/ miércoles 11 de noviembre de 2020

Las 3 muertes de Marisela

Por varias razones, “Las 3 muertes de Marisela Escobedo” es un acto doloroso de ver. Este documental estrenado recientemente en la plataforma de Netflix nos muestra la historia de Marisela Escobedo, una mujer común, enfermera y pequeña empresaria, radicada en el estado de Chihuahua, cuya hija de 16 años fue asesinada en 2008 por su pareja. La travesía de Marisela comienza en ese punto, cuando decide presionar al gobierno de su estado para que reúnan las pruebas suficientes para encarcelar al culpable y, ante la incompetencia de la burocracia policial, investigar por ella misma la ubicación del perpetrador y presentarlo ante las autoridades.

Pero estas acciones, ya en sí mismas admirables, resultan no ser suficientes, pues el homicida es declarado inocente por unanimidad de los jueces, a pesar de las pruebas y de haber confesado. Este es un punto de quiebre en el documental: como espectadores casi podemos ponernos en la piel de Marisela cuando la vemos quebrarse en pleno tribunal, gritar y llorar de coraje. Es un gran golpe de realidad y, desgraciadamente, no será el último que nos dé el documental.

En la figura de Marisela podemos ver cómo se encarna un país entero que en plena guerra contra el narcotráfico fue hundiéndose cada vez más en la desesperación y en la frustración. Posterior a la liberación del feminicida de su hija, Marisela organizó innumerables marchas y protestas, tratando, con alguna esperanza, que se le respondiera con algo más que una condolencia. Tras presionar al gobierno del priista César Duarte (actualmente en un proceso de extradición por acusaciones de enriquecimiento ilícito) y recibir solamente acciones simuladas, su historia terminó afuera del Palacio de Gobierno del estado de Chihuahua, ultimada mientras exigía justicia por su hija.

A lo largo de la historia de Marisela uno se va dando cuenta de algo sumamente preocupante: En el México heredado por los gobiernos anteriores cualquier persona podría terminar en una situación así, impulsado por la tragedia personal a hacer el trabajo que las autoridades dejaron de hacer. De hecho, hay muchas historias similares derivadas de la falta de voluntad política para hacer algo efectivo contra el crimen. En Sinaloa, por ejemplo, existe el grupo de Rastreadoras, el cual fue también creado por una madre que no obtuvo una respuesta de las autoridades ante una tragedia familiar.

La historia de las Rastreadoras tiene similitudes con la historia de Marisela Escobedo que no se pueden obviar. Este colectivo creado en 2014, dedicado a buscar osamentas que podrían ser de sus seres queridos desaparecidos, está integrado en su mayoría por madres a las que no les quedó otra más que hacer algo por ellas mismas cuando las autoridades exhibieron su pasividad o apatía. En diversas entrevistas, Mirna Medina, la fundadora, cuenta que cuando fue a la policía por la desaparición de su hijo, estos le dijeron que a ellos no les correspondía la búsqueda de cuerpos.

A la fecha el grupo de Rastreadoras ha encontrado aproximadamente 200 cuerpos que, de no ser por esta actividad, probablemente nunca se hubieran hallado o hubieran demorado mucho más en ser descubiertos y recibir una digna sepultura. Además, a partir de su creación se han organizado más grupos también dedicados a la búsqueda de restos de personas desaparecidas en otras localidades de la región.

El reconocimiento a las víctimas de todo tipo es importante en cualquier país que adolezca de una situación de crisis de justicia y de derechos humanos como la que profundizaron los gobiernos anteriores. De ahí que el documental sobre Marisela Escobedo actualmente le esté dando la vuelta al mundo contando la tragedia de esta activista, o que el actual gobierno federal siga haciendo esfuerzos para esclarecer el caso de Ayotzinapa, el cual, a todas luces, careció de un tratamiento adecuado.

A 10 años del terrible asesinato de Marisela Escobedo, esta nos sigue recordando el peso que tiene el trabajo de la ciudadanía y de las organizaciones sociales que se dedican a la búsqueda de justicia por las miles de víctimas que hay en México, un trabajo que no eligieron, sino que se vieron obligadas a llevar a cabo y por el que merecen no solo un mayor reconocimiento, sino sobre todo, justicia y verdad.

Por varias razones, “Las 3 muertes de Marisela Escobedo” es un acto doloroso de ver. Este documental estrenado recientemente en la plataforma de Netflix nos muestra la historia de Marisela Escobedo, una mujer común, enfermera y pequeña empresaria, radicada en el estado de Chihuahua, cuya hija de 16 años fue asesinada en 2008 por su pareja. La travesía de Marisela comienza en ese punto, cuando decide presionar al gobierno de su estado para que reúnan las pruebas suficientes para encarcelar al culpable y, ante la incompetencia de la burocracia policial, investigar por ella misma la ubicación del perpetrador y presentarlo ante las autoridades.

Pero estas acciones, ya en sí mismas admirables, resultan no ser suficientes, pues el homicida es declarado inocente por unanimidad de los jueces, a pesar de las pruebas y de haber confesado. Este es un punto de quiebre en el documental: como espectadores casi podemos ponernos en la piel de Marisela cuando la vemos quebrarse en pleno tribunal, gritar y llorar de coraje. Es un gran golpe de realidad y, desgraciadamente, no será el último que nos dé el documental.

En la figura de Marisela podemos ver cómo se encarna un país entero que en plena guerra contra el narcotráfico fue hundiéndose cada vez más en la desesperación y en la frustración. Posterior a la liberación del feminicida de su hija, Marisela organizó innumerables marchas y protestas, tratando, con alguna esperanza, que se le respondiera con algo más que una condolencia. Tras presionar al gobierno del priista César Duarte (actualmente en un proceso de extradición por acusaciones de enriquecimiento ilícito) y recibir solamente acciones simuladas, su historia terminó afuera del Palacio de Gobierno del estado de Chihuahua, ultimada mientras exigía justicia por su hija.

A lo largo de la historia de Marisela uno se va dando cuenta de algo sumamente preocupante: En el México heredado por los gobiernos anteriores cualquier persona podría terminar en una situación así, impulsado por la tragedia personal a hacer el trabajo que las autoridades dejaron de hacer. De hecho, hay muchas historias similares derivadas de la falta de voluntad política para hacer algo efectivo contra el crimen. En Sinaloa, por ejemplo, existe el grupo de Rastreadoras, el cual fue también creado por una madre que no obtuvo una respuesta de las autoridades ante una tragedia familiar.

La historia de las Rastreadoras tiene similitudes con la historia de Marisela Escobedo que no se pueden obviar. Este colectivo creado en 2014, dedicado a buscar osamentas que podrían ser de sus seres queridos desaparecidos, está integrado en su mayoría por madres a las que no les quedó otra más que hacer algo por ellas mismas cuando las autoridades exhibieron su pasividad o apatía. En diversas entrevistas, Mirna Medina, la fundadora, cuenta que cuando fue a la policía por la desaparición de su hijo, estos le dijeron que a ellos no les correspondía la búsqueda de cuerpos.

A la fecha el grupo de Rastreadoras ha encontrado aproximadamente 200 cuerpos que, de no ser por esta actividad, probablemente nunca se hubieran hallado o hubieran demorado mucho más en ser descubiertos y recibir una digna sepultura. Además, a partir de su creación se han organizado más grupos también dedicados a la búsqueda de restos de personas desaparecidas en otras localidades de la región.

El reconocimiento a las víctimas de todo tipo es importante en cualquier país que adolezca de una situación de crisis de justicia y de derechos humanos como la que profundizaron los gobiernos anteriores. De ahí que el documental sobre Marisela Escobedo actualmente le esté dando la vuelta al mundo contando la tragedia de esta activista, o que el actual gobierno federal siga haciendo esfuerzos para esclarecer el caso de Ayotzinapa, el cual, a todas luces, careció de un tratamiento adecuado.

A 10 años del terrible asesinato de Marisela Escobedo, esta nos sigue recordando el peso que tiene el trabajo de la ciudadanía y de las organizaciones sociales que se dedican a la búsqueda de justicia por las miles de víctimas que hay en México, un trabajo que no eligieron, sino que se vieron obligadas a llevar a cabo y por el que merecen no solo un mayor reconocimiento, sino sobre todo, justicia y verdad.