/ viernes 9 de agosto de 2019

EL ECO DEL CARACOL

Transcurría el día enterándome por la prensa que el organismo Causa en Común “publica una evaluación en la que el estado aparece en la lista con mayores millones (de pesos) ´perdidos´en materia de seguridad” en un periodo que abarca entre 2013 y 2018 (principalmente por subejercicio de recursos federales, detectándose anomalías por $159.4 millones de pesos); igualmente, tomando conocimiento por Ernesto Hernández Norzagarayde que “el gobierno ´Puro Sinaloa´ (a la mitad del camino) “poco o nada ha hecho por mejorar el estándar de ingresos personales de los sinaloenses”, restándole solamente 27 meses al casi quinquenio de la presente administración, decidí recordar algunos personajes de la mitología y de la historia, para concluir que en materia de corrupción no hay nada nuevo bajo el sol.


Recordé a los dos dioses de la medicina que fueron Asclepio para los griegos y Esculapio para los romanos, al actual padre de la medicina, Hipócrates, y a Diógenes.


De los dos primeros, se puede resumir que son el mismo, en las dos mitologías: griega y romana, pero quien resulta más interesante es Asclepio, porque además de ser dios de la salud, decidió revivir a los muertos, provocando el escándalo de los comerciantes de la necrofilia o de las funerarias, pues la acción de Asclepio acababa con el negocio de los panteones, religiosos y privados, de las criptas familiares a perpetuidad y de las cremaciones. Ello los hizo acudir al dios de los ladrones (cualquier parecido con el santo Malverde es pura coincidencia), al mero dios Hermes, que también representaba a los comerciantes, para implorarle que hiciera algo que los protegiera de la quiebra y de la desaparición de empleos. Éste, Hermes, acudió de inmediato con Zeus exigiéndole que parara al desleal Asclepio y Zeus los apoyó haciendo que muriera Asclepio, quien nunca supo que la empresa privada tenía que subsistir a cualquier precio. Cualquier parecido con la realidad actual, es pura coincidencia.


Al actual padre de la medicina, Hipócrates, hay que abonarle que su ética lo llevó a su recuerdo perdurable y prueba de ello es su famoso juramento que en su memoria hacen todos los graduados de medicina en buena parte del mundo.


De Diógenes se desprenden más enseñanzas. Para empezar, habrá que aclarar que no se trata de un dios, como los mencionados, sino de un culto pensador que vivió casi tres siglos antes de Cristo. Perteneció a la escuela cínica, por lo que se lo menciona como Diógenes el cínico. Su aporte mayor fue que, harto de la corrupción en su tiempo, aparte de vivir en un tonel, decidió encender una lámpara para, según él, encontrar a un ciudadano honrado, apartado de los vicios, sobre todo del robo, el cohecho y el despojo, practicados entonces por toda la gente como si fuera el año 2018 en México. Diógenes mantenía encendida la lámpara día y noche, aún al medio día, sin resultado positivo alguno. Eso ocurrió hace dos mil doscientos años, mismos que lo mantienen vigente. ¿O no?

Transcurría el día enterándome por la prensa que el organismo Causa en Común “publica una evaluación en la que el estado aparece en la lista con mayores millones (de pesos) ´perdidos´en materia de seguridad” en un periodo que abarca entre 2013 y 2018 (principalmente por subejercicio de recursos federales, detectándose anomalías por $159.4 millones de pesos); igualmente, tomando conocimiento por Ernesto Hernández Norzagarayde que “el gobierno ´Puro Sinaloa´ (a la mitad del camino) “poco o nada ha hecho por mejorar el estándar de ingresos personales de los sinaloenses”, restándole solamente 27 meses al casi quinquenio de la presente administración, decidí recordar algunos personajes de la mitología y de la historia, para concluir que en materia de corrupción no hay nada nuevo bajo el sol.


Recordé a los dos dioses de la medicina que fueron Asclepio para los griegos y Esculapio para los romanos, al actual padre de la medicina, Hipócrates, y a Diógenes.


De los dos primeros, se puede resumir que son el mismo, en las dos mitologías: griega y romana, pero quien resulta más interesante es Asclepio, porque además de ser dios de la salud, decidió revivir a los muertos, provocando el escándalo de los comerciantes de la necrofilia o de las funerarias, pues la acción de Asclepio acababa con el negocio de los panteones, religiosos y privados, de las criptas familiares a perpetuidad y de las cremaciones. Ello los hizo acudir al dios de los ladrones (cualquier parecido con el santo Malverde es pura coincidencia), al mero dios Hermes, que también representaba a los comerciantes, para implorarle que hiciera algo que los protegiera de la quiebra y de la desaparición de empleos. Éste, Hermes, acudió de inmediato con Zeus exigiéndole que parara al desleal Asclepio y Zeus los apoyó haciendo que muriera Asclepio, quien nunca supo que la empresa privada tenía que subsistir a cualquier precio. Cualquier parecido con la realidad actual, es pura coincidencia.


Al actual padre de la medicina, Hipócrates, hay que abonarle que su ética lo llevó a su recuerdo perdurable y prueba de ello es su famoso juramento que en su memoria hacen todos los graduados de medicina en buena parte del mundo.


De Diógenes se desprenden más enseñanzas. Para empezar, habrá que aclarar que no se trata de un dios, como los mencionados, sino de un culto pensador que vivió casi tres siglos antes de Cristo. Perteneció a la escuela cínica, por lo que se lo menciona como Diógenes el cínico. Su aporte mayor fue que, harto de la corrupción en su tiempo, aparte de vivir en un tonel, decidió encender una lámpara para, según él, encontrar a un ciudadano honrado, apartado de los vicios, sobre todo del robo, el cohecho y el despojo, practicados entonces por toda la gente como si fuera el año 2018 en México. Diógenes mantenía encendida la lámpara día y noche, aún al medio día, sin resultado positivo alguno. Eso ocurrió hace dos mil doscientos años, mismos que lo mantienen vigente. ¿O no?

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