/ miércoles 16 de octubre de 2019

El Arte y la Cultura Carnavalescos

Cuando Raúl Rico coordinó, una vez, el espectáculo del Bandódromo, fue el culmen y el colmo de lo que un funcionario cultural pudo y puede hacer con el arte y la cultura como negocio y decirse, a sí mismo; “soy un apasionado de la cultura”, que es lo mismo que no lo dijeron Óscar Blancarte y Marsol Quiñones, aprovechando El Rey Memo de El Químico para hacer del arte y la cultura carnavalescos su apasionada entrega por el negocio y el desmadre, con la estúpida arrogancia de su persona-pública en su yateclub: La Morena.

Presidentes municipales y delegados-funcionarios turísticos culturales han tenido más la conveniencia del negocio que la convicción de la difusión, en cuanto se dieron cuenta que la cultura era-es el business-money con lo del turismo cultural, dándole una falsa autenticidad y originalidad de lo que se han venido apropiando, socioestética y culturalmente, para lo comerciable y vendible.

Lo que para El Rey Memo es lo histórico de su jodida e irresponsable administración pública municipal, es que a un año es un desastre con sus desplantes dizque de hombre recio y serio -falazmente- cierto y comprobable con lo que no puede hacer más que deshacer con su andar marismeño-mazatleco que, por más mundo que quiera demostrar que tiene viajado, comido y bebido, es un provinciano que se mira al ombligo corrupto rebosado de basura y anegado de aguas negras.

Los exfuncionarios culturales, Óscar Blancarte y Marsol Quiñones, tan limitados por sí mismos y tan acotados por el Ángel de los dineros, se equivocaron con El Rey Memo de El Químico, declarando que hasta los marismeños-mazatlecos por haber votado por el presidente que, casi todos, le cuestionan su proceder, diciendo por ahí y allí, el doctor Santamaría, que la “vocación crítica” de los marismeños-mazatlecos siempre ha estado presente, a lo que es cierto porque siempre han elegido electoreramente la misma o la diferente jodida calidad de los presidentes, porque entre la cultura política y la política cultural siempre ha sido una ganancia para los gobernantes y una pérdida para los gobernados locales-municipales, a lo que también la gobernanza de Quirino, declara que no está enterado, mirando de reojo a AMLO y hacia el Ocean Palace.

No es que a los marismeños-mazatlecos nos sobre o nos falte el arte y la cultura, cuando de por medio con el justo medio y lo que haya arriba y debajo de en medio es el medio ambiente sociocultural el que ha venido justificando o no, las conductas y las prácticas, de la gente en el puerto y en la ciudad que la han tenido que inventar más una falsedad que una verdad: estamos abiertamente al mundo cuando estamos cerradamente aislados (en y para el mundo), y lo que ahora es el turismo cultural hasta para los marismeños-mazatlecos es una vieja novedad: vamos a ranchear a El Quelite, aunque sea con El Mensón de los Laureanos.

El Rey Memo de El Químico es hasta hoy, hasta mañana y hasta pasado mañana el peor presidente municipal de la historia marismeña-mazatleca, a decir de algunos que son demasiados, aunque el presidente tiene razón al decirse que él es histórico con su habitual y humilde petulancia hasta para compararse con AMLO, lo cual lo hace ver y sentir que le están haciendo olas por abajo, en medio y arriba del yate-club, la Morena.

Desde donde se les vea, el arte y la cultura carnavalescos, han rebasado la tradición y la costumbre con la fiesta de la carne donde revientan las olas y las virginidades provincianas contra el fuerte y la Casa del Marino, no hallándole los turistólogos cómo hacer de Mazatlán un puerto y una ciudad que atraigan lo que por inercia es atrayente con la misma y la diferente gente como turista que viene más a divertirse que a cultivarse y cautivarse con el arte y la cultura locales, cuando los otros estados vecinos han sido más organizados y propositivos con el arte y la cultura (de y en) sus valores regionales, artísticos y socioculturales, no inventándole ni anexándole sucedáneamente accesorios de más, con una falsa apreciación de lo artístico socioestético y cultural, en lo que en Mazatlán es una exageración que tiene las patasaladas y la cabezas atontadas sin cabeza ni pies en los funcionarios culturales con el presidente en turno y en unas agencias de viajes con reservaciones hoteleras que más en la avaricia y en el engaño se está vendiendo un Mazatlán con un arte y una cultura que solamente existe en los días de Carnaval y se siguen todo el año con el engaño turístico cultural.

El lugar común del arte y la cultura carnavalescos es el carnaval, la gente y el mismísimo lugar con la mismísima gente de siempre con la variante de estar rehecho y malhecho con una representación, y no, con una significación, de lo que cada quien toma de la identidad y de la pertenencia lo que mejor le acomoda con la moda de estar en la masa y en la multitud del lugar con la gente que cada vez es el mismo lugar con más gente hasta que la sobrada y la excesiva presencia se transforme en más consumo y más ruido para lo que el arte y la cultura carnavalescos solamente cobren gratuitamente esa misma presencia en el mismo lugar con la misma gente, sin siquiera darse cuenta que el puerto y la ciudad hace tiempo desaparecieron como puerto y ciudad reducidos a los maravillosos escombros artísticos y socioculturales que son actualmente el teatro Ángela Peralta, la plazuela Machado y el paseo Olas Altas: el centro histórico del derruido Viejo Mazatlán.

El arte y la cultura carnavalescos reempiezan a sonar más con el ruido que con el sonido, presentándose las muchachas como candidatas a serse y hacerse la belleza que nunca aprenderá a ser bella, porque hasta la estética artificial de lo bello por dentro es un entripado de nervios y un tartamudeo de no poder hablar más que lo aprendido de memoria con la soltura de una diarrea solamente controlada, cortada y apaciguada por los menjurjes del alquímico-anfitrión de El Rey Memo que, con la alegoría del esperpento carnavalesco se hace presente y dueño de la situación, mientras algunos plebeyos no lo tumben de su reino sobre las olas en el yateclub con la infame de La Morena.

Cuando Raúl Rico coordinó, una vez, el espectáculo del Bandódromo, fue el culmen y el colmo de lo que un funcionario cultural pudo y puede hacer con el arte y la cultura como negocio y decirse, a sí mismo; “soy un apasionado de la cultura”, que es lo mismo que no lo dijeron Óscar Blancarte y Marsol Quiñones, aprovechando El Rey Memo de El Químico para hacer del arte y la cultura carnavalescos su apasionada entrega por el negocio y el desmadre, con la estúpida arrogancia de su persona-pública en su yateclub: La Morena.

Presidentes municipales y delegados-funcionarios turísticos culturales han tenido más la conveniencia del negocio que la convicción de la difusión, en cuanto se dieron cuenta que la cultura era-es el business-money con lo del turismo cultural, dándole una falsa autenticidad y originalidad de lo que se han venido apropiando, socioestética y culturalmente, para lo comerciable y vendible.

Lo que para El Rey Memo es lo histórico de su jodida e irresponsable administración pública municipal, es que a un año es un desastre con sus desplantes dizque de hombre recio y serio -falazmente- cierto y comprobable con lo que no puede hacer más que deshacer con su andar marismeño-mazatleco que, por más mundo que quiera demostrar que tiene viajado, comido y bebido, es un provinciano que se mira al ombligo corrupto rebosado de basura y anegado de aguas negras.

Los exfuncionarios culturales, Óscar Blancarte y Marsol Quiñones, tan limitados por sí mismos y tan acotados por el Ángel de los dineros, se equivocaron con El Rey Memo de El Químico, declarando que hasta los marismeños-mazatlecos por haber votado por el presidente que, casi todos, le cuestionan su proceder, diciendo por ahí y allí, el doctor Santamaría, que la “vocación crítica” de los marismeños-mazatlecos siempre ha estado presente, a lo que es cierto porque siempre han elegido electoreramente la misma o la diferente jodida calidad de los presidentes, porque entre la cultura política y la política cultural siempre ha sido una ganancia para los gobernantes y una pérdida para los gobernados locales-municipales, a lo que también la gobernanza de Quirino, declara que no está enterado, mirando de reojo a AMLO y hacia el Ocean Palace.

No es que a los marismeños-mazatlecos nos sobre o nos falte el arte y la cultura, cuando de por medio con el justo medio y lo que haya arriba y debajo de en medio es el medio ambiente sociocultural el que ha venido justificando o no, las conductas y las prácticas, de la gente en el puerto y en la ciudad que la han tenido que inventar más una falsedad que una verdad: estamos abiertamente al mundo cuando estamos cerradamente aislados (en y para el mundo), y lo que ahora es el turismo cultural hasta para los marismeños-mazatlecos es una vieja novedad: vamos a ranchear a El Quelite, aunque sea con El Mensón de los Laureanos.

El Rey Memo de El Químico es hasta hoy, hasta mañana y hasta pasado mañana el peor presidente municipal de la historia marismeña-mazatleca, a decir de algunos que son demasiados, aunque el presidente tiene razón al decirse que él es histórico con su habitual y humilde petulancia hasta para compararse con AMLO, lo cual lo hace ver y sentir que le están haciendo olas por abajo, en medio y arriba del yate-club, la Morena.

Desde donde se les vea, el arte y la cultura carnavalescos, han rebasado la tradición y la costumbre con la fiesta de la carne donde revientan las olas y las virginidades provincianas contra el fuerte y la Casa del Marino, no hallándole los turistólogos cómo hacer de Mazatlán un puerto y una ciudad que atraigan lo que por inercia es atrayente con la misma y la diferente gente como turista que viene más a divertirse que a cultivarse y cautivarse con el arte y la cultura locales, cuando los otros estados vecinos han sido más organizados y propositivos con el arte y la cultura (de y en) sus valores regionales, artísticos y socioculturales, no inventándole ni anexándole sucedáneamente accesorios de más, con una falsa apreciación de lo artístico socioestético y cultural, en lo que en Mazatlán es una exageración que tiene las patasaladas y la cabezas atontadas sin cabeza ni pies en los funcionarios culturales con el presidente en turno y en unas agencias de viajes con reservaciones hoteleras que más en la avaricia y en el engaño se está vendiendo un Mazatlán con un arte y una cultura que solamente existe en los días de Carnaval y se siguen todo el año con el engaño turístico cultural.

El lugar común del arte y la cultura carnavalescos es el carnaval, la gente y el mismísimo lugar con la mismísima gente de siempre con la variante de estar rehecho y malhecho con una representación, y no, con una significación, de lo que cada quien toma de la identidad y de la pertenencia lo que mejor le acomoda con la moda de estar en la masa y en la multitud del lugar con la gente que cada vez es el mismo lugar con más gente hasta que la sobrada y la excesiva presencia se transforme en más consumo y más ruido para lo que el arte y la cultura carnavalescos solamente cobren gratuitamente esa misma presencia en el mismo lugar con la misma gente, sin siquiera darse cuenta que el puerto y la ciudad hace tiempo desaparecieron como puerto y ciudad reducidos a los maravillosos escombros artísticos y socioculturales que son actualmente el teatro Ángela Peralta, la plazuela Machado y el paseo Olas Altas: el centro histórico del derruido Viejo Mazatlán.

El arte y la cultura carnavalescos reempiezan a sonar más con el ruido que con el sonido, presentándose las muchachas como candidatas a serse y hacerse la belleza que nunca aprenderá a ser bella, porque hasta la estética artificial de lo bello por dentro es un entripado de nervios y un tartamudeo de no poder hablar más que lo aprendido de memoria con la soltura de una diarrea solamente controlada, cortada y apaciguada por los menjurjes del alquímico-anfitrión de El Rey Memo que, con la alegoría del esperpento carnavalesco se hace presente y dueño de la situación, mientras algunos plebeyos no lo tumben de su reino sobre las olas en el yateclub con la infame de La Morena.

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