/ miércoles 3 de noviembre de 2021

De nuevo, ¿formando castillos en el aire?

A tres días de las tomas de protesta de las nuevas autoridades -estatal y municipales-, nos enfrentamos a realidades que la propia paridad trae consigo y políticas públicas novedosas, disruptivas o distractoras, según sea el cristal con el que se mire. En vista de que esta columna no puede evitar su mirada de mujer, deposito una serie de reflexiones.

Sinaloa acaba de convertirse en el 11vo. estado en crear una Secretaría de la Mujer; Ciudad de México, Estado de México, Chiapas, Yucatán, Michoacán, Jalisco, Zacatecas, Puebla, Oaxaca y Guerrero nos han antecedido en esta política pública que, a vista de activistas, colectivos, colectivas, académicas y organizaciones, debe responder no solo a un cambio normativo: debe corresponder a una nueva visión de Estado que acompañe un compromiso con las mujeres sinaloenses. ¿A qué hace esto referencia?

William Thomson, conocido como lord Kelvin, nos arrojó una gran losa, y a la vez un faro: “Lo que no se mide no se puede mejorar, lo que no se mejora se degrada siempre”. En ese sentido, la perspectiva de género en la política pública debe partir siempre de un diagnóstico claro y con ello público, compartido y enriquecido desde los foros de los parlamentos abiertos (¿y si no, para qué su existencia?) y la sociedad política y civil especializada en la materia; ningún gobierno inicia de cero, y es un error que el “ego” político-partidista nos haga pretender que así es.

Una vez que tenemos claridad en el diagnóstico, la normatividad, infraestructura y recursos son necesarios para sacar adelante este nuevo compromiso con las mujeres sinaloenses. Los organismos internacionales son consistentes en referir que el problema debe abordarse desde una triada: desigualdad, violencia y discriminación; este es quizá el punto irreductible de vigilancia para dar valor a una política de intersección que contemple la realidad de todas las mujeres y su diversidad, dando cabida entonces a una real transversalidad en las políticas del Estado.

Lo anterior lo sumo al nombramiento del Dr. Cuitláhuac González como Director General del DIF en Sinaloa: cuán importante es que la igualdad no sea lucha exclusiva de las mujeres, o de conocimiento de unas/unos cuantos. Sin embargo, estamos constreñido/as a la generación de resultados, a sujetarnos a indicadores de desempeño o impacto, a una política integral en pro de los derechos humanos, pero hay que decirlo alto y fuerte: la sociedad en general gana en el cese de la violencia de género contra las niñas y las mujeres, y en las políticas de integración de las mujeres en todos los sectores productivos, económicos y sociales.

Y es que es complejo entendernos y posicionarnos como sociedad política y ciudadana, cuando abordamos desde la perspectiva de mujer las políticas públicas de género, y marco unos ejemplos: los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública entregan un monitoreo mensual de la condición de violencia de género que padecen niñas, adolescentes y mujeres; quizá no es de sorprender que a la luz de la cultura de violencia en la que vive inmersa nuestra sociedad, no se dimensione lo que significa nacional e internacionalmente esta categoría en los municipios de nuestro estado.

El reporte de septiembre es devastador porque no muestra cambios en la garantía de seguridad: Sinaloa tiene cinco municipios dentro del ranking de cien municipios con presuntos delitos de feminicidio: Culiacán, Ahome, Guasave, Mazatlán y Navolato; de esto haré primero una reflexión respecto a la reelección de los dos más grandes y sus alcaldes: Estrada Ferreiro y el “químico” Benítez, ambos absueltos por las autoridades y cuestionados por expresiones y actos de violencia de género y misoginia. ¿Podremos obtener de ellos un nuevo compromiso, sustentados en acciones y resultados a favor de las mujeres y la erradicación de la violencia de género, sustantivándolas en políticas e iniciando con sus propias expresiones?

Ahome tendrá también a un alcalde con experiencia política, que ha ocupado anteriormente la secretaría general de gobierno; no podemos entonces acreditar inexperiencia en el ámbito de seguridad, e importante será observar cómo se integra esta y se materializa en el enfoque de género para atender la violencia de género. En el caso de Guasave, si bien no cuenta con esta experiencia política, apelaremos a un equipo de expertos y su sensibilidad y profesionalismo para comprender la dimensión y necesidad de aplicación de medidas que visibilicen y atiendan estas problemáticas contra las mujeres.

Dejo aparte mi reflexión sobre el reto que enfrentará Margot Urrea como alcaldesa de Navolato; como hemos visto, será la única mujer dentro de las cinco alcaldías en este ranking de violencia, y la expectativa juega siempre como factor en contra cuando hablamos de mujeres al frente. Quizá de fondo anhelamos que las habilidades y liderazgo para ganar sean también implementadas para hacer la diferencia en la forma de abordar las políticas de mujeres en beneficio de una sociedad con mayor seguridad y desarrollo.

A este análisis le falta aún espacio, mientras tanto, evitemos, especialmente las mujeres, hacer castillos en el aire.

A tres días de las tomas de protesta de las nuevas autoridades -estatal y municipales-, nos enfrentamos a realidades que la propia paridad trae consigo y políticas públicas novedosas, disruptivas o distractoras, según sea el cristal con el que se mire. En vista de que esta columna no puede evitar su mirada de mujer, deposito una serie de reflexiones.

Sinaloa acaba de convertirse en el 11vo. estado en crear una Secretaría de la Mujer; Ciudad de México, Estado de México, Chiapas, Yucatán, Michoacán, Jalisco, Zacatecas, Puebla, Oaxaca y Guerrero nos han antecedido en esta política pública que, a vista de activistas, colectivos, colectivas, académicas y organizaciones, debe responder no solo a un cambio normativo: debe corresponder a una nueva visión de Estado que acompañe un compromiso con las mujeres sinaloenses. ¿A qué hace esto referencia?

William Thomson, conocido como lord Kelvin, nos arrojó una gran losa, y a la vez un faro: “Lo que no se mide no se puede mejorar, lo que no se mejora se degrada siempre”. En ese sentido, la perspectiva de género en la política pública debe partir siempre de un diagnóstico claro y con ello público, compartido y enriquecido desde los foros de los parlamentos abiertos (¿y si no, para qué su existencia?) y la sociedad política y civil especializada en la materia; ningún gobierno inicia de cero, y es un error que el “ego” político-partidista nos haga pretender que así es.

Una vez que tenemos claridad en el diagnóstico, la normatividad, infraestructura y recursos son necesarios para sacar adelante este nuevo compromiso con las mujeres sinaloenses. Los organismos internacionales son consistentes en referir que el problema debe abordarse desde una triada: desigualdad, violencia y discriminación; este es quizá el punto irreductible de vigilancia para dar valor a una política de intersección que contemple la realidad de todas las mujeres y su diversidad, dando cabida entonces a una real transversalidad en las políticas del Estado.

Lo anterior lo sumo al nombramiento del Dr. Cuitláhuac González como Director General del DIF en Sinaloa: cuán importante es que la igualdad no sea lucha exclusiva de las mujeres, o de conocimiento de unas/unos cuantos. Sin embargo, estamos constreñido/as a la generación de resultados, a sujetarnos a indicadores de desempeño o impacto, a una política integral en pro de los derechos humanos, pero hay que decirlo alto y fuerte: la sociedad en general gana en el cese de la violencia de género contra las niñas y las mujeres, y en las políticas de integración de las mujeres en todos los sectores productivos, económicos y sociales.

Y es que es complejo entendernos y posicionarnos como sociedad política y ciudadana, cuando abordamos desde la perspectiva de mujer las políticas públicas de género, y marco unos ejemplos: los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública entregan un monitoreo mensual de la condición de violencia de género que padecen niñas, adolescentes y mujeres; quizá no es de sorprender que a la luz de la cultura de violencia en la que vive inmersa nuestra sociedad, no se dimensione lo que significa nacional e internacionalmente esta categoría en los municipios de nuestro estado.

El reporte de septiembre es devastador porque no muestra cambios en la garantía de seguridad: Sinaloa tiene cinco municipios dentro del ranking de cien municipios con presuntos delitos de feminicidio: Culiacán, Ahome, Guasave, Mazatlán y Navolato; de esto haré primero una reflexión respecto a la reelección de los dos más grandes y sus alcaldes: Estrada Ferreiro y el “químico” Benítez, ambos absueltos por las autoridades y cuestionados por expresiones y actos de violencia de género y misoginia. ¿Podremos obtener de ellos un nuevo compromiso, sustentados en acciones y resultados a favor de las mujeres y la erradicación de la violencia de género, sustantivándolas en políticas e iniciando con sus propias expresiones?

Ahome tendrá también a un alcalde con experiencia política, que ha ocupado anteriormente la secretaría general de gobierno; no podemos entonces acreditar inexperiencia en el ámbito de seguridad, e importante será observar cómo se integra esta y se materializa en el enfoque de género para atender la violencia de género. En el caso de Guasave, si bien no cuenta con esta experiencia política, apelaremos a un equipo de expertos y su sensibilidad y profesionalismo para comprender la dimensión y necesidad de aplicación de medidas que visibilicen y atiendan estas problemáticas contra las mujeres.

Dejo aparte mi reflexión sobre el reto que enfrentará Margot Urrea como alcaldesa de Navolato; como hemos visto, será la única mujer dentro de las cinco alcaldías en este ranking de violencia, y la expectativa juega siempre como factor en contra cuando hablamos de mujeres al frente. Quizá de fondo anhelamos que las habilidades y liderazgo para ganar sean también implementadas para hacer la diferencia en la forma de abordar las políticas de mujeres en beneficio de una sociedad con mayor seguridad y desarrollo.

A este análisis le falta aún espacio, mientras tanto, evitemos, especialmente las mujeres, hacer castillos en el aire.