/ miércoles 30 de junio de 2021

Vacunas covid-19 y mujeres: ¿opacidad, ceguera o negligencia?

“Un escritorio es un lugar peligroso desde el que ver el mundo”.

John Le Carré

Aún sabemos poco del virus Sars Cov 2 y de los efectos completos de las vacunas para contrarrestarlo. Un exceso de información –cierta y falsa– llega a nuestros hogares y mesas con enorme rapidez y contrasta con la falta de transparencia de gobiernos y políticos para verificar y hacer frente a la pandemia.

Sin embargo, se ha documentado mediante cifras de impacto, contagio y defunción, que la pandemia ha implicado mayores repercusiones en la población de hombres respecto de las mujeres a nivel global. En tanto la aplicación de vacunas avanza entre la población, comienzan, por otra parte, a notarse efectos secundarios que afectan en mayor medida a las mujeres.

Es comprensible, al respecto, que ante la urgente necesidad de generar vacunas y de comenzar a aplicarlas, no se hicieron estudios más detallados para saber cuáles podían ser las poblaciones más susceptibles a presentar sintomatologías secundarias en respuesta al agente aplicado; un ejemplo de ello es el caso de las mujeres embarazadas, las cuales se excluyeron de ensayos clínicos.

A principios de este año, la Organización Mundial de la Salud recomendó que las mujeres embarazadas no se vacunaran, debido a la falta de datos y evidencias sobre los efectos que pudieran aparecer; no obstante, unos días después esta misma instancia anunció un cambio de opinión, exhortando a esta población a la vacunación ante el riesgo de contagios.

En Estados Unidos y Europa, las autoridades de salud dieron aviso de suspensión de las vacunas de Johnson & Johnson y AstraZeneca-Oxford, la primera por trastornos de coagulación de la sangre y la segunda por trombosis; ambos gobiernos reactivaron su aplicación señalando que correspondía a un “raro efecto secundario”, resolviéndolo con un etiquetado de alerta y suministrándose de nuevo a la población.

Adicionalmente, se ha detectado también que las vacunas contra el coronavirus pueden provocar un aumento en el tamaño de los ganglios linfáticos de la axila, que aparecerán como manchas blancas en las mamografías, cuestión que hay quien considera una “reacción normal y dura solamente unas semanas”. Sin embargo, esta reacción, por ejemplo, puede afectar de manera significativa el resultado de una mastografía y la interpretación de ésta, lo que se traduce en diagnósticos incorrectos, con los riesgos que esto conlleva.

En el artículo del The New York Times “Lo que las mujeres deben saber sobre las vacunas para la covid”, se hace mención a un estudio de los centros de control y prevención de enfermedades, que examinó las vacunas Pfizer-BioNTech y Moderna, documentando que el 79 por ciento de los efectos secundarios notificados a la agencia procedían de mujeres.

Los efectos colaterales en la menstruación se encuentran dentro análisis incipientes, así como el uso de anticonceptivos y la carga hormonal de las mujeres, todas variables que se encuentran dentro estudios dispersos que propician condiciones de mayores efectos secundarios.

Si bien muchos de esos estudios no son aún concluyentes, las autoridades deberán hacer valer al menos las recomendaciones de los etiquetados y promover una distribución distinta de la vacuna, considerando que en México no se puede decidir sobre el tipo de vacuna a aplicar.

Sabemos que el reto de salud es enorme, y estas repercusiones adicionales a la salud integral de las mujeres dan cuenta de la desigualdad en la vigilancia y la falta de seriedad presentes, así como de la negligencia del sector salud ante la sintomatología que éstas experimentan.

Transparentar la información y la inclusión de la perspectiva de género debe exigirse en todo momento y en todo lugar.


“Un escritorio es un lugar peligroso desde el que ver el mundo”.

John Le Carré

Aún sabemos poco del virus Sars Cov 2 y de los efectos completos de las vacunas para contrarrestarlo. Un exceso de información –cierta y falsa– llega a nuestros hogares y mesas con enorme rapidez y contrasta con la falta de transparencia de gobiernos y políticos para verificar y hacer frente a la pandemia.

Sin embargo, se ha documentado mediante cifras de impacto, contagio y defunción, que la pandemia ha implicado mayores repercusiones en la población de hombres respecto de las mujeres a nivel global. En tanto la aplicación de vacunas avanza entre la población, comienzan, por otra parte, a notarse efectos secundarios que afectan en mayor medida a las mujeres.

Es comprensible, al respecto, que ante la urgente necesidad de generar vacunas y de comenzar a aplicarlas, no se hicieron estudios más detallados para saber cuáles podían ser las poblaciones más susceptibles a presentar sintomatologías secundarias en respuesta al agente aplicado; un ejemplo de ello es el caso de las mujeres embarazadas, las cuales se excluyeron de ensayos clínicos.

A principios de este año, la Organización Mundial de la Salud recomendó que las mujeres embarazadas no se vacunaran, debido a la falta de datos y evidencias sobre los efectos que pudieran aparecer; no obstante, unos días después esta misma instancia anunció un cambio de opinión, exhortando a esta población a la vacunación ante el riesgo de contagios.

En Estados Unidos y Europa, las autoridades de salud dieron aviso de suspensión de las vacunas de Johnson & Johnson y AstraZeneca-Oxford, la primera por trastornos de coagulación de la sangre y la segunda por trombosis; ambos gobiernos reactivaron su aplicación señalando que correspondía a un “raro efecto secundario”, resolviéndolo con un etiquetado de alerta y suministrándose de nuevo a la población.

Adicionalmente, se ha detectado también que las vacunas contra el coronavirus pueden provocar un aumento en el tamaño de los ganglios linfáticos de la axila, que aparecerán como manchas blancas en las mamografías, cuestión que hay quien considera una “reacción normal y dura solamente unas semanas”. Sin embargo, esta reacción, por ejemplo, puede afectar de manera significativa el resultado de una mastografía y la interpretación de ésta, lo que se traduce en diagnósticos incorrectos, con los riesgos que esto conlleva.

En el artículo del The New York Times “Lo que las mujeres deben saber sobre las vacunas para la covid”, se hace mención a un estudio de los centros de control y prevención de enfermedades, que examinó las vacunas Pfizer-BioNTech y Moderna, documentando que el 79 por ciento de los efectos secundarios notificados a la agencia procedían de mujeres.

Los efectos colaterales en la menstruación se encuentran dentro análisis incipientes, así como el uso de anticonceptivos y la carga hormonal de las mujeres, todas variables que se encuentran dentro estudios dispersos que propician condiciones de mayores efectos secundarios.

Si bien muchos de esos estudios no son aún concluyentes, las autoridades deberán hacer valer al menos las recomendaciones de los etiquetados y promover una distribución distinta de la vacuna, considerando que en México no se puede decidir sobre el tipo de vacuna a aplicar.

Sabemos que el reto de salud es enorme, y estas repercusiones adicionales a la salud integral de las mujeres dan cuenta de la desigualdad en la vigilancia y la falta de seriedad presentes, así como de la negligencia del sector salud ante la sintomatología que éstas experimentan.

Transparentar la información y la inclusión de la perspectiva de género debe exigirse en todo momento y en todo lugar.