiene a sus hijos sanos y salvos.

"Me da mucha tristeza que no pudimos rescatar ni siquiera una silla. Todo aquí es muy difícil, porque la vida es muy cara, no estábamos acostumbrados a pagar ninguno de los servicios, vivíamos bien tranquilos allá. Con lo que ganamos aquí no nos alcanza para comprar muebles, para la comida nada más".

Con carencias, en una pequeña casa en Lomas del Ébano, viven junto a dos familias más. En una habitación duermen hasta cuatro personas y ante la falta de espacio y muebles, uno de ellos tiene que usar el sillón como cama.

"Ahorita estamos aquí tres familias juntas y la casa es muy chiquita, estamos muy apretados, pero conseguimos esta casita porque las rentas están muy caras. Estamos todos hechos bolas, somos ocho y ni siquiera baño tenemos porque no sirve el drenaje, pero ¿a dónde nos vamos?".

Foto: Cortesía │ MASS


DESGRACIA TRAS DESGRACIA

Don Juan Valdez Gamboa y doña Josefina Arellano Córdoba salieron de su pueblo Palo Blanco hacia Pánuco, Concordia, hace cinco años, donde la violencia los alcanzó, entonces vinieron a Mazatlán.

En un principio se negaban a dejar el lugar donde habían pasado la mayor parte de su vida, donde habían construido un hogar y donde tenían su fuente de trabajo.

"Realmente a nosotros no nos molestaban nada, pero se corrió el rumor de que querían Pánuco solo y nosotros veíamos que empezaba a salir gente y más gente. Nosotros no nos salíamos, por lo viejos que estamos, y además porque no nos metíamos con nadie", expresó doña Josefina con tristeza.

Palo Blanco desapareció, aseguran, ya no había tiendas, no había médicos; sus casas, sus animales y sus tierras fueron invadidas por grupos armados.

Cincuenta casas se construyen actualmente para los desplazados de Mazatlán. Foto: Carla González │ El Sol de Mazatlán

Puedes leer: Desplazados están en espera de terrenos

Llegaron al puerto, donde una conocida les dio posada, pero pareciera que al haber salido de su tierra les cayó una maldición. El día que llegaron a don Juan lo atropellaron, provocándole una fractura en la pierna derecha; tiempo después su hija murió a causa de una enfermedad y luego a uno de sus hijos lo mataron a unas cuadras de la actual casa en la que viven en Lomas del Ébano.

Me da una 'chilla' que nos hayan echado de allá, se murió mi hija que se estaba recuperando y luego mi hijo me lo mataron, me da mucho coraje, vivíamos bien tranquilos allá.

Don Juan

Equiparon la vivienda con muebles prestados y regalados; ahí viven dos familias, sin embargo, no logran acostumbrarse a la vida en la ciudad.

"No está uno a gusto, primeramente porque está uno de arrimado; allá cocinamos con leña, me gustaba mucho trabajar en el campo. Tan a gusto que vivíamos nosotros allá, tenía mis gallinas y no sufríamos por comida", dice doña Josefina.

Aquí no hay nada que hacer, señalan, allá don Juan sembraba maíz, frijol, hasta chícharos y doña Josefina en su patio tenía plantas de tomate y chile.

Adilia Contreras busca una mejor vida en el puerto. Foto: Carla González │ El Sol de Mazatlán

Claro que sí nos gustaría regresar, cómo no, pero no creemos que eso sea posible. Ahorita ya aquí nos hemos mantenido haciendo tamales, bolis y comida de vez en cuando.

Josefina

NUEVA ILUSIÓN

A través del Movimiento Amplio Social Sinaloense han recibido ayuda en especie, cobijas y algunos electrodomésticos. Tras años de gestión, de plantones, manifestaciones y diálogos, en diciembre del 2020 iniciaron la construcción de 50 viviendas para los desplazados en Mazatlán, además de 220 terrenos a repartirse.

Foto: Cortesía│ MASS

Se estima que en el puerto hay alrededor de 600 familias desplazadas; en Villa Unión 300 y en Concordia 400, donde aún está pendiente la compra de terrenos. Vivienda, empleo, servicios de salud, de alimentación y educación son las necesidades más apremiantes.

"Ya nos han dicho que nos van a dar una casita y si no nos dan ni modo, así nos vamos a tener que estar, sin esperanza de una casa, porque con lo que ganamos nunca vamos a poder comprar una", dice don Juan.

"Estamos muy contentos porque ya fuimos y vimos allá, ya lo vemos más cerca, de tener un lugar donde estar y no tener la preocupación de que nos vayan a sacar de esta casa. Estamos con la esperanza, ojalá que se haga".



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