/ viernes 16 de octubre de 2020

Elecciones 2021

Las elecciones del 6 de junio de 2021 serán las más grandes en la historia de México. Estarán en disputa 21, 368 cargos, entre ellos 15 gubernaturas, 500 diputaciones federales, 1,926 ayuntamientos y juntas municipales, y 1, 063 escaños de 30 congresos estatales.

Pero los comicios del próximo año no solo son importantes por su magnitud, sino también por su significado histórico. Es válido decir que, como nunca antes, los mexicanos tendremos la responsabilidad de decidir en las urnas el futuro de nuestro país.

El 2021, se pondrán a prueba un conjunto de hipótesis respecto a las llamadas elecciones intermedias en un régimen presidencial como el nuestro, donde únicamente se renuevan las cámaras y no la titularidad del poder ejecutivo. Veamos algunas de estas creencias arraigadas.

1.- En un sistema presidencial de gobierno, en las elecciones de medio término donde se renueva solo el poder legislativo, se registra una menor participación ciudadana respecto a los comicios concurrentes, en los que se vota simultáneamente por presidente y legisladores.

En el caso de México, si tomamos como punto de partida los comicios federales de 1994, donde se eligió presidente de la república y congreso, observamos que invariablemente en todas las elecciones presidenciales siguientes (2000, 2006 y 2012) se tuvo un porcentaje de participación ciudadana superior a los registrados en los comicios intermedios de 2003, 2009 y 2015. La diferencia va de los 14 hasta los 22 puntos, de una elección a otra.

Falta ver si esta tendencia histórica se mantiene en los comicios del 2021, con relación al 2018. Un elemento novedoso que gravitará de manera significativa, sin duda alguna que será la renovación simultánea de 15 gubernaturas. No hay que perder de vista que los procesos locales estimulan la afluencia de los ciudadanos a las urnas.

2.-En la mayoría de los casos, las elecciones intermedias reflejan un declive en el nivel de popularidad o aprobación de la gestión de los presidentes.

El ejercicio del poder desgasta. Por ello, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto llegaron a sus comicios de medio período con un nivel de aprobación inferior al de inicio de su gestión. La caída llegó a 23 puntos, en el caso de Vicente Fox.

El presidente Andrés Manuel López Obrador comenzó su mandato con un nivel de aprobación impresionante, del 77%. Según Oraculus, en septiembre de 2020 dicha aprobación ha descendido al 59%; esto es, una pérdida de 18 puntos. En el 2021, veremos si AMLO recupera la aprobación de los ciudadanos o continúa el declive en su popularidad.

3.-La renovación de las asambleas legislativas a medio período de la gestión presidencial, tiende a erosionar la base de apoyo legislativo de los presidentes.

En las elecciones federales concurrentes del año 2000, el PAN gana por primera vez la presidencia de la república y obtiene 206 diputados, más 17 del Partido Verde. Para los comicios de 2003, el PAN bajó a 153 curules y el Partido Verde mantuvo el mismo número de 17.

El PAN triunfa de nuevo en la elección presidencial de 2006 y alcanzó en esa ocasión 206 diputados federales. Sin embargo, para los comicios intermedios de 2009 el PAN únicamente obtiene 147 escaños.

De manera sorpresiva, el PRI recupera la presidencia de la república en 2012 y logra a la vez 212 diputados, más 29 del Partido Verde. Pero para los comicios de 2013, el PRI disminuye a 202 curules, más 47 del Partido Verde.

En las elecciones concurrentes de 2018, la coalición Juntos Haremos Historia gana la presidencia de la república y logra una amplia mayoría en la cámara de diputados, con 323 legisladores: 247 de Morena, 29 del PT y 31 del PES.

Ya veremos si en los comicios intermedios de 2021 se erosiona o no esta base legislativa, con la que ha contado el presidente López Obrador para impulsar su proyecto de gobierno.

4.- En los sistemas presidenciales, las elecciones de medio término generan frecuentemente gobiernos divididos, donde el poder ejecutivo no cuenta con mayoría en las cámaras.

En México, en 1997 se produce el primer gobierno dividido, bajo la presidencia de Ernesto Zedillo. Desde entonces, en todos los sexenios los comicios federales intermedios han generado siempre gobiernos divididos, en los que el partido del titular del poder ejecutivo no cuenta con una mayoría legislativa. Así fue con Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Queda por saber si ocurrirá lo mismo con Andrés Manuel López Obrador.

5.- En un régimen presidencial, las elecciones que se celebran a la mitad del período de gobierno registran un incremento en el voto cruzado, respecto a los comicios concurrentes.

Se ha demostrado ampliamente, que cuando se vota simultáneamente la elección presidencial predomina sobre la legislativa. Se produce aquí el llamado efecto de “arrastre”, de tal manera que las preferencias por los candidatos a la presidencia influyen de manera determinante en la composición de las asambleas legislativas.

La elección de 2018 en México es un claro ejemplo de ello, ya que López Obrador arrastró a muchos candidatos de Morena y sus aliados, lo mismo a aspirantes a senadores que a diputados federales, presidentes municipales y legisladores locales. El voto cruzado no fue tan significativo. Los ciudadanos sufragaron de manera pareja.

No obstante, en unos comicios donde no está presente la mecánica concentradora de la elección presidencial, se incrementan las condiciones para el llamado voto cruzado o estratégico.

*

Estas y muchas otras hipótesis se pondrán a prueba en las elecciones federales intermedias del 6 de junio de 2021, en las que se definirá el futuro de México.

Mucho estará en juego en estos históricos comicios. La disyuntiva será la siguiente: votar para que siga adelante la concentración desmesurada del poder y la restauración del presidencialismo autoritario, o edificar con el sufragio libre una nueva distribución y equilibrio del poder, que fortalezca la democracia y contenga el deterioro de la vida nacional.

Las elecciones del 6 de junio de 2021 serán las más grandes en la historia de México. Estarán en disputa 21, 368 cargos, entre ellos 15 gubernaturas, 500 diputaciones federales, 1,926 ayuntamientos y juntas municipales, y 1, 063 escaños de 30 congresos estatales.

Pero los comicios del próximo año no solo son importantes por su magnitud, sino también por su significado histórico. Es válido decir que, como nunca antes, los mexicanos tendremos la responsabilidad de decidir en las urnas el futuro de nuestro país.

El 2021, se pondrán a prueba un conjunto de hipótesis respecto a las llamadas elecciones intermedias en un régimen presidencial como el nuestro, donde únicamente se renuevan las cámaras y no la titularidad del poder ejecutivo. Veamos algunas de estas creencias arraigadas.

1.- En un sistema presidencial de gobierno, en las elecciones de medio término donde se renueva solo el poder legislativo, se registra una menor participación ciudadana respecto a los comicios concurrentes, en los que se vota simultáneamente por presidente y legisladores.

En el caso de México, si tomamos como punto de partida los comicios federales de 1994, donde se eligió presidente de la república y congreso, observamos que invariablemente en todas las elecciones presidenciales siguientes (2000, 2006 y 2012) se tuvo un porcentaje de participación ciudadana superior a los registrados en los comicios intermedios de 2003, 2009 y 2015. La diferencia va de los 14 hasta los 22 puntos, de una elección a otra.

Falta ver si esta tendencia histórica se mantiene en los comicios del 2021, con relación al 2018. Un elemento novedoso que gravitará de manera significativa, sin duda alguna que será la renovación simultánea de 15 gubernaturas. No hay que perder de vista que los procesos locales estimulan la afluencia de los ciudadanos a las urnas.

2.-En la mayoría de los casos, las elecciones intermedias reflejan un declive en el nivel de popularidad o aprobación de la gestión de los presidentes.

El ejercicio del poder desgasta. Por ello, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto llegaron a sus comicios de medio período con un nivel de aprobación inferior al de inicio de su gestión. La caída llegó a 23 puntos, en el caso de Vicente Fox.

El presidente Andrés Manuel López Obrador comenzó su mandato con un nivel de aprobación impresionante, del 77%. Según Oraculus, en septiembre de 2020 dicha aprobación ha descendido al 59%; esto es, una pérdida de 18 puntos. En el 2021, veremos si AMLO recupera la aprobación de los ciudadanos o continúa el declive en su popularidad.

3.-La renovación de las asambleas legislativas a medio período de la gestión presidencial, tiende a erosionar la base de apoyo legislativo de los presidentes.

En las elecciones federales concurrentes del año 2000, el PAN gana por primera vez la presidencia de la república y obtiene 206 diputados, más 17 del Partido Verde. Para los comicios de 2003, el PAN bajó a 153 curules y el Partido Verde mantuvo el mismo número de 17.

El PAN triunfa de nuevo en la elección presidencial de 2006 y alcanzó en esa ocasión 206 diputados federales. Sin embargo, para los comicios intermedios de 2009 el PAN únicamente obtiene 147 escaños.

De manera sorpresiva, el PRI recupera la presidencia de la república en 2012 y logra a la vez 212 diputados, más 29 del Partido Verde. Pero para los comicios de 2013, el PRI disminuye a 202 curules, más 47 del Partido Verde.

En las elecciones concurrentes de 2018, la coalición Juntos Haremos Historia gana la presidencia de la república y logra una amplia mayoría en la cámara de diputados, con 323 legisladores: 247 de Morena, 29 del PT y 31 del PES.

Ya veremos si en los comicios intermedios de 2021 se erosiona o no esta base legislativa, con la que ha contado el presidente López Obrador para impulsar su proyecto de gobierno.

4.- En los sistemas presidenciales, las elecciones de medio término generan frecuentemente gobiernos divididos, donde el poder ejecutivo no cuenta con mayoría en las cámaras.

En México, en 1997 se produce el primer gobierno dividido, bajo la presidencia de Ernesto Zedillo. Desde entonces, en todos los sexenios los comicios federales intermedios han generado siempre gobiernos divididos, en los que el partido del titular del poder ejecutivo no cuenta con una mayoría legislativa. Así fue con Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Queda por saber si ocurrirá lo mismo con Andrés Manuel López Obrador.

5.- En un régimen presidencial, las elecciones que se celebran a la mitad del período de gobierno registran un incremento en el voto cruzado, respecto a los comicios concurrentes.

Se ha demostrado ampliamente, que cuando se vota simultáneamente la elección presidencial predomina sobre la legislativa. Se produce aquí el llamado efecto de “arrastre”, de tal manera que las preferencias por los candidatos a la presidencia influyen de manera determinante en la composición de las asambleas legislativas.

La elección de 2018 en México es un claro ejemplo de ello, ya que López Obrador arrastró a muchos candidatos de Morena y sus aliados, lo mismo a aspirantes a senadores que a diputados federales, presidentes municipales y legisladores locales. El voto cruzado no fue tan significativo. Los ciudadanos sufragaron de manera pareja.

No obstante, en unos comicios donde no está presente la mecánica concentradora de la elección presidencial, se incrementan las condiciones para el llamado voto cruzado o estratégico.

*

Estas y muchas otras hipótesis se pondrán a prueba en las elecciones federales intermedias del 6 de junio de 2021, en las que se definirá el futuro de México.

Mucho estará en juego en estos históricos comicios. La disyuntiva será la siguiente: votar para que siga adelante la concentración desmesurada del poder y la restauración del presidencialismo autoritario, o edificar con el sufragio libre una nueva distribución y equilibrio del poder, que fortalezca la democracia y contenga el deterioro de la vida nacional.