/ martes 19 de marzo de 2019

El delicado sonido del cataclismo terrenal

En el delicado sonido del cataclismo terrenal con la desmedida explotación de los recursos naturales, el campesino y el pescador, han dejado de obtener en la zafra lo que en la veda es ausencia de lo que habrá dejar de existir, punteando entre la tierra y el mar las ganancias de la pobreza y las pérdidas de la riqueza, habiendo dejado en tierradentro como en mardentro el arado y la red, el surco y la ola, porque el progreso y la modernidad, les llegaron -gradual y estacionalmente- con las plagas de la expropiación, la explotación y la industrialización junto con los restos fósiles, con o sin democracia, el capitalismo de lujo y funeral, en lo que los complejos industriales humano y militar nos hacen vislumbrar el fin morrisoniano cuando la música (doorsiana) termine diciendo alguien entre la nada y el nadie: Nadie sale vivo de aquí con el alrevesado espejismo Zizekiano marcado en papel pautado con la clave de sol: Bienvenidos a lo desierto de lo real.

Nada que nadie y que alguien ignoren que hace tiempo la sabiduría del bien ha dejado de servir al bien común con el sentido común de las palabras y los pensamientos, los actos y los hechos más que con la proyección de los impactos metálicos, crepusculares y sanguinolentos contra lo humano en un pantalla de plasma global y circular, ardiente, quemante e incinerante.

Si en el delicado sonido del cataclismo terrenal escuchamos lo que vemos, ¿qué más deseamos escuchar y ver a través de las explosiones materiales y de las implosiones humanas?

De bienvenidos a lo desierto de lo real con las 21 lecciones para el siglo xxi, del concierto al desconcierto, de la certidumbre a la incertidumbre, la misma y la diferente vida que sea otra/vida o la vida/otra /diagonalizada/ en el malestar y en la enfermedad, la agonía y el boqueamiento de los terrores a los horrores cuando el mundo de arriba y el cielo de en medio -cataclisman- la tierra abajo, (no es que sea la realidad virtual, acaso es el caos de la vida real).

De la contemplación a la transformación del mundo, el delicado sonido del cataclismo terrenal: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos" con los filósofos, los sociólogos y los economistas en el propósito-despropósito de protagonizar la egocentridad de las periferias en lo nuclear, lo climático y lo tecnológico nada más-nomás dibujan-desdibujan el mundo de un lugar a otro lugar que es el no lugar más que el del espectáculo del horror vacui de lo que aparece-desaparece, de lo que se esconde y huye, de La canción del inmigrante Zeppeliniana:

“Así que ahora, es mejor que te detengas y reconstruyas todas tus ruinas, para que la paz y la confianza puedan ganar la batalla, a pesar de todas tus pérdidas.”

De lo que se trata, en el delicado sonido del cataclismo terrenal, no es contemplar y transformar, acaso de entre el caos y el ocaso es regenerar respondiendo al delicado sonido del cataclismo terrenal en medianas y completas porciones y proporciones en los daños naturales, humanos y animales que, si no nos salvan a todos –regeneran- a cuantos podemos ser todos nosotros y los otros, la gente y los demás, siempre y cuando con el (sine qua non), sepamos escuchar y evitar ver el delicado sonido del cataclismo terrenal, cuando los coches bombas y el ulular de las ambulancias son la vía al volante peatonal de lo que esplende en el asfalto urbano y de lo que arde en la naturaleza muerta con el capitalismo de lujo y funeral de nuestra fascinación estúpida, vacua e infrahumana.

En el delicado sonido del cataclismo terrenal con la desmedida explotación de los recursos naturales, el campesino y el pescador, han dejado de obtener en la zafra lo que en la veda es ausencia de lo que habrá dejar de existir, punteando entre la tierra y el mar las ganancias de la pobreza y las pérdidas de la riqueza, habiendo dejado en tierradentro como en mardentro el arado y la red, el surco y la ola, porque el progreso y la modernidad, les llegaron -gradual y estacionalmente- con las plagas de la expropiación, la explotación y la industrialización junto con los restos fósiles, con o sin democracia, el capitalismo de lujo y funeral, en lo que los complejos industriales humano y militar nos hacen vislumbrar el fin morrisoniano cuando la música (doorsiana) termine diciendo alguien entre la nada y el nadie: Nadie sale vivo de aquí con el alrevesado espejismo Zizekiano marcado en papel pautado con la clave de sol: Bienvenidos a lo desierto de lo real.

Nada que nadie y que alguien ignoren que hace tiempo la sabiduría del bien ha dejado de servir al bien común con el sentido común de las palabras y los pensamientos, los actos y los hechos más que con la proyección de los impactos metálicos, crepusculares y sanguinolentos contra lo humano en un pantalla de plasma global y circular, ardiente, quemante e incinerante.

Si en el delicado sonido del cataclismo terrenal escuchamos lo que vemos, ¿qué más deseamos escuchar y ver a través de las explosiones materiales y de las implosiones humanas?

De bienvenidos a lo desierto de lo real con las 21 lecciones para el siglo xxi, del concierto al desconcierto, de la certidumbre a la incertidumbre, la misma y la diferente vida que sea otra/vida o la vida/otra /diagonalizada/ en el malestar y en la enfermedad, la agonía y el boqueamiento de los terrores a los horrores cuando el mundo de arriba y el cielo de en medio -cataclisman- la tierra abajo, (no es que sea la realidad virtual, acaso es el caos de la vida real).

De la contemplación a la transformación del mundo, el delicado sonido del cataclismo terrenal: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos" con los filósofos, los sociólogos y los economistas en el propósito-despropósito de protagonizar la egocentridad de las periferias en lo nuclear, lo climático y lo tecnológico nada más-nomás dibujan-desdibujan el mundo de un lugar a otro lugar que es el no lugar más que el del espectáculo del horror vacui de lo que aparece-desaparece, de lo que se esconde y huye, de La canción del inmigrante Zeppeliniana:

“Así que ahora, es mejor que te detengas y reconstruyas todas tus ruinas, para que la paz y la confianza puedan ganar la batalla, a pesar de todas tus pérdidas.”

De lo que se trata, en el delicado sonido del cataclismo terrenal, no es contemplar y transformar, acaso de entre el caos y el ocaso es regenerar respondiendo al delicado sonido del cataclismo terrenal en medianas y completas porciones y proporciones en los daños naturales, humanos y animales que, si no nos salvan a todos –regeneran- a cuantos podemos ser todos nosotros y los otros, la gente y los demás, siempre y cuando con el (sine qua non), sepamos escuchar y evitar ver el delicado sonido del cataclismo terrenal, cuando los coches bombas y el ulular de las ambulancias son la vía al volante peatonal de lo que esplende en el asfalto urbano y de lo que arde en la naturaleza muerta con el capitalismo de lujo y funeral de nuestra fascinación estúpida, vacua e infrahumana.

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