/ jueves 7 de octubre de 2021

Déjá vu energético

Sabemos que López Obrador es una persona de ideas fijas, que aunque pocas no han variado con las décadas. Su terquedad es proverbial porque él mismo la reconoce y la tiene como virtud. El paso del tiempo y la experiencia no han modificado en lo sustancial esas creencias de juventud forjadas en la época de su entusiasta militancia priista durante el echeverrismo.

La reflexión o el planteamiento de dudas o la reconsideración, no forman parte de su repertorio intelectual ni de su interés. Se entiende por qué el desprecio a la ciencia y a la educación en las políticas públicas de este gobierno, así como el rechazo a escuchar a otros, a dialogar con otros actores políticos, a dictar él solo todas las políticas, su obsesión a tener el control total. Del cúmulo de decisiones políticas que ha tomado el presidente y que se han traducido en las políticas públicas de su gobierno, se encuentran solo las razones por las que nuestro país no crece, no se desarrolla ni avanza. Ahí tenemos la iniciativa de decreto que acaba de presentar el gobierno a la Cámara de Diputados, por la que se pretende una nueva y muy nociva reforma energética, modificando los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución.

Con esta iniciativa, se pretende regresar a la política energética de los setentas del siglo pasado, la época de los monopolios del Estado que arruinó al país. La lectura de este fragmento del texto de la iniciativa, genera una atmósfera lúgubre y opresiva, un déjà vu siniestro: “El Estado, a través de la CFE llevará a cabo el abastecimiento de energía eléctrica de manera exclusiva […] Las actuales inversiones en generación eléctrica legítimas del sector privado, podrán participar en la generación hasta el 46% del consumo eléctrico nacional sujetas a la planeación y control del sistema eléctrico nacional a través de la CFE”. El gobierno no quiere la inversión privada, quiere tener el monopolio en el sector eléctrico (y lo pretende también en el petrolero), decidir arbitrariamente cuáles son las “inversiones legítimas” del sector privado, eliminar la competencia a través de la eliminación de los organismos reguladores (CNH, CENACE, CRE), en un marco donde la CFE no puede abastecer por sí sola la demanda actual, mucho menos la que se presente en el futuro, ni tampoco tiene la empresa ni el gobierno, el presupuesto necesario para invertir en la sustitución de los productores privados.

CFE tiene costos de 1.23 a los 2.05 pesos por kilowatt-hora (kwh), que son más caros, mientras los productores particulares como el solar tienen costos de 0. 38 a 0.82 pesos kwh. Con el esquema actual, los generadores privados producen el mismo kwh en 0.38 pesos y la CFE lo revende en 3.02. CFE gana mucho más comprando y revendiendo que produciendo. No sorprende que el gobierno, con esta cotrarreforma, no quiera que la CFE tenga que competir con los privados. Su costo de producción es de 1,687 pesos por MWh contra 861 de los privados.

Desde la irracional cancelación del aeropuerto en Texcoco, pasando por la cancelación del proyecto de la planta cervecera de Constellation Brands, en Mexicali, Baja California, que llevaba más de 60% de avance, con una inversión de 900 millones de dólares de mil 400 millones estimados, hasta la actual contrarreforma energética que pretende el gobierno, el factor que provocó la pérdida de interés para invertir en México es el ambiente legal y regulatorio y la incertidumbre que gira en torno al respeto al Estado de Derecho.

Esta política regresiva del gobierno, ha tenido ya sus consecuencias. México ha perdido en los últimos tres años el atractivo que tenía para captar inversionistas en energías limpias. De acuerdo con el Renewable Energy Country Attractiveness Index elaborado por la firma EY, en 2021 México ocupó la posición número 33 de 40 países analizados. Durante el sexenio anterior, llegó a ocupar el séptimo lugar a nivel mundial. Igualmente, México se mantuvo por segundo año consecutivo fuera del Índice de Confianza de Inversión Extranjera Directa, en su edición 2021, elaborado por la consultora AT Kearney, en el que se evalúa a los 25 países que más atraen y retienen capitales foráneos. Nuestro país pasó de ubicarse en la posición 9º en el año 2015 a encontrarse fuera del listado en 2020 y 2021. El Índice de Confianza de la IED de Kearney® es una encuesta anual de ejecutivos de negocios globales que clasifica los mercados que probablemente atraerán la mayor cantidad de inversión en los próximos tres años. Entre los aspectos que restaron atractivo a México, según Kearney, es un bajo crecimiento; un freno en la dinámica de la Reforma Energética; la iniciativa de reforma sobre materia de subcontratación “outsourcing” que limita la flexibilidad en el mercado laboral; cancelación Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y priorización de inversiones de bajo impacto económico y social en el entorno actual, como la Refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya.

Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, acaba de declarar que: “La reforma al sector eléctrico es adversa a la recuperación económica: si realmente queremos crecer a ritmos suficientes, consistentemente arriba de 3% o 4%, eso no lo vamos a lograr si la inversión privada no se puede incentivar”.

La respuesta a todas estas críticas a su contrarreforma energética, López Obrador ofrece la defensa más zafia y autoritaria, la picota medieval, marca de la casa. Dijo: “Quienes voten contra la reforma eléctrica serán exhibidos en las mañaneras”.

La democracia está siendo atacada, dijo Ángela Merkel recientemente, en el marco del 31 aniversario del Día de la Unidad Alemana. “La democracia no está ahí por sí sola. Tenemos que trabajar juntos por ella una y otra vez, todos los días… Sin embargo, me temo que a veces tratamos los logros democráticos con demasiada ligereza”... Estamos viviendo una esfera pública en la que las mentiras demagógicas y la desinformación se utilizan para avivar el resentimiento y el odio, sin inhibiciones y sin vergüenza".

A la destrucción institucional emprendida, no le ha sobrevenido la creación de un nuevo y mejor andamiaje que sustituya a las ruinas.

Decía Esquilo, el padre de la tragedia griega, que es común cometer errores, pero cuando se persiste en el error, ya no se puede considerar así, sino como otra cosa, de modo que “la obstinación es el otro nombre de la estupidez”. Similar concepción apuntaba Arthur Miller, cuando decía: “cuanto más se acerca un hombre a la tragedia, más intensa es su concentración de emoción en el punto fijo de su compromiso, es decir, tanto más se acerca a lo que en la vida llamamos fanatismo”.

Sabemos que López Obrador es una persona de ideas fijas, que aunque pocas no han variado con las décadas. Su terquedad es proverbial porque él mismo la reconoce y la tiene como virtud. El paso del tiempo y la experiencia no han modificado en lo sustancial esas creencias de juventud forjadas en la época de su entusiasta militancia priista durante el echeverrismo.

La reflexión o el planteamiento de dudas o la reconsideración, no forman parte de su repertorio intelectual ni de su interés. Se entiende por qué el desprecio a la ciencia y a la educación en las políticas públicas de este gobierno, así como el rechazo a escuchar a otros, a dialogar con otros actores políticos, a dictar él solo todas las políticas, su obsesión a tener el control total. Del cúmulo de decisiones políticas que ha tomado el presidente y que se han traducido en las políticas públicas de su gobierno, se encuentran solo las razones por las que nuestro país no crece, no se desarrolla ni avanza. Ahí tenemos la iniciativa de decreto que acaba de presentar el gobierno a la Cámara de Diputados, por la que se pretende una nueva y muy nociva reforma energética, modificando los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución.

Con esta iniciativa, se pretende regresar a la política energética de los setentas del siglo pasado, la época de los monopolios del Estado que arruinó al país. La lectura de este fragmento del texto de la iniciativa, genera una atmósfera lúgubre y opresiva, un déjà vu siniestro: “El Estado, a través de la CFE llevará a cabo el abastecimiento de energía eléctrica de manera exclusiva […] Las actuales inversiones en generación eléctrica legítimas del sector privado, podrán participar en la generación hasta el 46% del consumo eléctrico nacional sujetas a la planeación y control del sistema eléctrico nacional a través de la CFE”. El gobierno no quiere la inversión privada, quiere tener el monopolio en el sector eléctrico (y lo pretende también en el petrolero), decidir arbitrariamente cuáles son las “inversiones legítimas” del sector privado, eliminar la competencia a través de la eliminación de los organismos reguladores (CNH, CENACE, CRE), en un marco donde la CFE no puede abastecer por sí sola la demanda actual, mucho menos la que se presente en el futuro, ni tampoco tiene la empresa ni el gobierno, el presupuesto necesario para invertir en la sustitución de los productores privados.

CFE tiene costos de 1.23 a los 2.05 pesos por kilowatt-hora (kwh), que son más caros, mientras los productores particulares como el solar tienen costos de 0. 38 a 0.82 pesos kwh. Con el esquema actual, los generadores privados producen el mismo kwh en 0.38 pesos y la CFE lo revende en 3.02. CFE gana mucho más comprando y revendiendo que produciendo. No sorprende que el gobierno, con esta cotrarreforma, no quiera que la CFE tenga que competir con los privados. Su costo de producción es de 1,687 pesos por MWh contra 861 de los privados.

Desde la irracional cancelación del aeropuerto en Texcoco, pasando por la cancelación del proyecto de la planta cervecera de Constellation Brands, en Mexicali, Baja California, que llevaba más de 60% de avance, con una inversión de 900 millones de dólares de mil 400 millones estimados, hasta la actual contrarreforma energética que pretende el gobierno, el factor que provocó la pérdida de interés para invertir en México es el ambiente legal y regulatorio y la incertidumbre que gira en torno al respeto al Estado de Derecho.

Esta política regresiva del gobierno, ha tenido ya sus consecuencias. México ha perdido en los últimos tres años el atractivo que tenía para captar inversionistas en energías limpias. De acuerdo con el Renewable Energy Country Attractiveness Index elaborado por la firma EY, en 2021 México ocupó la posición número 33 de 40 países analizados. Durante el sexenio anterior, llegó a ocupar el séptimo lugar a nivel mundial. Igualmente, México se mantuvo por segundo año consecutivo fuera del Índice de Confianza de Inversión Extranjera Directa, en su edición 2021, elaborado por la consultora AT Kearney, en el que se evalúa a los 25 países que más atraen y retienen capitales foráneos. Nuestro país pasó de ubicarse en la posición 9º en el año 2015 a encontrarse fuera del listado en 2020 y 2021. El Índice de Confianza de la IED de Kearney® es una encuesta anual de ejecutivos de negocios globales que clasifica los mercados que probablemente atraerán la mayor cantidad de inversión en los próximos tres años. Entre los aspectos que restaron atractivo a México, según Kearney, es un bajo crecimiento; un freno en la dinámica de la Reforma Energética; la iniciativa de reforma sobre materia de subcontratación “outsourcing” que limita la flexibilidad en el mercado laboral; cancelación Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y priorización de inversiones de bajo impacto económico y social en el entorno actual, como la Refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya.

Jonathan Heath, subgobernador del Banco de México, acaba de declarar que: “La reforma al sector eléctrico es adversa a la recuperación económica: si realmente queremos crecer a ritmos suficientes, consistentemente arriba de 3% o 4%, eso no lo vamos a lograr si la inversión privada no se puede incentivar”.

La respuesta a todas estas críticas a su contrarreforma energética, López Obrador ofrece la defensa más zafia y autoritaria, la picota medieval, marca de la casa. Dijo: “Quienes voten contra la reforma eléctrica serán exhibidos en las mañaneras”.

La democracia está siendo atacada, dijo Ángela Merkel recientemente, en el marco del 31 aniversario del Día de la Unidad Alemana. “La democracia no está ahí por sí sola. Tenemos que trabajar juntos por ella una y otra vez, todos los días… Sin embargo, me temo que a veces tratamos los logros democráticos con demasiada ligereza”... Estamos viviendo una esfera pública en la que las mentiras demagógicas y la desinformación se utilizan para avivar el resentimiento y el odio, sin inhibiciones y sin vergüenza".

A la destrucción institucional emprendida, no le ha sobrevenido la creación de un nuevo y mejor andamiaje que sustituya a las ruinas.

Decía Esquilo, el padre de la tragedia griega, que es común cometer errores, pero cuando se persiste en el error, ya no se puede considerar así, sino como otra cosa, de modo que “la obstinación es el otro nombre de la estupidez”. Similar concepción apuntaba Arthur Miller, cuando decía: “cuanto más se acerca un hombre a la tragedia, más intensa es su concentración de emoción en el punto fijo de su compromiso, es decir, tanto más se acerca a lo que en la vida llamamos fanatismo”.