El relato es que estábamos cansadas de estar siempre comenzando…
Nuria Varela
La democracia no ha dejado tiempos muertos ni tregua, y si sumamos a ello el entendimiento de la misma desde la reivindicación e inserción de las mujeres en ella, el camino ha sido lento, tortuoso…en cada logro y consagración de derechos nace un nuevo problema, una nueva causa que enarbolar, y así hemos estado, generaciones enteras.
La paridad existe ya como norma y como principio, pero también existe la resistencia para terminar de asimilar y comprender, se sigue interpretando el “todo” de la “paridad en todo” desde 2019.
Si, existen logros y avance en la ocupación de espacios de toma de decisión en muchas de las instituciones, especialmente en lo que se ha llamado “representación descriptiva” esto es, numéricamente hoy existen espacios en igualdad respecto a los hombres, e incluso, cómo la paridad es el piso, la existencia de congresos locales con mayor número de mujeres respecto a los hombres ha sido una constante en los últimos años, sin embargo el poder no sólo es el existente en el legislativo, y aún en este, ¿a dónde se va el poder cuando entran las mujeres?, la respuesta es que sigue concentrada en manos de hombres; las comisiones de mayor presupuesto, la junta de coordinación política, los grupos parlamentarios, y las dirigencias de los partidos políticos, siguen sin cambiar, “incluso ocupados estos sólo por ser mujeres”.
Este fenómeno, es interesante para unas y unos cuantos, no es sólo reporte de análisis de investigación académica si no el fundamento para seguir fortaleciendo la democracia, y por sobre todo la <femocracia> o feminismo institucional, que no es otra cosa que la presencia de feministas en los espacios de poder, deconstruyendo los espacios violentos e impulsando la política de género en favor de las niñas, adolescentes y mujeres, siendo este impulso reformador, en un beneficio de para todas y todos.
Por supuesto que es meritorio tener una mujer presidenta de la República, por primera vez en la historia, pero seguimos dudosas, y con razones fundadas, de que eso se traduzca en apertura, presupuesto y avances para la agenda, que hoy requiere comprometerse con políticas que reduzcan la violencia de género, las brechas salariales y laborales, y transformen al país con políticas corresponsables para el cuidado de infantes, adultos mayores, personas con discapacidad y personas enfermas que, por condición de salud, requieren asistencia temporal o permanente.
En Sinaloa la reflexión nos llega, ya que el resultado electoral de 2024 deja claro cuánto falta, si bien, el Congreso local parecería integrado por un mayor número de mujeres, las alcaldesas serán sólo siete, mismo número que en periodo pasado con la diferencia que hoy existen 20 municipios, y no 18 como en el anterior. Algo similar sucede con el número de síndicas y procuradoras, y si bajamos a las conformaciones de los ayuntamientos aún salimos “debiendo” a las mujeres y preguntarnos ¿dónde están? Si la ley dice que 50 y 50.
La representación en gobierno del Estado es similar, pese al reiterado señalamiento, tan sólo en gabinete ejecutivo nos faltan mujeres, y si observamos el resto de secretarias y cargos la brecha aumenta.
Con insistencia, el propósito de estos espacios es transformarlos, modificarlos y abrirlos para más mujeres generando condiciones de igualdad y de bienestar es una meta utópica, que no alcanzará nunca a cubrir el asistencialismo, esto es, en palabras de Nuria Varela, a propósito de relatar lo cansado de vivir luchando: “Nos hemos hecho mayores y no nos gusta lo que vemos…Hemos sido hormigas. Ya es hora de que nos toque ser cigarras.”
Es tiempo de cigarras…