Uno de los tantos reproches que sus adversarios le han hecho al exsecretario de Seguridad Ciudadana de la CDMX, Omar García Harfuch, es que nunca logró aprobar los famosos exámenes de control de confianza que la Policía Federal le aplicó en tres ocasiones. De tales exámenes, el del polígrafo, conocido popularmente como el detector de mentiras, es el más temido por cualquier policía. Aunque, como suele suceder en México, si te reprueban, siempre hay modo de salir adelante. Eso sí, hay que saberse una que otra maña. O de plano, hay que tener un buen padrino bajo la manga.
Llevo cinco minutos sentado. Sale a recibirme un tipo con saco y corbata, huele a desodorante Axe. Es el poligrafista. Es de pierna flaca y cadera estrecha, de barriga abultada y piel morena. El clásico Godinez. En su gafete se lee: “Primitivo González”. Me da la mano muy cordial, como si nos conociéramos. Me invita a pasar a un pequeño cubículo donde sólo hay dos sillas y una mesa.
Otra vez el examen de control y confianza. Ya se habían tardado. El último fue hace cuatro años. Decían que lo iban a hacer cada año, pero se robaron el dinero y ya no hubo modo. Mejor. Sobre la mesa se ve una computadora lap top y un montón de cables y electrodos. Hay también una cámara de video que apunta hacia donde yo estoy. Todo eso es el polígrafo. Está ahí, en espera de que aparezca un nuevo mentiroso para empinarlo. Y vaya que en la policía sobran los mentirosos.
Primitivo termina de conectar los dedos de mi mano con los sensores, los cuales a su vez se conectan a la computadora. Estoy tranquilo, ya me la sé. Tienes que estar calmado, relax, sin broncas en la cabeza. Ese es el truco. Lo otro es que cada respuesta que des, la sostengas. Lo peor que puedes hacer es cambiar tu respuesta. Aunque te den la opción, tienes que sostenerte, si no, te truenan. En realidad nunca te entregan los resultados de los exámenes; sabes que lo aprobaste simplemente porque te siguen depositando la quincena. Así son de considerados.
Conozco el caso de 12 malandrines que tronaron el examen, pero como tienen buen padrino, terminaron aprobando. Entre el personal son mejor conocidos como “Los 12 Apóstoles”. También sé de otros dos canijos, que los reprobaron por hacer cachirul con las pruebas de orina del examen toxicológico. La muestra de orina que presentaron era de sus esposas, y resulta que estaban embarazadas. A esos güeyes sí los echaron a la calle. Por audaces.
El pez por la boca muere
La cosa inicia con las preguntas básicas, las de rigor. Luego comienzan a hurgar en tu vida. Te preguntan de tu patrimonio, de tus cosas. Que si conoces a algún mañoso; que si has robado o secuestrado; que si te gusta el dinero. Te sacan toda la sopa. Cada vez que digo un sí o un no, Primtivo mira la pantalla de la lap top y hace sus anotaciones en un cuaderno. Como regla general, en las preguntas comprometedoras tienes que negarlo todo. Hay otros trucos para engañar al polígrafo. Puedes hacer movimientos muy sutiles con los dedos del pie o con el estómago, que pueden alterar la lectura de tus reacciones.
-¿Usted consume drogas? -me pregunta Primitivo.
-No. -contesto yo.
-¿Usted ha probado alguna droga?
-No.
-¿Usted tiene tratos con alguien de la delincuencia organizada?
-No.
Claro que tengo tratos con los mañosos. Todos los policías tienen tratos con los mañosos. Trabajamos con ellos. Ellos son los que te dan la información para que te chingues a los del lado contrario y generes trabajo. Además te dan dinero para que mantengas la plaza. Si no, ¿de dónde saca uno? Ni modo que salga de mi sueldo.
-¿Está usted seguro de que no tiene tratos con la delincuencia? -me pregunta Primitivo con tono amenazante-. Puede cambiar su respuesta. Si la cambia, nadie se va a enterar. Aquí estamos para ayudarlo.
-Estoy seguro.
-¿Seguro?
-Seguro.
La mano de Primitivo escribe en el cuaderno. De pronto se levanta de su silla y me dice que lo disculpe, pero que tiene que salir un momento. Se va, dejando la lap top y el cuaderno a mi alcance. Ahora es cuando, es el momento de echarle un ojo a las notas y a la pantalla de la computadora. A ver qué puso este Godinez. Me levanto de la silla y, antes de acercarme a la mesa, miro a la cámara que apunta hacia mí. ¿Y si alguien me está viendo? ¿Y si me pusieron un cuatro nomás para ver cómo reacciono? ¿Y si estoy en la lista negra? Yo no tengo padrino que me ayude a brincar el examen si lo repruebo. Así que me digo a mí mismo ya siéntese señor. A continuación regreso a la silla, para quedar con el cuerpo muy quietecito y mi cara de yo no rompo un plato.
El súper policía
Se dice que García Harfuch no pasó los exámenes de confianza debido a una pregunta que le hicieron en el polígrafo: “¿Mantiene usted compromisos con la delincuencia organizada?” El informe dice que las respuestas tuvieron “reacciones significativas de falta de veracidad”. Aunque eso no fue impedimento para que Luis Cárdenas Palomino, padrino y mentor de Harfuch, le diera el cargo de suboficial en la Policía, iniciando así una carrera meteórica, en la que sólo cuatro años más tarde, Harfuch se convirtiera en Inspector General.
Hoy, un sector de la izquierda, ya no se diga de la oposición, se niega a que el súper policía Harfuch sea elegido por el dedo presidencial como candidato morenista, para buscar la jefatura de CDMX en las próximas elecciones. Si no es Harfuch, será otro. Suspirantes sobran. La pregunta es quién de esos suspirantes, sin ayuda ni padrinos, podría aprobar un examen de control y confianza. ¿Y el presidente, saldría bien librado de un examen como el del polígrafo?