/ miércoles 23 de junio de 2021

Cuidar es padre: cuando paternar es verbo

La información del Censo de Población y Vivienda 2020 muestra que 11 millones 474 mil 983 hogares en México son dirigidos por mujeres, y refleja también que solamente existen 796 mil hogares con papás solos al frente. No obstante, reporta que 21.2 millones de hombres se identifican como padres.

Tener un hogar a cargo implica asumir las responsabilidades propias del cuidado de las hijas y de los hijos, y la información con que contamos permite centrarnos en el estudio estadístico de las mujeres madres, para comprender a través de la perspectiva de género esta realidad.

Sin embargo, para el logro de una integralidad en el análisis, camino a la igualdad, no hemos logrado “convencer y motivar” lo suficiente para desarrollar información estadística (y con ello programas y políticas) que nos permitan comprender la posición y condición de las paternidades, con el objeto de construir paternidades presentes, corresponsables y libres de violencias más allá de una convicción o mandato legal.

En esta etapa de transición generacional, el contar con esta información es impostergable. ¿Cómo transitan los hombres a través de estos cambios legales y sociales? ¿Cómo transmiten los propios hombres a sus hijas e hijos estos valores de igualdad, particularmente a través de la crianza? Y ¿cuáles son los recursos y soportes de vínculos sociales e institucionales con los que cuentan?

Necesitamos de toda una estrategia que muestre a los hombres cómo pueden transitar del modelo con el que fueron educados, a un ejercicio de deconstrucción que considere las infinitas posibilidades para su paternidad; necesitamos de la conciencia de su corresponsabilidad y una re distribución de sus tiempos: la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo da muestras de cómo se manifiesta este desequilibrio: las mujeres dedican en promedio 28.8 horas a la semana al cuidado de hijas e hijos, mientras que los hombres sólo 12.4 horas.

Hoy sabemos la importancia de igualar las oportunidades económicas, legales y sociales de las mujeres para combatir las brechas de género, específicamente en los cuidados, pero estamos conscientes que esta es solo una fase, porque también requerimos abrir un debate amoroso que les hable sobre qué es paternar y cómo hacerlo, el valor de la presencia masculina en la crianza, como tribu, no solo como padres; hablamos, sí, de su espacio para compartir sus experiencias y poder hacerlo además como abuelos, tíos, primos, amigos.

No existe una forma de ser padre: es una vivencia a partir de la experiencia personal, que se aprende a través de los valores que fueron inculcados; factores entre los que se encuentran el cómo fueron tratados, educados, los modelos de crianza paternales… Todo ello influye en la forma en que asumen la paternidad, intrínseca y tradicionalmente ligada al lastre de una identidad masculina excluyente del hogar, los cuidados y la crianza.

La construcción de alternativas de crianza que sean fuente de afecto, responsabilidad en los cuidados y de comunicación afectiva es necesaria como eje estratégico de las políticas públicas para el logro de la igualdad de género, enfocadas en esta etapa de transición generacional de las identidades, roles y estereotipos.

Paternar significa compartir, entre los hombres, sentimientos de despojo y de integración, el transitar de relaciones asimétricas y verticales a horizontales (en igualdad) y de responsabilidades nuevas para su generación: tomar decisiones desde los cuidados hasta lo afectivo en la crianza, construcción de redes de apoyo masculinas, generar hábitos nuevos y hacer de la presencia una costumbre.

Cuidar es padre: paternar es un verbo que hay que aprender a conjugar.

La información del Censo de Población y Vivienda 2020 muestra que 11 millones 474 mil 983 hogares en México son dirigidos por mujeres, y refleja también que solamente existen 796 mil hogares con papás solos al frente. No obstante, reporta que 21.2 millones de hombres se identifican como padres.

Tener un hogar a cargo implica asumir las responsabilidades propias del cuidado de las hijas y de los hijos, y la información con que contamos permite centrarnos en el estudio estadístico de las mujeres madres, para comprender a través de la perspectiva de género esta realidad.

Sin embargo, para el logro de una integralidad en el análisis, camino a la igualdad, no hemos logrado “convencer y motivar” lo suficiente para desarrollar información estadística (y con ello programas y políticas) que nos permitan comprender la posición y condición de las paternidades, con el objeto de construir paternidades presentes, corresponsables y libres de violencias más allá de una convicción o mandato legal.

En esta etapa de transición generacional, el contar con esta información es impostergable. ¿Cómo transitan los hombres a través de estos cambios legales y sociales? ¿Cómo transmiten los propios hombres a sus hijas e hijos estos valores de igualdad, particularmente a través de la crianza? Y ¿cuáles son los recursos y soportes de vínculos sociales e institucionales con los que cuentan?

Necesitamos de toda una estrategia que muestre a los hombres cómo pueden transitar del modelo con el que fueron educados, a un ejercicio de deconstrucción que considere las infinitas posibilidades para su paternidad; necesitamos de la conciencia de su corresponsabilidad y una re distribución de sus tiempos: la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo da muestras de cómo se manifiesta este desequilibrio: las mujeres dedican en promedio 28.8 horas a la semana al cuidado de hijas e hijos, mientras que los hombres sólo 12.4 horas.

Hoy sabemos la importancia de igualar las oportunidades económicas, legales y sociales de las mujeres para combatir las brechas de género, específicamente en los cuidados, pero estamos conscientes que esta es solo una fase, porque también requerimos abrir un debate amoroso que les hable sobre qué es paternar y cómo hacerlo, el valor de la presencia masculina en la crianza, como tribu, no solo como padres; hablamos, sí, de su espacio para compartir sus experiencias y poder hacerlo además como abuelos, tíos, primos, amigos.

No existe una forma de ser padre: es una vivencia a partir de la experiencia personal, que se aprende a través de los valores que fueron inculcados; factores entre los que se encuentran el cómo fueron tratados, educados, los modelos de crianza paternales… Todo ello influye en la forma en que asumen la paternidad, intrínseca y tradicionalmente ligada al lastre de una identidad masculina excluyente del hogar, los cuidados y la crianza.

La construcción de alternativas de crianza que sean fuente de afecto, responsabilidad en los cuidados y de comunicación afectiva es necesaria como eje estratégico de las políticas públicas para el logro de la igualdad de género, enfocadas en esta etapa de transición generacional de las identidades, roles y estereotipos.

Paternar significa compartir, entre los hombres, sentimientos de despojo y de integración, el transitar de relaciones asimétricas y verticales a horizontales (en igualdad) y de responsabilidades nuevas para su generación: tomar decisiones desde los cuidados hasta lo afectivo en la crianza, construcción de redes de apoyo masculinas, generar hábitos nuevos y hacer de la presencia una costumbre.

Cuidar es padre: paternar es un verbo que hay que aprender a conjugar.