/ miércoles 10 de marzo de 2021

La Batalla Cultural

“Toda generación debe asumir el reto de abrir las puertas al futuro”

María Zambrano

El pasado 8 de marzo vimos de nuevo el rostro de las protagonistas de la revolución que está provocando los cambios más grandes de nuestros tiempos: Las mujeres; denunciando las desigualdades a través de las marchas, las canciones, haciéndose presente pintando muros que hacían pasar por paz, para hacer visible los nombres de las víctimas de esta guerra que se enfrenta día con día por el hecho de ser mujer.

Sin embargo, es la estigmatización del cómo se realizan estas denuncias lo que acapara la mayor polémica y por consecuencia lo que llega desde la comunicación mediática hasta nuestros hogares, lo que reafirma que se espera socialmente determinado comportamiento de las mujeres, en este caso específico, qué dócil y educadamente acudamos a la denuncia de la injusticia.

La naturalización de la violencia es el mayor obstáculo para erradicarla, incluso denunciarla, no hay leyes o protocolos que te protejan ante esa invisibilización, es de manera cotidiana tratar de respondernos ¿esto es injusto, aunque sea normal? para entenderlo requiere como primer paso de una deconstrucción individual, que nos permita comprender cómo es que aprendimos a percibir como justo el mundo anulando la voz y dignidad de las mujeres.

Desmitificar la neutralidad del entorno sigue representando un reto, es decir ¿cuántas charlas hemos tenido o presenciado donde se argumenta que no se les agrede por el hecho de ser mujeres? Esta forma de pensamiento sostiene que las mujeres no son discriminadas ni violentadas, al menos no ellas en lo particular, como grupo específico de la población, esta confusión nos provoca vivir en una época de transición, donde teóricamente las leyes prohíben el trato desigual entre hombres y mujeres, sumado a que respecto a nuestras generaciones de mujeres anteriores percibimos cambios de mayor libertad.

Pero las mujeres tenemos una naciente relación con la libertad, que aún nos pertenece solo algunas cuantas, y sigue siendo un privilegio que además es vulnerable y condicionada por la expectativa social, el papel de nuestras abuelas, madres, amigas y hermanas es fundamental para liberarnos, incluso de sus propias ataduras, en esta etapa el trabajo en el empoderamiento sigue siendo fundamental.

Cada cambio legal trae consigo una batalla cultural, es innegable la institucionalización de la perspectiva de género que busca la justicia social para las mujeres, las reformas de los últimos tiempos nos dan esperanza, pero el tiempo pasa, y el cambio cultural no llega, la batalla cultural es la deuda pendiente de nuestra generación.

Hombres, aliados: leí esta frase que no me pertenece y comparto; “romper el pacto es su batalla… la revolución es nuestra.”

“Toda generación debe asumir el reto de abrir las puertas al futuro”

María Zambrano

El pasado 8 de marzo vimos de nuevo el rostro de las protagonistas de la revolución que está provocando los cambios más grandes de nuestros tiempos: Las mujeres; denunciando las desigualdades a través de las marchas, las canciones, haciéndose presente pintando muros que hacían pasar por paz, para hacer visible los nombres de las víctimas de esta guerra que se enfrenta día con día por el hecho de ser mujer.

Sin embargo, es la estigmatización del cómo se realizan estas denuncias lo que acapara la mayor polémica y por consecuencia lo que llega desde la comunicación mediática hasta nuestros hogares, lo que reafirma que se espera socialmente determinado comportamiento de las mujeres, en este caso específico, qué dócil y educadamente acudamos a la denuncia de la injusticia.

La naturalización de la violencia es el mayor obstáculo para erradicarla, incluso denunciarla, no hay leyes o protocolos que te protejan ante esa invisibilización, es de manera cotidiana tratar de respondernos ¿esto es injusto, aunque sea normal? para entenderlo requiere como primer paso de una deconstrucción individual, que nos permita comprender cómo es que aprendimos a percibir como justo el mundo anulando la voz y dignidad de las mujeres.

Desmitificar la neutralidad del entorno sigue representando un reto, es decir ¿cuántas charlas hemos tenido o presenciado donde se argumenta que no se les agrede por el hecho de ser mujeres? Esta forma de pensamiento sostiene que las mujeres no son discriminadas ni violentadas, al menos no ellas en lo particular, como grupo específico de la población, esta confusión nos provoca vivir en una época de transición, donde teóricamente las leyes prohíben el trato desigual entre hombres y mujeres, sumado a que respecto a nuestras generaciones de mujeres anteriores percibimos cambios de mayor libertad.

Pero las mujeres tenemos una naciente relación con la libertad, que aún nos pertenece solo algunas cuantas, y sigue siendo un privilegio que además es vulnerable y condicionada por la expectativa social, el papel de nuestras abuelas, madres, amigas y hermanas es fundamental para liberarnos, incluso de sus propias ataduras, en esta etapa el trabajo en el empoderamiento sigue siendo fundamental.

Cada cambio legal trae consigo una batalla cultural, es innegable la institucionalización de la perspectiva de género que busca la justicia social para las mujeres, las reformas de los últimos tiempos nos dan esperanza, pero el tiempo pasa, y el cambio cultural no llega, la batalla cultural es la deuda pendiente de nuestra generación.

Hombres, aliados: leí esta frase que no me pertenece y comparto; “romper el pacto es su batalla… la revolución es nuestra.”