/ viernes 17 de diciembre de 2021

El “huevijo”

Recientemente en una escuela primaria de Culiacán, el maestro de sexto grado asignó la actividad del cuidado de un huevo, como si este fuera un hijo (a). Las y los niños hicieron equipos de dos integrantes, y cuidaron el huevo (huevijo) durante una semana, le dieron identidad, nombre, apellidos, completaron formularios para el registro de acta de nacimiento, de cartilla de vacunación, ficha de cuidado diario y consultas de pediatra. Adecuaron espacio sin límites a la creatividad en una caja, o canasta, lo (la) protegieron del frío, del calor, de los golpes, y de la fauna, lo atendieron y hasta jugaron con. Para cumplir con la responsabilidad conferida, se organizaron estableciendo días, horarios, y tareas, algunos de los equipos fueron de niño y niño.

La integración de equipos de niño y niño, dio pie en casa a sostener una conversación sobre los distintos tipos de familia, de la división de tareas en el hogar y cuidado de los hijos (as), y sobre todo a hablar de la diversidad sexual, de las parejas del mismo sexo, de los matrimonios igualitarios, y que creen, también del derecho a la adopción.

Conocer de esta actividad, y de las formas de trabajo de este maestro de primaria, libres de discriminación, conducen a reconocer la labor docente “hacer que los distintos individuos se planteen la necesidad de analizar y reconocer su responsabilidad escolar al transmitir valores, actitudes, y conocimientos que mantienen las inequidades entre los géneros”, es el papel de la perspectiva de género (González y Villaseñor, 2010).

Paz es escuchar que un pequeño de 12 años tiene la sensibilidad de ponerse en los zapatos de otros, de reflexionar y arribar en este caso, a la conclusión de que su equipo era una pareja homosexual, con un hijo adoptado, y que no le causó conflicto alguno, salvo quejarse graciosamente de que su compañero no participo en forma equitativa.

Por el contrario, lo es, cuando se opina sobre la adopción, y el matrimonio entre personas del mismo sexo, en múltiples ocasiones he escuchado expresiones “bueno pues, que se casen los gays, pero que no adopten, pobrecitos los niños que son adoptados por gays” etcétera, etcétera, etcétera…

La adopción tampoco escapa de los prejuicios, de la discriminación y obstáculos en las leyes y en los procesos institucionales. Como acto jurídico, que integra a niñas, niños y adolescentes a una familia, para vivir con dignidad, en un ambiente sano, adecuado, de afecto, cuidado y protección, se considera un derecho, que les pertenece como un principio rector en el interés superior de la niñez.

Sin embargo, cada entidad federativa regula sus procedimientos conforme la ley civil y familiar aplicable, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley General de Niñas, Niños y Adolescentes, y el Código Civil Federal, establecen contenidos respecto a la familia y la adopción, y la participación de los sistemas para el desarrollo integral de la familia, todo esto la hace sujeta de una necesidad de fortalecimiento en el marco normativo.

El Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) estimó en el 2018 que más de 30 000 niños y niñas se encontraban en espera de ser adoptados, viviendo en centros de alojamiento social (casas hogar). De acuerdo al estudio que el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) realizó “Adopción en México: crecer en la espera” de 2012 a 2017 el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la familia (DIF) junto a las representaciones en las entidades federativas, registraron 5 mil 342 adopciones.

De la visita al sitio web del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la familia (DIF), se encuentra que, a mayo de 2020 en el País, 968 niños y niñas, son susceptibles de adopción. Del 2019 a mayo 2020, se concluyeron 865 solicitudes de adopción, 435 niños y 430 niñas. Los tabuladores en el sitio son interesantes pues se desglosan por entidades, sin embargo, el formato del archivo no permite la consulta entidad por entidad, de tal manera que en este intento no se permite conocer como se encuentra Sinaloa.

Con los pocos indicadores en México que se pueden consultar al respecto, no es posible determinar sí es mayor la falta de cultura para adoptar o los obstáculos que se enfrentan en el proceso, lo que es palpable, en este momento, en esta ciudad, son las niñas y niños que en cada crucero están desprotegidos. Los hemos visto solos o acompañados (as), aseados y desaseados, vestidos de payasitos, de gorilas u otro animal, haciendo malabares, limpiando parabrisas, vendiendo algo, o pidiendo limosna. En cualquiera de sus formas, es explotación infantil, es trata de personas, es un delito.

¿Qué marco normativo existe para las y los niños explotados, qué política pública existe para su beneficio, que institución vela por ellos y ellas? ¿Qué lógica o razonamiento existe para preocuparnos más las por mascotas? Al menos sabemos cuantos son, o ni siquiera los tenemos contemplados en la estadística.

Recientemente en una escuela primaria de Culiacán, el maestro de sexto grado asignó la actividad del cuidado de un huevo, como si este fuera un hijo (a). Las y los niños hicieron equipos de dos integrantes, y cuidaron el huevo (huevijo) durante una semana, le dieron identidad, nombre, apellidos, completaron formularios para el registro de acta de nacimiento, de cartilla de vacunación, ficha de cuidado diario y consultas de pediatra. Adecuaron espacio sin límites a la creatividad en una caja, o canasta, lo (la) protegieron del frío, del calor, de los golpes, y de la fauna, lo atendieron y hasta jugaron con. Para cumplir con la responsabilidad conferida, se organizaron estableciendo días, horarios, y tareas, algunos de los equipos fueron de niño y niño.

La integración de equipos de niño y niño, dio pie en casa a sostener una conversación sobre los distintos tipos de familia, de la división de tareas en el hogar y cuidado de los hijos (as), y sobre todo a hablar de la diversidad sexual, de las parejas del mismo sexo, de los matrimonios igualitarios, y que creen, también del derecho a la adopción.

Conocer de esta actividad, y de las formas de trabajo de este maestro de primaria, libres de discriminación, conducen a reconocer la labor docente “hacer que los distintos individuos se planteen la necesidad de analizar y reconocer su responsabilidad escolar al transmitir valores, actitudes, y conocimientos que mantienen las inequidades entre los géneros”, es el papel de la perspectiva de género (González y Villaseñor, 2010).

Paz es escuchar que un pequeño de 12 años tiene la sensibilidad de ponerse en los zapatos de otros, de reflexionar y arribar en este caso, a la conclusión de que su equipo era una pareja homosexual, con un hijo adoptado, y que no le causó conflicto alguno, salvo quejarse graciosamente de que su compañero no participo en forma equitativa.

Por el contrario, lo es, cuando se opina sobre la adopción, y el matrimonio entre personas del mismo sexo, en múltiples ocasiones he escuchado expresiones “bueno pues, que se casen los gays, pero que no adopten, pobrecitos los niños que son adoptados por gays” etcétera, etcétera, etcétera…

La adopción tampoco escapa de los prejuicios, de la discriminación y obstáculos en las leyes y en los procesos institucionales. Como acto jurídico, que integra a niñas, niños y adolescentes a una familia, para vivir con dignidad, en un ambiente sano, adecuado, de afecto, cuidado y protección, se considera un derecho, que les pertenece como un principio rector en el interés superior de la niñez.

Sin embargo, cada entidad federativa regula sus procedimientos conforme la ley civil y familiar aplicable, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la Ley General de Niñas, Niños y Adolescentes, y el Código Civil Federal, establecen contenidos respecto a la familia y la adopción, y la participación de los sistemas para el desarrollo integral de la familia, todo esto la hace sujeta de una necesidad de fortalecimiento en el marco normativo.

El Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) estimó en el 2018 que más de 30 000 niños y niñas se encontraban en espera de ser adoptados, viviendo en centros de alojamiento social (casas hogar). De acuerdo al estudio que el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) realizó “Adopción en México: crecer en la espera” de 2012 a 2017 el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la familia (DIF) junto a las representaciones en las entidades federativas, registraron 5 mil 342 adopciones.

De la visita al sitio web del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la familia (DIF), se encuentra que, a mayo de 2020 en el País, 968 niños y niñas, son susceptibles de adopción. Del 2019 a mayo 2020, se concluyeron 865 solicitudes de adopción, 435 niños y 430 niñas. Los tabuladores en el sitio son interesantes pues se desglosan por entidades, sin embargo, el formato del archivo no permite la consulta entidad por entidad, de tal manera que en este intento no se permite conocer como se encuentra Sinaloa.

Con los pocos indicadores en México que se pueden consultar al respecto, no es posible determinar sí es mayor la falta de cultura para adoptar o los obstáculos que se enfrentan en el proceso, lo que es palpable, en este momento, en esta ciudad, son las niñas y niños que en cada crucero están desprotegidos. Los hemos visto solos o acompañados (as), aseados y desaseados, vestidos de payasitos, de gorilas u otro animal, haciendo malabares, limpiando parabrisas, vendiendo algo, o pidiendo limosna. En cualquiera de sus formas, es explotación infantil, es trata de personas, es un delito.

¿Qué marco normativo existe para las y los niños explotados, qué política pública existe para su beneficio, que institución vela por ellos y ellas? ¿Qué lógica o razonamiento existe para preocuparnos más las por mascotas? Al menos sabemos cuantos son, o ni siquiera los tenemos contemplados en la estadística.