/ jueves 17 de septiembre de 2020

Embarazo y maternidad en tiempos de Covid-19

Apenas iniciaban los primeros días de la cuarentena cuando una amiga me llamaba para darme una buena noticia: estaba embarazada. La felicidad, sin embargo, fue opacada por una serie de preocupaciones reales sobre la atención médica, los cuidados especiales, la planeación y organización que, si bien es deseable tener, en tiempos de pandemia es sumamente complejo: en los servicios de salud del Estado, en tan solo dos meses le cambiaron de ginecólogo en tres ocasiones, además de la incertidumbre de saber qué médico y en qué hospital finalmente podría recibir la llegada de su bebé.

En México, la Covid-19 expuso la fragilidad del sistema de salud, y Sinaloa no es en ese sentido la excepción: la falta de información, así como el cuidado y la prevención frente al virus han dejado de lado la atención de los servicios obstétricos, a la persona recién nacida y a la morbilidad y mortandad materna.

Debido al mal desempeño de las autoridades gubernamentales en lo general y de salud en lo particular, las muertes maternas acumuladas del 1 de enero al 30 de agosto de 2020 suman 591 a nivel nacional, de las cuales 23 ocurrieron en Sinaloa; es decir, en ocho meses ha fallecido un número mayor de mujeres por esta causa: 143 a nivel nacional y 14 en Sinaloa, respecto del total anual de muertes maternas en el 2019, cuando se registraron 448 y 9, respectivamente. La Covid-19 es hoy la mayor causa de muerte materna, sumando el 21.7% de los decesos de mujeres.

Estas cifras revelan que, dentro de la población con mayor vulnerabilidad, se encuentran las mujeres en estado de gestación, quienes además en este periodo sufren alteraciones en el sistema inmunológico, lo que se exacerba a partir el estrés ante la incertidumbre sobre su salud y la de sus bebés durante el embarazo y tras el parto.

Otra amiga, que fue mamá hace unos días, se contagió de Covid-19 en el hospital donde fue atendido el nacimiento de su bebé, y no supo que padecía el virus sino hasta que ya se encontraba junto a su familia en casa.

Lo anterior sucede ante la precaria atención de un sistema hospitalario que apenas logra enfocarse en las personas contagiadas por el virus; esto repercute en la falta de acceso a los servicios de salud reproductiva, al no haber una estrategia definida de los servicios sanitarios para el control prenatal o en la prevención de riesgos durante el embarazo, como la diabetes gestacional o la preeclampsia, ambos considerados como factores de comorbilidad en la Covid-19.

Esto nos lleva a apelar a la conciencia hipocrática acerca de la preservación de la vida y la salud de madres, hijas e hijos, y a considerar que ninguna mujer en estado de gestación en el Estado de Sinaloa debe carecer de una atención adecuada.

Asimismo, es una oportunidad de ampliar las opciones médicas para las mujeres y reconocer el trabajo de las parteras como especialistas en salud reproductiva, que actúan bajo “el modelo de atención conocido como parto humanizado”. Este modelo representa hoy una opción para la atención obstétrica con perspectiva de género y del que vale la pena empezar hablar.

Apenas iniciaban los primeros días de la cuarentena cuando una amiga me llamaba para darme una buena noticia: estaba embarazada. La felicidad, sin embargo, fue opacada por una serie de preocupaciones reales sobre la atención médica, los cuidados especiales, la planeación y organización que, si bien es deseable tener, en tiempos de pandemia es sumamente complejo: en los servicios de salud del Estado, en tan solo dos meses le cambiaron de ginecólogo en tres ocasiones, además de la incertidumbre de saber qué médico y en qué hospital finalmente podría recibir la llegada de su bebé.

En México, la Covid-19 expuso la fragilidad del sistema de salud, y Sinaloa no es en ese sentido la excepción: la falta de información, así como el cuidado y la prevención frente al virus han dejado de lado la atención de los servicios obstétricos, a la persona recién nacida y a la morbilidad y mortandad materna.

Debido al mal desempeño de las autoridades gubernamentales en lo general y de salud en lo particular, las muertes maternas acumuladas del 1 de enero al 30 de agosto de 2020 suman 591 a nivel nacional, de las cuales 23 ocurrieron en Sinaloa; es decir, en ocho meses ha fallecido un número mayor de mujeres por esta causa: 143 a nivel nacional y 14 en Sinaloa, respecto del total anual de muertes maternas en el 2019, cuando se registraron 448 y 9, respectivamente. La Covid-19 es hoy la mayor causa de muerte materna, sumando el 21.7% de los decesos de mujeres.

Estas cifras revelan que, dentro de la población con mayor vulnerabilidad, se encuentran las mujeres en estado de gestación, quienes además en este periodo sufren alteraciones en el sistema inmunológico, lo que se exacerba a partir el estrés ante la incertidumbre sobre su salud y la de sus bebés durante el embarazo y tras el parto.

Otra amiga, que fue mamá hace unos días, se contagió de Covid-19 en el hospital donde fue atendido el nacimiento de su bebé, y no supo que padecía el virus sino hasta que ya se encontraba junto a su familia en casa.

Lo anterior sucede ante la precaria atención de un sistema hospitalario que apenas logra enfocarse en las personas contagiadas por el virus; esto repercute en la falta de acceso a los servicios de salud reproductiva, al no haber una estrategia definida de los servicios sanitarios para el control prenatal o en la prevención de riesgos durante el embarazo, como la diabetes gestacional o la preeclampsia, ambos considerados como factores de comorbilidad en la Covid-19.

Esto nos lleva a apelar a la conciencia hipocrática acerca de la preservación de la vida y la salud de madres, hijas e hijos, y a considerar que ninguna mujer en estado de gestación en el Estado de Sinaloa debe carecer de una atención adecuada.

Asimismo, es una oportunidad de ampliar las opciones médicas para las mujeres y reconocer el trabajo de las parteras como especialistas en salud reproductiva, que actúan bajo “el modelo de atención conocido como parto humanizado”. Este modelo representa hoy una opción para la atención obstétrica con perspectiva de género y del que vale la pena empezar hablar.