/ viernes 6 de marzo de 2020

El 9 nadie se mueve

En México, la violencia en contra de las mujeres ha sido una constante en nuestra historia. Esta violencia de género deriva de una ancestral, arraigada y muy perniciosa cultura patriarcal y machista.

La violencia de género tiene muchos rostros. Puede ser verbal, física o psicológica. En todos los casos, se trata de actos de agresión y humillación, que atentan contra la dignidad y derechos humanos de las mujeres.

Los feminicidios, son indudablemente la expresión más lamentable y brutal de la violencia contra las mujeres mexicanas.

Es cierto que desde hace años se viene observando un incremento de los feminicidios, en buena parte del territorio nacional. En los años noventa del siglo XX, las muertas de Juárez prendieron la luz de alerta sobre este grave problema. Ya en este siglo, del 2015 al 2018 la incidencia de los casos de feminicidio mantuvo una clara e infrenable tendencia hacia arriba.

Sin embargo, un hecho que es irrefutable es que durante el 2019, el primer año de ejercicio del nuevo gobierno federal, hemos vivido en México una elevada y preocupante ola de feminicidios.

Los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, consignan que 2019 ha sido el año más violento en la historia de México, desde que se cuenta con registros oficiales.

2019, ha sido también el año de mayor violencia de género. El 2019, se presentaron más violaciones, lesiones dolosas, feminicidios y acoso en centros educativos y laborales en contra de las mujeres mexicanas, respecto al 2018.

Estamos hablando de 1,010 feminicidios que se registraron en 2019, y las entidades con mayor incidencia fueron Nuevo León, Puebla, Sinaloa, Estado de México, Chiapas, Ciudad de México y Guanajuato.

Junto con el incremento en la incidencia, lo que hoy llama la atención y preocupa sobremanera, es la crueldad y brutalidad de los feminicidios.

Los casos de Ingrid y la niña Fátima en la Ciudad de México, ilustran con claridad las manifestaciones de un odio de género que va en aumento y que, bajo ninguna circunstancia, debemos permitir que crezca más y adquiera carta de “normalidad” en nuestra sociedad.

La forma cruel y brutal en que fueron asesinadas Ingrid y Fátima, alertó y conmovió la conciencia nacional. Estos casos, lamentables e indignantes, han activado la protesta de las mujeres mexicanas, que de manera libre han convocado a un Paro Nacional para el día 9 de marzo.

De frente a esta protesta, lo menos que podemos decir es que la respuesta del gobierno federal ha sido de una completa e inexplicable insensibilidad.

Fiel a su tradicional narrativa, el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador señaló que el problema de la violencia de género venía del pasado; es producto del neoliberalismo y una de las herencias malditas del viejo régimen.

Después, el presidente desestimó las protestas de las mujeres, aduciendo que había mano negra, y en su estrecha visión este movimiento es impulsado por conservadores y conservadoras resentidas.

Los juicios anteriores, totalmente errados, reflejan una desconexión de la realidad. Estamos aquí en presencia del síndrome de hubris, típico del poder arrogante, que se cree depositario de la verdad absoluta y que no admite, ni tolera, el disenso.

Las protestas por la ola de feminicidios y el Paro Nacional convocado para el 9 de marzo, no son impulsados por conservadores ni neoliberales.

Se trata, de un grito auténtico y desesperado de protesta, de mujeres agraviadas e indignadas, que exigen respeto a su dignidad y derechos, y un alto a la violencia de género.

Este movimiento, lo que busca es visibilizar la situación crítica que se vive en México hoy en día en materia de violencia contra las mujeres.

Y en lugar de descalificar esta protesta, el gobierno federal debe convocar al diálogo a todas las fuerzas políticas, a las organizaciones de la sociedad civil, para definir conjuntamente una nueva estrategia de combate efectivo y contundente a los feminicidios y a todas las formas de violencia de género.

Es el momento para que el gobierno federal rectifique y admita que su estrategia de combate a los feminicidios, y en general su política de seguridad pública, de abrazos y no balazos, no está dando los resultados que todos queremos.

Por eso, nuestro reconocimiento a todas las mujeres libres y valientes que participarán en el Paro Nacional del próximo 9 de marzo.

Felicitamos a las instituciones públicas y privadas, que brindarán facilidades a las mujeres para que participen en esta jornada de protesta.

El 9 de marzo, será un día en el que las mujeres no se moverán. Ese día sin ustedes, aquilataremos lo que las mujeres aportan en la economía, en las empresas, en la administración pública, en la salud y la educación. Será una nueva oportunidad, para apreciar todo lo que ustedes significan en la vida de nuestras familias y de nuestra sociedad.

Va nuestro total respaldo a todas las mujeres de México y de Sinaloa, por esta iniciativa que han tenido, y que seguramente impactará de manera positiva la vida política, económica, social y cultural del país.

Sergio Jacobo Gutiérrez actualmente es diputado y coordinador de los legisladores del PRI en el Congreso del Estado

En México, la violencia en contra de las mujeres ha sido una constante en nuestra historia. Esta violencia de género deriva de una ancestral, arraigada y muy perniciosa cultura patriarcal y machista.

La violencia de género tiene muchos rostros. Puede ser verbal, física o psicológica. En todos los casos, se trata de actos de agresión y humillación, que atentan contra la dignidad y derechos humanos de las mujeres.

Los feminicidios, son indudablemente la expresión más lamentable y brutal de la violencia contra las mujeres mexicanas.

Es cierto que desde hace años se viene observando un incremento de los feminicidios, en buena parte del territorio nacional. En los años noventa del siglo XX, las muertas de Juárez prendieron la luz de alerta sobre este grave problema. Ya en este siglo, del 2015 al 2018 la incidencia de los casos de feminicidio mantuvo una clara e infrenable tendencia hacia arriba.

Sin embargo, un hecho que es irrefutable es que durante el 2019, el primer año de ejercicio del nuevo gobierno federal, hemos vivido en México una elevada y preocupante ola de feminicidios.

Los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, consignan que 2019 ha sido el año más violento en la historia de México, desde que se cuenta con registros oficiales.

2019, ha sido también el año de mayor violencia de género. El 2019, se presentaron más violaciones, lesiones dolosas, feminicidios y acoso en centros educativos y laborales en contra de las mujeres mexicanas, respecto al 2018.

Estamos hablando de 1,010 feminicidios que se registraron en 2019, y las entidades con mayor incidencia fueron Nuevo León, Puebla, Sinaloa, Estado de México, Chiapas, Ciudad de México y Guanajuato.

Junto con el incremento en la incidencia, lo que hoy llama la atención y preocupa sobremanera, es la crueldad y brutalidad de los feminicidios.

Los casos de Ingrid y la niña Fátima en la Ciudad de México, ilustran con claridad las manifestaciones de un odio de género que va en aumento y que, bajo ninguna circunstancia, debemos permitir que crezca más y adquiera carta de “normalidad” en nuestra sociedad.

La forma cruel y brutal en que fueron asesinadas Ingrid y Fátima, alertó y conmovió la conciencia nacional. Estos casos, lamentables e indignantes, han activado la protesta de las mujeres mexicanas, que de manera libre han convocado a un Paro Nacional para el día 9 de marzo.

De frente a esta protesta, lo menos que podemos decir es que la respuesta del gobierno federal ha sido de una completa e inexplicable insensibilidad.

Fiel a su tradicional narrativa, el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador señaló que el problema de la violencia de género venía del pasado; es producto del neoliberalismo y una de las herencias malditas del viejo régimen.

Después, el presidente desestimó las protestas de las mujeres, aduciendo que había mano negra, y en su estrecha visión este movimiento es impulsado por conservadores y conservadoras resentidas.

Los juicios anteriores, totalmente errados, reflejan una desconexión de la realidad. Estamos aquí en presencia del síndrome de hubris, típico del poder arrogante, que se cree depositario de la verdad absoluta y que no admite, ni tolera, el disenso.

Las protestas por la ola de feminicidios y el Paro Nacional convocado para el 9 de marzo, no son impulsados por conservadores ni neoliberales.

Se trata, de un grito auténtico y desesperado de protesta, de mujeres agraviadas e indignadas, que exigen respeto a su dignidad y derechos, y un alto a la violencia de género.

Este movimiento, lo que busca es visibilizar la situación crítica que se vive en México hoy en día en materia de violencia contra las mujeres.

Y en lugar de descalificar esta protesta, el gobierno federal debe convocar al diálogo a todas las fuerzas políticas, a las organizaciones de la sociedad civil, para definir conjuntamente una nueva estrategia de combate efectivo y contundente a los feminicidios y a todas las formas de violencia de género.

Es el momento para que el gobierno federal rectifique y admita que su estrategia de combate a los feminicidios, y en general su política de seguridad pública, de abrazos y no balazos, no está dando los resultados que todos queremos.

Por eso, nuestro reconocimiento a todas las mujeres libres y valientes que participarán en el Paro Nacional del próximo 9 de marzo.

Felicitamos a las instituciones públicas y privadas, que brindarán facilidades a las mujeres para que participen en esta jornada de protesta.

El 9 de marzo, será un día en el que las mujeres no se moverán. Ese día sin ustedes, aquilataremos lo que las mujeres aportan en la economía, en las empresas, en la administración pública, en la salud y la educación. Será una nueva oportunidad, para apreciar todo lo que ustedes significan en la vida de nuestras familias y de nuestra sociedad.

Va nuestro total respaldo a todas las mujeres de México y de Sinaloa, por esta iniciativa que han tenido, y que seguramente impactará de manera positiva la vida política, económica, social y cultural del país.

Sergio Jacobo Gutiérrez actualmente es diputado y coordinador de los legisladores del PRI en el Congreso del Estado