/ miércoles 10 de abril de 2019

¿Qué hacer con la CNTE?

El contexto histórico. -La CNTE no es un constructo organizativo homogéneo, dentro de esta organización hay varias CNTE’s. No cuenta con una dirección centralizada desde su fundación en 1979, y de acuerdo con Hernández (2016), “Desde su nacimiento, los integrantes de la CNTE han tomado las decisiones fundamentales de su movimiento y nombrado a sus representantes en Asambleas representativas y de base” (p. 21). A lo anterior se debe agregar que desde sus inicios, la CNTE se propuso tres ejes de acción del todo válidos: a) Democratizar el Sindicato; b) Democratizar la Educación; y c) Democratizar el país. Para el primer punto, la CNTE ha tenido que enfrentar a tres líderes sindicales Carlos Jonguitud Barrios -el cual estuvo en el poder del sindicato por 15 años-; Elba Esther Gordillo, quien mantuvo el poder sindical por 24 años; y Juan Díaz de la Torre -que ha ocupó la dirigencia en todo el sexenio de Peña Nieto- (Ibid.). El segundo punto conlleva la lucha política en el terreno de las reformas educativas y la tercera en los procesos político-electorales.

Los tres ejes de acción son propios de una organización de izquierda. Y por largo tiempo, el movimiento tuvo coincidencias con partidos políticos adscritos a ese marco ideológico. E incluso, tuvo correspondencia de parte de éstos en los momentos en que la CNTE realizó movilizaciones políticas en defensa de sus derechos laborales -como en el caso de la reforma educativa del 2013-.

El contexto anterior es importante señalarlo, porque si nos atenemos a los principios de lucha con que nació la CNTE, esta tendría que ubicar la discusión -en este momento que se discute la reforma educativa del gobierno federal- en las demandas que le dieron origen, puesto que ya se tiene en el poder a un interlocutor con el cual se puede hablar de la “democratización del sindicato”; la “democratización de la educación” y del país. ¿Por qué confrontar cuando el momento histórico reclama la construcción de acuerdos para sacar adelante una reforma educativa que atienda los intereses nacionales?

Y la respuesta no se ubica en el marco de la educación, sino en la política. La CNTE, como toda organización política, -como diría Peter Schröder- presenta objetivos visibles; pero también objetivos ocultos. Y son estos últimos los que trastocan la realización de acuerdos con esta organización político-sindical. ¿Y cuáles son estos objetivos ocultos? A decir de algunos analistas, el control de la nómina y de las plazas en los estados donde tiene control político; esos serían los objetivos ocultos. Lo cual nos remite a lo que en su momento adujo Max Weber en la Ética protestante y el espíritu del capitalismo referente a las “Consecuencias No Intencionadas de la Acción”: los seres humanos procuran hacer una cosa con el propósito de lograr un fin, y sus acciones terminan consiguiendo otras totalmente diferentes. Lo que es lo mismo que decir “en el camino se extravía el rumbo”.

Así, ¿qué tiene que ver el control de las plazas con la democratización de la educación? Nada; pero para los propósitos políticos de la CNTE el control de las plazas representa un asunto de seguridad interna. Ese elemento es lo que permite que la organización mantenga el poder en la base. Sin nada qué ofrecer, la dirigencia pierde legitimidad en la base.

En ese sentido, si esos son los objetivos reales, la pregunta que da título al presente artículo es obligada: ¿qué hacer con la CNTE?

El gobierno federal, desde nuestra perspectiva, tiene dos opciones: o dialoga -hasta agotar esa vía- en aras de llegar a acuerdos con la CNTE- o le cumple las demandas que exige la Coordinadora. Lo segundo ya se lo está cumpliendo el gobierno federal con la derogación del INEE y de la Evaluación Docente; pero esto es parte del objetivo visible de la Coordinadora. Y es una escala solamente en sus objetivos reales. Lo que realmente interesa es lo que se señala en párrafos anteriores. Ahora bien, entregarle lo que la CNTE demanda tendría un costo muy alto para el gobierno de López Obrador.

Por otra parte, si nos remitimos a la historia de la CNTE durante el gobierno de Peña Nieto, el diálogo no fue la vía para destrabar el problema de las movilizaciones. Lo cual es previsible que tampoco en esta ocasión funcione. Por lo tanto, ¿qué queda? Hay una tercera vía, que incluso ha sido señalada por parte del presidente López Obrador de manera velada. La vía de la credibilidad. Apostarle a restarle credibilidad a la CNTE aprovechando el bono de legitimidad que tiene el presidente. Es una vía arriesgada, porque implicaría una confrontación directa con la Coordinadora. Pero como ocurre en la política, los actores tendrán que mover sus piezas en el tablero de ajedrez político. Y al final de la partida, veremos quién se queda con los dividendos: si el que le apuesta al diálogo y a la negociación política, o la que apuesta a la presión y a la movilización política.

Dos apuntes finales: en este conflicto no hay improvisados. Tanto la CNTE y el presidente López Obrador saben de qué se trata la movilización y la presión política. La CNTE lleva cuatro décadas haciendo política con estos medios. Y el presidente lleva el mismo tiempo en la actividad política. No hay improvisados entonces, sino actores profesionales en la materia. De ahí que la aprobación de la reforma educativa sea un asunto de orden político, antes que un tema de carácter educativo.

El otro punto es el siguiente: ¿por qué la CNTE no está dando la batalla en el terreno de la discusión de la reforma educativa? Se dirá que no es un elemento que se ubique en las coordenadas políticas de la Coordinadora. No obstante, si la contraparte le apuesta a restarle credibilidad a la CNTE, el no presentar una propuesta alterna le abona el terreno al Ejecutivo, puesto que en la opinión pública queda la imagen de que lo que interesa a la CNTE es la negociación de las plazas, y no la reforma educativa. Lo cual es un error.

Finalmente, y esta es una pregunta directamente para los miembros de la CNTE: ¿qué queda de esos principios con que nació la organización? ¿En serio cuarenta años de lucha sirvieron únicamente para estar presionando por plazas? ¿En eso terminó una organización que nació como antisistémica al gobierno y con una convicción democrática?

¿Las interrogantes anteriores se plantean para una CNTE en general? Pero, como señalamos al inicio, hay varias CNTE’s. Nos gustaría como mexicanos que una de esas CNTE´s antepusiera sus intereses de gremio por la educación de los millones de niños.

En vías de mientras, la pregunta está en la mesa: ¿qué va a hacer el presidente López Obrador con la CNTE? ¿Dialoga, negocia o confronta?

*Investigador Titular del Centro de Investigación e Innovación Educativa del Sistema Educativo Valladolid.

El contexto histórico. -La CNTE no es un constructo organizativo homogéneo, dentro de esta organización hay varias CNTE’s. No cuenta con una dirección centralizada desde su fundación en 1979, y de acuerdo con Hernández (2016), “Desde su nacimiento, los integrantes de la CNTE han tomado las decisiones fundamentales de su movimiento y nombrado a sus representantes en Asambleas representativas y de base” (p. 21). A lo anterior se debe agregar que desde sus inicios, la CNTE se propuso tres ejes de acción del todo válidos: a) Democratizar el Sindicato; b) Democratizar la Educación; y c) Democratizar el país. Para el primer punto, la CNTE ha tenido que enfrentar a tres líderes sindicales Carlos Jonguitud Barrios -el cual estuvo en el poder del sindicato por 15 años-; Elba Esther Gordillo, quien mantuvo el poder sindical por 24 años; y Juan Díaz de la Torre -que ha ocupó la dirigencia en todo el sexenio de Peña Nieto- (Ibid.). El segundo punto conlleva la lucha política en el terreno de las reformas educativas y la tercera en los procesos político-electorales.

Los tres ejes de acción son propios de una organización de izquierda. Y por largo tiempo, el movimiento tuvo coincidencias con partidos políticos adscritos a ese marco ideológico. E incluso, tuvo correspondencia de parte de éstos en los momentos en que la CNTE realizó movilizaciones políticas en defensa de sus derechos laborales -como en el caso de la reforma educativa del 2013-.

El contexto anterior es importante señalarlo, porque si nos atenemos a los principios de lucha con que nació la CNTE, esta tendría que ubicar la discusión -en este momento que se discute la reforma educativa del gobierno federal- en las demandas que le dieron origen, puesto que ya se tiene en el poder a un interlocutor con el cual se puede hablar de la “democratización del sindicato”; la “democratización de la educación” y del país. ¿Por qué confrontar cuando el momento histórico reclama la construcción de acuerdos para sacar adelante una reforma educativa que atienda los intereses nacionales?

Y la respuesta no se ubica en el marco de la educación, sino en la política. La CNTE, como toda organización política, -como diría Peter Schröder- presenta objetivos visibles; pero también objetivos ocultos. Y son estos últimos los que trastocan la realización de acuerdos con esta organización político-sindical. ¿Y cuáles son estos objetivos ocultos? A decir de algunos analistas, el control de la nómina y de las plazas en los estados donde tiene control político; esos serían los objetivos ocultos. Lo cual nos remite a lo que en su momento adujo Max Weber en la Ética protestante y el espíritu del capitalismo referente a las “Consecuencias No Intencionadas de la Acción”: los seres humanos procuran hacer una cosa con el propósito de lograr un fin, y sus acciones terminan consiguiendo otras totalmente diferentes. Lo que es lo mismo que decir “en el camino se extravía el rumbo”.

Así, ¿qué tiene que ver el control de las plazas con la democratización de la educación? Nada; pero para los propósitos políticos de la CNTE el control de las plazas representa un asunto de seguridad interna. Ese elemento es lo que permite que la organización mantenga el poder en la base. Sin nada qué ofrecer, la dirigencia pierde legitimidad en la base.

En ese sentido, si esos son los objetivos reales, la pregunta que da título al presente artículo es obligada: ¿qué hacer con la CNTE?

El gobierno federal, desde nuestra perspectiva, tiene dos opciones: o dialoga -hasta agotar esa vía- en aras de llegar a acuerdos con la CNTE- o le cumple las demandas que exige la Coordinadora. Lo segundo ya se lo está cumpliendo el gobierno federal con la derogación del INEE y de la Evaluación Docente; pero esto es parte del objetivo visible de la Coordinadora. Y es una escala solamente en sus objetivos reales. Lo que realmente interesa es lo que se señala en párrafos anteriores. Ahora bien, entregarle lo que la CNTE demanda tendría un costo muy alto para el gobierno de López Obrador.

Por otra parte, si nos remitimos a la historia de la CNTE durante el gobierno de Peña Nieto, el diálogo no fue la vía para destrabar el problema de las movilizaciones. Lo cual es previsible que tampoco en esta ocasión funcione. Por lo tanto, ¿qué queda? Hay una tercera vía, que incluso ha sido señalada por parte del presidente López Obrador de manera velada. La vía de la credibilidad. Apostarle a restarle credibilidad a la CNTE aprovechando el bono de legitimidad que tiene el presidente. Es una vía arriesgada, porque implicaría una confrontación directa con la Coordinadora. Pero como ocurre en la política, los actores tendrán que mover sus piezas en el tablero de ajedrez político. Y al final de la partida, veremos quién se queda con los dividendos: si el que le apuesta al diálogo y a la negociación política, o la que apuesta a la presión y a la movilización política.

Dos apuntes finales: en este conflicto no hay improvisados. Tanto la CNTE y el presidente López Obrador saben de qué se trata la movilización y la presión política. La CNTE lleva cuatro décadas haciendo política con estos medios. Y el presidente lleva el mismo tiempo en la actividad política. No hay improvisados entonces, sino actores profesionales en la materia. De ahí que la aprobación de la reforma educativa sea un asunto de orden político, antes que un tema de carácter educativo.

El otro punto es el siguiente: ¿por qué la CNTE no está dando la batalla en el terreno de la discusión de la reforma educativa? Se dirá que no es un elemento que se ubique en las coordenadas políticas de la Coordinadora. No obstante, si la contraparte le apuesta a restarle credibilidad a la CNTE, el no presentar una propuesta alterna le abona el terreno al Ejecutivo, puesto que en la opinión pública queda la imagen de que lo que interesa a la CNTE es la negociación de las plazas, y no la reforma educativa. Lo cual es un error.

Finalmente, y esta es una pregunta directamente para los miembros de la CNTE: ¿qué queda de esos principios con que nació la organización? ¿En serio cuarenta años de lucha sirvieron únicamente para estar presionando por plazas? ¿En eso terminó una organización que nació como antisistémica al gobierno y con una convicción democrática?

¿Las interrogantes anteriores se plantean para una CNTE en general? Pero, como señalamos al inicio, hay varias CNTE’s. Nos gustaría como mexicanos que una de esas CNTE´s antepusiera sus intereses de gremio por la educación de los millones de niños.

En vías de mientras, la pregunta está en la mesa: ¿qué va a hacer el presidente López Obrador con la CNTE? ¿Dialoga, negocia o confronta?

*Investigador Titular del Centro de Investigación e Innovación Educativa del Sistema Educativo Valladolid.

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