/ viernes 22 de octubre de 2021

Felipe Cazals y el Echeverrismo: la fórmula que cambió al cine mexicano

Para tratar de entender la trascendencia del legado cinematográfico de Felipe Cazals (1937-2021), habría que reflexionar sobre cuál era la situación del cine mexicano durante el sexenio de Luis Echeverría, época en la que el cineasta realizó tres de sus películas emblemáticas: “Canoa” (1976), “Las Poquianchis” (1976) y “El Apando” (1975).

Iniciaban los años setenta, el controvertido y polémico ex secretario de gobernación, Luis Echeverría Álvarez, ocupaba la silla presidencial. El legado de su antecesor, Gustavo Díaz Ordaz, olía a podrido. Le dejaba un país sumido en una crisis social y política. Era urgente un pacto con el pueblo, un pueblo que se sentía profundamente agraviado por la matanza de Tlatelolco, y por el hecho de que el propio Echeverría fuera considerado como uno de los principales perpetradores.

Muy pronto Echeverría vio en los jóvenes el motor de su discurso social. Sabía que era el sector más inconforme y buscó acercarse a ellos. Se apuró a romper radicalmente con su exjefe, Díaz Ordaz, y se montó en el discurso de que México era un “país de jóvenes”. En su intento por estar cerca de la juventud apoyó varias industrias, una de ellas fue la del cine. Siguiendo la añeja tradición de los presidentes mexicanos de darle “hueso” a sus parientes dentro de los gobiernos que encabezan, Luis Echeverría puso a su hermano, Rodolfo Echeverría, al frente del Banco Cinematográfico con la encomienda de crear “cine de arte con contenido social”, un cine que reflejara la realidad del pueblo mexicano y no la vida cómoda y facilona que mostraba el cine comercial de finales de los años sesenta, en el que la clase media fifí era retratada como referente de buenas costumbres y éxito. César Costa, Enrique Guzmán y Angélica María son ejemplos de esa clase media ñoña y mojigata.

El hombre indicado

Rodolfo Echeverría, mejor conocido como “Rodolfo Landa” no era ningún improvisado. Además de ser abogado, había sido actor en decenas de películas y también secretario general de la Asociación Nacional de Actores (ANDA). Era un tipo brillante, culto e inteligente, que tenía larga experiencia tanto en el cine como en el teatro y también en la política.

Era alguien que conocía a fondo los entrecejos del cine mexicano y entendía la necesidad de su hermano, el presidente, de “conectar” con el pueblo por medio de historias. Fue así como llegó un sexenio generoso para el cine hecho en México.

Un sexenio en el que gobierno, por medio del Banco Cinematográfico que contaba con un presupuesto superior a los mil millones de aquellos pesos , además de apoyar la producción, renovó la infraestructura con la que se producía el cine en los Estudios Churubusco, que eran una empresa estatal, y llevó a cabo obras trascendentes como la creación de la Cineteca Nacional y el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).

La sangre nueva del cine mexicano

Por supuesto aquellos años fueron la puerta de entrada a jóvenes cineastas que le dieron sangre nueva al ya moribundo cine mexicano. Entre ellos Jorge Fons, Arturo Ripstein y, por supuesto, Felipe Cazals. Fueron ellos y otros pocos los consentidos del sistema echeverrista. Fueron ellos a los que se les abrió el grifo del dinero y se les permitió todo con tal de que hicieran un cine que no dejara vestigio del pasado. No hubo censura ni medias tintas. Las cosas por fin se pudieron decir a calzón quitado. Para fines del sexenio echeverrista, se habían producido 437 filmes, de los cuales 116 fueron financiados con recursos del estado.

La idea parecía funcionar: el gobierno ponía el dinero y los cineastas las grandes historias imbuidas de un profundo contenido social. Historias que fueron premiados en distintos festivales. Tal fue el caso de “Canoa”, donde Cazals retrata, casi a modo de un documental, la tragedia de cinco estudiantes que son linchados cruelmente por los habitantes de un pueblo, tras ser confundidos con “rojillos”. La cinta obtuvo en 1976 el codiciado “Oso de Plata” como premio especial del jurado en el Festival Internacional de Cine de Berlín.

El final de un sueño

Pero no todo fue suavecito para Cazals. Una vez que Luis Echeverría dejó la presidencia y el nuevo inquilino de “Los Pinos”, José López Portillo, nombró a su siniestra hermana, Margarita, como la nueva mandamás del cine nacional, ésta, al más puro estilo del presidencialismo mexicano, se dedicó a desmantelar todo lo que habían hecho sus antecesores. En efecto, la hermana del “Jolopo” con su soberbia e ignorancia, le puso fin a un periodo que fue afortunado para el cine mexicano; un periodo en el que se produjeron algunas de las películas imprescindibles de la cinematografía nacional.

Así las cosas, Cazals tuvo que entrarle a dirigir cine del que fuera y donde lo hubiera. “Rigo es Amor” (1980), un drama musical, basado en la vida alcohólica del famoso cantante Rigo Tovar da cuenta de ello. Cinco años después con “Los Motivos de Luz”, la que muchos consideran, fue una de sus películas más “brutales”, Cazals ganaría la Concha de Plata en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián en España, al tiempo que tanto el director como los productores de la cinta, irónicamente eran demandados por difamación, daños morales y calumnia por Elvira Luz Cruz, una mujer acusada del homicidio de sus cuatro hijos pequeños, en cuya historia de la vida real se basaba la película.

Si buscásemos un referente para comparar el cine sanguinolento y demoledor de Felipe Cazals con el cine que se hace hoy en día, encontraríamos similitudes con un cine de terror y suspenso. Hoy a muy pocos les asusta, o siquiera les incomoda, ver a un muchacho bañado en su propia sangre, siendo linchado por una multitud enardecida. Imágenes así se ven todos los días en la pantalla de un teléfono celular. Ciertamente no podemos decir que hace cincuenta años las cosas fueran muy distintas a como lo son hoy. Sólo eran menos visibles para los mexicanos. Fueron cineastas como Cazals y su generación los que se atrevieron a arrancar el velo para hacer un retrato feroz de ese México bronco y desigual, que aún sigue persiguiéndose a sí mismo. Hasta siempre, maestro. Nos dejas tus historias.

Para tratar de entender la trascendencia del legado cinematográfico de Felipe Cazals (1937-2021), habría que reflexionar sobre cuál era la situación del cine mexicano durante el sexenio de Luis Echeverría, época en la que el cineasta realizó tres de sus películas emblemáticas: “Canoa” (1976), “Las Poquianchis” (1976) y “El Apando” (1975).

Iniciaban los años setenta, el controvertido y polémico ex secretario de gobernación, Luis Echeverría Álvarez, ocupaba la silla presidencial. El legado de su antecesor, Gustavo Díaz Ordaz, olía a podrido. Le dejaba un país sumido en una crisis social y política. Era urgente un pacto con el pueblo, un pueblo que se sentía profundamente agraviado por la matanza de Tlatelolco, y por el hecho de que el propio Echeverría fuera considerado como uno de los principales perpetradores.

Muy pronto Echeverría vio en los jóvenes el motor de su discurso social. Sabía que era el sector más inconforme y buscó acercarse a ellos. Se apuró a romper radicalmente con su exjefe, Díaz Ordaz, y se montó en el discurso de que México era un “país de jóvenes”. En su intento por estar cerca de la juventud apoyó varias industrias, una de ellas fue la del cine. Siguiendo la añeja tradición de los presidentes mexicanos de darle “hueso” a sus parientes dentro de los gobiernos que encabezan, Luis Echeverría puso a su hermano, Rodolfo Echeverría, al frente del Banco Cinematográfico con la encomienda de crear “cine de arte con contenido social”, un cine que reflejara la realidad del pueblo mexicano y no la vida cómoda y facilona que mostraba el cine comercial de finales de los años sesenta, en el que la clase media fifí era retratada como referente de buenas costumbres y éxito. César Costa, Enrique Guzmán y Angélica María son ejemplos de esa clase media ñoña y mojigata.

El hombre indicado

Rodolfo Echeverría, mejor conocido como “Rodolfo Landa” no era ningún improvisado. Además de ser abogado, había sido actor en decenas de películas y también secretario general de la Asociación Nacional de Actores (ANDA). Era un tipo brillante, culto e inteligente, que tenía larga experiencia tanto en el cine como en el teatro y también en la política.

Era alguien que conocía a fondo los entrecejos del cine mexicano y entendía la necesidad de su hermano, el presidente, de “conectar” con el pueblo por medio de historias. Fue así como llegó un sexenio generoso para el cine hecho en México.

Un sexenio en el que gobierno, por medio del Banco Cinematográfico que contaba con un presupuesto superior a los mil millones de aquellos pesos , además de apoyar la producción, renovó la infraestructura con la que se producía el cine en los Estudios Churubusco, que eran una empresa estatal, y llevó a cabo obras trascendentes como la creación de la Cineteca Nacional y el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).

La sangre nueva del cine mexicano

Por supuesto aquellos años fueron la puerta de entrada a jóvenes cineastas que le dieron sangre nueva al ya moribundo cine mexicano. Entre ellos Jorge Fons, Arturo Ripstein y, por supuesto, Felipe Cazals. Fueron ellos y otros pocos los consentidos del sistema echeverrista. Fueron ellos a los que se les abrió el grifo del dinero y se les permitió todo con tal de que hicieran un cine que no dejara vestigio del pasado. No hubo censura ni medias tintas. Las cosas por fin se pudieron decir a calzón quitado. Para fines del sexenio echeverrista, se habían producido 437 filmes, de los cuales 116 fueron financiados con recursos del estado.

La idea parecía funcionar: el gobierno ponía el dinero y los cineastas las grandes historias imbuidas de un profundo contenido social. Historias que fueron premiados en distintos festivales. Tal fue el caso de “Canoa”, donde Cazals retrata, casi a modo de un documental, la tragedia de cinco estudiantes que son linchados cruelmente por los habitantes de un pueblo, tras ser confundidos con “rojillos”. La cinta obtuvo en 1976 el codiciado “Oso de Plata” como premio especial del jurado en el Festival Internacional de Cine de Berlín.

El final de un sueño

Pero no todo fue suavecito para Cazals. Una vez que Luis Echeverría dejó la presidencia y el nuevo inquilino de “Los Pinos”, José López Portillo, nombró a su siniestra hermana, Margarita, como la nueva mandamás del cine nacional, ésta, al más puro estilo del presidencialismo mexicano, se dedicó a desmantelar todo lo que habían hecho sus antecesores. En efecto, la hermana del “Jolopo” con su soberbia e ignorancia, le puso fin a un periodo que fue afortunado para el cine mexicano; un periodo en el que se produjeron algunas de las películas imprescindibles de la cinematografía nacional.

Así las cosas, Cazals tuvo que entrarle a dirigir cine del que fuera y donde lo hubiera. “Rigo es Amor” (1980), un drama musical, basado en la vida alcohólica del famoso cantante Rigo Tovar da cuenta de ello. Cinco años después con “Los Motivos de Luz”, la que muchos consideran, fue una de sus películas más “brutales”, Cazals ganaría la Concha de Plata en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián en España, al tiempo que tanto el director como los productores de la cinta, irónicamente eran demandados por difamación, daños morales y calumnia por Elvira Luz Cruz, una mujer acusada del homicidio de sus cuatro hijos pequeños, en cuya historia de la vida real se basaba la película.

Si buscásemos un referente para comparar el cine sanguinolento y demoledor de Felipe Cazals con el cine que se hace hoy en día, encontraríamos similitudes con un cine de terror y suspenso. Hoy a muy pocos les asusta, o siquiera les incomoda, ver a un muchacho bañado en su propia sangre, siendo linchado por una multitud enardecida. Imágenes así se ven todos los días en la pantalla de un teléfono celular. Ciertamente no podemos decir que hace cincuenta años las cosas fueran muy distintas a como lo son hoy. Sólo eran menos visibles para los mexicanos. Fueron cineastas como Cazals y su generación los que se atrevieron a arrancar el velo para hacer un retrato feroz de ese México bronco y desigual, que aún sigue persiguiéndose a sí mismo. Hasta siempre, maestro. Nos dejas tus historias.