/ viernes 24 de diciembre de 2021

El Cine Mexicano que Gusta en Cannes

Me he chutado cuarenta minutos de “Noche de Fuego” (Tatiana Huezo, México 2021). Y la verdad ya me dio sueñito. Y con esto no digo que no sea una buena película. Los es por muchas razones, por ejemplo su fotografía y su edición. Se estrenó en el Festival de Cine de Cannes, donde obtuvo una mención especial dentro de la sección Certain Regard; además la crítica especializada la considera como una de las mejores cintas de este año. Y por si eso fuera poco, también ha sido postulada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) para representar a México en los Oscar 2022. Aun así me sigue dando sueñito.

Y es que los personajes no terminan de engancharme. Ya fui testigo de la relación de amistad entre las tres niñas protagonistas de la historia (Ana, Paula y Alejandra), pero aún no sé con certeza qué busca cada una. Me caen bien a secas, no me han hablado de sus anhelos o de sus esperanzas, como si la gente pobre no pudiera soñar. Más bien han sido retratadas en su cotidianeidad, como si se tratara de un documental, más que de una historia de ficción.

En su búsqueda de un cine de corte realista (cinéma vérité), la directora escatima en mostrarnos un lado más espiritual y acabado de sus personajes. En vez de ello nos presenta a personas taciturnas y melancólicas, que cuando no están tristes, están furibundas. Como si estar jodido fuese impedimento para sonreír. Algunos dirán: “estás viendo cine de arte, carnal, cine de autor, no estás viendo una secuela de los “Avengers” o una comedia romántica de Omar Chaparro y Martha Higareda. ¿Qué no sabes que en el cine de arte todo es más sutil, más contenido, más orgánico?”

Puede ser, pero me resulta más interesante el retrato general que Tatiana Huezo hace sobre la vida del lugar donde habitan Ana, Paula y Alejandra. Un pueblo enclavado en la sierra de Guerrero cuyos habitantes coexisten bajo el dominio del narco. La mayoría se buscan la vida sembrando y cultivando amapola. Además, y sin profundizar mucho en el porqué, se nos revela que las mujeres jóvenes del pueblo son raptadas con frecuencia por los malosos (los narcos). Algunas incluso son asesinadas impunemente.

En el guión de “Noche de Fuego” las mujeres de la montaña de Guerrero desaparecen porque son raptadas por los narcos, en la vida real desaparecen, igualmente, porque son las familias quienes entregan a sus propias hijas al mejor postor, a precios que van de los sesenta a los ciento ochenta mil pesos. Claro que mostrar algo así en una película acabaría con la imagen idílica del pueblo bueno y sabio, el cual quedaría frente al espectador como una comunidad de salvajes.

De la montaña a la costa

Y es que no nomás en la montaña de Guerrero hace aire, también en Acapulco. Con la chapuza que hizo Morena para lograr que Evelyn Salgado (La Torita), hija del tristemente célebre Félix Salgado Macedonio, se convirtiera como por arte de magia en gobernadora, el futuro del estado se antoja, no de película del festival de Cannes, sino de película de los hermanos Almada; uno de esos videohomes en el que todo son balazos.

“A los contras les advierto: voy a ser gobernador de Guerreo, la lucha no acaba aquí, debemos ir en unidad”, afirmaba Salgado Macedonio eufórico cuando se encontraba en un mitin realizado en Chilpancingo. Para ese momento el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ya le había negado la candidatura por Morena para el gobierno del estado, debido a que Salgado Macedonio no cumplió con el requisito de presentar ante el INE un informe de sus gastos de campaña. Al final los votos del pueblo no fueron para él, pero sí para su hija. O sea que fue la mismo, pero al revés.

Lo dramático es que a ese pueblo que votó por Evelyn Salgado nunca le importó que el padre de ésta estuviese acusado de presuntas violaciones y abuso sexual, como tampoco le importó que durante su paso como alcalde de Acapulco, Salgado Macedonio hubiese sido señalado por tener nexos con los mañosos. No. Ese tipo de nimiedades jamás le preocuparon a nadie. Y tan no les preocupó, que en su momento, miles se reunieron en Chilpancingo para marchar en apoyo de su candidato. “¡Cuidado… cuidado con Guerrero, estado… estado guerrillero!”, coreaban los manifestantes bajo el sol abrazador.

¿Cómo reaccionarían esos mismos manifestantes, que otrora se desgarraban las vestiduras, si alguna vez sus hijas fuesen violadas por algún político o secuestradas por el narco? Tal vez serían menos complacientes. Menos solidarios. Probablemente serían los primeros en exigir justicia y en fustigar al gobierno de Evelyn Salgado por la terrible inseguridad en la que vive su estado. Los pueblos tienen los gobiernos que merecen. En eso no hay duda ni engaño, pues son los gobernantes la más clara representación de quienes los eligieron.

Usos y costumbres…

Alguna vez, platicando con doña Lita, una mujer entrañable, originaria de un pueblo de la sierra de Oaxaca, me contó cómo fue que su hermana conoció al que sería su marido durante los siguientes cuarenta y cinco años.

-Lo conoció el día que el hombre fue a mi casa a pedir la mano de mi hermana. -me contó doña Lita con naturalidad.

-¿Entonces nunca antes se habían visto? -pregunté incrédulo.

-No, no hubo necesidad. El casorio ya estaba apalabrado entre nuestras familias.

-¿Y eso ya ha cambiado? -pregunté de nuevo.

-¿Qué, lo de los matrimonios arreglados? ¿Por qué habría de cambiar? Las cosas sólo cambian cuando la gente está a disgusto.

-¿Entonces las mujeres de su pueblo están de acuerdo con lo de los matrimonios arreglados?

-Hasta ahora no he conocida a una sola que se haya quejado. -me dijo finalmente doña Lita con una sonrisa en los labios.

Me he chutado cuarenta minutos de “Noche de Fuego” (Tatiana Huezo, México 2021). Y la verdad ya me dio sueñito. Y con esto no digo que no sea una buena película. Los es por muchas razones, por ejemplo su fotografía y su edición. Se estrenó en el Festival de Cine de Cannes, donde obtuvo una mención especial dentro de la sección Certain Regard; además la crítica especializada la considera como una de las mejores cintas de este año. Y por si eso fuera poco, también ha sido postulada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) para representar a México en los Oscar 2022. Aun así me sigue dando sueñito.

Y es que los personajes no terminan de engancharme. Ya fui testigo de la relación de amistad entre las tres niñas protagonistas de la historia (Ana, Paula y Alejandra), pero aún no sé con certeza qué busca cada una. Me caen bien a secas, no me han hablado de sus anhelos o de sus esperanzas, como si la gente pobre no pudiera soñar. Más bien han sido retratadas en su cotidianeidad, como si se tratara de un documental, más que de una historia de ficción.

En su búsqueda de un cine de corte realista (cinéma vérité), la directora escatima en mostrarnos un lado más espiritual y acabado de sus personajes. En vez de ello nos presenta a personas taciturnas y melancólicas, que cuando no están tristes, están furibundas. Como si estar jodido fuese impedimento para sonreír. Algunos dirán: “estás viendo cine de arte, carnal, cine de autor, no estás viendo una secuela de los “Avengers” o una comedia romántica de Omar Chaparro y Martha Higareda. ¿Qué no sabes que en el cine de arte todo es más sutil, más contenido, más orgánico?”

Puede ser, pero me resulta más interesante el retrato general que Tatiana Huezo hace sobre la vida del lugar donde habitan Ana, Paula y Alejandra. Un pueblo enclavado en la sierra de Guerrero cuyos habitantes coexisten bajo el dominio del narco. La mayoría se buscan la vida sembrando y cultivando amapola. Además, y sin profundizar mucho en el porqué, se nos revela que las mujeres jóvenes del pueblo son raptadas con frecuencia por los malosos (los narcos). Algunas incluso son asesinadas impunemente.

En el guión de “Noche de Fuego” las mujeres de la montaña de Guerrero desaparecen porque son raptadas por los narcos, en la vida real desaparecen, igualmente, porque son las familias quienes entregan a sus propias hijas al mejor postor, a precios que van de los sesenta a los ciento ochenta mil pesos. Claro que mostrar algo así en una película acabaría con la imagen idílica del pueblo bueno y sabio, el cual quedaría frente al espectador como una comunidad de salvajes.

De la montaña a la costa

Y es que no nomás en la montaña de Guerrero hace aire, también en Acapulco. Con la chapuza que hizo Morena para lograr que Evelyn Salgado (La Torita), hija del tristemente célebre Félix Salgado Macedonio, se convirtiera como por arte de magia en gobernadora, el futuro del estado se antoja, no de película del festival de Cannes, sino de película de los hermanos Almada; uno de esos videohomes en el que todo son balazos.

“A los contras les advierto: voy a ser gobernador de Guerreo, la lucha no acaba aquí, debemos ir en unidad”, afirmaba Salgado Macedonio eufórico cuando se encontraba en un mitin realizado en Chilpancingo. Para ese momento el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ya le había negado la candidatura por Morena para el gobierno del estado, debido a que Salgado Macedonio no cumplió con el requisito de presentar ante el INE un informe de sus gastos de campaña. Al final los votos del pueblo no fueron para él, pero sí para su hija. O sea que fue la mismo, pero al revés.

Lo dramático es que a ese pueblo que votó por Evelyn Salgado nunca le importó que el padre de ésta estuviese acusado de presuntas violaciones y abuso sexual, como tampoco le importó que durante su paso como alcalde de Acapulco, Salgado Macedonio hubiese sido señalado por tener nexos con los mañosos. No. Ese tipo de nimiedades jamás le preocuparon a nadie. Y tan no les preocupó, que en su momento, miles se reunieron en Chilpancingo para marchar en apoyo de su candidato. “¡Cuidado… cuidado con Guerrero, estado… estado guerrillero!”, coreaban los manifestantes bajo el sol abrazador.

¿Cómo reaccionarían esos mismos manifestantes, que otrora se desgarraban las vestiduras, si alguna vez sus hijas fuesen violadas por algún político o secuestradas por el narco? Tal vez serían menos complacientes. Menos solidarios. Probablemente serían los primeros en exigir justicia y en fustigar al gobierno de Evelyn Salgado por la terrible inseguridad en la que vive su estado. Los pueblos tienen los gobiernos que merecen. En eso no hay duda ni engaño, pues son los gobernantes la más clara representación de quienes los eligieron.

Usos y costumbres…

Alguna vez, platicando con doña Lita, una mujer entrañable, originaria de un pueblo de la sierra de Oaxaca, me contó cómo fue que su hermana conoció al que sería su marido durante los siguientes cuarenta y cinco años.

-Lo conoció el día que el hombre fue a mi casa a pedir la mano de mi hermana. -me contó doña Lita con naturalidad.

-¿Entonces nunca antes se habían visto? -pregunté incrédulo.

-No, no hubo necesidad. El casorio ya estaba apalabrado entre nuestras familias.

-¿Y eso ya ha cambiado? -pregunté de nuevo.

-¿Qué, lo de los matrimonios arreglados? ¿Por qué habría de cambiar? Las cosas sólo cambian cuando la gente está a disgusto.

-¿Entonces las mujeres de su pueblo están de acuerdo con lo de los matrimonios arreglados?

-Hasta ahora no he conocida a una sola que se haya quejado. -me dijo finalmente doña Lita con una sonrisa en los labios.