/ viernes 14 de diciembre de 2018

 ¿Qué regalar en navidad?



La víspera navideña invade adictivamente nuestro cerebro, nos ponemos en modo consumidor. Respiramos rojo, verde pino y dorado en los centros comerciales, pasillos, casas y calles. Donde uno ponga el ojo; siempre hay alguna noche buena indicando que diciembre arribó. Por doquier, vemos tiendas abarrotadas, filas, mercados con personas saliendo con bolsas o cajas ¡Es un virus! Hasta los niños más pequeños están contagiados por el deseo autómata de comprar. Mientras los adultos engordamos por la variedad de comida, antojitos que se cocinan con la temática de estos días y posadas acompañadas de bebidas. Situación opuesta sucede con nuestra cartera. Conforme pasa diciembre se constriñe, se torna más delgada, flaca, hasta llegar a la anorexia en enero.

Desde los utópicos sueños de una mediadora de lectura siempre espero y este despilfarro que realizamos en este mes, llegue un poco del dinero del consumidor a las librerías. A ese espacio urbano en peligro de extinción, sería interesante sacar una ecuación algebraica para determinar cuántas librerías existen versus expendios de cerveza. En realidad no necesitamos llegar a la resolución del problema, sabemos que son minoría. Solamente debemos utilizar los dedos de una mano para censar o contabilizar las librerías existentes en el puerto de Mazatlán.

El corazón se vuelve un conejo saltarín cuando alguna madre de familia, amiga, profesor, joven o niño expresan su inquietud de regalar un libro para navidad y siempre brinca a la palestra “¿Qué libro recomienda para regalarle a un niño?” Normalmente devuelvo la respuesta con una serie de cuestionamientos; “¿Qué parte de la vida quiere mostrarle?, ¿Quiere literatura para empoderarlos?, ¿Libros para hacerlos resilientes?, ¿Literatura infantil para entender la otredad?, ¿Literatura para divertirlos?, ¿qué parte de la maravillosa literatura infantil y juvenil podemos vincularla con el gusto de su hijo?” La madre o amiga ante esa ola de preguntas, generalmente comentan que su interés en obsequiar un libro a su hijo o sobrino radica en generar el hábito de la lectura, que quizás de esa manera pueden obtener una mejor comprensión lectora, leer con fluidez, leer mejor en voz alta y aspirar a un mejor en el desempeño escolar. Y tienen razón. De cierta manera, la lectura siempre la relacionan inmediatamente con el logro académico. Los efectos de la lectura en los niños, jóvenes y adultos va más allá de una boleta llena de dieces.

Pensemos a la lectura y el acceso a los libros en el caso de los niños, de los jóvenes como la oportunidad de acercarse al mundo y su diversidad. Además como lo plasmaría Luz María Chapela en uno de los Cuadernos de la Colección de Salas de lectura: “La lectura es un encuentro, es un diálogo, es una puesta en común” Pensemos a la lectura como el pretexto perfecto para acercarme a mi hijo, sobrinos, hermanos, padres, estudiantes, a la novia, al esposo, a los compañeros.

Se ha vuelto una postal urbana el siguiente cuadro, en restaurantes o en los comedores de las casas particulares a: niños, jóvenes y adultos interactuando con un dispositivo electrónico, sin casi articular lenguaje oral. Un cuadro que se refrenda día a día, un acto que anteriormente se consagraba como un espacio grupal, familiar, se ha transformado en un acto individual. Ese un momento de nuestra vida cotidiana donde se intenta convivir en familia o con grupo de amigos, ese instante crucial para compartir experiencias, ideas, vernos a los ojos, escuchar y leer la voz del otro. Leernos desde la oralidad de nuestras experiencias cotidianas. La lectura de la voz que emite el otro, incentiva el diálogo y las diferentes visiones del mundo.

Por eso, siempre será importante y necesario que los adultos leamos a los niños, a los jóvenes a los abuelos, a los enfermos. Leer algún cuento, un poema, fragmento de novela, el periódico, preguntar a nuestros pequeños, si se identificó con algún personaje, qué piensa de aquello que pasa en su contexto, qué sintió cuando el personaje entró en algún conflicto, ¿te gustó el poema?, qué haría él o ella, si estuviera en la misma disyuntiva que el protagonista de la historia. Básicamente: leer para humanizarnos.

Además es muy válido estar en desacuerdo, en que los niños y jóvenes expresen con plena libertad el “no me gustó la historia”. Recomendar libros, no es cosa sencilla como aparentemente pensamos, porque involucra gustos, persuasión y la obligación de seleccionar adecuadamente los libros y las historias en dicha recomendación viene inmersa la ideología de quien emite el consejo.

Así que en esta navidad, deberíamos incluir en la lista de regalos: libros. En los propósitos de año nuevo únicamente no debería de ser el: ahorrar dinero, bajar de peso, tener mejor salud o dinero. Tendríamos que anexar un renglón dedicado a la lectura de libros e historias que nos signifiquen, que nos sacudan, que nos toquen el alma y la consciencia. Poemas que nos ayuden a entender mejor en este mundo migrante, distante y complejo. Entonces, en este último mes del año regale al menos dos cosas: un libro y su voz. Comparta lectura en voz alta alguna historia o poema a un ser querido. Además, estará salvando la profesión y el negocio de un librero. Recuerde las librerías son perlas para nuestra ciudad.




La víspera navideña invade adictivamente nuestro cerebro, nos ponemos en modo consumidor. Respiramos rojo, verde pino y dorado en los centros comerciales, pasillos, casas y calles. Donde uno ponga el ojo; siempre hay alguna noche buena indicando que diciembre arribó. Por doquier, vemos tiendas abarrotadas, filas, mercados con personas saliendo con bolsas o cajas ¡Es un virus! Hasta los niños más pequeños están contagiados por el deseo autómata de comprar. Mientras los adultos engordamos por la variedad de comida, antojitos que se cocinan con la temática de estos días y posadas acompañadas de bebidas. Situación opuesta sucede con nuestra cartera. Conforme pasa diciembre se constriñe, se torna más delgada, flaca, hasta llegar a la anorexia en enero.

Desde los utópicos sueños de una mediadora de lectura siempre espero y este despilfarro que realizamos en este mes, llegue un poco del dinero del consumidor a las librerías. A ese espacio urbano en peligro de extinción, sería interesante sacar una ecuación algebraica para determinar cuántas librerías existen versus expendios de cerveza. En realidad no necesitamos llegar a la resolución del problema, sabemos que son minoría. Solamente debemos utilizar los dedos de una mano para censar o contabilizar las librerías existentes en el puerto de Mazatlán.

El corazón se vuelve un conejo saltarín cuando alguna madre de familia, amiga, profesor, joven o niño expresan su inquietud de regalar un libro para navidad y siempre brinca a la palestra “¿Qué libro recomienda para regalarle a un niño?” Normalmente devuelvo la respuesta con una serie de cuestionamientos; “¿Qué parte de la vida quiere mostrarle?, ¿Quiere literatura para empoderarlos?, ¿Libros para hacerlos resilientes?, ¿Literatura infantil para entender la otredad?, ¿Literatura para divertirlos?, ¿qué parte de la maravillosa literatura infantil y juvenil podemos vincularla con el gusto de su hijo?” La madre o amiga ante esa ola de preguntas, generalmente comentan que su interés en obsequiar un libro a su hijo o sobrino radica en generar el hábito de la lectura, que quizás de esa manera pueden obtener una mejor comprensión lectora, leer con fluidez, leer mejor en voz alta y aspirar a un mejor en el desempeño escolar. Y tienen razón. De cierta manera, la lectura siempre la relacionan inmediatamente con el logro académico. Los efectos de la lectura en los niños, jóvenes y adultos va más allá de una boleta llena de dieces.

Pensemos a la lectura y el acceso a los libros en el caso de los niños, de los jóvenes como la oportunidad de acercarse al mundo y su diversidad. Además como lo plasmaría Luz María Chapela en uno de los Cuadernos de la Colección de Salas de lectura: “La lectura es un encuentro, es un diálogo, es una puesta en común” Pensemos a la lectura como el pretexto perfecto para acercarme a mi hijo, sobrinos, hermanos, padres, estudiantes, a la novia, al esposo, a los compañeros.

Se ha vuelto una postal urbana el siguiente cuadro, en restaurantes o en los comedores de las casas particulares a: niños, jóvenes y adultos interactuando con un dispositivo electrónico, sin casi articular lenguaje oral. Un cuadro que se refrenda día a día, un acto que anteriormente se consagraba como un espacio grupal, familiar, se ha transformado en un acto individual. Ese un momento de nuestra vida cotidiana donde se intenta convivir en familia o con grupo de amigos, ese instante crucial para compartir experiencias, ideas, vernos a los ojos, escuchar y leer la voz del otro. Leernos desde la oralidad de nuestras experiencias cotidianas. La lectura de la voz que emite el otro, incentiva el diálogo y las diferentes visiones del mundo.

Por eso, siempre será importante y necesario que los adultos leamos a los niños, a los jóvenes a los abuelos, a los enfermos. Leer algún cuento, un poema, fragmento de novela, el periódico, preguntar a nuestros pequeños, si se identificó con algún personaje, qué piensa de aquello que pasa en su contexto, qué sintió cuando el personaje entró en algún conflicto, ¿te gustó el poema?, qué haría él o ella, si estuviera en la misma disyuntiva que el protagonista de la historia. Básicamente: leer para humanizarnos.

Además es muy válido estar en desacuerdo, en que los niños y jóvenes expresen con plena libertad el “no me gustó la historia”. Recomendar libros, no es cosa sencilla como aparentemente pensamos, porque involucra gustos, persuasión y la obligación de seleccionar adecuadamente los libros y las historias en dicha recomendación viene inmersa la ideología de quien emite el consejo.

Así que en esta navidad, deberíamos incluir en la lista de regalos: libros. En los propósitos de año nuevo únicamente no debería de ser el: ahorrar dinero, bajar de peso, tener mejor salud o dinero. Tendríamos que anexar un renglón dedicado a la lectura de libros e historias que nos signifiquen, que nos sacudan, que nos toquen el alma y la consciencia. Poemas que nos ayuden a entender mejor en este mundo migrante, distante y complejo. Entonces, en este último mes del año regale al menos dos cosas: un libro y su voz. Comparta lectura en voz alta alguna historia o poema a un ser querido. Además, estará salvando la profesión y el negocio de un librero. Recuerde las librerías son perlas para nuestra ciudad.


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