Cuando Raúl Rico coordinó, una vez, el espectáculo del Bandódromo, fue el culmen y el colmo de lo que un funcionario cultural pudo y puede hacer con el arte y la cultura como negocio y decirse, a sí mismo; “soy un apasionado de la cultura”, que es lo mismo que no lo dijeron Óscar Blancarte y Marsol Quiñones, aprovechando El Rey Memo de El Químico para hacer del arte y la cultura carnavalescos su apasionada entrega por el negocio y el desmadre, con la estúpida arrogancia de su persona-pública en su yateclub: La Morena.
Presidentes municipales y delegados-funcionarios turísticos culturales han tenido más la conveniencia del negocio que la convicción de la difusión, en cuanto se dieron cuenta que la cultura era-es el business-money con lo del turismo cultural, dándole una falsa autenticidad y originalidad de lo que se han venido apropiando, socioestética y culturalmente, para lo comerciable y vendible.
Lo que para El Rey Memo es lo histórico de su jodida e irresponsable administración pública municipal, es que a un año es un desastre con sus desplantes dizque de hombre recio y serio -falazmente- cierto y comprobable con lo que no puede hacer más que deshacer con su andar marismeño-mazatleco que, por más mundo que quiera demostrar que tiene viajado, comido y bebido, es un provinciano que se mira al ombligo corrupto rebosado de basura y anegado de aguas negras.
Los exfuncionarios culturales, Óscar Blancarte y Marsol Quiñones, tan limitados por sí mismos y tan acotados por el Ángel de los dineros, se equivocaron con El Rey Memo de El Químico, declarando que hasta los marismeños-mazatlecos por haber votado por el presidente que, casi todos, le cuestionan su proceder, diciendo por ahí y allí, el doctor Santamaría, que la “vocación crítica” de los marismeños-mazatlecos siempre ha estado presente, a lo que es cierto porque siempre han elegido electoreramente la misma o la diferente jodida calidad de los presidentes, porque entre la cultura política y la política cultural siempre ha sido una ganancia para los gobernantes y una pérdida para los gobernados locales-municipales, a lo que también la gobernanza de Quirino, declara que no está enterado, mirando de reojo a AMLO y hacia el Ocean Palace.
No es que a los marismeños-mazatlecos nos sobre o nos falte el arte y la cultura, cuando de por medio con el justo medio y lo que haya arriba y debajo de en medio es el medio ambiente sociocultural el que ha venido justificando o no, las conductas y las prácticas, de la gente en el puerto y en la ciudad que la han tenido que inventar más una falsedad que una verdad: estamos abiertamente al mundo cuando estamos cerradamente aislados (en y para el mundo), y lo que ahora es el turismo cultural hasta para los marismeños-mazatlecos es una vieja novedad: vamos a ranchear a El Quelite, aunque sea con El Mensón de los Laureanos.
El Rey Memo de El Químico es hasta hoy, hasta mañana y hasta pasado mañana el peor presidente municipal de la historia marismeña-mazatleca, a decir de algunos que son demasiados, aunque el presidente tiene razón al decirse que él es histórico con su habitual y humilde petulancia hasta para compararse con AMLO, lo cual lo hace ver y sentir que le están haciendo olas por abajo, en medio y arriba del yate-club, la Morena.
Desde donde se les vea, el arte y la cultura carnavalescos, han rebasado la tradición y la costumbre con la fiesta de la carne donde revientan las olas y las virginidades provincianas contra el fuerte y la Casa del Marino, no hallándole los turistólogos cómo hacer de Mazatlán un puerto y una ciudad que atraigan lo que por inercia es atrayente con la misma y la diferente gente como turista que viene más a divertirse que a cultivarse y cautivarse con el arte y la cultura locales, cuando los otros estados vecinos han sido más organizados y propositivos con el arte y la cultura (de y en) sus valores regionales, artísticos y socioculturales, no inventándole ni anexándole sucedáneamente accesorios de más, con una falsa apreciación de lo artístico socioestético y cultural, en lo que en Mazatlán es una exageración que tiene las patasaladas y la cabezas atontadas sin cabeza ni pies en los funcionarios culturales con el presidente en turno y en unas agencias de viajes con reservaciones hoteleras que más en la avaricia y en el engaño se está vendiendo un Mazatlán con un arte y una cultura que solamente existe en los días de Carnaval y se siguen todo el año con el engaño turístico cultural.
El lugar común del arte y la cultura carnavalescos es el carnaval, la gente y el mismísimo lugar con la mismísima gente de siempre con la variante de estar rehecho y malhecho con una representación, y no, con una significación, de lo que cada quien toma de la identidad y de la pertenencia lo que mejor le acomoda con la moda de estar en la masa y en la multitud del lugar con la gente que cada vez es el mismo lugar con más gente hasta que la sobrada y la excesiva presencia se transforme en más consumo y más ruido para lo que el arte y la cultura carnavalescos solamente cobren gratuitamente esa misma presencia en el mismo lugar con la misma gente, sin siquiera darse cuenta que el puerto y la ciudad hace tiempo desaparecieron como puerto y ciudad reducidos a los maravillosos escombros artísticos y socioculturales que son actualmente el teatro Ángela Peralta, la plazuela Machado y el paseo Olas Altas: el centro histórico del derruido Viejo Mazatlán.
El arte y la cultura carnavalescos reempiezan a sonar más con el ruido que con el sonido, presentándose las muchachas como candidatas a serse y hacerse la belleza que nunca aprenderá a ser bella, porque hasta la estética artificial de lo bello por dentro es un entripado de nervios y un tartamudeo de no poder hablar más que lo aprendido de memoria con la soltura de una diarrea solamente controlada, cortada y apaciguada por los menjurjes del alquímico-anfitrión de El Rey Memo que, con la alegoría del esperpento carnavalesco se hace presente y dueño de la situación, mientras algunos plebeyos no lo tumben de su reino sobre las olas en el yateclub con la infame de La Morena.