/ viernes 12 de febrero de 2021

Mentiras que matan

A medida que pasan estos terribles meses y días, cada vez va quedando más claro que México pasará a la historia como uno de los países que de peor manera han enfrentado y gestionado la pandemia del COVID-19.

Ahí están los datos, que son dolorosos e irrefutables y que hablan por sí solos: 1 millón 957 mil 889 casos confirmados de coronavirus y 169 mil 760 muertos (tercer lugar a nivel mundial, solo por debajo de Estados Unidos y Brasil). Se trata de una verdadera tragedia humana.

Y no hay que perder de vista que nos referimos a las “maquilladas” cifras oficiales. El INEGI ha reportado un “exceso de mortalidad”, que no consigna la estadística gubernamental sobre COVID-19. Muchos enfermos graves de coronavirus no están muriendo en los hospitales sino en sus casas.

De acuerdo con los datos del INEGI, el número de mexicanos fallecidos por COVID-19 pudiera ser un 45% superior al que reportan diariamente, como aterradora y tétrica letanía, el locuaz y mitómano Dr. Hugo López-Gatell y sus colaboradores.

Ciertamente, estamos en presencia de un virus nuevo y altamente contagioso. Pero seguramente menos enfermos, muertos y dolor tendríamos hoy en México, si el gobierno federal hubiera actuado oportunamente, con responsabilidad, congruencia y apego a la verdad.

En lugar de alertar tempranamente sobre la gravedad de la situación, el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador señaló “No nos hará nada la pandemia”; el coronavirus “no es algo terrible, fatal. Ni siquiera es equivalente a la influenza”. Y el subsecretario de salud López-Gatell le secundó diciendo que los síntomas del COVID-19 eran los de un “catarro”.

En un inexplicable esfuerzo por minimizar la presencia e impacto de la pandemia, el presidente de la república lanzó una convocatoria insólita e irresponsable: “Hay que abrazarse, no pasa nada”; “Vamos a seguir haciendo la vida normal”, “No dejen de salir”, “sigan llevando a la familia a comer, a los restaurantes y a las fondas”.

Vinieron después una serie de erráticas decisiones del gobierno federal en materia de política sanitaria: la oposición a realizar pruebas masivas de diagnóstico y la renuencia a recomendar el uso del cubrebocas. Luego la manipulación arbitraria y grosera de un supuesto semáforo epidemiológico y las reiteradas y patéticas mentiras sobre el comportamiento de la enfermedad: “Domamos al virus”, “aplanamos la curva”, “ya pasó lo más difícil de la pandemia”, “ya vamos de salida”.

Y como corolario, los fallidos pronósticos del Dr. Hugo López-Gatell: primero dijo que tendríamos 6 mil defunciones, otro escenario fue de 8 mil, después afirmó que serían 12 mil 500, luego habló de 28 mil, que redondeó a 30 mil, no descartó un intervalo de 30 mil a 35 mil y al final el escenario catastrófico de 60 mil muertos. Todas las estimaciones fueron erradas, y con mucho.

Ahora, el mayor ejemplo de la ineficacia, el desorden y la falacia gubernamental es el Plan Nacional de Vacunación, que se anunció constaría de 5 etapas: la primera del 1 de diciembre de 2020 a febrero de 2021 (para inmunizar al personal de salud de primera línea en la lucha contra la pandemia), la segunda de febrero a abril de 2021 (vacunación de personal de salud restante y adultos mayores de 60 años y más), la tercera de abril a mayo de 2021 (personas de 50 a 59 años), la cuarta de mayo a junio de 2021 (personas de 40 a 49 años) y la quinta de junio de 2021 a marzo de 2022 (el resto de la población).

Para ello, el gobierno mexicano informó que tenía acuerdos firmados para comprar 34.4 millones de dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech, 77.4 millones de dosis de la vacuna AstraZeneca y 35 millones de dosis de la vacuna Cansino Biologics. En total, supuestamente se tenía asegurado el suministro de 146.8 millones de dosis de vacunas anti COVID-19, más las que se recibirían a través de mecanismo COVAX de la Organización Mundial de la Salud. Los contratos para la adquisición de estas vacunas no se han conocido públicamente y se anunció incluso la compra de biológicos que ni siquiera tenía la autorización previa de COFEPRIS.

Con transmisión en vivo y fanfarrias, el 23 de diciembre de 2020 llegó un avión procedente de Bélgica con las primeras 3 mil dosis de la vacuna Pfizer. “Misión cumplida: México inicia la vacunación masiva”, festinó el canciller Marcelo Ebrard. Pero no fue cierto. A la fecha, únicamente se han aplicado 724 mil 707 dosis (94.5%) de la vacuna Pfizer. Y eso es todo. No hay más.

De manera irresponsable, engañando vilmente a la población, el gobierno mexicano puso en marcha un Plan Nacional de Vacunación, sin contar con un inventario suficiente de dosis. No cumplieron con el objetivo inicial de inmunizar al personal de salud de primera línea de atención a la pandemia, y tomaron la aberrante decisión de vacunar a sus operadores electorales, los llamados “servidores de la nación” y a maestros del estado de Campeche. Pusieron en marcha una plataforma para el registro adultos mayores que no ha funcionado adecuadamente.

Todo ha sido una larga cadena de errores, desatinos y falacias. El gobierno federal centralizó y burocratizó el proceso de vacunación contra el COVID-19. Y lo más lamentable, ha intentado hacer clientelismo político con la vacuna.

Las promesas incumplidas siguen adelante con toda desfachatez: después de un mes sin recibir ninguna dosis, las autoridades anunciaron que Rusia enviará 24 millones de la vacuna Sputnik y que en los próximos días llegarán dosis de Pfizer y AstraZeneca. Hasta no ver, no creer.

El Plan Nacional de Vacunación contra el coronavirus ha sido un total fracaso. En México, se ha inmunizado únicamente al 0.50% de la población (lugar 53 a nivel mundial) Estamos por debajo de Brasil, Argentina, Costa Rica y Chile. Esa es la triste y angustiante realidad. Lo demás son promesas, ilusiones, buenos deseos, actos de fe y mentiras; mentiras que matan.

A medida que pasan estos terribles meses y días, cada vez va quedando más claro que México pasará a la historia como uno de los países que de peor manera han enfrentado y gestionado la pandemia del COVID-19.

Ahí están los datos, que son dolorosos e irrefutables y que hablan por sí solos: 1 millón 957 mil 889 casos confirmados de coronavirus y 169 mil 760 muertos (tercer lugar a nivel mundial, solo por debajo de Estados Unidos y Brasil). Se trata de una verdadera tragedia humana.

Y no hay que perder de vista que nos referimos a las “maquilladas” cifras oficiales. El INEGI ha reportado un “exceso de mortalidad”, que no consigna la estadística gubernamental sobre COVID-19. Muchos enfermos graves de coronavirus no están muriendo en los hospitales sino en sus casas.

De acuerdo con los datos del INEGI, el número de mexicanos fallecidos por COVID-19 pudiera ser un 45% superior al que reportan diariamente, como aterradora y tétrica letanía, el locuaz y mitómano Dr. Hugo López-Gatell y sus colaboradores.

Ciertamente, estamos en presencia de un virus nuevo y altamente contagioso. Pero seguramente menos enfermos, muertos y dolor tendríamos hoy en México, si el gobierno federal hubiera actuado oportunamente, con responsabilidad, congruencia y apego a la verdad.

En lugar de alertar tempranamente sobre la gravedad de la situación, el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador señaló “No nos hará nada la pandemia”; el coronavirus “no es algo terrible, fatal. Ni siquiera es equivalente a la influenza”. Y el subsecretario de salud López-Gatell le secundó diciendo que los síntomas del COVID-19 eran los de un “catarro”.

En un inexplicable esfuerzo por minimizar la presencia e impacto de la pandemia, el presidente de la república lanzó una convocatoria insólita e irresponsable: “Hay que abrazarse, no pasa nada”; “Vamos a seguir haciendo la vida normal”, “No dejen de salir”, “sigan llevando a la familia a comer, a los restaurantes y a las fondas”.

Vinieron después una serie de erráticas decisiones del gobierno federal en materia de política sanitaria: la oposición a realizar pruebas masivas de diagnóstico y la renuencia a recomendar el uso del cubrebocas. Luego la manipulación arbitraria y grosera de un supuesto semáforo epidemiológico y las reiteradas y patéticas mentiras sobre el comportamiento de la enfermedad: “Domamos al virus”, “aplanamos la curva”, “ya pasó lo más difícil de la pandemia”, “ya vamos de salida”.

Y como corolario, los fallidos pronósticos del Dr. Hugo López-Gatell: primero dijo que tendríamos 6 mil defunciones, otro escenario fue de 8 mil, después afirmó que serían 12 mil 500, luego habló de 28 mil, que redondeó a 30 mil, no descartó un intervalo de 30 mil a 35 mil y al final el escenario catastrófico de 60 mil muertos. Todas las estimaciones fueron erradas, y con mucho.

Ahora, el mayor ejemplo de la ineficacia, el desorden y la falacia gubernamental es el Plan Nacional de Vacunación, que se anunció constaría de 5 etapas: la primera del 1 de diciembre de 2020 a febrero de 2021 (para inmunizar al personal de salud de primera línea en la lucha contra la pandemia), la segunda de febrero a abril de 2021 (vacunación de personal de salud restante y adultos mayores de 60 años y más), la tercera de abril a mayo de 2021 (personas de 50 a 59 años), la cuarta de mayo a junio de 2021 (personas de 40 a 49 años) y la quinta de junio de 2021 a marzo de 2022 (el resto de la población).

Para ello, el gobierno mexicano informó que tenía acuerdos firmados para comprar 34.4 millones de dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech, 77.4 millones de dosis de la vacuna AstraZeneca y 35 millones de dosis de la vacuna Cansino Biologics. En total, supuestamente se tenía asegurado el suministro de 146.8 millones de dosis de vacunas anti COVID-19, más las que se recibirían a través de mecanismo COVAX de la Organización Mundial de la Salud. Los contratos para la adquisición de estas vacunas no se han conocido públicamente y se anunció incluso la compra de biológicos que ni siquiera tenía la autorización previa de COFEPRIS.

Con transmisión en vivo y fanfarrias, el 23 de diciembre de 2020 llegó un avión procedente de Bélgica con las primeras 3 mil dosis de la vacuna Pfizer. “Misión cumplida: México inicia la vacunación masiva”, festinó el canciller Marcelo Ebrard. Pero no fue cierto. A la fecha, únicamente se han aplicado 724 mil 707 dosis (94.5%) de la vacuna Pfizer. Y eso es todo. No hay más.

De manera irresponsable, engañando vilmente a la población, el gobierno mexicano puso en marcha un Plan Nacional de Vacunación, sin contar con un inventario suficiente de dosis. No cumplieron con el objetivo inicial de inmunizar al personal de salud de primera línea de atención a la pandemia, y tomaron la aberrante decisión de vacunar a sus operadores electorales, los llamados “servidores de la nación” y a maestros del estado de Campeche. Pusieron en marcha una plataforma para el registro adultos mayores que no ha funcionado adecuadamente.

Todo ha sido una larga cadena de errores, desatinos y falacias. El gobierno federal centralizó y burocratizó el proceso de vacunación contra el COVID-19. Y lo más lamentable, ha intentado hacer clientelismo político con la vacuna.

Las promesas incumplidas siguen adelante con toda desfachatez: después de un mes sin recibir ninguna dosis, las autoridades anunciaron que Rusia enviará 24 millones de la vacuna Sputnik y que en los próximos días llegarán dosis de Pfizer y AstraZeneca. Hasta no ver, no creer.

El Plan Nacional de Vacunación contra el coronavirus ha sido un total fracaso. En México, se ha inmunizado únicamente al 0.50% de la población (lugar 53 a nivel mundial) Estamos por debajo de Brasil, Argentina, Costa Rica y Chile. Esa es la triste y angustiante realidad. Lo demás son promesas, ilusiones, buenos deseos, actos de fe y mentiras; mentiras que matan.