/ viernes 22 de julio de 2022

“El Hombre Perfecto” vs “Elvis”

El Hombre Perfecto (Maria Schrader, Alemania 2021)

La secuencia inicial de la historia lo dice todo. Alma, una científica cincuentona, divorciada y sin hijos, asiste a una cita a ciegas en un salón de baile, para conocer a Tom (Dan Stevens), un robot con acento británico, el cual ha sido programado para encajar con su personalidad y su neurosis de mujer alemana autosuficiente y exitosa. A partir de ese momento, Alma y Tom tendrán que vivir juntos en el departamento de Alma durante las siguientes tres semanas; todo como parte de un experimento en el que Alma ha decidido participar a cambio de una buena cantidad de euros.

Una película hollywoodense del género al que pertenece “El Hombre Perfecto”, es decir, la comedia romántica, muy probablemente nos mostraría el lado tecnológico de Tom, el robot, para darle credibilidad al personaje; quizá veríamos sus circuitos y cables o su piel de silicón. Sin embargo, Schrader, la directora alemana, decide confeccionar su robot a partir de la creación actoral del personaje hecha por Dan Stevens. El resultado convence y conmueve. Con base en recordarnos durante toda la película que se trata de un robot, ya sea por sus movimientos mecánicamente sutiles o por el fraseo de una voz suave y artificiosa, Tom se convierte rápidamente en un personaje entrañable. Esa clase de hombre que toda mujer ‑de la era postmoderna‑ desearía tener en su casa. Y en su cama.

Tom es comprensivo; Tom sabe escuchar; Tom sabe limpiar y sacudir. Está ahí para que Alma haga de él lo que se le dé la gana. Al fin que se trata de un robot, y las máquinas no sienten, no sufren. Al menos eso nos gusta creer a los humanos. Muy pronto vienen los abusos y las injusticias por parte de Alma. Su empoderamiento la lleva a comportarse tal cual lo haría un patán con una mujer sumisa. La directora pareciera gritarnos a la cara con su voz feminista: “Hoy han cambiado los papeles. Ahora los hombres son los que se chingan. Para que vean lo que se siente”.

La escena en la que Alma le ordena a Tom que le haga el amor, o cuando lo deja esperándola durante horas bajo la lluvia, dan cuenta de su egoísmo. La soberbia de Alma no le permite ver que aunque se trata de una máquina, Tom es el hombre perfecto, y con él, más que con cualquier otro, podría encontrar esa felicidad que se ha negado a sí misma durante años. Así las cosas, Alma, al igual que lo harían muchos hombres miopes, termina por deshacerse de su pareja como si fuese un pañal desechable. Simplemente regresa a Tom a la fábrica de donde salió y prosigue con su cómoda existencia en soledad. Eso sí, su condición de mujer exitosa e independiente se mantiene intacta. Dicen por ahí que no se puede vivir con los hombres, pero tampoco se puede vivir sin ellos. Tal vez lo único que algunas mujeres necesitan es un robot.

ELVIS (Baz Luhrmann, USA-Australia, 2022)

La cinta de más de dos horas y media se divide en dos actos. El primero retrata el encumbramiento de Elvis Aaron Presley, el muchacho blanco de Tupelo, Misisipi, que se apropió de los sonidos del blues y el góspel, para convertirlos en algo que la mercadotecnia llamaría rock and roll, y que a la postre le dejaría ganancias millonarias. El segundo acto se ocupa de narrar la vida conyugal del “Rey del Rock” y su debacle existencial, ocasionada principalmente por su abuso de los chochos y las chapuzas de Tom Parker, su eterno y quisquilloso representante.

Algo que no se le puede regatear a un director como Baz Luhrmann, es la tremenda creatividad mostrada al momento de poner en escena el guión escrito por él mismo en colaboración con otros guionistas. Todo ello en contubernio con Mandy Walker, la directora de fotografía, y la genialidad del maestro Damien Drew, diseñador de producción, quien entre otros aciertos, hace del personaje de Elvis un ser andrógino y sofisticado con un aire glam, que recuerda a David Bowie.

Narrado como si fuese un documental ‑a través de la mirada del representante Tom Parker‑, el primer acto corre con entera soltura. Emociona. Es una especie de video clip de larga duración, donde la música y las escenas breves van de la mano. La poderosa secuencia en la que, Elvis siendo un niño, tiene su primer acercamiento con la música góspel, vale por sí sola el precio de la entrada. Pero no todo lo que brilla es oro.

Las dificultades surgen en el segundo acto, precisamente cuando Elvis conoce a Priscilla Wagner, su futura esposa. En ese punto la cinta se desfonda y se vuelve repetitiva. Y es que a diferencia del primer acto, donde el personaje de Elvis encuentra pocos obstáculos dramáticos en su camino hacia la fama, en el segundo acto la historia plantea mayores conflictos y, por lo tanto, exige un trabajo actoral mucho más elaborado.

Aquí es donde la película muestra las costuras; pues a diferencia del trabajo impecable de Tom Hanks en el papel del representante Tom Parker, la actuación de Austin Butler como protagonista del filme, deja mucho que desear. Las lágrimas de pacotilla que Elvis derrama cuando su madre muere de forma repentina, penosamente nos transportan a alguna telenovela venezolana. Aun así, no extrañaría que “Elvis” se colara entre las favoritas para competir por el Oscar a la Mejor Película. Inclusive, con un poco de suerte, Tom Hanks, podría aspirar al Oscar como Mejor Actor de Reparto. ¿Cine alemán o cine de Hollywood? ¿Cine para reflexionar o cine para evadirse del mundo real? ¿Comedia romántica o drama? El lector manda.

El Hombre Perfecto (Maria Schrader, Alemania 2021)

La secuencia inicial de la historia lo dice todo. Alma, una científica cincuentona, divorciada y sin hijos, asiste a una cita a ciegas en un salón de baile, para conocer a Tom (Dan Stevens), un robot con acento británico, el cual ha sido programado para encajar con su personalidad y su neurosis de mujer alemana autosuficiente y exitosa. A partir de ese momento, Alma y Tom tendrán que vivir juntos en el departamento de Alma durante las siguientes tres semanas; todo como parte de un experimento en el que Alma ha decidido participar a cambio de una buena cantidad de euros.

Una película hollywoodense del género al que pertenece “El Hombre Perfecto”, es decir, la comedia romántica, muy probablemente nos mostraría el lado tecnológico de Tom, el robot, para darle credibilidad al personaje; quizá veríamos sus circuitos y cables o su piel de silicón. Sin embargo, Schrader, la directora alemana, decide confeccionar su robot a partir de la creación actoral del personaje hecha por Dan Stevens. El resultado convence y conmueve. Con base en recordarnos durante toda la película que se trata de un robot, ya sea por sus movimientos mecánicamente sutiles o por el fraseo de una voz suave y artificiosa, Tom se convierte rápidamente en un personaje entrañable. Esa clase de hombre que toda mujer ‑de la era postmoderna‑ desearía tener en su casa. Y en su cama.

Tom es comprensivo; Tom sabe escuchar; Tom sabe limpiar y sacudir. Está ahí para que Alma haga de él lo que se le dé la gana. Al fin que se trata de un robot, y las máquinas no sienten, no sufren. Al menos eso nos gusta creer a los humanos. Muy pronto vienen los abusos y las injusticias por parte de Alma. Su empoderamiento la lleva a comportarse tal cual lo haría un patán con una mujer sumisa. La directora pareciera gritarnos a la cara con su voz feminista: “Hoy han cambiado los papeles. Ahora los hombres son los que se chingan. Para que vean lo que se siente”.

La escena en la que Alma le ordena a Tom que le haga el amor, o cuando lo deja esperándola durante horas bajo la lluvia, dan cuenta de su egoísmo. La soberbia de Alma no le permite ver que aunque se trata de una máquina, Tom es el hombre perfecto, y con él, más que con cualquier otro, podría encontrar esa felicidad que se ha negado a sí misma durante años. Así las cosas, Alma, al igual que lo harían muchos hombres miopes, termina por deshacerse de su pareja como si fuese un pañal desechable. Simplemente regresa a Tom a la fábrica de donde salió y prosigue con su cómoda existencia en soledad. Eso sí, su condición de mujer exitosa e independiente se mantiene intacta. Dicen por ahí que no se puede vivir con los hombres, pero tampoco se puede vivir sin ellos. Tal vez lo único que algunas mujeres necesitan es un robot.

ELVIS (Baz Luhrmann, USA-Australia, 2022)

La cinta de más de dos horas y media se divide en dos actos. El primero retrata el encumbramiento de Elvis Aaron Presley, el muchacho blanco de Tupelo, Misisipi, que se apropió de los sonidos del blues y el góspel, para convertirlos en algo que la mercadotecnia llamaría rock and roll, y que a la postre le dejaría ganancias millonarias. El segundo acto se ocupa de narrar la vida conyugal del “Rey del Rock” y su debacle existencial, ocasionada principalmente por su abuso de los chochos y las chapuzas de Tom Parker, su eterno y quisquilloso representante.

Algo que no se le puede regatear a un director como Baz Luhrmann, es la tremenda creatividad mostrada al momento de poner en escena el guión escrito por él mismo en colaboración con otros guionistas. Todo ello en contubernio con Mandy Walker, la directora de fotografía, y la genialidad del maestro Damien Drew, diseñador de producción, quien entre otros aciertos, hace del personaje de Elvis un ser andrógino y sofisticado con un aire glam, que recuerda a David Bowie.

Narrado como si fuese un documental ‑a través de la mirada del representante Tom Parker‑, el primer acto corre con entera soltura. Emociona. Es una especie de video clip de larga duración, donde la música y las escenas breves van de la mano. La poderosa secuencia en la que, Elvis siendo un niño, tiene su primer acercamiento con la música góspel, vale por sí sola el precio de la entrada. Pero no todo lo que brilla es oro.

Las dificultades surgen en el segundo acto, precisamente cuando Elvis conoce a Priscilla Wagner, su futura esposa. En ese punto la cinta se desfonda y se vuelve repetitiva. Y es que a diferencia del primer acto, donde el personaje de Elvis encuentra pocos obstáculos dramáticos en su camino hacia la fama, en el segundo acto la historia plantea mayores conflictos y, por lo tanto, exige un trabajo actoral mucho más elaborado.

Aquí es donde la película muestra las costuras; pues a diferencia del trabajo impecable de Tom Hanks en el papel del representante Tom Parker, la actuación de Austin Butler como protagonista del filme, deja mucho que desear. Las lágrimas de pacotilla que Elvis derrama cuando su madre muere de forma repentina, penosamente nos transportan a alguna telenovela venezolana. Aun así, no extrañaría que “Elvis” se colara entre las favoritas para competir por el Oscar a la Mejor Película. Inclusive, con un poco de suerte, Tom Hanks, podría aspirar al Oscar como Mejor Actor de Reparto. ¿Cine alemán o cine de Hollywood? ¿Cine para reflexionar o cine para evadirse del mundo real? ¿Comedia romántica o drama? El lector manda.