Si el alcalde lo dijo, es porque sabe algo.
El argumento dado de su ronco pecho la mañana de este viernes sobre el asesinato de un policía municipal no solo cimbró a la corporación preventiva mazatleca, lo hizo al mismo tiempo con todos los niveles y mandos de la estructura de las fuerzas de seguridad.
Aunque matizó que él cree que puede tratarse de un asunto interno, desata con su declaración los demonios de una corporación señalada de abusos de poder en su forma de actuar para combatir a la delincuencia del orden común.
Una corporación viciada por las tácticas operativas es a la vez un cuerpo irregular de la ley.
Dejar la “víbora chillando” empantana a la SSPM de la que es el “jefe supremo”.
Entonces, si no confía en sus agentes, ¿cómo puede el ciudadano de a pie estar seguro en la mentada proximidad social?
Hasta el momento ninguno de los casos de abuso policiaco registrados este año ha sido resuelto, y las autoridades le apuestan al olvido para que el tema salga de la agenda pública.
No basta con quitarles el pasamontañas o desaparecer al Grupo de Reacción, unidad creada para la intervención de casos especiales que requieren otro modelo para enfrentar delito de mayor impacto.
En este contexto se puede prever que la formación policiaca está destinada al fracaso.
Y si pensamos mal, que no es el caso, el asesinato del agente que llevaba meses inactivo porque pidió participar en la campaña política pasada, puede ser un mensaje para el nuevo gobierno que entrará el 1 de noviembre en el puerto.
Es decir, que los poderes fácticos vieran en él al futuro secretario de Seguridad Pública Municipal, y al no convenir con sus intereses, hallan mandado un mensaje claro de que esa posición en la nueva administración solo les corresponde a ellos ponerlo, así de simple.