/ domingo 14 de abril de 2019

Entre balas y acordes. La música de banda en Sinaloa.


En los inicios de la primera década del siglo XX, los aires de la revolución hicieron acto de presencia en el estado de Sinaloa, y con ello arribaron las diferentes tropas militares encabezadas por aquellos jefes revolucionarios locales que desafiaron con las armas el poder de Porfirio Díaz.

Ya iniciada esta revuelta armada y tomada la capital sinaloense, se instalaron en estas tierras las brigadas del general Ramón F. Iturbe, Rafael Buelna, Juan Carrasco y Ángel Flores. Estos personajes de la revolución traían a su cargo y de manera particular, su respectiva banda de guerra, la cual a su vez, servía para impulsar el ánimo de sus huestes en cualquier ocasión de hostil enfrentamiento para incitar la lucha contra el enemigo o bien para reconfortarse en momentos o lapsos de descanso antes o después de la batalla.

No bastaba el hecho de que estás agrupaciones musicales, ejecutaran públicamente en los singulares y característicos kioscos de los pueblos, las piezas musicales del conocimiento popular, sino que también se daban a la tarea de interpretar, aquellas melodías que contenían un significado con tintes marciales, las cuales guardaban un paralelismo con los acontecimientos de guerra que nuestro país había tenido, en tiempos pasados, contra de otras naciones extranjeras.

Fue así que dentro del repertorio musical de esas bandas de viento se arraigaron y encumbraron melodías tipo oberturas como Fanny, Lira de Oro, Honor y Gloria, Caballería Ligera y el Sonido del Mein.

Por ello, en esos años de lucha revolucionaria se podían escuchar las notas musicales de las bandas militares en Culiacán; es de resaltar que en sus intervenciones interpretaban desde piezas tradicionales de música mexicana, hasta las clásicas y complejas obras musicales que ejecutaban las bandas de guerra del viejo mundo.

Dichas bandas tocaban cualquier tipo de ritmo musical. Es de mencionar que los modelos de ejecución de las melodías interpretadas por parte de esos músicos se regían por el estilo francés y alemán; por decirlo de otra forma, eran estas corrientes musicales las más representativas para el mundo y por lo cual México no escapaba a ese estilo de música a seguir e imitar.

De manera que sonaban en plazas de las localidades sinaloenses los distintos y conocidos valses europeos de la época, como también las mazurcas y pasos dobles españoles, que eran del gusto connotadas familias sinaloenses de la época.

Durante ese período de lucha revolucionaria surgieron también las piezas compuestas en honor de los generales revolucionarios sinaloenses, las cuales magnificaban todavía más las vivencias y los actos particulares de dichos personajes. Salieron a la luz las canciones intituladas con los nombres de estos distintos caudillos y jefes militares; así que junto a canciones como ¡Viva México!, aparecieron las versiones musicales ¡Viva Buelna!, ¡Viva Iturbe!, Las mañanitas a Carrasco, Adiós a Carrasco.

Así, una vez que finalizaron los acontecimientos de la Revolución en Sinaloa, la música de viento prosiguió con su entonada labor por toda la capital sinaloense y sus alrededores, por ello comenzaron a florecer innumerables agrupaciones de tambora regional que se abastecieron con músicos pueblerinos que mostraban un talento nato para con la ejecución de este género de la música popular.

De esta manera, la creación musical por antonomasia del pueblo sinaloense, es decir, la manifestación artística de la música de tambora, encontraría dentro de las sociedades establecidas del Sinaloa posrevolucionario, un entorno propicio para el desarrollo de su expresión cultural y un futuro prominente en su devenir histórico que trascendería a niveles insospechados.





En los inicios de la primera década del siglo XX, los aires de la revolución hicieron acto de presencia en el estado de Sinaloa, y con ello arribaron las diferentes tropas militares encabezadas por aquellos jefes revolucionarios locales que desafiaron con las armas el poder de Porfirio Díaz.

Ya iniciada esta revuelta armada y tomada la capital sinaloense, se instalaron en estas tierras las brigadas del general Ramón F. Iturbe, Rafael Buelna, Juan Carrasco y Ángel Flores. Estos personajes de la revolución traían a su cargo y de manera particular, su respectiva banda de guerra, la cual a su vez, servía para impulsar el ánimo de sus huestes en cualquier ocasión de hostil enfrentamiento para incitar la lucha contra el enemigo o bien para reconfortarse en momentos o lapsos de descanso antes o después de la batalla.

No bastaba el hecho de que estás agrupaciones musicales, ejecutaran públicamente en los singulares y característicos kioscos de los pueblos, las piezas musicales del conocimiento popular, sino que también se daban a la tarea de interpretar, aquellas melodías que contenían un significado con tintes marciales, las cuales guardaban un paralelismo con los acontecimientos de guerra que nuestro país había tenido, en tiempos pasados, contra de otras naciones extranjeras.

Fue así que dentro del repertorio musical de esas bandas de viento se arraigaron y encumbraron melodías tipo oberturas como Fanny, Lira de Oro, Honor y Gloria, Caballería Ligera y el Sonido del Mein.

Por ello, en esos años de lucha revolucionaria se podían escuchar las notas musicales de las bandas militares en Culiacán; es de resaltar que en sus intervenciones interpretaban desde piezas tradicionales de música mexicana, hasta las clásicas y complejas obras musicales que ejecutaban las bandas de guerra del viejo mundo.

Dichas bandas tocaban cualquier tipo de ritmo musical. Es de mencionar que los modelos de ejecución de las melodías interpretadas por parte de esos músicos se regían por el estilo francés y alemán; por decirlo de otra forma, eran estas corrientes musicales las más representativas para el mundo y por lo cual México no escapaba a ese estilo de música a seguir e imitar.

De manera que sonaban en plazas de las localidades sinaloenses los distintos y conocidos valses europeos de la época, como también las mazurcas y pasos dobles españoles, que eran del gusto connotadas familias sinaloenses de la época.

Durante ese período de lucha revolucionaria surgieron también las piezas compuestas en honor de los generales revolucionarios sinaloenses, las cuales magnificaban todavía más las vivencias y los actos particulares de dichos personajes. Salieron a la luz las canciones intituladas con los nombres de estos distintos caudillos y jefes militares; así que junto a canciones como ¡Viva México!, aparecieron las versiones musicales ¡Viva Buelna!, ¡Viva Iturbe!, Las mañanitas a Carrasco, Adiós a Carrasco.

Así, una vez que finalizaron los acontecimientos de la Revolución en Sinaloa, la música de viento prosiguió con su entonada labor por toda la capital sinaloense y sus alrededores, por ello comenzaron a florecer innumerables agrupaciones de tambora regional que se abastecieron con músicos pueblerinos que mostraban un talento nato para con la ejecución de este género de la música popular.

De esta manera, la creación musical por antonomasia del pueblo sinaloense, es decir, la manifestación artística de la música de tambora, encontraría dentro de las sociedades establecidas del Sinaloa posrevolucionario, un entorno propicio para el desarrollo de su expresión cultural y un futuro prominente en su devenir histórico que trascendería a niveles insospechados.