/ viernes 6 de mayo de 2022

Primera pueba para Rocha Moya

A finales de los años noventa en una vieja casona de la calle Tennyson en Polanco, una silueta larguirucha solía entrar con la sonrisa dibujada en el rostro como si se tratara de un niño que acabara de cometer una travesura. En las instalaciones donde entonces se encontraba la redacción de la revista Milenio, le figura del reportero Luis Enrique Ramírez era inconfundible, como peculiar era el detalle de cargar en su regazo una bolsa de coricos. Como buen sinaloense radicado en la ciudad de México, Luis Enrique era de los que no podía visitar su tierra sin regresar a la capital del país con estos dulces típicos que a todos compartía.

En su estadía de varios años en la ciudad de México, Luis Enrique pasó por las redacciones de los periódicos El Financiero, El Nacional, La Jornada y Milenio Semanal. La huella de esa travesía por las páginas culturales y políticas de esos medios quedó registrada en “La Muela del Juicio”, un libro publicado en aquellos años donde se recogen entrevistas con personalidades tan diversas como el ex presidente José López Portillo, la cantante y ex presa Gloria Trevi, la actriz transgénero Francis, el pintor Rufino Tamayo, las artistas Chavela Vargas y Angélica María, y la escritora Elena Garro, de quien se hizo amiga y frecuentó un tiempo en su casa de Cuernavaca, donde la célebre narradora radicó tras su regreso al país luego de un exilio de mas de 20 años. De estos encuentros nació su segundo libro “La ingobernable: encuentros y desencuentros con Elena Garro”.

Antes de migrar a la capital del país Ramírez pasó por El Diario de Culiacán y Noroeste, cuando regresó a Sinaloa Luis Enrique se incorporó a El Debate, un tiempo radicó en Mazatlán, y de regreso a Culiacán se avocó de lleno a su columa política El Ancla.

Fue en este espacio donde publicó información muchas veces exclusiva de varios tópicos de la clase política y empresarial. Su experiencia y contactos le dieron pauta para conocer los entretelones detrás de las redes de varios gobernadores de Juan Millán Lizárraga a Quirino Ordaz Coppel.

El hallazgo del cuerpo sin vida del destacado columnista la mañana de este jueves a las afueras de Culiacán, pone contra la pared al gobernador Rubén Rocha Moya a escaso medio año de que inició su gestión. El mandatario enfrentará a partir de hoy un escrutinio más férreo de la prensa nacional e internacional, las exigencias y reclamos de las organizaciones de periodistas nacionales e internacionales no pararán hasta que la fiscalía del estado aclare no solo las circunstancias y el móvil del artero crimen, sino hasta que detengan y procesen a los autores materiales e intelecutales.

Rocha Moya debe saber que se acabó la luna de miel con los medios, poco le ayudará tener en Palacio Nacional a un jefe político, el presidente Andrés Manuel López Obrador, que cada mañana se encarga de azuzar a sus huestes para lanzarse contra la prensa crítica e independiente. Podrá haber medios y periodistas cuyo papel en gobiernos anteriores sea y es cuestionable, lo que no podrá seguir haciendo es pasar por alto que la prensa crítica e independiente se cuece aparte y no responde a militancias ni media verdades.

Si el gobernador aprovechó hace unas semanas el estrado para denunciar que sus oficinas y su colaboradores eran espiados, y que se había dado de baja de la nómina a “espias”, no podrá argumentar que su gobierno adolece de información de inteligencia, que no es lo mismo que espiar.

Procesar esa información, abrir líneas de investigación y agotar hipótesis, transparentar los avances ante la opinión pública, es el trabajo mínimo requerido para aclarar a la brevedad el lamentable homicidio del colega Luis Enrique Ramírez.

La obigación de los medios no solo es informar con el mayor rigor posible, sino explicar a la ciudadania que la democracia no solo son votos o elecciones limpias, sino libertad de expresión, gobernabilidad, algo que la clase política ha quedado a deber.

A finales de los años noventa en una vieja casona de la calle Tennyson en Polanco, una silueta larguirucha solía entrar con la sonrisa dibujada en el rostro como si se tratara de un niño que acabara de cometer una travesura. En las instalaciones donde entonces se encontraba la redacción de la revista Milenio, le figura del reportero Luis Enrique Ramírez era inconfundible, como peculiar era el detalle de cargar en su regazo una bolsa de coricos. Como buen sinaloense radicado en la ciudad de México, Luis Enrique era de los que no podía visitar su tierra sin regresar a la capital del país con estos dulces típicos que a todos compartía.

En su estadía de varios años en la ciudad de México, Luis Enrique pasó por las redacciones de los periódicos El Financiero, El Nacional, La Jornada y Milenio Semanal. La huella de esa travesía por las páginas culturales y políticas de esos medios quedó registrada en “La Muela del Juicio”, un libro publicado en aquellos años donde se recogen entrevistas con personalidades tan diversas como el ex presidente José López Portillo, la cantante y ex presa Gloria Trevi, la actriz transgénero Francis, el pintor Rufino Tamayo, las artistas Chavela Vargas y Angélica María, y la escritora Elena Garro, de quien se hizo amiga y frecuentó un tiempo en su casa de Cuernavaca, donde la célebre narradora radicó tras su regreso al país luego de un exilio de mas de 20 años. De estos encuentros nació su segundo libro “La ingobernable: encuentros y desencuentros con Elena Garro”.

Antes de migrar a la capital del país Ramírez pasó por El Diario de Culiacán y Noroeste, cuando regresó a Sinaloa Luis Enrique se incorporó a El Debate, un tiempo radicó en Mazatlán, y de regreso a Culiacán se avocó de lleno a su columa política El Ancla.

Fue en este espacio donde publicó información muchas veces exclusiva de varios tópicos de la clase política y empresarial. Su experiencia y contactos le dieron pauta para conocer los entretelones detrás de las redes de varios gobernadores de Juan Millán Lizárraga a Quirino Ordaz Coppel.

El hallazgo del cuerpo sin vida del destacado columnista la mañana de este jueves a las afueras de Culiacán, pone contra la pared al gobernador Rubén Rocha Moya a escaso medio año de que inició su gestión. El mandatario enfrentará a partir de hoy un escrutinio más férreo de la prensa nacional e internacional, las exigencias y reclamos de las organizaciones de periodistas nacionales e internacionales no pararán hasta que la fiscalía del estado aclare no solo las circunstancias y el móvil del artero crimen, sino hasta que detengan y procesen a los autores materiales e intelecutales.

Rocha Moya debe saber que se acabó la luna de miel con los medios, poco le ayudará tener en Palacio Nacional a un jefe político, el presidente Andrés Manuel López Obrador, que cada mañana se encarga de azuzar a sus huestes para lanzarse contra la prensa crítica e independiente. Podrá haber medios y periodistas cuyo papel en gobiernos anteriores sea y es cuestionable, lo que no podrá seguir haciendo es pasar por alto que la prensa crítica e independiente se cuece aparte y no responde a militancias ni media verdades.

Si el gobernador aprovechó hace unas semanas el estrado para denunciar que sus oficinas y su colaboradores eran espiados, y que se había dado de baja de la nómina a “espias”, no podrá argumentar que su gobierno adolece de información de inteligencia, que no es lo mismo que espiar.

Procesar esa información, abrir líneas de investigación y agotar hipótesis, transparentar los avances ante la opinión pública, es el trabajo mínimo requerido para aclarar a la brevedad el lamentable homicidio del colega Luis Enrique Ramírez.

La obigación de los medios no solo es informar con el mayor rigor posible, sino explicar a la ciudadania que la democracia no solo son votos o elecciones limpias, sino libertad de expresión, gobernabilidad, algo que la clase política ha quedado a deber.