/ miércoles 14 de octubre de 2020

El periodismo sinaloense, provinciano y hackeado

El director Adrián Ortiz y el Dr. Ernesto Hernández, desde sus respectivas posiciones periodísticas provincianas, asumen y presumen que algunos medios impresos, digitales y radiofónicos han sido hackeados por fuerzas opuestas al trabajo periodístico de Noroeste, Ríodoce, Espejo, Línea Directa y Reacción Informativa, exhibiendo, quizás sí o tal vez no, la poca investigación y la demasiada información en los medios locales y estatales sinaloenses, resaltando Adrián la heroicidad de Noroeste durante 47 años meramente celebratorios y casi lo mismo Ernesto por el Noroeste y Ríodoce, y que los demás digan lo que redacten por los ataques cibernéticos, “inesperados y violentos”, los cuales solamente abonan a la presunción y a la exageración por parte de Adrián y Ernesto, toda vez de lo poco con-fiable que es el periodismo en general-nacional y en particular-estatal, sobre todo, cuando el síndrome del victimismo propio de AMLO es queja y marca mañanera de que el periodismo no lo quiere y por eso lo atacan los falsos periodistas chayoteros, dando pie y pauta a que en el país de las sombras espectrales somos victimarios y víctimas de nosotros mismos, mientras que los muertos, los desaparecidos y los desplazados del narcosicariato y los desconocidos del coronavirus son lo real social en que se ha transformado con la realidad virtual real: falsas estadísticas con números porcentuales, no sabiéndose, a ciencia criminal y médica, con Durazo y Gatell, ¿cuántos los muertos por el narcosicariato y cuántos los desconocidos por el coronavirus?

El provincianismo periodístico de Adrián y Ernesto, aunque les publique el portal, sin embargo.mx, no da más que para la justificación de Adrián en el Noroeste y la limitación de Ernesto para su alter-ego de analista político que, a cual más de los dos, no les alcanza más que para los líderes de opinión que intentan vana y vanidosamente ser y hacer a tiempo y espacio compartido en el provincianismo periodístico sinaloense, Puro Sinaloa.

Si uno se atiene al periodismo de Álvaro Delgado, Páez Varela, Julio Astillero, Jorge Zepeda Patterson, Anabel Hernández, Olga Wornat y Lydia Cacho estamos informativamente jodidos juntos con Adrián y Ernesto, porque así como hay una literatura del narco hay un periodismo del narco, no sabiéndose quiénes le hacen al plagiario de Roberto Saviano, al gringo-go-home de Ackerman y al disparatado Fabrizio Mejía, cuando no hace tanto tiempo López Dóriga dijo de Ricardo Anaya como el joven político que iba llegando, y, ni tardo, ni perezoso, Felipe Guerrero se dejó contagiar por Dóriga y Anaya, y ahora, remilgoso, regresa, el tan corruptible político para hacerle contrapeso al López Obrador, por haberle dicho que era un joven político panista robacarteras, a lo que Hernán Gómez le pone marca a la carrera política de Gibrán Ramírez; uno por los pelos en la lengua y el otro sin pelos en la cara: el peludo y el lampiño.

En condiciones y en posiciones con las situaciones locales, estatales y nacionales del periodismo mexicano, cualquier analista político es un periodista y cualquier especialista es una analista periodista, escuchándoles más el tema con el contexto de la realidad virtual real que el asunto público y el problema social (de y en) lo real social: es más la información ruidosa que la investigación periodística.

El por qué de un periodismo fofo, flojo y boquiflojo entre atento a darle seguimiento a las mañaneras informativas, dizque, contextualizándolo, contrastándolo, analizándolo y debatiéndolo con las pesquisas en una agenda política de comunicación informativa entre inductiva y deductiva con el desprecio a quienes la reportean sentados, a in-sana distancia, ante el Estado-Obrador, en lo que la revista proceso no afloja con el aflojador de Obrador, cuando los hay para la opinión a favor o en contra o neutral en el Opinario-Obrador que vigila a los opinantes periodísticos.

El caso del periodismo sinaloense, provinciano y hackeado, nomás a noticia estatal por los mismos hackeados, no sabiéndose de dónde y por qué la acción “inesperada y violenta” contra sus espacios periodísticos, pues no vaya a serse y hacerse la costumbre obradorciana del victimismo de la mañanera a la adormidera, aunque la gobernanza de Quirino, Puro Sinaloa, va de salida y con una limpieza que no será necesario poner a los intendentes del periodismo a barrer las escaleras por donde subió y va a bajar el gobernador de marras para regresar a sus hoteles con sus playas.

El hackeo al periodismo sinaloense provinciano, si no tiene la información por la investigación que le corresponde -responsablemente- hacer y tener como medio periodístico, no es ni será suficiente la denuncia ante la FGR, por la desconfianza que existe entre ambas partes y ser partes del tercer y el cuarto poder en esos pesos y contrapesos de la credibilidad y la independencia judicial y periodística, no siendo lo mismo los autores intelectual y material en el crimen de Javier Valdez que en el hackeo autoral, virtual y digital a los medios periodísticos; trabajo extra, para la fiscalía cibernética y la investigación periodística, en tiempos protagónicos de Assange-Snowden.

El periodismo sinaloense, impreso, radiofónico y digital está(n) en esos compartimentos estancos, marcado(s) y desmarcado(s), en una galería más representativa que significativa, ante lo que no es más que la prensa vendida, rentada, empleada, comprada y subsidiada con cierta e incierta credibilidad e independencia en la distribución y en la circulación con la debida libertad de expresión, informativa y opinativa, como en una investigación más suplementaria que necesaria, lo mismo Alejandro Sicairos-Espejo y Adrián Ortiz-Noroeste, mirándose y preguntándole al espejo en el noroeste Pacífico.

¿Quién chingados nos ha-hackeado?

El director Adrián Ortiz y el Dr. Ernesto Hernández, desde sus respectivas posiciones periodísticas provincianas, asumen y presumen que algunos medios impresos, digitales y radiofónicos han sido hackeados por fuerzas opuestas al trabajo periodístico de Noroeste, Ríodoce, Espejo, Línea Directa y Reacción Informativa, exhibiendo, quizás sí o tal vez no, la poca investigación y la demasiada información en los medios locales y estatales sinaloenses, resaltando Adrián la heroicidad de Noroeste durante 47 años meramente celebratorios y casi lo mismo Ernesto por el Noroeste y Ríodoce, y que los demás digan lo que redacten por los ataques cibernéticos, “inesperados y violentos”, los cuales solamente abonan a la presunción y a la exageración por parte de Adrián y Ernesto, toda vez de lo poco con-fiable que es el periodismo en general-nacional y en particular-estatal, sobre todo, cuando el síndrome del victimismo propio de AMLO es queja y marca mañanera de que el periodismo no lo quiere y por eso lo atacan los falsos periodistas chayoteros, dando pie y pauta a que en el país de las sombras espectrales somos victimarios y víctimas de nosotros mismos, mientras que los muertos, los desaparecidos y los desplazados del narcosicariato y los desconocidos del coronavirus son lo real social en que se ha transformado con la realidad virtual real: falsas estadísticas con números porcentuales, no sabiéndose, a ciencia criminal y médica, con Durazo y Gatell, ¿cuántos los muertos por el narcosicariato y cuántos los desconocidos por el coronavirus?

El provincianismo periodístico de Adrián y Ernesto, aunque les publique el portal, sin embargo.mx, no da más que para la justificación de Adrián en el Noroeste y la limitación de Ernesto para su alter-ego de analista político que, a cual más de los dos, no les alcanza más que para los líderes de opinión que intentan vana y vanidosamente ser y hacer a tiempo y espacio compartido en el provincianismo periodístico sinaloense, Puro Sinaloa.

Si uno se atiene al periodismo de Álvaro Delgado, Páez Varela, Julio Astillero, Jorge Zepeda Patterson, Anabel Hernández, Olga Wornat y Lydia Cacho estamos informativamente jodidos juntos con Adrián y Ernesto, porque así como hay una literatura del narco hay un periodismo del narco, no sabiéndose quiénes le hacen al plagiario de Roberto Saviano, al gringo-go-home de Ackerman y al disparatado Fabrizio Mejía, cuando no hace tanto tiempo López Dóriga dijo de Ricardo Anaya como el joven político que iba llegando, y, ni tardo, ni perezoso, Felipe Guerrero se dejó contagiar por Dóriga y Anaya, y ahora, remilgoso, regresa, el tan corruptible político para hacerle contrapeso al López Obrador, por haberle dicho que era un joven político panista robacarteras, a lo que Hernán Gómez le pone marca a la carrera política de Gibrán Ramírez; uno por los pelos en la lengua y el otro sin pelos en la cara: el peludo y el lampiño.

En condiciones y en posiciones con las situaciones locales, estatales y nacionales del periodismo mexicano, cualquier analista político es un periodista y cualquier especialista es una analista periodista, escuchándoles más el tema con el contexto de la realidad virtual real que el asunto público y el problema social (de y en) lo real social: es más la información ruidosa que la investigación periodística.

El por qué de un periodismo fofo, flojo y boquiflojo entre atento a darle seguimiento a las mañaneras informativas, dizque, contextualizándolo, contrastándolo, analizándolo y debatiéndolo con las pesquisas en una agenda política de comunicación informativa entre inductiva y deductiva con el desprecio a quienes la reportean sentados, a in-sana distancia, ante el Estado-Obrador, en lo que la revista proceso no afloja con el aflojador de Obrador, cuando los hay para la opinión a favor o en contra o neutral en el Opinario-Obrador que vigila a los opinantes periodísticos.

El caso del periodismo sinaloense, provinciano y hackeado, nomás a noticia estatal por los mismos hackeados, no sabiéndose de dónde y por qué la acción “inesperada y violenta” contra sus espacios periodísticos, pues no vaya a serse y hacerse la costumbre obradorciana del victimismo de la mañanera a la adormidera, aunque la gobernanza de Quirino, Puro Sinaloa, va de salida y con una limpieza que no será necesario poner a los intendentes del periodismo a barrer las escaleras por donde subió y va a bajar el gobernador de marras para regresar a sus hoteles con sus playas.

El hackeo al periodismo sinaloense provinciano, si no tiene la información por la investigación que le corresponde -responsablemente- hacer y tener como medio periodístico, no es ni será suficiente la denuncia ante la FGR, por la desconfianza que existe entre ambas partes y ser partes del tercer y el cuarto poder en esos pesos y contrapesos de la credibilidad y la independencia judicial y periodística, no siendo lo mismo los autores intelectual y material en el crimen de Javier Valdez que en el hackeo autoral, virtual y digital a los medios periodísticos; trabajo extra, para la fiscalía cibernética y la investigación periodística, en tiempos protagónicos de Assange-Snowden.

El periodismo sinaloense, impreso, radiofónico y digital está(n) en esos compartimentos estancos, marcado(s) y desmarcado(s), en una galería más representativa que significativa, ante lo que no es más que la prensa vendida, rentada, empleada, comprada y subsidiada con cierta e incierta credibilidad e independencia en la distribución y en la circulación con la debida libertad de expresión, informativa y opinativa, como en una investigación más suplementaria que necesaria, lo mismo Alejandro Sicairos-Espejo y Adrián Ortiz-Noroeste, mirándose y preguntándole al espejo en el noroeste Pacífico.

¿Quién chingados nos ha-hackeado?

ÚLTIMASCOLUMNAS