/ sábado 14 de noviembre de 2020

Crónicas de Ambulancia: Un ángel en medio de una guerra

Alejandro se convirtió en un salvador a los ojos del guerrero herido

Culiacán, Sin. - Una guerra invisible se vivía en la ciudad para esas fechas, nada grave a los que no prestaban atención, pero esa noche de aroma tibio estalló el conflicto en la zona norte; varios autos quemados y algunos heridos, una ambulancia abandonada y el rumor del rescate anónimo de una lejana lucha.

Alejandro estaba relajado en la sala de radio platicando con el operador; una noche tranquila hasta entonces. Las llamadas comenzaron a llegar y eran reportes confusos de heridos y disparos. Una de esas llamadas venía de un joven que se identificó como paramédico, pero la prisa y temor que demostraba en su voz no obedecía el protocolo de identificación oficial. Sin embargo, salieron a donde indicaban todos los reportes.

Ese paramédico que llamó dijo que estaba herido, pero había alcanzado a irse de la zona de conflicto. Alejandro iba de jefe de servicio y recibiendo indicaciones por la radio de la ambulancia. Los caminos que llevaban al destino lucían más solos y silenciosos de lo normal, como si el espíritu de la ciudad quisiera avisarle que ese camino llevaba a la muerte.

Camionetas de investidura oficial venían a gran velocidad en sentido contrario a la ambulancia, un espectáculo de luces rojas y blancas que confundían a los paramédicos. Manos temblorosas se asomaban de las ventanas para avisar que siguieran adelante, que allá había heridos.


Foto: Cortesía │ Cruz Roja

NOCHE DE LOCOS

Los reflejos estroboscópicos de las luces bicolor se perdieron en el retrovisor, Alejandro miró al frente una hilera de camiones de asalto incendiados y un tremendo caos entre los sobrevivientes.

El socorrista concluyó rápidamente que esa lucha había sido diferente a las que había visto; los daños y destrozos correspondían a armas de gran poder. Algo grande pasó aquí, pensó.

Sin saber realmente qué era, Alejandro miró a dos guerreros de traje verde asomarse a su ambulancia. Por su caminar supo que estaban heridos y al ver manchas marrones escurriendo de sus brazos y piernas entendió que eran disparos.

Los dos hombres le indicaron a Alejandro que allá al fondo, detrás del fuego, había un guerrero más con heridas graves en una ambulancia, que lo ayudara a él primero. El equipo de Cruz Roja se repartió y Alejandro fue a auxiliar al otro hombre, mientras su compañero trabajaría las heridas de los dos primeros.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

Durante esos minutos de servicio los sentidos de Alejandro se adaptaban al sonido sordo del fuego carcomiendo el acero, la pólvora emanada y el aroma de sangre ajena esparcida en el suelo.

El paramédico se acercó a la ambulancia abandonada que correspondía a un lugar ajeno a esta ciudad. Se asomó a la puerta trasera y miró un guerrero tendido que abrazaba su arma al igual que su vida.

Alejandro comenzó a auxiliarlo mientras cortaba sus ropas verdes manchadas de sangre, el joven de tez morena y acento sureño tenía conocimientos de curaciones y medicina. Al tiempo que indicaba a Alejandro sus heridas, le iba pidiendo materiales para su atención.

Cerca de 5 disparos repartidos en el cuerpo del guerrero le decían a Alejandro que debía trasladarlo rápido a un hospital; los orificios tenían entrada y salida en su mayoría, así que el paramédico debía controlar la hemorragia y mantener con vida al joven.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

SALVADOR

Mientras el caos continuaba afuera y la guerra se trasladaba a otro punto, el guerrero miró a Alejandro y le dijo: "compa, usted es un ángel". Alejandro siguió asistiendo sus heridas con gran diligencia mientras pensaba en esa ironía al considerarse un agnóstico en cuestiones religiosas.

Era el momento de irse, pero la sensación de todos ahí era de temor, se sentían vulnerables ante un potencial regreso de las fuerzas agresoras, unos guerreros heridos estaban histéricos pidiendo que se los llevaran a un hospital, pero Alejandro impuso su calma y esperaron a otra ambulancia para trasladar a todos juntos.

Después de unas horas ya iban al hospital y Alejandro no se separó del guerrero herido que atendía. Lo mantuvo con vida hasta la recepción de urgencias y allí fue intervenido por médicos que apreciaron el gran trabajo de los paramédicos.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

Alejandro trabajó bajo la adrenalina y no le dio tiempo a que el miedo lo paralizara y mientras esperaba indicaciones para moverse a la estación, recordó al paramédico que había llamado a la estación, quizás seguía afuera, herido, pero tras unos minutos preguntando por radio, dieron con él; estaba a salvo en un hospital.

Te puede interesar: Crónicas de Ambulancia: El extraño accidente en El Limón

La noche en que esa guerra se hizo visible dejó en Alejandro una marca que no olvidará y el recuerdo del joven herido a quien no le preguntó su nombre y como justicia viceversa a la interpretación del guerrero, decidió recordarlo como: Ángel.





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Culiacán, Sin. - Una guerra invisible se vivía en la ciudad para esas fechas, nada grave a los que no prestaban atención, pero esa noche de aroma tibio estalló el conflicto en la zona norte; varios autos quemados y algunos heridos, una ambulancia abandonada y el rumor del rescate anónimo de una lejana lucha.

Alejandro estaba relajado en la sala de radio platicando con el operador; una noche tranquila hasta entonces. Las llamadas comenzaron a llegar y eran reportes confusos de heridos y disparos. Una de esas llamadas venía de un joven que se identificó como paramédico, pero la prisa y temor que demostraba en su voz no obedecía el protocolo de identificación oficial. Sin embargo, salieron a donde indicaban todos los reportes.

Ese paramédico que llamó dijo que estaba herido, pero había alcanzado a irse de la zona de conflicto. Alejandro iba de jefe de servicio y recibiendo indicaciones por la radio de la ambulancia. Los caminos que llevaban al destino lucían más solos y silenciosos de lo normal, como si el espíritu de la ciudad quisiera avisarle que ese camino llevaba a la muerte.

Camionetas de investidura oficial venían a gran velocidad en sentido contrario a la ambulancia, un espectáculo de luces rojas y blancas que confundían a los paramédicos. Manos temblorosas se asomaban de las ventanas para avisar que siguieran adelante, que allá había heridos.


Foto: Cortesía │ Cruz Roja

NOCHE DE LOCOS

Los reflejos estroboscópicos de las luces bicolor se perdieron en el retrovisor, Alejandro miró al frente una hilera de camiones de asalto incendiados y un tremendo caos entre los sobrevivientes.

El socorrista concluyó rápidamente que esa lucha había sido diferente a las que había visto; los daños y destrozos correspondían a armas de gran poder. Algo grande pasó aquí, pensó.

Sin saber realmente qué era, Alejandro miró a dos guerreros de traje verde asomarse a su ambulancia. Por su caminar supo que estaban heridos y al ver manchas marrones escurriendo de sus brazos y piernas entendió que eran disparos.

Los dos hombres le indicaron a Alejandro que allá al fondo, detrás del fuego, había un guerrero más con heridas graves en una ambulancia, que lo ayudara a él primero. El equipo de Cruz Roja se repartió y Alejandro fue a auxiliar al otro hombre, mientras su compañero trabajaría las heridas de los dos primeros.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

Durante esos minutos de servicio los sentidos de Alejandro se adaptaban al sonido sordo del fuego carcomiendo el acero, la pólvora emanada y el aroma de sangre ajena esparcida en el suelo.

El paramédico se acercó a la ambulancia abandonada que correspondía a un lugar ajeno a esta ciudad. Se asomó a la puerta trasera y miró un guerrero tendido que abrazaba su arma al igual que su vida.

Alejandro comenzó a auxiliarlo mientras cortaba sus ropas verdes manchadas de sangre, el joven de tez morena y acento sureño tenía conocimientos de curaciones y medicina. Al tiempo que indicaba a Alejandro sus heridas, le iba pidiendo materiales para su atención.

Cerca de 5 disparos repartidos en el cuerpo del guerrero le decían a Alejandro que debía trasladarlo rápido a un hospital; los orificios tenían entrada y salida en su mayoría, así que el paramédico debía controlar la hemorragia y mantener con vida al joven.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

SALVADOR

Mientras el caos continuaba afuera y la guerra se trasladaba a otro punto, el guerrero miró a Alejandro y le dijo: "compa, usted es un ángel". Alejandro siguió asistiendo sus heridas con gran diligencia mientras pensaba en esa ironía al considerarse un agnóstico en cuestiones religiosas.

Era el momento de irse, pero la sensación de todos ahí era de temor, se sentían vulnerables ante un potencial regreso de las fuerzas agresoras, unos guerreros heridos estaban histéricos pidiendo que se los llevaran a un hospital, pero Alejandro impuso su calma y esperaron a otra ambulancia para trasladar a todos juntos.

Después de unas horas ya iban al hospital y Alejandro no se separó del guerrero herido que atendía. Lo mantuvo con vida hasta la recepción de urgencias y allí fue intervenido por médicos que apreciaron el gran trabajo de los paramédicos.

Foto: Cortesía │ Cruz Roja

Alejandro trabajó bajo la adrenalina y no le dio tiempo a que el miedo lo paralizara y mientras esperaba indicaciones para moverse a la estación, recordó al paramédico que había llamado a la estación, quizás seguía afuera, herido, pero tras unos minutos preguntando por radio, dieron con él; estaba a salvo en un hospital.

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La noche en que esa guerra se hizo visible dejó en Alejandro una marca que no olvidará y el recuerdo del joven herido a quien no le preguntó su nombre y como justicia viceversa a la interpretación del guerrero, decidió recordarlo como: Ángel.





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